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sábado, 11 de julio de 2015

Más relojes en el Museo

12 x 8,6 cm
Paseando por el claustro del Museo Provincial de Lugo, nunca me canso de contemplar su hermosa colección de relojes de sol, muchos de ellos curiosos. Todos dispuestos para evocar mil historias a su alrededor.

Hay uno, chiquito, de pizarra, en cuya foto incluyo sus dimensiones para que se vean lo minúsculas que son. ¿Reloj de juguete? Tal vez, desde luego, un capricho para estar cerca de él, pues en lo alto de una pared sería casi invisible. Reloj bonito, casi entrañable, que me obliga siempre a imaginar por quién o quiénes fue utilizado.

Me gusta mucho un elegante reloj de mármol, también pequeño, del siglo XVIII. Para hacerlo, fue preciso traer la piedra de fuera ya con un destino marcado. La talla es bonita. Ya digo, lo encuentro elegante en su comedimiento.

RELOJ DE MÁRMOL QUE COMENTO
28,5  x  23,2 cm
Puestos a elegancia, hay uno de fantasía, con figuras hermosas, hecho en granito, que me gusta mucho por su armonía de composición y proporción en sus formas. Lo encuentro altamente logrado. Señorial, aunque tal vez incomprendido en algunos ámbitos descriptivos.

Vuelvo a lo que dije en otra entrada, ¿para quiénes marcarían las horas? ¿a quiénes señalarían los tiempos? Los tiempos suyos, los del sol al irse moviendo por el cielo, pues los tiempos de cada cual, van a su tiempo. De eso sabemos todos, qué fugaces son los tiempos felices y qué lentos los de tristeza. Qué lentos los de esperar un hecho concreto, feliz o aciago, y qué rápido después que ese mismo hecho ha ocurrido y va quedando atrás. Los tiempos y sus velocidades de paso.

¿Que qué miden, pues, los relojes? Los tiempos de referencia, los objetivos, los carentes de significado en nuestras vidas pero que la van pautando de modo anodino. En cuanto esos mismos tiempos entran en nosotros, su transcurso pasa a medir algo nuestro y, por tanto, lleno de significado para cada uno. (Siempre el mes de agosto, significando vacación, con 31 días, me pareció corto, mientras que encontré largo a febrero, obscuro con frío, lluvioso, y con 28 días).
GRANITO
76,5  X  44,5  X  31,5 cm.

Los tiempos de cada uno. Los míos, los tuyos y los suyos. Intentando a veces sincronizarlos para vivirlos, disfrutarlos y sacarles un significado conjunto. Pero, siempre a su lado, ese pequeño reducto de intimidad, de cada uno, a donde solo podemos entrar sin compartirlo con nadie, pues es donde vivimos de modo más sincero con nosotros mismos. En esos lugares tampoco el reloj significa mucho, pues una noche en vela es como un instante y un instante puede parecer una eternidad.

Recuerdo al monje aquel de la leyenda (nunca era una monja) que, saliendo a dar un paseo por los alrededores monacales quedó prendado del canto de un pájaro. Dicen que se sentó un rato para recrearse en tan sencillo placer, de modo que al regresar al convento lo encontró destartalado. No conoció a ninguno de sus moradores y, después de mucho charlar, se llegó a la conclusión de que era un monje de quien se tenía noticia de haberse perdido un siglo antes. ¡Había estado cien años escuchando los trinos!

ASÍ ENCONTRÓ EL MONJE MELÓMANO
SU MONASTERIO
Los pájaros de entonces cantaban más de cien años seguidos sin cansarse, justo cuando el reloj era un objeto de lujo y nadie sabía de calendarios. En Galicia, hoy son varios los monasterios que se pelean por ser la sede de la leyenda y como sé que es una farsa, quiero creer que los monasterios no se pelean por ser sede de farsa alguna.

Porque si lo queremos ver de otro modo, tal vez de forma arriesgada y atrevida, podemos decir que este monje se sintió tan embelesado, que se salió de esa común e inexorable coordenada, que es el tiempo, para irse a otra dimensión. Cuando regresó a la nuestra, pensando haber vivido un instante, se encontró que el tiempo había seguido su camino, no le había esperado. Ya Einstein habló del paso diferencial del tiempo y sus dimensiones variables. Hay muchos dispuestos a meter a Einstein en todo, como a Darwin.

En otro plan, es una experiencia muy común en todos nosotros. Después de vivir momentos muy intensos, de esos que nos parece que la vida se haya detenido (y así es para cada uno), nos parece raro que para los demás la vida siga como tal cosa. Una versión más de esa soledad propia de los seres humanos, de los que formamos parte.

Relojes, relojes en el Museo Provincial de Lugo…


jueves, 25 de junio de 2015

Una estela en el Museo

Según el diccionario, una estela es un monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida, pedestal o cipo. Allí queda hincada, hasta que por algún motivo cae, pudiendo perderse su recuerdo. Más tarde, es posible que se descubra y, con suerte, recibirá honores por parte de sabios que la estudiarán, interpretarán y llevarán a algún museo para ser admirada. En pocas palabras, tan pocas que podrían ser consideradas ofensivas, ésta viene a ser la historia de una estela que voy a comentar y que se puede ver y disfrutar en el Museo Provincial de Lugo.

LA ESTELA
Voy a comentar lo que me inspira, lo que me hace pensar, la estela de Crecente, de la zona periurbana de Lugo. Puesto que está muy bien estudiada, descrita y comentada por un reconocido especialista, (veáse cita abajo), me limito a decir aquí lo que yo siento al verla.

Se trata de una estela gigantesca, de 2,81 x 0,71 x 0,20 (magnitudes expresadas en metros). Una de las más grandes del norte peninsular. La primera cuestión que me impresiona es el material con que está realizada, nuestro granito. Se me puede decir que es la piedra de que se disponía, pero no. En otros casos se utilizó el mármol o la calcita para esculpir, piedras más fáciles de trabajar aunque, eso sí, también menos duraderas. Aquí, tenemos a nuestros canteros afanados en presentarnos la finura y la fidelidad de su trabajo en la piedra más dura, pero no la más ingrata. Los pliegues de las togas caen como caerían los naturales, los cabellos nos permiten ver cómo eran los peinados y son hermosas las joyas de los personajes representados. Todos los detalles que se quisieron exponer, se expusieron sin más límite que el deseo de quien encargó la obra.

Esta estela de Crecente, de aquí al lado, es muy completa.Tiene esculpido un epitafio, que viene a decirnos que “Apana, hija de Ambolo, que vivía en tierras de los Célticos, al norte del Tambre, murió a los 25 años y está enterrada aquí. Su hermano, Apano, fue el promotor de esto”. La traducción es muy superficial, mía, y lo primero que me impresiona es la temprana edad a la que murió Apana. Hoy, junio de 2015, casi sería considerada una adolescente, pero las expectativas de vida se han ido alargando considerablemente a lo largo de nuestra historia. Tal vez en aquel momento, Apana ya tuviese descendencia. Otra cosa que me llama la atención es el nombre de su hermano, Apano. Eso se puede explicar si cuando nació el chico, su hermana ya había fallecido.

Encuentro un contraste manifiesto en esta estela, y es el grupo familiar formado por el
LA INSCRIPCION
padre, de pie, tras dos mujeres sentadas, tal vez una de ellas Apana, y el niño que, por pequeño, aparece sentado sobre las rodillas de una de las mujeres. Es una composición clásica, muy del gusto romano, con el paterfamilias cobijando o amparando a los demás.

Sí, todo muy romano, la composición, las ropas, los peinados, pero no los nombres, ese es el contraste que encuentro. ¿Qué ocurre aquí? Los nombres son célticos, anteriores a la romanización. Es muy posible que la estela se realizase en una época en la que dicho proceso estaba en marcha, pero no consolidado. Entre los bien situados, y los personajes representados en la estela debieron pertenecer a ese grupo, ya se habían adoptado los modos de los invasores, tal vez formaban parte de una nobleza local emergente. Faltaban siglos para que alguien dijese que, en una época concreta, las ideas dominantes son las de la clase dominante. Ahí tenemos a esta familia con sus apariencias romanas, incluso con la de erigir una estela, socialmente venidos a más. No obstante, en su profundo sentimiento se mantienen apegados a sus orígenes celtas, de sus tierras más allá del Tambre, y así los nombres siguen testimoniando esa pertenencia, siquiera superada, pero no desdeñada. Siglos más tarde, tenemos que los nombres siguen siendo detalles muy identificativos de nosotros mismos.
EL GRUPO FAMILIAR

Por otra parte, y prescindiendo del material sobre el que se plasmó el grupo familiar, debo decir que la composición del grupo, digamos el cuadro, la encuentro muy permanente en los modos de representar familias hasta los mediados del siglo XX, hasta cuando el retratarse no se había popularizado y las fotos eran “de estudio” con motivo de algún evento familiar. Es curioso, pero esta representación familiar de la estela de Crecente, me resulta muy actual en ese aspecto.

Me gusta imaginar cómo debió ser Lucus Augusti en aquel tiempo, y ante esta obra y otras presentes en el Museo Provincial de Lugo, debo desterrar de mi idea muchas imágenes preconcebidas. En la época de la estela, aún no existía la muralla y, por los datos y hallazgos que se van realizando, nos encontramos con una zona periurbana rica en rastros culturales. ¿Qué había aquí? ¿Porqué la familia de Ambolo, el padre de Apana se vino desde el norte del Tambre hasta esta urbe? ¿Qué buscaba aquí como para realizar tan larga emigración?

Ojalá la arqueología nos siga aportando datos que nos permitan conocernos mejor. Mientras, la contemplación de la estela de Crecente es, para mí, una fuente inagotable de reflexiones, que siempre me ha dado nuevos motivos para volver frente a ella.


Antonio Rodríguez Colmenero

miércoles, 10 de junio de 2015

BARROCO EN EL MUSEO

En el Museo Provincial de Lugo, en su claustro, me encuentro con hermosos exponentes del barroco hecho granito. Plasmado en piedra recia y dura, fueron nuestros canteros los que supieron sacarle todo un esplendor figurativo como si fuese blanda y obediente. Aunque  lo de obediente, vemos que  sí lo tiene el granito cuando se encuentra con quien le mande como tiene que ser. Por Galicia entera encontramos sinfonía de barroco en granito, pero no me puedo salir del claustro del Museo, y no me quejo, que tengo mucho para reflexionar con él.

LA PUERTA QUE COMENTO
Yo diría que queda poco del barroco en el claustro, todo del siglo XVIII. En otras partes, el barroco es propio del siglo anterior, del XVII, pero ya sabemos que a nuestra tierra, estas corrientes llegan con cierto, o bastante, retraso. Y como Lugo era ciudad feudal, los restos que tenemos son recuerdos de dos obispos, Izquierdo y Armañá, y de algunos representantes de la nobleza local. Poco más, pero tampoco nada menos.

Hay una puerta, enmarcando un reloj de sol que he comentado, policromada, de la época del obispo Izquierdo. La puerta es pequeña, estrecha y de bajo dintel. Policromada, tiene un relieve que nos dice que se construyó en época del prior tal Es decir, una puerta monacal y, sobre ella, el escudo del mecenas, el Obispo. El escudo es el mismo que campea en el lienzo interior de la puerta de Santiago.

Me gusta el granito policromado, tiene un tono que siempre me ha resultado entrañable. Está claro que es difícil este tipo de policromía, pero ahí está, venciendo el paso del tiempo y los avatares que debió sufrir la puerta antes de terminar aquí. Y luce, como luce también todo el relieve de la talla del símbolo episcopal, el capelo, con sus cuerdas y borlas labradas como si se tratase de una piedra blanda. Me gusta este barroco con la exhuberancia de adornos, cabezas de querubines, hojas de acanto y la indicación pretendida de que, aunque exagerado, el adorno es eclesial. Eso, que no se dude.

NOBLEZA LOCAL
Dejamos atrás esta puerta, mas bien su marco, y siguiendo mi sentido del paseo, desde lejos veo un gran escudo. Maravilla barroca. De familia noble local, hidalgos, no se escatimaron símbolos en él. Fuera de los múltiples cuarteles, que aún conservan policromía, encontramos banderas abatidas a ambos lados del yelmo. Cayendo a lo largo del escudo, racimos de frutos al estilo compostelano, como si se derramasen desde sendas cornucopias evocando la idea de Casas Novoa. Los frutos caen de arriba y se esparcen entre todos como lluvia de favores que nos vienen de lo alto. Hermoso escudo, también.

En mitad de la pared, de procedencia desconocida y hecho en el siglo XIX, nos
ANGEL TROMPETERO
encontramos un ángel con trompeta. La otra cara del barroco, Memento homo… la muerte. ¿Porqué en esa época se nos recuerda de modo tan insistente? Todos sabemos que hemos de morir, pero al barroco parece gustarle recordárnoslo constantemente. Incluso, con figuras e imágenes hermosas. Miro este ángel y pienso que esas trompetas no existen en Galicia, que son propias de países orientales, ¿quién le hablaría de ellas al anónimo escultor? También le debieron contar de los ángeles tocando las trompetas en el Apocalipsis. Todo eso lo vertió en su ángel que, por suerte, no desapareció y allí está, en aquella pared del claustro recordándonos nuestra cita inexcusable. Gracias al ángel trompetero y a quien lo supo cuidar hasta que llegase hasta aquí.


Lo que más me llama la atención es el último escudo que voy a comentar, el último, también, que encontramos en nuestro paseo por el claustro. Corresponde a uno del Obispo Armañá, con medallón granítico adjunto. Ese medallón es lo que me gusta, donde encuentro lo más genuino del barroco en este claustro del Museo. Ciertamente, el medallón nos habla del “episcopi ac domni lucensis” obispo y señor de los lucenses… y nos indica que se hizo en el año MDCCXXVI, La verdad es que todo eso poco me importa ahora. Hay algo en el conjunto que siempre me ha llamado la atención.

Toda esta leyenda está esculpida en un óvalo que quiere imitar una medalla. Y esa medalla quiere imitar, o parecer, o hacernos creer, que está colgada mediante un ligero y elegante lazo en un clavo. Para que el viento, o lo que sea, no consiga que tal medallón caiga, el clavo se ha remachado dejándolo bien sujeto. Como es lógico, todo es figuración, artificio. La piedra en que está esculpido estuvo bien asentada en el muro frontal del edificio y no hubo peligro de caida. En todo caso, de derrumbe, pero eso sería otra cosa. Aquí es el artificio de hacer lo ficticio como necesario y real. El ligero medallón bien sujeto por un clavo remachado.

Y ese clavo doblado es lo que más me hace pensar en el barroco, el detalle en el que encuentro la exaltación de un estilo que quiso expresarse con lo exagerado como norma de belleza, aunque para hacerlo de modo coherente, necesitase de nuestro consentimiento cómplice.

EL CLAVO SOSTENIENDO EL FRÁGIL MEDALLÓN 
Yo me siento partícipe del sentir del escultor e invito a todos los que lo vean que hagan lo mismo. Tal vez durante un instante, puede que fugaz, veamos el barroco de un modo diferente.



jueves, 28 de mayo de 2015

LA CADENA DEL MARISCAL

Sigo paseando por el claustro del Museo Provincial de Lugo.
CADENAS Y CANDADOS
Camino dejando a mi derecha el centro del patio, el pozo y el nogal. A mi izquierda, las paredes presentan piezas de su colección. 



Al iniciarse un tramo, junto a un gran escudo, en un rincón pero no arrinconadas, vemos unas cuantas cadenas antiguas: hierro oxidado, un par de candados y mucha historia. Una de las cadenas retuvo preso al Mariscal Pardo de Cela. Voy a contar la causa de esta desubicación, pues el Mariscal no estuvo preso en Lugo y sí en Mondoñedo, en cuya catedral está enterrado desde finales del siglo XV.

CONCEPCIÓN ARENAL

Pero antes de seguir, me conviene presentar a una mujer, injustamente olvidada por muchos. Concepción Arenal fue una ferrolana del siglo XIX, de quien más de los que son deberían sentirse muy orgullosos. Hija de familia, en principio, acomodada, vivió los rigores de una dictadura, viendo cómo su padre sufría diversos castigos por oponerse al absolutismo de Fernando VII. Siendo aún niña, murió su padre y algún hermano. Eran los tiempos de entonces, con alta mortalidad y baja expectativa de vida.


Muy joven, ya en Madrid, decidió estudiar Derecho y, para hacerlo, debió ir a clase vestida de varón. Era impensable una mujer en las aulas, cuando lo que tenía que hacer era prepararse para ser buena ama de casa. (La única carrera de la mujer es el matrimonio, solía decir). Su vida no debió ser nada fácil en esa época. Pronto destacaron sus escritos a favor de la dignidad de los presos. Sabía que en las cárceles no se respetaba a las personas. Toda su vida giró sobre estas preocupaciones, siendo nombrada Visitadora de Cárceles de Mujeres y, también, Inspectora de Casas de Acogida de Mujeres. Escritora fecunda, dejó muchas obras y frases que resumieron su modo de pensar. Una de ellas ha llegado hasta hoy; Odia el delito y compadece al delincuente.

Tras su muerte, frente a cárceles españolas se instalaron monumentos en su recuerdo y, en época de la II República se pensó erigir un monumento en Madrid, utilizando para hacerlo hierro de cadenas existentes en prisiones. Si las cadenas poseían significado histórico, mejor que mejor. 

Desde Mondoñedo y otros lugares de la provincia y a través de Lugo, se mandaron a Madrid algunas cadenas, entre ellas las del Mariscal, pero estalló la Guerra Civil y nunca llegaron a su destino, quedando en Lugo y, consecuentemente, terminando en su Museo Provincial. Allí están, a la vista de todos. Junto a estas cadenas, hay otras procedentes de fortalezas de Castroverde y Guntín. Lugares en los que, supongo, no habría más ley que el sentir del señor, ni mayor baremo que  el modo en que le afectasen las acciones de sus vasallos, de quienes se sentía propietario y ejercía como tal de manera incuestionable.

Hoy, mayo de 2015, veo las cadenas con sus grandes eslabones, los candados con sus moldes para apresar tobillos y no puedo dejar de estremecerme pensando en quienes los llevaron, en aquellos que se sintieron sujetos por estas armas de poder dirigidas contra quienes lo cuestionaban. 

Las armas del poder contra los indefensos. Prisioneros de guerra, transformados en mercancía a la espera de un rescate. Prisioneros por capricho, por rencor u odio, prisioneros por diversas cosas inexplicables, pero que hicieron que muchos dejasen de disfrutar un bien muy preciado por todos, la libertad. Eso ocurrió en múltiples ocasiones, y no son pocas las cárceles en las que tal situación sigue estando de actualidad. Novelas, películas, historias diversas nos dicen que todo esto sigue vivo y siempre se genera un temor al hablar de eso, por aquello de que “las paredes oyen”.

Si, el monumento a Concepción Arenal no se llegó a levantar, pero sus obras están presentes en muchas bibliotecas públicas y privadas. Se le considera una de las primeras feministas españolas, de aquellas que, esforzadamente, abrieron camino a toda una pléyade de mujeres que, con valentía aún hoy, luchan por unos derechos en plano de igualdad con los hombres, de modo que el matrimonio deje de ser su mejor salida profesional.

Aquellas cadenas en el rincón dan mucho para pensar. En los presos de entonces y, también, en los de hoy.

jueves, 21 de mayo de 2015

BALDAQUINOS

BALDAQUINO DE
VILAR DE DONAS
Siguiendo el paseo por el claustro del Museo Provincial de Lugo, en la pared situada frente a la colección de relojes que he comentado, hay diversas esculturas pequeñas que quiero comentar ahora. Todas ellas son de factura popular, pero no hechas por ignorantes, pues no es la misma cosa.
Existen diversas vírgenes, ángeles y los cuatro frontones de un baldaquino. Como muchos de ellos, de inspiración gótica, pues era el tiempo en que se comenzaron a hacer.

Se me podrá preguntar qué es un baldaquino, y nada mejor que recurrir al diccionario, que nos dice que es un “Pabellón que cubre el altar”. De origen italiano, suele representar un templete con cuatro columnas que sostiene una especie de cúpula. Bajo esta estructura se colocaba el altar principal del templo.

EL CASTILLO DE PAMBRE
EN EL BALDAQUINO DE
VILAR DE DONAS
Por diversas razones dejaron de construirse en la época del barroco, siendo uno de los más conocidos el de la Basílica de San Pedro, de Bernini. Por nuestra tierra, en el Camino, conozco el existente en Vilar de Donas, aunque quitado de su sitio, arrinconado, si bien no destruido. Éste, el de Vilar de Donas, tiene en su cima una representación del cercano castillo de Pambre. A muchos les puede parecer una casualidad esa presencia, yo lo encuentro lógico si pensamos que ya se representaban a los entonces llamados donantes o mecenas, que podríamos traducir como sponsors de hoy. En muchos cuadros coetáneos aparecían los mecenas en actitudes piadosas junto a los Magos en el portal de Belén, por citar un caso. (Curiosamente, no los he visto en las crucifixiones, tal vez por miedo a ser confundidos).

BALDAQUINO DEL MUSEO DE LUGO ADORACION DE LOS MAGOS
El del Museo de Lugo, muy catequético, presenta diversas escenas de la vida de Jesús en sus cuatro frontones, sobre un borde inferior decididamente gótico. Falta el copete del baldaquino, así que no podemos hacernos una idea de cómo sería en su conjunto.

En algunos lugares de Galicia he visto esos frontones tirados o menospreciados, a veces empotrados en paredes y, aunque no me gusta el remedio, al menos nadie los va a destruir ni contribuirá a su desaparición.

BALDAQUINO DE LA
CATEDRAL DE SANTIAGO
Parece que al Gelmírez le gustaba el baldaquino de su catedral. Conforme fue modificándose la estructura del Altar Mayor de la catedral compostelana, también lo hizo su baldaquino. Hoy es difícil adivinarlo, pero allí está. Las columnas sostienen una gran plataforma muy historiada coronada por un Santiago matando moros. Pero no llegan al suelo, están disimuladas en forma de ángeles que se apoyan en una cornisa que rodea el ábside y sostienen la plataforma con sus hombros.

¿Tienen algún significado histórico o de cualquier otro tipo, o simplemente se trata de un elemento ornamental caído en desuso? Bueno, aunque no lo he leído en ninguna parte, voy a exponer mi idea. En primer lugar, sobre el altar se celebra la Misa, es decir, la Eucaristía. Se le considera un pilar fundamental de la Fe Católica, muchas veces llamado Nuevo Testamento como alternativa al Antiguo Testamento, procedente de la época de Moisés.

VIRGEN SEVILLANA BAJO PALIO
Nos cuenta la Biblia que durante el éxodo, cuando los judíos atravesaron el desierto hacia la Tierra prometido, Jehová le entregó a Moisés las tablas de la Ley y, entre otros favores, les sustentó con comida caída del cielo, el maná. Los judíos construyeron un arca, el Arca de la Alianza, en la que guardaron la Tablas y una muestra del maná como símbolo de su alianza con Jehová. El Arca poseía argollas laterales y, mediante varas, era transportada hasta llegar a la Tierra Prometida. Se hizo una tienda para cobijar el Arca durante las noches y en las paradas en el camino. El baldaquino representa esa tienda, pues bajo él se renueva la Alianza de Dios con los hombres.

La tienda del Arca está rememorada en otro ornamento litúrgico, el palio. Lujoso, con excelentes bordados, sirve para cobijar en su interior la Eucaristía en las procesiones de Corpus o bien ir, de respeto, tras las carrozas procesionales que salen ese día. También, en Andalucía, la vírgenes suelen ir bajo palio cuando van en procesión. Es lo mismo, se le cubre con él, pues durante nueve meses, María fue quien llevó en su seno a Jesús, quien instauraría el Nuevo Testamento. Realmente, entre un palio y un baldaquino no existen diferencias de estructura, sí de materiales constructivos. 

Estas cosas me llevan a pensar en otras cosas. El rey mago
ANGEL EN RIBADAVIA
arrodillado en el baldaquino del Museo de Lugo, tiene la misma composición que tiene un ángel anunciaciador que vi en Ribadavia y que he comentado aqui. La túnica que cae y se alarga, plisada, me parecen tan similares, que pienso en una inspiración, no sé de quién a quién, o en un mismo escultor que se repite sin recato, pensando que la distancia no descubriría su copia. Sea como fuese, quiero imaginarme una época en Galicia, en un final del Camino de Santiago, hirviendo de creaciones artísticas y a donde llegaban, gracias al mismo Camino, las influencias del mundo artístico. Los artistas, creadores de todo tipo, andarían por los caminos llevando y trayendo su arte allá donde les llamasen. Y de ese ajetreo ha quedado constancia. Recuerdo que los baldaquinos tuvieron su origen en Italia, así como el representar en las obras a sus patrocinadores.


Por estos y otros detalles, que iré comentando, siempre es una alegría para mí estar en Vilar de Donas.

viernes, 15 de mayo de 2015

RELOJES EN EL MUSEO


VISTA GENERAL DE LA COLECCIÓN
Con mucha frecuencia visito el Museo Provincial de Lugo. Ya cuando adolescente, acostumbraba a ir los jueves, pues ese día la visita era gratuita. He asistido a cambios, he visto pasar a sus vitrinas objetos que conocí en sus lugares de origen y, en general, me siento muy a gusto en él.

Hoy me he parado a contemplar su hermosa colección de relojes de sol, que está situada en una de las paredes del claustro. Una colección magnífica y difícil de conseguir, creo yo, debido al menosprecio que se suele mostrar hacia estos objetos ya inservibles. Inservibles para algunos que tienen la osadía de catalogarlos de ese modo patán, claro. Inservibles, tal vez, para el día de hoy, pero muy indicativos si los miramos con cariño, con otros ojos y como exponentes de un tiempo ya terminado.

TRES EN UNO
SABIDURÍA APLICADA
Son muy bonitos todos ellos y están esculpidos en granito o en pizarra, arriesgada tarea, pues en pizarra, un golpe mal dado haría saltar una esquirla de la pieza, llevándose todo el trabajo realizado, o desbaratándolo. En sus tallas abundan los temas mitológicos y otros mas populares, como los geométricos buscadores de simetrías, siempre comprensibles.

Casi todos realizados en los siglos XVII y XVIII, a veces me he preguntado que para quién medirían el tiempo en aquel tiempo. Son relojes procedentes de pazos, de residencias de poderosos, de quienes marcaban su paso, creyéndose los amos del tiempo. ¿Qué sentido tenía para esa gente conocer ese transcurrir si eran ellos quienes marcaban sus cadencias? El tiempo, su medida, siempre fue monopolio del poder, político o eclesiástico. El poseer reloj, siempre fue signo de singularidad. Cuando se quiso que el conocimiento de su discurrir fuese de acceso general, se colocaron relojes en las sedes del poder, en torres altas, para ser vistos desde todas partes. Torres que por tenerlo, se llamaron y se siguen llamando “del reloj” El poder repartía información y se debilitaba. En las grandes catedrales europeas, estoy pensando en la de Estrasburgo, hay relojes en los que, además de darnos indicación del inmediato paso del tiempo, nos recuerdan su paso trascendente. Siempre regalando miedo,

MITOLÓGICO Y RURAL
Viendo esos relojes del Museo lucense, me pregunto quién ajustaría sus horas, qué criterios seguiría para esculpir los diferentes surcos correspondientes a ellas, cómo serían quienes los interpretasen en las distintas épocas del años. Y, sobre todo, cómo serían los tiempos que midieron. Los tiempos de la época, los del pazo. y los de cada uno.

Los tiempos de la época sólo se ven cuando ya han pasado. Nosotros, los de cierta edad, sabemos que hemos vivido lo que ahora se define como “la Transición” para delimitar una época, pero entonces no fuimos conscientes de estarla viviendo. Así ocurre con todos los tiempos.

Los tiempos del pazo, de la casa, de la familia, son más abarcables para sus componentes y nunca se miden por los años como número. Las distintas épocas se miden por hechos de trascendencia familiar, “cuando la boda de…” “la muerte de…” son hechos que marcan inexorablemente un antes y un después, no necesariamente de la misma duración temporal, ni de similar intensidad. En esos tiempos, los adversos parecen ser más largos y semejan transcurrir más lentos que los felices.
DE PIZARRA

Los tiempos de cada cual forman parte de las historias personales, a veces, incluso, de las secretas. Pero también vienen marcadas por hechos, más que por números ordinales. “Cuando el bachillerato”, “mis años en Barcelona”, me indican unos períodos de vida bien delimitados y, por tanto, definidos.

Imagino esos lujosos relojes que ahora veo en el Museo. Siempre fueron considerados de ese modo, adornando jardines y lugares a donde pudiesen llegar los rayos del sol. Me pregunto si medirían, servirían de símbolo de poder o si, más fundamental, presidirían.

Tal vez estuvieron en sus sitios no para informar del paso del tiempo del momento, sino más bien para recordar su paso inexorable para todos. No en vano muchos tienen esculpido el mismo lema “TEMPUS FUXIT”