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viernes, 23 de abril de 2021

Origen del nombre "Belladona"

 En la Edad Moderna, la Europa rica y culta consideraba un rasgo de belleza el tener las pupilas dilatadas. Este criterio se aplicaba a las mujeres, claro. Los hombres no estaban dispuestos a sufrir las consecuencias de tal rasgo de distinción.

viernes, 26 de marzo de 2021

Nombres en biología: Narciso y Caléndula

 

A estas alturas de marzo, los campos aún están desnudos, sin más vegetación que las hojas secas procedentes del otoño anterior y los troncos de árboles y arbustos que duermen su reposo invernal. Al suelo llegan unos rayos de sol no muy cálidos, pero sin ningún tipo de tamiz que más adelante puedan formar las hojas de los árboles, pues sus ramas están desnudas. Todo el calor llega al suelo y es suficiente para que algunas plantas comiencen a florecer. Suelen ser flores pequeñas, florecillas las llaman los aficionados a diminutivos gongorinos. Flores que realizan su función vital y que en pleno verano, debido a la intensa cubierta de las hojas, no podrían florecer, pues ahora, cuando la primavera está en puertas, les llega más luz y calor que en pleno verano.

viernes, 15 de marzo de 2019

Estrategias en generaciones


Una historia termina y comienza otra. Una planta progenitora ha formado semillas, les ha dotado de las necesarias estructuras de diseminación y las semillas caen en diversos lugares. Comienza una nueva historia, la de la planta cuyo diseño biológico va cifrado en los genes que lleva la semilla. En su genotipo. No digo que comience una nueva vida, pues la semilla va viva. Nunca olvidemos el aforismo de Pasteur, allá por el siglo XIX “La vida no se crea, simplemente se transmite…” 

viernes, 8 de febrero de 2019

viernes, 30 de noviembre de 2018

Después del desastre

Tal vez nos cueste trabajo imaginar un territorio carente de seres vivos. Es posible que tal desastre ocurra después de un fenómeno que generó una total mortandad, como una inundación con su consiguiente arrastre de tierras. Imaginemos que ya ha ocurrido todo, el territorio cubierto de una costra seca y ramas arrastradas por las aguas enfurecidas. Total desolación. 

viernes, 5 de octubre de 2018

En otoño

Llega el otoño como un amigo anunciado. Ya lo hemos notado por las hojas secas arremolinadas en el suelo, pero como biólogo, no me conformo con esta visión, muy dada a soñar y a recordar poemas nostálgicos. Para muchos, esta estación está matizada de recuerdos y sensación de final de ciclo, que deja en cada uno un regusto en cierto modo triste. Las hojas caen y parece que el cielo se derrumba. 

martes, 25 de septiembre de 2018

Nombres en biología: Narciso y Caléndula

En cuestión de asignar nombres, la ciencia ha recurrido con mucha frecuencia a la Mitología. Astronomía, Biología, Química y muchas más, han recurrido a seres mitológicos para denominar fenómenos u objetos actuales, como sirena, arco iris, narciso o quirófano, por ejemplo.

martes, 18 de septiembre de 2018

Nombres en biología: Belladona y atropina


En la Edad Moderna, la Europa rica y culta consideraba un rasgo de belleza el tener las pupilas dilatadas. Este criterio sólo se aplicaba a las mujeres, claro. Los hombres no estaban dispuestos a sufrir las consecuencias de ese rasgo de distinción.

viernes, 6 de abril de 2018

Hablando de poblaciones


Me pregunta una amiga que qué es lo que evoluciona, si el individuo, la población, la especie… Tal vez me pregunta por la unidad evolutiva, que cuál es la porción más pequeña cuyos cambios se detectan en biología evolutiva. Es decir, cuyos cambios podemos calificar de evolución.

Pero, ¿a qué llamamos evolución? Indudablemente, a cambios vividos por los seres vivos y de los que tenemos constancia. Si no disponemos de tal constancia, esos cambios nos pasan desapercibidos. Pero si a través del registro fósil o por encontrarnos con diferentes formas conviviendo, tenemos noticia de tales modificaciones, entonces suponemos están en el origen de esos cambios, que calificamos de evolutivos.



Pero, ¿qué, quién evoluciona? Si tenemos en cuenta que la evolución comporta éxitos adaptativos y éstos se miden por diferentes posibilidades reproductoras ante la selección natural, hemos de convenir en que un sólo individuo no es capaz de evolucionar. El individuo es clave en la evolución, él es el que se reproduce mejor o peor que otros a causa de poseer o no un carácter determinado, pero el individuo no evoluciona. La evolución es un proceso muy lento cuya duración va más allá que lo que puede durar la vida de un individuo.
No obstante, he leído en algún sitio, que los adolescentes han evolucionado dando mayor movilidad a sus dedos gracias a los teléfonos móviles y a los programas de mensajería instantánea. Son los mismos periodistas, o periódicos, que nos dicen que tal equipo de fútbol “tiene en su ADN” qué se yo, o los que nos comentan que estamos a “menos cuatro grados bajo cero”. Pues muy bien. Los equipos de fútbol no tienen ADN, no sé qué temperatura es “menos X bajo cero” y los adolescentes no evolucionan por tener mensajería instantánea en sus móviles. Otra cosa es que aprendan rápidamente debido a unos estímulos fuertes exteriores (factores extrínsecos) que estimulan a unas posibilidades genéticas que poseen (factores intrínsecos). Pero desarrollar las potencialidades de un genotipo no es evolucionar.



Lo de siempre, los seres vivos tienen (muchas veces en su ADN) unas posibilidades, que son estimuladas por factores externos. Los factores en los que es posible descomponer el hecho evolutivo: los de dentro (intrínsecos), respondiendo ante los exteriores (extrínsecos).
En otra entrada de este mismo blog, escribí: Existe otra actividad biológica, que es la evolución. Su unidad es la población. Ésta, la población, es la depositaria de un amplio conjunto de genes y alelos presentes en los individuos que la componen. La actuación de la selección natural se centra en la reproducción, que es el punto de origen de una nueva generación. Es en esa fase cuando la selección puede ir modificando la presencia relativa de los diferentes alelos, que es lo que, a largo plazo, conocemos como evolución. A grandes rasgos, su actuación consiste en favorecer a unos individuos para que tengan más descendencia que otros. En esta actuación, los genes determinantes de los caracteres favorecidos también salen beneficiados. Por eso, y porque esto ocurre entre individuos diferentes, la unidad de evolución es la población, en el sentido de que es la entidad biológica más pequeña que evoluciona”.


La población está formada por un amplio conjunto de individuos de la misma especie, que viven en el mismo territorio y pueden cruzarse entre ellos dando lugar a descendientes fértiles. Lo de fértiles es importante, porque nos indica que la población puede mantenerse por sí misma, sin necesitar ayudas exteriores. Según la dispersión de una especie, ésta puede estar constituida por varias poblaciones, muchas veces aisladas entre sí por factores diversos. Puede ser que, salvo casos de emigración, las poblaciones vivan completamente aisladas entre ellas. Supongamos los urogallos que quedan en Los Ancares y los de los Balcanes. Pertenecen a la misma especie, tal vez sus poblaciones representan los restos que quedan de un área de dispersión más amplia, que comprendía estas dos áreas, pero que se dividió por alguna causa. Lo cierto es que hoy les separan amplias barreras que les impiden encontrarse y mezclar sus genes mediante procesos reproductivos. Constituyen dos poblaciones diferentes y esto es una situación muy general en biología, de modo que hay muchas especies que están divididas en diversas poblaciones y ocurre tanto en animales como en vegetales. Imaginemos una especie ampliamente distribuida por un territorio. Forma una sola población, si bien por diversas cuestiones pueden haber diferentes fenotipos en diferentes ambientes. 


Nosotros mismos, los humanos, que formamos una sola población, tenemos un gradiente de aspectos desde el norte al sur: pieles sonrosadas al norte y obscuras hacia el ecuador, a la vez que cabello lacio al norte y encrespado al sur. Son adaptaciones ambientales, pero carentes de efectos evolutivos. Pero si en una población amplia, distribuida de esta manera, por diversos motivos se rompen las condiciones iniciales de modo que ya no hay una sola (población), pues se ha subdividido en diversas poblaciones pequeñas, aisladas entre sí, entonces cada una de esas poblaciones puede comenzar con una historia evolutiva propia.
Parece que digo que el único origen de las poblaciones es una subdivisión de otra, anterior, de área de distribución más amplia. No es así, pues hay múltiples situaciones que pueden causar la aparición de poblaciones nuevas, como migración de un grupo más o menos amplio de individuos, o la acción del viento transportando semillas, incluso la aparición de una hembra fecundada en un territorio nuevo y así. 
¿Qué características diferencian a las poblaciones entre ellas? De manera básica, las diferencias radican en poseer alelos diferentes. Pero también, y esto es importante, las diferencias están en las frecuencias con las que esos alelos están presentes en las poblaciones. Vamos otra vez a nuestro caso. Dentro del sistema AB0, tenemos cuatro grupos sanguíneos: A, B, AB y 0. Una población puede definirse por carecer de uno de estos grupos. Pero también, una vez establecidos los valores medios de las frecuencias de estos cuatro grupos en las poblaciones, una puede diferenciarse por tener presentes los cuatro grupos, pero con frecuencias significativamente diferentes.


La evolución progresa mediante pequeños cambios en las frecuencias de sus genes y eso ocurre en las poblaciones, no en los individuos. Si cada población está sometida a condiciones específicas, podrá evolucionar de modo peculiar y diferente a como hacen otras con las que comparte origen patrimonial genético. Puede ocurrir, y ocurre, que por diversos motivos una gran población se subdivida en varias, que queden aisladas entre ellas y que cada una de estas subpoblaciones evolucionen de modo diferente generando, por tanto, resultados diferentes.


viernes, 9 de febrero de 2018

Flores tempranas y sus nombres

A estas alturas del invierno, los campos están desnudos, sin más vegetación que las hojas secas procedentes del otoño anterior y los troncos de árboles y arbustos que duermen su reposo invernal. Al suelo llegan unos rayos de sol no muy cálidos, pero sin ningún tipo del tamiz que más adelante puedan formar las hojas de los árboles, pues  ahora esas ramas están desnudas. 

Todo el calor llega al suelo y es suficiente para que algunas plantas comiencen a florecer. Suelen ser flores pequeñas, florecillas las llaman los aficionados a diminutivos gongorinos. Flores que realizan su función vital y que en pleno verano, debido a la intensa cubierta de las hojas, no podrían florecer, pues ahora, cuando la primavera está en puertas, les llega más luz y calor que en pleno verano.


Quiero comentar el origen de dos nombres de otras plantas comunes entre nosotros, el Narciso y la Caléndula. Ambas espontáneas en nuestra flora, aunque también cultivadas como flores de jardín

La mitología, que nos cuenta las historias de dioses próximos a nosotros con sus virtudes y defectos, es decir de dioses humanos, nos habla de un adolescente engreído llamado Narciso. 

Tuvo muchas enamoradas, una de ellas llamada Eco. También era hermosa, tanto como solo se puede ser en un cuento, pero Narciso la desechó. Eco era una ninfa, pero no tuvo una vida feliz. Zeus se enamoró de ella por su hermosa voz, sin ella pretenderlo, y quiso seducirla. Hay versiones si lo consiguió o no, pero lo cierto es que Hera, esposa de Zeus, castigó a la ninfa, quitándole la iniciativa en el habla y permitiéndole sólo repetir las últimas palabras emitidas por su interlocutor. Humillada y sin apariencia, Eco se fue a vivir a valles y montañas, donde a veces intentaba hablar con caminantes, pero nunca lo consiguió. 

Narciso, el dios engreído

Tras el desdén de Narciso, aún se retiró más y casi se hizo invisible. Fue entonces cuando Némesis le impuso un castigo al adolescente endiosado, pues se enamoraría de alguien imposible de alcanzar. Así ocurrió. Narciso se asomó a unas aguas tranquilas, dicen que para beber de ellas, se vio reflejado y quedó prendado de rostro tan hermoso. Al quererlo besar, murió ahogado.

Hoy, este mito ha dado origen a diversos calificativos referidos a personas que se deleitan en cualidades propias, tanto físicas como intelectuales. Creo que se aplica más a personas del género masculino, no tengo claro haber escuchado este adjetivo aplicado a mujeres.

Narciso,la herrmosa flor orientada al suelo

En botánica hay una hermosa flor que aparece en los primeros meses del año. De color brillante, está inclinada hacia el suelo, como haría si se contemplase en un estanque. Por ambas coincidencias, hermosura y cara orientada al suelo, la flor se llama Narciso.
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Una flor frecuente, y bonita, es la caléndula. Tiene el aspecto de una margarita, pero de color amarillo intenso, parecido al de una yema de huevo. Es una planta muy utilizada en farmacia, tanto sus flores como sus hojas. También para cocina tiene sus adeptos en ensaladas.

Calendula
Es una flor muy abundante, crece en bordes de caminos y a veces es posible encontrar campos enteros teñidos del color amarillo de sus flores. El crecer en bordes de caminos, cualquier biólogo lo explica como el resultado de la dispersión de sus semillas por parte de caminantes. Los frutos tienen unas especies de ganchos espinosos que hacen que queden enganchados en ropas de caminantes, o en patas de pequeños mamíferos.


Siempre están en flor, pues florecen cada 30 días, más o menos. Los primeros días después de haber florecido, las flores están lozanas, carácter que van perdiendo con el paso del tiempo.


Grupo de caléndulas en un camino

Los romanos dividían sus meses en tres períodos: las calendas, (los primeros días), los idus (los medios) y las nonas (los finales). Puesto que estas flores son más vistosas en los primeros días de su mes de vida, y los romanos llamaban calendas a tal período, la planta recibió el nombre de Caléndula.

viernes, 6 de octubre de 2017

Tiempo de otoño

Como un amigo anunciado, llega el otoño. Lo notamos por las hojas secas arremolinadas en el suelo, pero como biólogo, no me conformo con esta visión, muy dada a soñar y a recordar poemas nostálgicos. Porque para muchos, esta estación está matizada de recuerdos y sensación de final de ciclo, que deja en cada uno un regusto en cierto modo triste. Las hojas caen y parece que el cielo se derrumba.



Pero aquí no se derrumba nada. La naturaleza sigue su curso y lo mismo que nosotros dormimos, pareciendo que estamos ausentes, todo queda en reposo pareciendo haber terminado algo. Nada más lejos de la realidad.

 HOJAS CAÍDAS EN LUGO 
En algunos árboles, las hojas han perdido la clorofila, difícil de sintetizar, que se ha retirado a los troncos. En las hojas quedan las xantofilas, de colores amarillos. Estos colores son los que ahora aparecen, luego de haber desaparecido el verde de la clorofila, que los enmascaraba por tener mayor longitud de onda. Pero a las hojas caídas, esas que según el poeta, “juguetes del viento son”, aún les queda una larga historia activa. Activa y fecunda. Los hongos las colonizarán extrayendo de ellas toda cuanta energía encierran en sus moléculas, generando el humus, tan necesario en todos los suelos. Los hongos protagonizan importantes procesos biológicos de transporte de energía.

GAMA DE COLORES EN EL MONTE
Los árboles caducifolios comienzan a tener el aspecto de ser su propio esqueleto y así pasarán el invierno hasta que, avanzado el mes de enero, algunos comiencen a abrir sus yemas. Eso ocurrirá sin tener en cuenta la temperatura ambiente de entonces, pues no se rigen por ésta, sino por los ritmos diarios de luz y obscuridad. Desconozco cómo son capaces de transformar en información metabólica tales estímulos externos, pero es así.

LAS BAYAS ESTÁN COMO OFRECIDAS
Muchos arbustos mantienen en sus ramas sus frutos como ofrecidos a los pequeños mamíferos. Son arbustos pequeños, achaparrados y ramificados, capaces de generar microclimas bajo ellos. No pocos animales de montaña son capaces de vivir en esos microclimas alimentándose de los frutos de los mismos arbustos que les cobijan. Luego, limpios como son los animales, depositarán lejos sus excrementos, contribuyendo de este modo a la dispersión de las semillas. 

ALFOMBRA SINGULAR
O VERAL (LUGO)
Como estos micromamíferos, diversas aves andarán por nuestros montes buscando su sustento. No son las migratorias, que se han ido al sur, a otras tierras buscando otros ambientes. Pueden ser migratorias que pasan su verano más al norte y los inviernos entre nosotros, que son calidos para ellas.

También en otoño hay otro aspecto de la vida animal. Por una parte, llegada cierta temperatura crítica, algunos mamíferos se sumen en un largo letargo invernal. El oso es uno de ellos y sólo volverán a desarrollar sus actividades cuando las condiciones ambientales vuelvan a ser favorables. Otros animales, pasarán el invierno en formas resistentes al frío, o bien aletargados o en la fase de huevo y sólo saldrán de ellos como larva, cuando las condiciones ambientales lo propicien. 

SERENIDAD EN LA RÍA DE AROUSA

Entre nosotros, las costumbres se acomodan a nuevos ritmos, pero no decaen nuestras actividades. Yo veo, es una opinión, cómo en otoño algunas costumbres y modos rurales llegan hasta las ciudades haciéndose notar. No voy a hablar de los carritos en forma de locomotora que venden castañas asadas, ya lo he hecho en otras ocasiones. En Galicia aún nos quedan tres grandes fiestas, las tres muy sonadas, la de San Froilán, en Lugo, nunca falto a esta cita con mi gente y con el pulpo. Luego vendrán las San Lucas, feria caballar en Mondoñedo, a la que nunca he ido y, la de Santos, la de Monterroso, donde hay quien ha visto “vintecatro xastres xuntos dacabalo dun raposo”. A nivel más íntimo, los magostos con castañas asadas y vino joven volverán a ser motivo para encontrarnos los que nos estamos viendo siempre, pero en marcos diferentes. Por no hablar de las recogidas de setas y las meriendas posteriores. Más tarde, con el invierno en puertas, vendrá la feria de Capóns en Vilalba, pero eso será en vísperas de navidad. Ya será otra cosa.

Sí, nos metemos en un tiempo al que, quiero creer, todos le tenemos cariño. Por unas cosas o por otras los tiempos otoñales, no digamos los invernales, nos traen evocaciones diversas. Las castañas, las setas, el vino joven todo eso configura un ambiente en el que el frío, en vez de amedrentarnos, nos invita a salir y a convivir con los nuestros, con los de siempre. No sé qué ocurre, que los grandes hitos de nuestro calendario coinciden con épocas de días cortos. Desde el solsticio de invierno al de verano, ambos celebrados “por todo lo alto”, vamos desgranando todo un ritual de fiestas que nos hacen vivir, que nos señalan que siguen contando con nosotros, con cada uno de nosotros, porque estamos vivos. Lo pienso mientras mis pies, cálidamente abrigados, se hunden entre hojas caídas y pequeñas ramas que crujen bajo mi peso. 
PASEO DE OLIVOS
PAZO DE RIVADULLA

Sí, estamos en un tiempo de plenitud, madurez y generosidad de la naturaleza. Promesas hechas realidad y ciclos cumplidos, nunca terminados. Me gusta el otoño, sus colores, la serenidad que aporta al campo. Las luces diversas como un regalo, los claroscuros a contraluz y la neblina que sube como acudiendo a una llamada, todo eso los encontramos a poco que nos echemos al monte. 

Nunca el otoño me ha puesto triste. Aquí mismo he escrito diversas entradas sobre él, siempre viéndolo con cariño, con admiración por lo fructífero que es y por la cantidad de belleza que es capaz de traer consigo y aportarnos. En cuanto a su aspecto fructífero, depende mucho de cómo hayan sido las estaciones precedentes, la primavera y el verano. Aquellas flores que tanto nos alegraron al verlas en primavera, hoy son frutos maduros. 

Así es todo en este tiempo, aquellas promesas hoy son realidades, felices realidades.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Dispersión

Estamos ante una importante fase vital para los vegetales, la dispersión de semillas. La formación de la generación siguiente, pero también la búsqueda de nuevos hábitats, la modificación, aunque ligera, del área de distribución. Todo eso está encerrado en ese proceso.

Fruto de Medicago
Recuerdo que de niño iba a jugar a un campo cercano a mi casa. En verano, volvía a casa con bolas espinosas pegadas a mis calcetines. Las bolas tenían la apariencia de ser vegetales, estar secas y eran del tamaño aproximado de un garbanzo. Muchos años más tarde, estudiando Ciencias Biológicas en la Universidad de Barcelona, me reencontré con esas bolas, pero entonces ya sabía yo que eran el fruto de un género de la familia de las Papilonáceas llamado Medicago. Aquel fruto con espinas estaba adaptado para adherirse a la piel peluda de cualquier mamífero que, luego, al notar algo molesto debido a las espinas, se lo quitaría dejándolo caer al suelo. De este modo contribuía a la dispersión de las semillas que llevaba el fruto. Las diferentes especies del género Medicago tienen el fruto en forma helicoidal, lo que le sirve para ser transportado por el viento.

Vilanos de diente de león
dispuestos a desprenderse

El viento es un agente importante en la dispersión de las semillas. ¿Quién de nosotros no ha jugado soplando sobre los vilanos del diente de león, para verlos esparcirse? Son tan puntuales en su aparición que en una recordada película, Amarcord, se mide el paso de un año por el período de tiempo que media entre una invasión de vilanos y la siguiente. Se dispersan a lo loco, con generosidad suelo decir, pues cuantas más semillas se dispersen, mayor será la probabilidad de que alguna caiga en terreno apropiado y que dé origen a una nueva planta.

Los vilanos se desprenden
El viento, sí, el gran dispersador. Con numerosas estructuras adaptadas para que las semillas sean llevadas por él, como los vilanos, de los que he hablado, pero también las sámaras, esas aletas que hacen que las semillas de arces semejen hélices con las que juega el viento, o las de olmos, rodeadas casi por completo de su aleta voladora.

Sámaras de olmo
A veces hay agentes inesperados, como es el caso de los arrendajos, que entierran bellotas como reservas que serán comidan en tiempos de escasez. Lo malo para él (y bueno para los robles), es que olvida muchos de los lugares de escondrijo de sus bellotas que, pasado el tiempo y cumplidas las condiciones biológicas, llegan a germinar. Los robles mantienen su presencia gracias a un modo peculiar de dispersión.
Hace unos cinco años vi en los borde de carreteras secundarias unas plantas de porte leñoso, de unos 70 cm. de altura y con flor duradera de color amarillo. Me pareció una especie de arrayán y le pregunté a un colega botánico. Me dio la razón y me comentó que era una especie que estaba entrando en Galicia por los bordes de carreteras, transportadas por coches. No es que las semillas se suban al coche, no. Pero de los cientos de semilla que forma cada planta, alguna puede engancharse al vehículo de modo inestable. Tan inestable, que al poco trecho se desprende y cae al suelo. La semilla ha sido transportada. Hace años veía menos ejemplares de este arrayán, ahora veo más. Parece que se dispersa bien. También las vías del tren son buenos caminos para la dispersión de semillas y, por tanto, para movimiento de plantas.

Cortaderia, invasora en Galicia

Hace unos cuarenta años, se inauguró el primer tramo de autopista en Galicia. Recorría 66 km entre A Coruña y Santiago de Compostela. Como mediana entre unas y otras vías se plantaron ejemplares de Cortaderia, aunque se levantaron voces alertando de la posibilidad de que se transformase en una planta invasora. Con los años, la autopista fue creciendo, las plantas se eliminaron del lugar en el que fueron plantadas, pero hoy actúan como invasoras y se extienden libremente a lo largo de muchos kilómetros y no sólo por la autopista, también por la autovía y demás carreteras próximas a ellas. Cientos de kilómetros. Tal vez los vilanos de estas plantas, que formarán por miles cada año, serán arrastrados hacia los camiones debido al efecto de succión generado por sus volúmenes y velocidades. Luego, y por diversas causas, pueden caer y germinar  en cualquier lugar, promoviendo de este modo la dispersión de las semillas.
Hoy, los céspedes de los campos de fútbol son gestionados y cuidados por especialistas. Antes, había en ellos problemas de drenaje, necesidad de mucho césped de crecimiento rápido y otros requerimientos. Hoy, en los campos de fútbol lucen céspedes muy hermosos antes de comenzar los partidos. Las partes cercanas a las porterías suelen ser las más castigadas, pero todo está reparado una semana más tarde.
Antes de la época de esos cuidados, siempre costosos, los campos de fútbol eran prados en los que crecían las hierbas. Quiero suponer que cuando mis calcetines se llenaban de frutos de Medicago, también lo hacían los de los futbolistas. La verdad es que había una gran uniformidad en la flora de esos campos, pues las botas de los futbolistas actuaban como eficaces agentes de dispersión, llevando semillas de un sitio para otro.

Dispersando...
En estos días estoy en Santiago. Cada día llegan cientos de peregrinos que vienen recorriendo el Camino. He salido de paseo y he visto una gran disparidad de ellos que llenaban las calles de mi ciudad. De un tipo u otro, casi todos iban calzados con botas. Y he pensado en qué modo ocasional de dispersión están llevando a cabo, qué tipos de semillas llevarán en sus botas. Tal vez recopilando las semillas presentes en ellas fuese posible realizar algún estudio sobre la dispersión de semillas en el Camino de Santiago, realizada por los mismos caminantes. Yo ya no estoy en condiciones de emprender ese estudio, pero le brindo la idea a quien quiera ponerla en práctica.

En el capítulo XII del Origen de las especies, Darwin trata con detenimiento el tema de la dispersión, en animales y vegetales. 

viernes, 25 de agosto de 2017

Ur ramillete de flores

Tuve un profesor a quien quise, respeté y admiré. Por diversos motivos, que no vienen al caso, me inspiró esos sentimientos y hoy, pasado más de medio siglo, sigo recordándole de ese modo. Me dio clase de Botánica, y mis compañeros de promoción ya saben de quién hablo.
A veces, al hablar con nosotros se le escapaban comentarios llenos de sabiduría. Voy a reseñar uno que nos hizo en cierta ocasión y que siempre me ha servido de pauta.


Ramo de flores de invernadero

Estábamos de viaje de estudios por las afueras de Barcelona. Alguien cortó un manojo de flores del campo para hacerse un ramillete con ellas. El Dr. Bolós, nuestro Profesor, le pidió que nunca más repitiese tal acción. Si se arrancaba una planta, con su flor, para nuestro estudio, bien estaba y era comprensible, nos dijo. Pero arrancarla para un adorno efímero, era una agresión muy intensa contra la planta. Le había costado mucho superar la actuación de la selección natural antes de alcanzar el estado reproductivo: superar la dispersión de la semilla que la generó, crecer y salvarse de la acción de los herbívoros, llegar a florecer y ahora, ya a punto de formar semillas para dar lugar a la siguiente generación, sufrir la acción despreocupada de alguien que la troncha solo por adornarse un rato. Ya no formará semillas, ni transmitirá sus genes a la generación siguiente ni contribuirá a formarla.


Flores naturales

Toda una historia de superaciones frente a la selección natural se rompe por un capricho individual. Hablo de flores silvestres, de las nacidas en el campo, de las llamadas florecillas por algunos con cierto aire bucólico, que las consideran como lunares de un tapiz herbáceo. Las flores de invernadero no cuentan en esto, ya han nacido para adornar y tener vida efímera. Incluso muchas han sido preparadas para ser estériles. Hablo de las flores del campo, las encargadas de formar semillas para con ellas dar lugar a la siguiente generación evitando que se extinga la población de la que forman parte.


Flores naturales

Porque las flores son los órganos reproductores de las plantas. Toda su diversidad morfológica está relacionada con sus múltiples modos de ser fecundadas y de formar las semillas. Aunque en general, es algo que no preocupa a mucha gente. Corta flores como entretenimiento, como regalo que se hacen a sí mismos, sin preocuparse del efecto biológico que pueda tener tal acción.

La verdad, qué dolor, es que somos destructores de seres vivos. No me refiero a aquellos que forman parte de nuestra dieta, son componentes de nuestra biología. Me refiero a los que matamos por diversión, por odio, por sentimientos adversos, por tradición o por despreocupación. Somos una especie que ha generado extinciones desde nuestra aparición.

Flores naturales
En el monte, me gusta ver los ciclos anuales de las plantas con flor. Las primeras que nacen, cuando el invierno llega a su fin, son las procedentes de bulbos, los narcisos. Luego aparecen algunas flores de corola pequeña como primaveras, verónicas, arenarias, violetas y otras. Todo esto ocurre en primavera muy temprana, cuando todavía los árboles no tienen muy formadas las hojas y el sol incide directamente en el suelo. 

Flores naturales en bordes
de caminos
Mas tarde, cuando el bosque esté cubierto por el tupido manto de hojas de árboles, aparecerán las flores de bordes de caminos, en lugares a los que llega el sol. Todo sigue su ritmo, todo pautado desde final del invierno hasta ahora. Aún deben de aparecer las inflorescencias masculinas de los castaños, cubriéndolos por completo con un velo blanco, como si fuesen telarañas.

Flores de invernadero
Los estudiosos ya van encajando toda esta disparidad en un todo muy estructurado, muy difícil de interpretar por completo porque desconocemos gran parte de su mecánica, pero ya vamos entendiéndolo.

Adorno floral
Mientras vamos dilucidando estas formas de vida de las especies en el monte, las flores intentarán formar semillas, que se dispersarán de modo adecuando y al año siguiente volverán a haber esas flores donde las hubo este año.

Tampoco arrancar una flor significa una gran agresión al medio natural. Ni un rebaño de vacas pastando en un prado en plena época de floración es capaz de provocar extinciones de plantas con flor en ese prado. Ni siquiera la visita de los habitantes de un pueblo con cestos y canastas porque “hay” que coger flores para la procesión de Corpus, será capaz de provocar la extinción de alguna especie. No es eso, pero hay una rotunda falta de respeto a nuestro medio natural, al que deberíamos cuidar y proteger.

Frutal, otra historia en otras pautas.
Es increíble la robustez de la naturaleza en el momento de superar las agresiones que podemos infringirle. Vivimos agrediendo. Desde nuestro comienzo hemos sido una especie provocadora de extinciones y, por lo que vemos, no creo que aprendamos. ¿Aprender a qué? Simplemente, a convivir con especies que llevan más tiempo que nosotros en este planeta. Aunque fuesen recién llegadas. Hay sitio para todos.

Cuando paseo por el monte, me gusta admirar la belleza y la diversidad en flores. Para eso no necesito arrancarlas, mejor que vivan su vida, formando semillas y contribuyendo al mantenimiento de la población a la que pertenecen, dando lugar a la generación siguiente, la del año próximo.

viernes, 18 de agosto de 2017

Paseando por el monte

Mis grandes reflexiones sobre biología suelen surgir del mundo vegetal. Tengo muy claro que es así, y la verdad es que me alegra que ese mundo tan asequible, para quien quiera verlo, sea el que me inspire la mayor parte de lo que digo en este blog. Normalmente, cuando paseo, silencioso, miro y reflexiono. O charlo con quien venga conmigo y la mayor parte de las veces terminamos hablando, cómo no, de lo que nos rodea. De biología vegetal.



Estamos en un momento del año en el que las plantas con flor están en su esplendor, así como los insectos. Cito juntos ambos grupos porque, biológicamente, se necesitan unos a otros. Las plantas necesitan a los insectos para polinizarse entre ellas (hay muchos casos de flores autoestériles aunque sean hermafroditas), y los insectos necesitan a las plantas para alimentarse. Así de sencillo.


Como ofrecidas al viento


En el ciclo anual, las primeras flores que aparecen, siempre cuando aún están aquí los fríos de febrero, son las de frutales. Y se abren aunque haga frío, lo cual siempre asombra a los mismos (“con el frío que hace, ya hay flores…”), pues no saben que para florecer, las plantas no obedecen a las temperaturas y sí a los fotoperíodos. Es a mediados de invierno cuando ya vemos las primeras flores, entre ellas las camelias.

La verdad es que en esos tiempos, con esas temperaturas, pocos insectos hay, aunque pronto los habrá. Si las flores que se abren entonces dependiesen de ellos, es posible que se marchitasen sin haber sido polinizadas. Pero hay polinización, aunque no haya insectos. En esos días fríos, el viento es el gran polinizador. Un polinizador nada específico, pero eficaz.

El viento arrastrará ese polen

Las corolas de las flores abiertas son grandes, amplias, con los estambres largos y al descubierto. Generan mucho polen, pues solo el azar determinará que caigan en los lugares apropiados. Esta gran cantidad de polen es capaz de originar alergias primaverales. Muchos frutales tienen este tipo de floración y polinización: almendros, ciruelos, cerezos, naranjos y un largo etcétera, a veces tienen épocas efímeras de floración, pero alegran nuestra vista con su belleza y la noticia, implícita, de que el invierno termina y el buen tiempo está en puertas.

Muchas frutas vivirán un lento y largo progreso antes de estar maduras y listas para ser comidas. Necesitan del calor del verano (ahora sí necesitan calor) para que en su interior se realicen las reacciones precisas que terminan produciendo esos sabores tan peculiares. Un proceso largo, lento y sensible que conocemos como maduración.

Más polen para el viento

Tal vez, no recuerdo bien, las plantas polinizadas por el viento son las más primitivas evolutivamente hablando. Es un tipo de polinización que lleva mucho gasto energético, pues cada grano de polen es portador de un genoma completo y sintetizarlo requiere mucha energía, claro que peor es la extinción.

Cuando, en épocas geológicas posteriores, aparecieron insectos capaces de polinizar, las plantas pudieron ahorrar la formación de tanto polen. Ahora, tienen que producir néctar y un olor especial para atraer a sus polinizadores. Hay muchos casos de formaciones complejas que nos indican relaciones intensas entre flores y polinizadores. Son bonitos casos de coevolución, un proceso en el que un factor actúa como seleccionador del otro, dando como resultado que evolucionan conjuntamente y se van adaptando cada vez de modo más intenso uno al otro.

Un dúo frecuente

Si somos asiduos paseantes del monte, estamos acostumbrados a ver abejas rodeando Dedaleras u otras flores, pero hay relaciones muy interesantes entre algún tipo de flor y su polinizador. A veces estas relaciones son muy específicas, en el sentido de que una flor concreta es polinizada por un solo insecto. Una relación buena sin competencia, pero con una dependencia peligrosa, pues si falta uno de los dos, el otro también peligra. 

Hay todo un mundo que nos puede resultar extraño, desconocido. Es el que rodea los procesos de floración y su posible sincronía con el nacimiento de los polinizadores. La polinización y sus medios, pues puede ser el viento el que poliniza, o los insectos o tal vez son otros agentes. Un mundo que nos resulta extraño, ajeno, es el definido por procesos de maduración y la necesaria dispersión de semillas. Se juega mucho el reino vegetal en todos estos procesos, y puesto que son importantes para los vegetales, son importantes para todos. Repito una idea que ya he expuesto aquí en otras ocasiones. Los vegetales podrían vivir sin nosotros, pero nosotros necesitamos totalmente de ellos. Recordemos el ciclo de la energía.

Las camelias silvestres tienen
los estambres al aire

Existe una recóndita armonía en el mundo natural. Estudiarlo abre los ojos a un sinfín de sorpresas y maravillas. Conocer ese mundo nos coloca en nuestro sitio, lejos de la época en que nos creímos Reyes de la Creación. Somos una especie más y, por si fuera poco, la única destructiva. Eso es lo que más me duele, nuestro total desconocimiento de unos pocos principios que rigen nuestro entorno. Los planes actuales de estudio parecen no estar encaminados a que los estudiantes de hoy, gestores del mañana, conozcan el medio en el que vivimos y desarrollamos nuestras actividades. Hoy, muchos niños conocen el nombre científico de Dinosaurios, y los repiten ante las sonrisas bobaliconas de padres y abuelos. Yo me pregunto paras qué les sirve saberlo. Pero esos mismos niños desconocen el nombre de cinco animales o cinco árboles propios de la fauna o de la flora de su localidad. Y no sólo ignoran sus nombres, tampoco los reconocen si se les pone ante ellos. Para decir esto, me baso en un estudio realizado en diferentes países europeos y americanos.
Es lo que hay.

Sus semillas no pueden atascar el tubo
digestivo del ave portadora

Al fin y al cabo, un plan de estudios es una herramienta con la que se pretende que los estudiantes tengan una formación concreta. Me gustaría conocer esa finalidad en cada caso.

Mientras, en botánica siguen habiendo detalles, muchos detalles que descubrir. Decimos que muchas aves dispersan las semillas, pues comen los frutos, generalmente bayas, y en sus excrementos las expulsan sin haberlas digerido. Todo eso es cierto, pero hay una condición estructural: las semillas deben caber por el tubo digestivo del ave. De no ser así, se podrían producir trastornos intestinales e incluso la muerte del ave. Por suerte, cada ave sabe bien qué tipo de fruto puede comer. Los aprendizajes en la naturaleza son rotundos.

Los únicos que no aprendemos somos nosotros.

viernes, 28 de julio de 2017

Sobre extinciones

Las diferentes ciencias son ramas del saber que encierran criterios y conocimientos sistematizados, que constantemente están en revisión y, por tanto, en crecimiento actualizado. La biología no es ajena a este continuo cambio.
Cuando paseo en pequeños grupos por algún lugar con vegetales, siempre pienso en la función silenciosa que están realizando, de la que nos beneficiamos todos. Es curioso, para muchos los vegetales no son seres vivos. Desconozco qué lugar le asignan en sus mentes, pero para ellos una cosa son los animales y otra, diferente e inferior, los vegetales. No sé cuándo los vegetales alcanzarán el r/econocimiento popular de “seres vivos”. A todos los niveles. Causa mayor revuelo social el que una especie animal se encuentre en peligro de extinción y no que sea una vegetal la que afronte tal situación.



Pinus sylvestris, hoy en alta montaña de Galicia

Me encuentro muy cómodo entre vegetales. Pasear entre ellos genera muchos temas de conversación sobre biología. Grandes ideas, conceptos claves de biología han surgido del estudio de las plantas. Me asombra su diversidad, teniendo en cuenta su inmovilidad e indefensión derivada, como ocurre en una gran cantidad de especies. Me explico. Si un animal está en un lugar adverso, puede cambiar de sitio. Si lo hacen poblaciones enteras, hablamos de grandes migraciones, pero no extinciones. El registro fósil nos indica hechos de este tipo. Pero si una planta, si una población de plantas, se encuentra con un cambio ambiental adverso, a no ser que tenga un formidable mecanismo de dispersión de semillas, o la suficiente variabilidad génica, está abocada a la extinción. También hay casos de este tipo detectados en el registro fósil. Una población de plantas no dispone de mecanismos que le ayuden a escapar de situaciones adversas. El estudio de polen fósil nos indica cómo en amplias áreas fue cambiando la flora un poco más tarde de producirse cambios climáticos climáticos. Plantas que antes estuvieron por toda Europa, hoy están relegadas a sistemas montañosos fríos. Pero esto que digo puede inducir a error. En aquel tiempo, toda Europa tenía otro clima, propicio a esas plantas. Hoy sólo quedan reductos de aquel clima y en ellos, aquellas plantas. Pienso, por ejemplo, en el Pinus sylvestris o el Sorbus aucuparia, el Serval de las montañas, hoy en zonas de montaña pirenaicas. También, ya he comentado, la población puede sobrevivir si dispone de variabilidad génica.


Serval, en alta montaña de Galicia

He indicado, casi sin quererlo, algunos de los mecanismos de los cambios evolutivos. Los grandes mecanismos, que podemos agrupar en agentes interiores y agentes exteriores, siendo muchas veces estos últimos los desencadenantes de dichos cambios. Dije en otro lugar que la unidad de evolución es la población. No es el individuo, es la población la que evoluciona a lo largo de las generaciones. Para que esto ocurra, la población ha de tener suficiente variabilidad génica, es decir disponer de diferentes alelos para realizar una misma función biológica, por ejemplo color de pelaje en unos mamíferos o coloración de flor en vegetales. Gracias a poseer variabilidad génica, los individuos pueden presentar variabilidad fenotípica y, ante esa variabilidad, la selección pude actuar favoreciendo a algunos.
Hoy, con las condiciones ambientales actuales, las morfologías que vemos en el monte, poco variables, son favorecidas por la selección natural generándose los aspectos (fenotipos) que llamamos salvaje en animales y silvestre en vegetales. Pero en cada generación aparecen individuos con aspectos no favorecidos actualmente, que son eliminados por la selección natural. Esto es normal y se cumple siempre con un bajo porcentaje. Es un lastre de las poblaciones que poseen variabilidad génica, el hecho de que en cada generación aparecen individuos que no están adaptados a las condiciones ambientales del momento, pero sí pueden estarlo para condiciones futuras.

Archaeopterix, eslabón evolutivo
entre dinosaurios y aves

En casos de poblaciones no adaptadas a cambios puede producirse su extinción. También el registro fósil nos permite decir esto, pero con criterio biológico eso se considera como un fracaso evolutivo. Fracaso porque, por diversas causas, el patrimonio génico de la población no fue capaz de adaptarse a nuevos cambios, dando lugar al final de toda una historia evolutiva, la de ese grupo. En un momento concreto, una generación no fue capaz de generar la siguiente y, en consecuencia, la población fracasó. 
En lo de adaptarse a cambios ambientales, las poblaciones lo hacen aunque tal proceso implique un cambio de aspecto, de morfología o, incluso, de comportamiento. La historia biológica continua, aunque el grupo anterior ha desaparecido dando lugar a uno nuevo. A esa desaparición se le conoce como extinción filética. En ella, el grupo (el Philum) ha desaparecido desde un punto de vista morfológico, pero su patrimonio génico sigue evolucionando. Hay fósiles que también nos permiten hablar de este tipo de extinción. La más conocida es la de los dinosaurios que, como tal, se extinguieron dando lugar a las aves a través de formas intermedias, de las que se conservan testimonios fósiles.
Suele ocurrir de este modo, que los cambios ambientales generan modificaciones en los criterios de selección. Los individuos deben tener formas adaptadas a esos posibles cambios. Tal vez antes no estaban adaptadas a otras condiciones ambientales, pero ahora esas condiciones han cambiado y los adaptados de antes han dejado de serlo. La población sigue viva, aunque cambie de aspecto o de hábitat. Su permanencia, su supervivencia, es un éxito.
Recuerdo un concepto que tal vez ahora es tratado de modo diferente. Me refiero al llamado desastre ecológico. Se calificaba de tal modo al cambio drástico, intenso y muy corto en el tiempo, de modo que no permitía que las poblaciones reaccionaran ante él, extinguiéndose consecuentemente. Era un desastre por provocar extinciones.