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lunes, 31 de diciembre de 2012

GENES Y DESTINO ¿QUÉ HEREDAMOS? (I) HORÓSCOPOS Y SIMILARES

Después del descifrado de la secuencia de nucleótidos que constituyen nuestro genoma, han salido a la luz diversos comentarios más o menos gratuitos, muchos de los cuales nos quieren hacer creer que en los genes de cada uno está escrita nuestra vida. Se nos viene a decir que, estudiando el ADN de un recién nacido, se podrá saber cómo será, cuándo enfermará e, incluso, cuándo y cómo morirá. Es decir, en el ADN vendría fijada la historia particular de ese bebé del que, en consecuencia, podríamos pensar que ha nacido predeterminado.
 ANTECEDENTES
Tengo entendido que fueron los caldeos los primeros que atribuyeron a los astros poderes especiales sobre nosotros, de modo que determinaban nuestro comportamiento. Otros dicen que esta creencia procede de Babilonia, aunque tampoco falta quien sitúe su origen en Egipto. Para el caso, nos resulta indiferente el lugar de origen, y la cultura, en la que apareció esa manera de pensar que, adornada de atributos, símbolos y métodos de estudio, más tarde daría lugar a la astrología. Los astrólogos daban, y dan, por establecido como principio fundamental de su saber, que las pasiones, virtudes, malas costumbres, capacidades y cualidades morales y físicas que pueda tener una persona, vienen influidas y determinadas por la situación de los astros en el momento de su nacimiento. Ya que conocer y estudiar esa situación permitiría predecir con detalle el futuro de un niño acabado de nacer, los astrólogos hacían sus correspondientes Cartas Astrales, que más tarde sus titulares consultarían con toda fe.
En la época romana esta creencia en el condicionamiento de las conductas a causas externas, siempre misteriosas, adquirió un aspecto que todavía persiste entre nosotros. Se creía que cada persona estaba acompañada por un fado, un fatum. He aquí el origen del fatalismo y sus palabras derivadas, siempre relativas a hechos adversos contra los que resulta imposible prepararse. También para los griegos existía un ser con la misma función, el daimón, nombre que luego fue utilizado por los cristianos para denominar al "demonio". El ángel de la guarda cristiano sería un descendiente conceptual del fatum, sólo que en este caso su labor estaría limitada a aconsejar, teniendo en cuenta la libertad que el cristianismo atribuye a cada uno.
Creer en estas influencias externas, implicaba creer que el futuro de las personas estaba fijado desde siempre, que era un destino inexorable y, por tanto, ni la voluntad ni la inteligencia humanas serían capaces de dirigir los acontecimientos vitales de los individuos. No hace falta decir que, según esta idea, el ser humano no solo sería incapaz de luchar contra su fatum, tampoco podría cuestionarlo: era una fuerza ciega, impuesta, que lo llevaba a su destino implacable. (En la cultura española hay abundantes pruebas de esta idea, dende la pieza teatral "Don Alvaro o la fuerza del sino" del Duque de Rivas a canciones populares: "el día que nací yo/qué planeta reinaría… Estrella de plata/déjame ser buena…"). De acuerdo con estas ideas, la libertad de actuación, y de elección, está negada al ser humano. Por tanto, también lo estará la responsabilidad que se pueda derivar de sus actos pues, al no tener libertad de opción, tampoco será sujeto de un premio o un castigo por la acción realizada.
Tal vez, ideológicamente el fatum se iguala con Dios. En ese caso aparece la predestinación, que viene a decir que Dios tiene, desde siempre, determinado quién se salvará y quién se condenará. Este desvío doctrinal, que negaba el libre albedrío, estuvo muy en boga entre los cristianos del tiempo de la Reforma y no fueron pocos los esfuerzos intelectuales realizados para luchar contra él, como sería el caso de la obra teatral llamada "El condenado por desconfiado", de Tirso de Molina, o de varias obras de Teresa de Jesús. En nuestros días, esta idea aún permanece en el sentimiento de mucha gente, como lo indican frases del estilo de "Estaba de Dios" o "Lo tenía allí escrito", que se acostumbran utilizar como razón última para explicar, y aceptar, algún suceso nefasto.
Encuentro que tanto la astrología como el fatalismo consideran al hombre como un ser inmaduro, incapaz de considerar ni de decidir entre opciones contrapuestas. Más bien aparece como un ser manipulado desde fuera, con una conducta prefijada contra la que, por más que quiera, no puede luchar. Sus actos están previstos desde siempre por determinantes externos a él. Según esta idea, poco, o nada quedaría restringido al campo de la libertad individual, una característica propia de los humanos, como se queja Segismundo en "La vida es sueño": "…y yo con más albedrío/tengo menos libertad…".
A lo largo de la historia del pensamiento, esta dualidad entre determinismo e indeterminación en relación con la conducta humana no dejó de presentarse como un tema recurrente cada vez que aparecían nuevos argumentos a favor de una u otra postura conceptual. En los tiempos actuales, las posturas deterministas vuelven a aparecer con una supuesta base científica y, por tanto, pretendidamente indiscutible. Según estas opiniones actualizadas, la conducta humana estaría diseñada por los genes de cada individuo. De nuevo se recurre a causas contra las que la persona no puede luchar y que le eximen de ser responsable de sus actos. Si bien los genes son algo "interno" de cada individuo, vuelven a aparecer los agentes exteriores como responsables de su conducta, pues estos genes fueron heredados, es decir, le han venido de "fuera". Cada vez con más frecuencia vemos que personas procedentes de los más diversos campos del saber, esgrimen los conceptos de gen o de genotipo, como eximente de cualquier tipo de actuación de los individuos.
Ante estas situaciones de confusión, es necesario ver de modo pormenorizado qué entendemos por genotipo y qué función le atribuimos en la dinámica biológica de cada individuo.
Desde hace poco un nuevo concepto ha aparecido en la genética, el de genoma. Entendemos como tal al conjunto de genes de una especie, que está contenido en cada uno de los gametos que un individuo hereda de sus progenitores, cuando se trata de seres con reproducción sexual. En el genoma están representados todos y cada uno de los genes que configuran las funciones biológicas de una especie. Por eso todos los humanos compartimos el mismo genoma. Hablo de genes, por ejemplo, el correspondiente a los grupos sanguíneos. Hay tres formas hereditarias de determinar diferentes tipos de grupos sanguíneos. Estas formas reciben el nombre de alelos. Aunque todos los humanos tenemos el mismo genoma, diferimos en la constitución alélica que poseemos, como podemos constatar al comprobar el grupo sanguíneo de nuestros amigos u otras características hereditarias, como el color y la textura del pelo, por ejemplo. A esa constitución alélica es a lo que llamamos genotipo y es propia de cada individuo. Teniendo en cuenta que tenemos unos 25.000 genes, la mayor parte de ellos con varios alelos, podemos pensar que salvo casos de gemelos univitelinos, no hay dos individuos iguales, como dijo Aristóteles basándose en criterios filosóficos.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, ¿es riguroso el genotipo en su modo de determinar la historia biológica del individuo cuya existencia origina? ¿Cómo, de qué modo, es la relación con su individuo portador al que ha dado forma?
Lo veremos con mas detalle en los dos próximos artículos  que escribiré sobre este mismo tema.


viernes, 7 de diciembre de 2018

Especies invasoras


En un ecosistema concreto, considero como invasora a cualquier especie de fuera de él que ha entrado de modo anormal, causando perjuicios a los seres autóctonos que lo habitan. Estos perjuicios pueden ser de salud, económicos o ecológicos de todo tipo. Más bien valdría decir que todos son ecológicos con diferentes repercusiones en la economía y, a veces, en nuestra salud.

viernes, 14 de agosto de 2020

Paseo por el bosque (2)



Siempre he considerado que el olvido es una de las mayores formas de marginación, si no la mayor. Mientras se hable de algo, aunque sea mal, ese algo está presente en el pensamiento de la gente. Lo malo es cuando ni se habla de eso, pues pronto cae en el olvido. Y de ahí al menosprecio hay un camino fácil, pero de difícil retorno. ¿Porqué digo esto? Porque dentro del mundo de muchos poderosos, ocurre que nunca se olvidan de lo que consideran importante. Si han olvidado algo, es por no concederle importancia. Olvido justificado. 

viernes, 14 de septiembre de 2018

Sobre extinciones


Hablo con amigos acerca de extinciones. Las considero como fracasos evolutivos. ¿Realmente son fracasos? Yo creo que sí y, como es una opinión, voy a explicarla aquí mismo.

viernes, 24 de mayo de 2019

Tiempo de extinciones

En estos días saltan las alarmas con la noticia de que vamos encaminados a una extinción masiva, la sexta en términos geológicos. Para mentes avisadas, esto no es noticia. Digamos que se veía venir. La noticia causa preocupación entre aquellos que sólo piensan a muy corto plazo y, como dijo el Rey Sol,“detrás de mí, el diluvio”. 

sábado, 30 de junio de 2018

Paseando por el bosque 2


Siempre he considerado que el olvido es una de las mayores formas de marginación, si no la mayor. Mientras se hable de algo, aunque sea mal, ese algo está presente en el pensamiento de la gente. Lo malo es cuando ni se habla de eso, pues pronto cae en el olvido. Y de ahí al menosprecio hay un camino fácil, pero de difícil retorno. ¿Porqué digo esto? Porque dentro del mundo de muchos poderosos, ocurre que nunca se olvidan de lo que consideran importante. Si han olvidado algo, es por no concederle importancia. 

viernes, 5 de enero de 2018

Poblaciones preadaptadas

Soy dado a los refranes y respeto la sabiduría que encierran. Pensaba hoy en uno que, además, es un bonito juego de palabras: “El buen tiempo es que en cada tiempo haga su tiempo”.La verdad es que es así, pues toda nuestra estructura social gira con un condicionante, que en cada tiempo haga su tiempo.



También en biología, el tiempo como estado atmosférico es importante. Para los seres vivos, las condiciones atmosféricas y su secuencia a lo largo del tiempo en uno de los principales factores de la selección natural. No es cuestión de que haga frío o calor o deje de hacerlo. Es que tales condiciones deben presentarse cuando esos seres están en la fase vital que requiere tales condiciones.

Escenario de la Selección Natural

En ocasiones nos maravillamos del perfecto engranaje que relaciona las fases biológicas de los seres con las condiciones atmosféricas de los lugares en que viven. Los ciclos de las diferentes estaciones en lugares concretos, condicionan los ritmos biológicos de los seres que viven en ellas, tanto animales como vegetales. 

Todo esto lo pensaba uno de estos días, cuando viajaba desde Santiago a Lugo. Caía una lluvia menuda y pausada, muy gallega, que a lo lejos se transformaba en niebla que difuminaba el horizonte. Un día muy nuestro, que nos ayuda a interiorizar pensamientos. Yo miraba el campo, mojado y sus múltiples gamas de verdor. El buen tiempo es que en cada tiempo haga su tiempo. Si atendemos este dicho, este año no ha habido buen tiempo, todo ha estado desbaratado y fuera de sus ciclos estacionales. Realmente, son ya varios los años en los que el tiempo parece haberse vuelto loco.

Actúa la Selección Natural

En no pocas ocasiones me pregunto cómo afectan estos cambios al conjunto de seres vivos, a lo que conocemos como biosfera. Tampoco voy a ser tan petulante como para predecir la magnitud de las variaciones que se puedan producir, pero sí puedo expresar mis preocupaciones acerca de lo que ocurre y su posible incidencia en el mundo de los seres vivos. En más de una ocasión he comentado la importancia que tiene para una población dada el disponer de variabilidad génica, a poder ser abundante. Esta variabilidad permite que en cada generación aparezcan individuos con genotipos extremos que son inviables en condiciones normales, pero si por alguna causa cambian estas condiciones, alguno de esos genotipos poco frecuentes pueden sobrevivir y permitir, gracias a ellos, la supervivencia de la población dada. Perderá mucha variabilidad, pues habrán alelos incompatibles con la actividad biológica en esas nuevas condiciones ambientales, pero la población seguirá viva, reproduciéndose y generando descendientes fértiles. La población se ha salvado, sí, pero ha perdido mucha variabilidad, aunque yo me pregunto muchas veces para qué sirve esa variabilidad si no es como una especie de seguro que en cada generación promueve la aparición de genotipos adaptados frente a posibles cambios, permitiendo de este modo la supervivencia del grupo de individuos. Por esta razón, muchos denominan “preadaptación” a esta variabilidad que tiene las especies, o las poblaciones, y cuando está presente en ellas se dice que están preadaptadas como indicativo de su supuesta capacidad de resistir a los cambios que se vayan produciendo. Claro que, normalmente, los cambios que se producen son pequeños, consisten en ligeras modificaciones medioambientales y en la mayoría de las veces, reversibles e imperceptibles a nuestros ojos.

Selección Natural actuando

Ahora, sin embargo, estamos asistiendo a cambios bruscos y perfectamente constatables por nosotros mismos. Me gustaría saber de qué modo esto incide en la biología de las poblaciones presentes en nuestros lugares. No quiero hablar de los efectos más drásticos, las extinciones, pero sí constatamos cambios ecológicos importantes. Por ejemplo, en las proximidades de Lugo ya son habituales las cigüeñas y de año en año vemos cómo crece el número de sus nidos. Se asientan en una zona a la que nunca habían llegado, pero no es de extrañar, los cambios climáticos, como cambios ambientales que son, modifican áreas de distribución de poblaciones. De este modo, el registro fósil nos habla de poblaciones que vivieron en determinados lugares, hoy desaparecidas en ellos.

¿Son tan intensos los cambios como para producir estas incidencias? No lo sé, lo que sí vemos todos es cómo las condiciones ambientales se modifican en una dirección concreta de calentamiento del Planeta, y los seres vivos estamos en él. La geología, mediante el registro fósil, nos muestra cómo en el mundo de los seres vivos de cada época, han ocurrido grandes cambios propiciados por las modificaciones climáticas. Pero también es la geología la que nos dice que tales cambios se produjeron de modo muy gradual, con pasos muy pequeños a lo largo del tiempo, mientras que en esta época en que vivimos los cambios son amplios y casi repentinos, de modo que nosotros mismos podemos constatarlos a lo largo de nuestra vida.

Escenario de la Selección Natural

No hay duda de que la acción nuestra está incidiendo de modo negativo en el mundo de los seres vivos. Aparte de haber propiciado muchas extinciones de especies, por destrucción de hábitats, también estamos modificando las condiciones ambientales en las que deben desarrollar su actividad los futuros seres vivos. A ver qué ocurre, pero de momento parece que los ritmos de las estaciones se han modificado, así como sus duraciones, sus temperaturas máximas y mínimas, su pluviosidad y otros tantos parámetros medioambientales. Esperemos que las poblaciones estén provistas de las necesarias variabilidades génicas, pues de tales variabilidades depende su posible adaptación a esos cambios. Por eso, repito que a esas situaciones génicas se les conoce también como “preadaptación”, y se les considera como una potencialidad propia de las poblaciones que les permitirá resistir ante los cambios que se vayan presentando.

sábado, 15 de diciembre de 2012

HORROR EN LAS AULAS

En estos días estamos conmovidos por la matanza de niños en una escuela de USA. No es ésta la única noticia adversa que recibimos, en el año que termina, acerca del trato que en ocasiones, recibe la infancia: niños obligados a participar en acciones guerreras, comercializados, explotados, robados,  desaparecidos...
Opino que esto viene de antiguo, y si ahora sabemos más acerca de esta tara que padecemos, es debido a que los medios de comunicación airean las noticias. Recuerdo al "viejo del saco" de mi infancia, o al "sacamantecas" o a otros muchos seres míticos con los que nuestros padres nos querían inducir a desconfiar de los desconocidos, pues podría ser peligroso el entablar algún tipo de relación con ellos. Incluso la historia de Caperucita se produce por la imprudente conducta de la niña al confiar por completo en un desconocido.

Pero volviendo al hecho general, nos ofende, preocupa y duele que se ataque de este modo a la infancia, sea del país que sea o la etnia a la que pertenece.
¿Hay alguna base biológica en este repudio que sentimos? Creo que la hay, y es lo que quiero explicar aquí.
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Hablemos primero del instinto, pues es un concepto que mas adelante nos servirá en nuestra explicación. Cuando hablamos de instinto, hablamos de una costumbre, o una pauta de ellas, que poseen todos los individuos de una especie y posee naturaleza hereditaria. Los instintos tienen carácter adaptativo y su no posesión por parte de algún miembro de la especie suele ser perjudicial para él. Nuestra especie, como todas, tiene, entre otras misiones biológicas,  la de perpetuarse. Si no fuese de ese modo, se extinguiría en una sola generación. Existe el instinto reproductor, en este caso una pauta de costumbres, que asegura el ejercicio de esta función.
Otra cosa es el altruismo, una costumbre instintiva en algunos grupos  zoológicos, fundamentalmente entre aves y mamíferos, que hace que determinados seres pongan en riesgo su existencia con tal de defender la vida de otros miembros de su misma especie. Suele haber grados, pues tanto se defiende a los miembros de la familia como a los del grupo al que se pertenece aunque no haya vínculos de sangre con ellos, pero suele ocurrir que la intensidad del rasgo altruista está en relación directa con el grado de parentesco que existe entre los afectados por la actuación. El altruismo es un instinto que se ejerce por los miembros de una generación hacia los de la siguiente, en todo caso hacia miembros de la propia. No conozco casos de altruismo que vaya de miembros de una generación a miembros de generaciones anteriores. En nuestra especie, rasgos educacionales hacen que afloren este tipo de comportamiento, por ejemplo un joven que, poniendo en riesgo su vida, rescata a sus abuelos en un accidente, pero aquí, repito, ya juegan componentes culturales propios de nuestra especie. Cuando ocurre un accidente de grandes magnitudes, siendo necesario evacuar a grupos de personas, la costumbre de "primero las mujeres y los niños" está basada en fundamentos biológicos explicables desde el punto de vista del atruísmo como instinto que se explica por la búsqueda de la supervivencia del grupo.
 
 En muchas especies animales, no solo en la humana, el altruismo se refleja principalmente en el cuidado de la prole, pues desde un punto de vista biológico, ésta representa la generación siguiente que ya ha nacido y que, por tanto, es preciso cuidar. Cuando unos padres, sean de la especie que sean, velan por sus hijos, están protegiendo no sólo su contribución individual a la siguiente generación, sino también, la presencia de sus propios genes en ella. 
En otros casos, el altruismo se refiere al grupo en general al que se pertenece. En ellos, los sujetos no están unidos necesariamente por lazos familiares, pero sí por costumbres y modo de vida. En poblaciones de aves y mamíferos existe este tipo de  comportamiento altruista que podemos considerar como “de grupo”.
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Creo que cuando rechazamos desde lo más profundo de nuestras convicciones el trato inhumano, incluso la muerte, que en nuestra especie reciben muchos niños, está actuando en nosotros este tipo de altruismo con base biológica, pues todos ellos representan nuestra próxima generación, que ya está aquí. Son la promesa de nuestra permanencia en el Planeta y merecen, como tal, todo nuestro cuidado. El ataque a estos niños, representa un ataque a uno de nuestros principales  instintos, por eso todos nos sentimos profundamente ofendidos cuando ocurre una tragedia de este tipo. 
Los niños, mientras crecen tienen derecho a todos nuestros desvelos. Nunca ese destino. 

viernes, 2 de noviembre de 2018

Las sendas de los seres naturales

Una película de 1954 nos hablaba de una bella pareja de jóvenes civilizados que tienen una finca en Ceylán dedicada al cultivo del té. La finca es envidiable, pero está en una senda de  elefantes. Cuando llega el momento, los elefantes, ancestrales usuarios del territorio, irrumpen por su senda  de siempre sin importarles las trabas arquitectónicas que puedan encontrar. La película fue calificada como "de terror".

sábado, 4 de enero de 2014

CARACTERÍSTICAS DE LOS SERES VIVOS: GENERALIDADES

Con frecuencia, los medios nos hablan acerca de la posibilidad de vida en otros planetas. Las noticias aparecen como dosificadas, pero vienen a ser como un ruido de fondo entre todas las noticias que se nos transmiten. ¿hay algo en contra de tal posibilidad? Podríamos decir que, conceptualmente, no existe ningún argumento contrario a tal existencia, si bien hoy por hoy tal idea no puede ser presentada como hipótesis científica, pues no disponemos de posibilidad de comprobarla.


Sería muy arrogante por nuestra parte suponer que, dentro de la inmensidad universal, considerada infinita, somos los únicos habitantes vivos presentes en él. Ciertamente, es muy posible que existan múltiples planetas (o cuerpos celestes similares) en los que haya condiciones ambientales compatibles con actividad biológica. 
La literatura de ficción, y más los géneros de ficción que se expresan en pantallas, nos han acostumbrado a ver supuestos seres procedentes de otros planetas que son muy semejantes a nosotros, tanto en morfología como en comportamiento, con inteligencia similar, tecnología más avanzada a la nuestra y no digamos en cuanto el modo de expresarla y utilizarla.
ENTRAÑABLE  E.T.
Las historias en las que intervienen extraterrestres, nos los presentan como invasores de nuestro planeta y, salvo el entrañable E.T. de Steven Spielberg, todos ellos son malos y persiguen nuestra destrucción si bien, fieles al mito del triunfo del bien sobre el mal, siempre ganamos y vencemos a los extraterrestres invasores.
Esto es ficción, pero ¿Hay vida en otros lugares del Universo? Es ésta una pregunta que todos los humanos nos hemos formulado en más de una ocasión ante la inmensidad de un cielo estrellado. En el silencio de una noche estrellada, ese silencio relativo, nos parece imposible estar solos en esa infinidad de astros. No obstante todo queda en una pregunta sin respuesta, pero eso no impide que hablemos de ese tema, siempre interesante para todos.
¿DE VERDAD ESTAMOS SOLOS?
Con frecuencia, los poderosos telescopios actuales nos ofrecen datos que permiten suponer (digo suponer con intención) la existencia de agua en otros mundos. De comprobarse esa existencia, sería un dato muy importante en nuestra búsqueda de vida fuera del Sistema Solar. El agua, como medio físico-químico, es sustancial para el desarrollo de la vida. Por eso, dicha existencia no indica necesariamente la presencia de vida, pero sí que existen las condiciones necesarias para que se desarrolle.
Siempre es necesaria una definición de vida. Tal vez, un explicable antropocentrismo cultural haría que muchos definiesen la vida en términos adecuados a nuestra especie humana. Pero es preciso pensar que la humana es una más entre los cientos de miles de especies para las que debe ser de aplicación esa definición de vida de la que hablo. No obstante, para expresarnos con rigor y antes de seguir, deberíamos saber qué queremos significar cando utilizamos la palabra “vida”, pues tras esta palabra hay varias y muy diversas acepciones.
También será preciso comentar qué entendemos por “seres vivos” antes de hablar de las características que comparten, pues a lo largo de unos cuantos artículos volveré a mi aspecto de biólogo, lo que soy, para hablar de "mis cosas", la biología y los seres vivos. Espero decir algo que resulte de interés para alguno. 
¿UNA INMENSA SOLEDAD?



viernes, 10 de julio de 2020

Conservación de variedades


La agricultura ha permitido a muchas especies vivir fuera del ambiente adverso de la selección natural. Para hacerlo, utiliza medios artificiales, pero a nivel biológico esas técnicas tienen sus inconvenientes. La FAO, (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), define como erosión genética a la pérdida de variabilidad (genética) en esas especies cultivadas. 

martes, 18 de diciembre de 2012

FRANCIS CRICK EN LA HISTORIA DE LA BIOLOGÍA

Algunas reflexiones acerca de la Ciencia


A veces nos llegan noticias completamente intrascendentes. En otras ocasiones, las novedades vienen llenas de un cierto contenido. Pero hay veces en que son tan rotundas, que nos obligan a analizar muchas cosas a la luz de la nueva situación generada por el acontecimiento que acabamos de conocer.
Cuando este verano pasado conocí la muerte de Francis Crick, se me acumularon en la mente una gran cantidad de datos, de detalles y de perspectivas históricas que me obligaron a reflexionar sobre su actuación dentro de la biología. Un papel que va más allá de lo realizado por él y que nos obliga a contemplarlo desde la óptica de lo que representa a partir de sus descubrimientos, reflexiones y planteamientos.
Más tarde, y ya comenzado el curso, el Sr. Decano de la Facultad me encomendó impartir la conferencia correspondiente al Acto Académico con que conmemoramos la festividad de S. Alberto Magno. Los dos pensamos en la posibilidad de presentar una semblanza personal sobre esta figura de la biología del siglo XX. Desde aquí quiero agradecerle la posibilidad que me brindó de presentar ante ustedes estas reflexiones mías.
El pasado día 28 de julio nos enterábamos de la muerte de Francis Crick. Tenía 88 años. La noticia no dejó indiferentes a las múltiples personas que, de un modo u otro, conocen su actividad científica ejercida a lo largo de una vida fecunda en trabajos y logros. También yo reflexioné sobre su figura y su legado. Me gustó pensar en cómo, pasado el tiempo, se enjuiciará su trayectoria desde una óptica histórica, enlazando la figura de Crick con la de los grandes de la biología, como pudieron ser Pasteur, Mendel, Darwin o Cajal, por citar unos pocos. Todos ellos contribuyeron y consolidaron nuestros conocimientos acerca de nosotros mismos. Crick también lo hizo y por eso su nombre irá ligado a esa estela de sabios que, desde antiguo, vienen planteándose preguntas sobre nuestra reflexionar ahora en voz alta acerca de este hombre que contribuyó de modo determinante a nuestro conocimiento, respondió a dudas que venían planteadas desde el tiempo de los filósofos jónicos y planteó nuevas preguntas que están en los límites de nuestros conocimientos actuales acerca de la naturaleza de la vida.

Permítanme reflexionar ahora en voz alta acerca de este hombre que contribuyó de modo determinante a nuestro conocimiento, respondió a dudas que venían planteadas desde el tiempo de los filósofos jónicos y planteó nuevas preguntas que están en los límites de nuestros conocimientos actuales acerca de la naturaleza de la vida.
Desde la época más antigua, el ser humano ha formulado preguntas sobre el origen del mundo, sobre la propia naturaleza y, a veces, sobre su propia finalidad. En tiempos pretéritos las respuestas llegaron bajo la forma de mito. Más allá de este estado, los sistemas explicativos se organizaron según dos tendencias divergentes.
Una de estas tendencias dio origen a las religiones, todas ellas consistentes en un conjunto de dogmas basados en algún modo de revelación. Así, el mundo occidental hasta el fin de la Edad Media estuvo dominado por una confianza implícita en los escritos de la Bibliay, por tanto, por una creencia general en lo sobrenatural.
El otro modo de tratar los misterios del mundo fue, y sigue siendo, por medio de la filosofía y más tarde de la ciencia, si bien en el principio de su historia la ciencia no estuvo totalmente separada de la religión. La ciencia se dirige a los misterios con sus preguntas, dudas, curiosidad, etc., esforzándose en encontrar explicaciones, actitud muy diferente de aquella otra en la que se basan las religiones. Los filósofos presocráticos (jónicos) fueron los primeros en transitar estas vías en su búsqueda de explicaciones “naturales”, es decir, explicaciones basadas en las formas observables de la naturaleza tales como el fuego, el agua o el aire. Esta tentativa de los jónicos para comprender las causas de los fenómenos naturales representa el principio de la ciencia.
Una diferencia fundamental entre ciencia y religión es que, en general, la religión consiste en un conjunto de dogmas revelados a los que no hay alternativa ninguna ni posible desviación conceptual por pequeña que sea. En ciencia, por el contrario, se insiste en la formulación de respuestas alternativas y en la paulatina substitución de unas teorías por otras. En general, la bondad de una idea científica sólo se puede evaluar por completo en función de su eficacia explicativa e, incluso, predictiva. Han sido pocos los científicos que han dicho esto, que a veces es considerado como la esencia de la ciencia. En tiempos del empirismo y del induccionismo, se dijo que la función de la ciencia era acumular conocimiento. Muchas veces se perdió de vista lo que es el verdadero objeto de la ciencia: una comprensión cada vez mayor de nuestra propia naturaleza y del mundo en que vivimos.
La ciencia tiene numerosos objetivos. En 1968, Ayala los describe así:
- busca organizar los conocimientos de modo sistemático, esforzándose por descubrir las relaciones entre fenómenos y procesos.
- se esfuerza por ofrecer explicaciones a las condiciones en que ocurren ciertos sucesos.
- propone hipótesis explicativas que pueden ser probadas y, por tanto, rechazadas.
Más en general, la ciencia intenta encontrar un pequeño número de principios explicativos con los que interpretar la inmensa diversidad de los fenómenos y procesos que ocurren en la naturaleza.
En las ciencias biológicas, la mayoría de los grandes progresos se hicieron a partir de la aparición de conceptos nuevos o de la mejora y redefinición de los preexistentes. No están muy equivocados quienes afirman que el progreso de la ciencia consiste principalmente en el progreso de los conocimientos científicos. En este plan, una de las grandes preguntas que siempre se planteó el hombre es aquella que se refiere a la herencia biológica y a la diversidad.
En la época jónica Platón había hablado de las esencias, inmutables en el tiempo, y esto, que aplicado al campo conceptual de otras ciencias como pueden ser la física o la química, puede ser muy explicativo y operativo, fue un auténtico desastre cuando se aplicó a la biología. Platón tuvo una influencia muy negativa en diversos campos biológicos. Fueron necesarios mas de dos mil años para que la biología, gracias a Darwin en gran medida, escapase del efecto paralizante del esencialismo auspiciado por Platón El pensamiento platónico sobre los seres, abrigados en las esencias, no fue operativo a la hora de enjuiciar la variabilidad de los seres naturales y muchas veces constituyó más bien un freno ideológico cuando se hizo necesario enjuiciar la naturaleza de esa misma variabilidad. Pero toda la importancia que le concedió al gran arquitecto cósmico, permitió vincular su filosofía con el dogma cristiano, que dominó el pensamiento occidental hasta el siglo XVII. La emergencia de las modernas teorías biológicas sólo fue posible, en gran parte, después de que la ciencia se emancipase de las ideas platónicas.
Aristóteles es un pensador muy diferente. Antes que Darwin, nadie como Aristóteles contribuyó tanto a nuestra comprensión del mundo. Sus conocimientos biológicos eran inmensos y procedían de anteriores fuentes diversas. Podemos decir que cada capítulo de la biología clásica tiene sus comienzos en la obra de Aristóteles. Fue el primero en distinguir diferentes ramas en la biología y en dedicarles tratamiento monográfico separado. Fue el primero en descubrir el gran valor explicativo de la comparación y es reconocido, justamente, como el fundador del método comparativo. Fue el primero en establecer detalladamente la historia natural de un gran número de especies animales. Consagró una obra entera a la biología de la reproducción. Se interesó por la diversidad orgánica así como por el significado de las diferencias entre los reinos animal y vegetal. Incluso sin proponer una sistemática formal, realizó una clasificación de los animales según ciertos criterios, y su clasificación de los invertebrados fue superior a la que, dos mil años mas tarde, haría Linneo. En fisiología no tuvo tanta notabilidad debido a que se inspiró en doctrinas anteriores. Fue un empirista y sus especulaciones siempre estuvieron precedidas por observaciones pertinentes. En una obra suya dice taxativamente que la información que nos llega por los sentidos debe ser más valorada que la que nos indica la razón. En ese aspecto andaba a años luz por delante de los que, entre los escolásticos, más tarde serían llamados aristotélicos, y que no analizaban los problemas más que por las vías de la razón.
Lo más notable en él es que siempre anduvo a la búsqueda de las causas y sus preguntas más importantes no fueron tanto buscar el “¿cómo?”: ¿Cómo es tal estructura? ¿Cómo funciona tal mecanismo, sino el “¿por qué?” ¿Por qué un organismo crece desde la forma de huevo fecundado hasta la de adulto? ¿Por qué la naturaleza está llena de procesos finales? Vio claramente que la materia inorgánica está desprovista de capacidad para desarrollar las formas complejas de los organismos, en este plan, hoy diríamos que no creía en la generación espontánea. Según él, en la materia viva debía haber algo más, y para nominarla empleó la palabra eidos, que venía a ser un principio intrínseco de los seres y que tendría unas funciones exactamente similares a las que, en biología moderna, se atribuye al genotipo cuando se considera como un programa genético de desarrollo. Decía que todas las substancias naturales intervienen de acuerdo con sus propiedades intrínsecas y que todos los fenómenos de la naturaleza son procesos o intervienen en procesos y, puesto que todos ellos tienen un fin último, consideraba que el estudio de esos fines también contribuye de modo esencial al estudio de la naturaleza. Para Aristóteles todas las estructuras y las actividades biológicas tenían su significación en términos biológicos o, como diríamos con términos actuales, un significado adaptativo. Posiblemente éste fue el mayor éxito de Aristóteles, haber comprendido esto. Las preguntas tipo “¿por qué?” que formuló Aristóteles jugaron un papel muy importante en la biología de los siglos posteriores y en la misma historia de esta ciencia.
Sólo en estos últimos años, los trabajos de Aristóteles han sido valorados en su justa medida. En épocas pasadas no disfrutó de ese merecido reconocimiento debido a muchas razones. Una de ellas fue que los tomistas hicieron de él la suprema autoridad filosófica y al caer la escolástica arrastró con ella a Aristóteles. Por otra parte, el renacimiento científico se realizó fundamentalmente en el campo de las ciencias físicas y químicas, áreas que encajaban bien dentro de la filosofía platónica y para las cuales la filosofía aristotélica no ofrecía marcos adecuados. Esto fue advertido por Bacon, Descartes y otros, que no dejaron de menospreciar las doctrinas aristotélicas.
Conforme la biología se fue apartando de la física, se le fue concediendo mayor importancia a Aristóteles. Cuando en nuestra época se comprendió que los seres vivos tienen una doble naturaleza, la actual y otra que es la consecuente de una historia evolutiva, se comprendió también que el “plan” que dirige su desarrollo y sus actividades -es decir, su programa genético- representa el eidos, el ”principio formativo” que ya había formulado Aristóteles. Ya no hacía falta mucho para que todos los biólogos comprendiesen que convenía algo más que un soplo vital para que un huevo de rana produjese una rana y una bellota diese lugar a una encina. Solamente era preciso reconocer que los sistemas biológicos complejos son el producto de programas genéticos con una historia evolutiva de mas de tres mil millones de años.
Pero para que eso ocurriese, sería preciso llegar a las épocas actuales, pues cuando el Cristianismo conquistó Occidente, la teología cristiana llenó el conocimiento con su interpretación del mundo. La teología cristiana estaba dominada por la idea de la creación. Según la Biblia, el mundo había sido creado hacía poco, no cambiaba y toda su comprensión estaba contenida en la “palabra revelada”. El dogma impidió considerar cualquier cuestión relativa al porqué de las cosas o esbozar la más pequeña idea evolutiva. Y puesto que el mundo había sido creado por Dios, era, tal como siglos mas tarde diría Leibniz, “el mejor de todos los mundos posibles”. Cualquier cambio evolutivo, por tanto, sería para peor.
El suceso que, acontecido en el seno de la cristiandad, afectó mas a la historia de la biología fue el desarrollo de una visión del mundo conocida como “teología natural”. En los escritos de los Padres de la Iglesia, la naturaleza aparecía como si fuese un libro, el análogo natural del libro revelado, la Biblia. Hacerequivalentes los dos libros sugería que el estudio del libro de la naturaleza, la creación realizada por Dios, autorizaba el desarrollo de una teología natural, pareja a la teología revelada surgida del estudio de la Biblia.
Este concepto de la teología natural no era un concepto nuevo. La armonía del mundo y la aparente perfección de las adaptaciones manifestadas por los animales y las plantas, ya había sido señalada por muchos autores bastante antes de la aparición del cristianismo. Ya en el antiguo reino de Egipto, en Menfis, dos mil años antes de la civilización griega, había sido postulado que una inteligencia superior creadora había organizado los fenómenos de la naturaleza. Posturas tan claramente teológicas pueden ser encontradas también en Jenofonte o en Herodoto. Platón pensaba que el mundo había sido creado por un artesano bueno, inteligente y racional. Galeno defendió la idea de un mundo querido, la obra de un creador bueno y todopoderoso. Pero el autor más influyente para el desarrollo de la teología natural fue santo Tomás de Aquino. Su obra dominó el pensamiento científico europeo y en su Summa Theologica, el quinto argumento para probar la existencia de Dios está basado en el orden y la armonía del mundo, que requieren que un ser inteligente y trascendente dirija todo hacia una finalidad.
Pero seguían pendientes, aún sin resolver, las preguntas planteadas por Aristóteles acerca del eidos, el principio formativo de todos y cada uno de los seres vivos. Su diversidad según las diferentes áreas geográficas, puesta de manifiesto por los viajes de exploradores y estudiosos, era una cuestión intrigante que contrastaba con los valores de las constantes físico-químicas en todo el globo terrestre. La especie como entidad biológica seguía siendo algo inexplicable. La vida era considerada como una actividad que se podía crear bajo ciertas condiciones y, por tanto, se creía en la generación espontánea.
Fue preciso llegar a un mundo de madurez de ideas para que esas cuestiones volviesen a ser planteadas con cierta precisión. Después del siglo XVIII, y los trabajos de los grandes estudiosos de la naturaleza, como es el caso de Bufón y su Historia Natural, donde ya apunta la posibilidad del origen de las especies a través de procesos evolutivos, el siglo XIX se va a caracterizar por el rigor en los planteamientos y la emergencia de una serie de conocimientos que son aplicables a todos los seres vivos. Comienza la existencia de la biología como hoy la conocemos. Las preguntas de siempre, las que han acompañado al hombre desde Aristóteles y han servido de estímulo a la mayoría de los estudios de fondo, comienzan a ser respondidas, se asientan los fundamentos de lo que empieza a ser una biología moderna, cada vez más y más alejada de los antiguos mitos explicativos.
Del Siglo XIX es la teoría celular, la comprensión de los procesos hereditarios y los de división celular, el conocimiento de los principios inmediatos, la síntesis de la urea y, por tanto, el comienzo de la desaparición del vitalismo como supuesta doctrina, el destierro de las ideas acerca de la generación espontánea, el aforismo onmis vivo ex vivo (la vida no se crea, simplemente se transmite), la idea de la evolución causada por selección natural y, en suma, la misma palabra biología. También es en este siglo cuando los científicos dejan de hablar de Dios en sus escritos, de modo que ya no es posible deducir, a través de ellos, el credo de sus autores.
El nacimiento de la biología molecular coincidió con el momento en que los científicos relacionaron enzimas con genes y se comenzaron e estudiar los procesos biológicos bajo este punto de vista. Esto ya no era química orgánica, ni bioquímica. Era la implicación de las moléculas en los procesos biológicos y apareció el concepto de biología molecular, muchos de cuyos logros ha sido elucidar la estructura tridimensional de las moléculas y, a partir de ellas, comprender sus funciones.
Es en esta época cuando renace el interés acerca del material hereditario y al imaginar que el mensaje genético debe estar encerrado en diferentes secuencias moleculares, se piensa que sean las proteínas las encargadas de esta función, puesto que al ser polímeros de 20 diferentes monómeros, las posibles combinaciones diferentes llegan a ser casi incalculables. No obstante, los trabajos de Avery y colaboradores con Pneumococcus, abren la puerta a la investigación en la dirección correcta, y son los experimentos de Hershey y Chase los que determinan de modo concluyente que son los ácidos nucleicos los encargados de transportar la información genética a lo largo de las generaciones.
A este momento le siguió uno, intenso, de estudios acerca del ADN y de su presencia en la célula. En consecuencia se ganó en conocimiento acerca de su naturaleza y de su comportamiento. Algunas de las deducciones a las que se llegó no dejaron de ser proféticas: La inercia metabólica del ADN parecía confirmar una especulación común entre los teóricos del gen, según la cual el gen funcionaría como “matriz”: “La implicación lógica es que el gen no necesita hacer nada (en el metabolismo de la célula) sino que simplemente aporta un plan de realización de las síntesis” (Mazia, 1952). La cantidad absolutamente constante de ADN por núcleo diploide de cada especie, estaba perfectamente de acuerdo con este postulado.
El ambiente intelectual era el apropiado, las ideas estaban perfectamente perfiladas, las técnicas a punto y la pregunta adecuada, siempre estímulo de la investigación, formulada: ¿cómo es la estructura de los ácidos nucleicos? Porque únicamente conociendo la estructura del ADN se podría comprender cómo era capaz de llevar a cabo su función.
A principios de los años 50 del pasado siglo, varios laboratorios se pusieron a trabajar para resolver la duda y dos de ellos fueron los de Linus Pauling, en Pasadena, que estudiaba estructuras moleculares y el de Maurice Wilkins, de Londres, que era especialista en rayos X. Perteneciente a este equipo, Rosalind Franklin tuvo el éxito de conseguir excelentes fotografías de la difracción de estos rayos causada por el ADN. En función de estas fotografías se plantearon muchas preguntas acerca de la estructura del ADN, cuando un tercer grupo comenzó a trabajar, en Cambridge, con el mismo tema: era el formado por Francis Crick y James Watson.
No es cuestión de comentar la historia del descubrimiento, pero sí es importante señalar que fueron estos dos últimos quienes se dieron cuenta de la importancia biológica del ADN y eso fue lo que les permitió aclarar este problema a pesar de sus no muy amplios conocimientos de biología. Wilkins, por ejemplo, en esos mismos años se preguntaba “qué podían hacer los ácidos nucleicos en las células”.
Mientras, tanto Crick como Watson hablaron con biólogos, visitaron centros de investigación, se ayudaron de modelos de los diferentes componentes de los ácidos nucleicos y, entre febrero y marzo de 1953, llegaron a una solución satisfactoria a aquella pregunta que se venía formulando la ciencia desde Aristóteles. ¿Cómo es el material hereditario?
De pronto se comprendió mucho de aquello que hasta entonces había constituido un misterio. Allí estaba, encerrada en una sencilla estructura molecular, la clave de la historia evolutiva de los seres vivos.
Se dijo, y se sigue diciendo, de la molécula de ADN que era elegante ¿qué entendemos por elegante en este caso? A veces es preciso detenerse en el significado que pueda tener un adjetivo porque nos puede aclarar más de un concepto. Al ver la estructura molecular de otros compuestos y evocar sus propiedades bioquímicas, muchas veces no nos resulta posible deducir éstas a partir de aquella. Todo queda como encerrado en un misterio funcional cuyo desciframiento será base de futuros estudios. No conozco una estructura molecular tan transparente como la del ácido nucleico. Al verla es sencillo intuir su funcionamiento, pues todo en ella tiene una finalidad que nos es posible comprender. No encontramos nada que nos parezca superfluo y todo cuanto sabemos acerca del ácido nucleico lo podemos comprender viendo su estructura. Todo está allí para quien quiera interpretarlo. Para mí, ahí es donde radica el calificativo de elegante cuando se aplica a esta estructura molecular, su transparencia.
El descubrimiento de la doble hélice del ADN y de su código representó un paso científico de primera magnitud. Simultáneamente clarificó algunas de las zonas más oscuras de la biología y permitió formular preguntas bien definidas: algunas de ellas representan hoy en día las mismas fronteras de la biología. Demostró hasta qué punto los organismos son fundamentalmente diferentes a cualquier otro tipo de material inerte. No hay nada en el mundo inanimado que esté dotado de un programa genético que sea capaz de almacenar la información a lo largo de una historia que, globalmente y para el mundo vivo, se remonta a tres mil millones de años. Al mismo tiempo esta explicación puramente mecanicista explica fenómenos que los vitalistas decían no poder clarificar física o químicamente.

Pero fijémonos en la figura de Francis Crick, pues me gustaría reflexionar sobre su papel en la historia del pensamiento biológico. Procedente del campo de la física, se dedicó a desentrañar lo que él llamó “el secreto de la vida”, la naturaleza del ADN. Perteneciente a una familia de artesanos y amantes de la naturaleza, (su abuelo se había carteado con Darwin y publicado un pequeño artículo con él), estudió en el University College London. Después de la segunda guerra mundial, se preocupó por temas biológicos y a ellos se dedicó desde entonces hasta su muerte, acaecida en julio del presente año.
Posiblemente ha sido el biólogo y el pensador de la biología más influyente del siglo XX. Tal vez, como antes decía refiriéndome a Aristóteles, que todos los campos de la biología comenzaban en él, algún día se llegue a decir que todos los campos de la biología molecular comienzan en Crick. Es asombroso cómo llegó a intuir el comportamiento del ADN y su biología, para, desde ese planteamiento, poder predecir correctamente su funcionamiento y su comportamiento. Jacques Monod escribió “Nadie descubrió o creó la biología molecular. Pero un hombre domina intelectualmente la totalidad de su campo, debido a que conoce y comprende lo más importante de su contenido, ese hombre es Francis Crik”. Para muchos, junto con Darwin y Mendel, forma un trío de sabios que han sido capaces de establecer el conocimiento de la perpetuación, y diversificación, de los seres vivos.
Describiendo la estructura del ADN, encontró la base molecular de la identidad estructural de todos los seres vivos, aquella identidad que había sido buscada desde el Renacimiento y prevista e insinuada por Darwin con un enfoque más científico y menos romántico.
Definió lo que ha sido llamado Dogma Central de la Biología Molecular, que nos indica que la información biológica sigue un camino que va desde el ADN hasta las proteínas, pasando por el ARN como intermediario. Si bien existe un posible, y restringido, retorno desde el ARN al ADN, no se conoce ningún mecanismo molecular que haga un viaje inverso que, teniendo como origen la proteína, sea capaz de incidir en el ADN. De este modo sencillo, sin mayores complicaciones, desbarata definitivamente la antigua creencia sobre la herencia de los caracteres adquiridos, pues molecularmente, dice, no hay ningún camino conocido, ningún proceso bioquímico, que nos pueda explicar su base estructural.
Francis Crick se embebió de la estructura del ADN e intelectualmente se metió en ella; aplicó sus conocimientos para estudiarla, conocerla e interpretarla y demostró, con atinadas predicciones acerca de su comportamiento, estar al tanto de muchos de los problemas fundamentales de la biología, muchos de los cuales sólo se podían explicar a partir de un profundo conocimiento de la estructura del ADN. Dedujo su replicación semiconservativa, ya insinuada en el último párrafo del trabajo en que se propone su modelo estructural.
Crick predijo la existencia de un código genético y mediante sencillos experimentos, demostró que la unidad de cifrado debía ser el triplete de nucleótidos. Predijo la existencia de moléculas de doble especificidad que sirvieran de adaptadores entre los tripletes del ácido nucleico y los aminoácidos. Y existían y hoy los conocemos como los ARN transferentes. Una vez descifrado el código, y descubierta su universalidad, fue Crick quien propuso la hipótesis del tambaleo para explicar de modo operativo la degeneración encontrada en él.
Basándose en esa degeneración, en la abundancia entre los seres vivos de los aminoácidos más degenerados y relacionando este dato con el hecho de que éstos son precisamente los aminoácidos que se pueden sintetizar de modo abiótico, propuso una teoría acerca de la evolución del código genético, la única teoría explicativa de que disponemos acerca de este proceso.
Como un modo de adentrarse en el funcionamiento del programa genético, estudió procesos de desarrollo y últimamente trabajaba en problemas acerca de la consciencia.
Su autoridad científica llega a ser tal, que cuando comenta la posibilidad de que la vida en nuestro planeta proceda de otro, la llamada teoría de la panspermia, nadie la ataca debido a venir amparada por el prestigio intelectual de quien la propone.
Crick fue más un teórico que un experimentador y defendió ardientemente que teorizar es una actividad necesaria en biología, no solo para sistematizar y explicar los fenómenos, sino también para estructurar bien las preguntas científicas que, actuando como motores del saber, deben ser planteadas y, posteriormente, respondidas. Una vez definidas correctamente esas preguntas, es cuando se puede comenzar a buscar las respuestas apropiadas. Amante de la abstracción, muchas veces encontró las respuestas concretas después de haberse abstraído con ellas durante un tiempo más o menos largo.

Existe un tema que creo oportuno recordar ahora, o al menos indicar como punto de reflexión entre nosotros. Recuerdo haber oído comentar, cuando se les concedió el Premio Nobel a Watson y a Crick, que se había premiado un trabajo de investigación básica y que, de seguir por ese camino, pronto se premiarían trabajos carentes de utilidad. Pasados mas de cincuenta años del descubrimiento de la doble hélice, a nadie se le escapa lo fuera de lugar del comentario. Mucho del desarrollo de la biología molecular y de la biotecnología, se debe al conocimiento que poseemos de esa estructura. Lo que en aquel momento pudo haber parecido un estudio sin mayor trascendencia que el incremento del conocimiento, con el paso de los años ha pasado a ser la base de múltiples y sólidas aplicaciones en los más diversos campos del conocimiento. No es mi deseo polemizar sobre este tema aquí, en este momento, pero sí deseo recordar el calificativo de “investigación básica”, con un cierto tono peyorativo, que algunos aplicaron al trabajo realizado por estos dos investigadores.

Ateo beligerante, y no deja de ser extraño que lo confesase en una época en que estas actitudes han pasado al campo de lo personal, deseaba sustituir las explicaciones religiosas acerca de la vida por explicaciones científicas. Hoy no es precisa la idea de un Dios todopoderoso para explicar el universo, ni para llegar a sus últimas causas o consecuencias. A veces parece que las vías de Santo Tomás servían para explicar lo inexplicable. Allá donde era incapaz de llegar la ciencia con sus explicaciones, la idea de un Dios llenaba el vacío conceptual que se generaba. Hoy no se necesita esa idea de Dios, pues casi todo dispone de explicación y sabemos que aquello que hoy carece de ella, un día u otro la tendrá. La idea de Dios no es precisa para explicar nada. Pero esto mismo no elimina su idea, pues si bien no es científicamente preciso creer en él, eso mismo hace que la fe en un ser supremo sea un acto de suprema libertad. Se cree porque se quiere creer, no porque se necesite.
Esa voluntariedad en la fe es también una contribución más de Francis Crick al mundo de las ideas, a nuestro mundo.

Se ha dicho, tal vez con cierta insistencia, que Francis Crick no ha dirigido muchas tesis doctorales, no ha hecho un equipo investigador ni deja escuela, sino que más bien siempre le ha gustado trabajar con un solo colaborador. Algunos lo dicen, incluso, como lamentando una supuesta esterilidad de un trabajo que, en otras circunstancias, habría sido tremendamente fecundo. Yo miro a mi alrededor, a los biólogos moleculares, a quienes trabajan con los ácidos nucleicos, veo lo que piensan, cómo programan los estudios, cómo hacen investigación, cómo se interpretan y plantean los experimentos y veo que todos ellos están inspirados de uno u otro modo en los trabajos y conceptos de Crick. Entonces comprendo que todos, todos los que más o menos directamente trabajamos con los ácidos nucleicos formamos parte de esa gran escuela fundada por Francis Crick.


Hasta aquí, he presentado ante ustedes mis reflexiones personales sobre la figura de Francis Crick. Permítanme ahora que comente un dato y un sueño, también personales.
El dato es que estoy muy orgulloso de formar parte de una Facultad Universitaria que, en un momento concreto, decidió por unanimidad dar el nombre de Francis Crick a una de sus aulas. Este dato fue conocido por él y lo agradeció mediante una carta autógrafa que está en el Decanato.
El sueño se refiere a una época pasada, incluso diría que lejana. Cuando yo fui Secretario General de esta Universidad, el Prof. Enrique Vidal Abascal venía con cierta frecuencia a visitarme y charlábamos de mil cosas a la vez que paseábamos por la Plazadel Obradoiro. Recuerdo que un día, en mitad del paseo se detuvo, me cogió del brazo y mirándome a los ojos me dijo que la vida era corta, pero que si estaba bien aprovechada, podía ser muy fecunda.
Ahora mi sueño consiste en imaginar que, en caso de estar presente Francis Crick con nosotros, le habría dicho al Prof. Vidal:
- Enrique: me has quitado la frase de la boca...
Señoras y señores, compañeros todos, Muchas gracias


 El texto de esta publicación corresponde a la conferencia que pronuncié en la Facultadde Bioloxía de la Universidad de Santiago de Compostela, con motivo de la festividad de San Alberto Magno, patrono de las Facultades de Bioloxía, Física, Matemáticas, Química y Ciencias, el día 15 de noviembre de 2004.