viernes, 31 de julio de 2015

Lo mejor y lo peor

EL PANTOCRÁTOR
A veces, en las obras de arte nos encontramos lo mejor y lo peor de que somos capaces los humanos. Y voy a explicarme tomando como ejemplo algo que me es muy querido, la puerta del Pórtico Norte de la Catedral de Lugo. Muchos opinan que se construyó en tiempos del gótico, como atestigua la bóveda que cubre el pórtico. También hay quienes creen que este lugar se enriqueció con piezas  anteriores, procedentes de otras partes de la misma Catedral, que fueron quedando desubicadas por diversas causas.
Voy a comentar por partes. Sobre la puerta hay un Pantocrator de hechuras góticas, amplios ropajes y muy hermoso. Incrustado en una mandorla, es fácil ver que la parte superior se cortó para encajarla en este sitio.
Tal vez procediese de alguna fachada anterior, vaya uno a saber cuál. El Cristo está serio, vestido, coronado de rey y dispuesto a juzgar. Aún falta algo de tiempo para hacerlo. En su mano tiene un libro cerrado con siete sellos (se ven con facilidad). Ningún sello se ha abierto todavía y, según el Apocalipsis, entre la apertura de uno y otro transcurrieron amplios períodos de tiempo. El Juicio empezará tras abrir todos (cuando el cordero abrió el séptimo sello, se hizo un gran silencio…). A este Pantocrátor, el que comento, le falta la mano derecha. Por más que he mirado, nunca he visto algo similar a una huella en la piedra que me haga pensar que hubo mano y desapareció. Como en otras esculturas, la piedra utilizada no es de cantera local, induciendo a pensar que se trajo de fuera. Tal vez el mismo escultor la escogió lejos y la trajo.

EL CAPITEL PINGANTE
Bajo esta maravilla, una de las piezas mas valiosas de la Catedrallucense, hay un capitel que cuelga. Se llama pingante, de pingar. En un hermoso ejemplar, también realizado con piedra de fuera, en la uqe se representa de modo muy somero la Santa Cena, referencia al tema eucarístico del interior de la Catedral. Entreabreviaturas, se dice que el discípulo amado reclinó su cabeza sobre el pecho del señor durante esa cena y que, haciendo esto, vio maravillas celestiales.
Las hojas de la puerta las he comentado en otra entrada de este blog (Herrajes sagrados). Los herrajes que comentaba en esa entrada, proceden del Siglo XIII y parece que influyeron en otros de templos próximos, como los de Vilar de Donas o de Cruz de Incio. No obstante, quiero comentar que en el tramo horizontal superior, pueden apreciarse azucenas de tamaño natural. Tal vez no se pusieron en los tramos inferiores o tal vez fueron robadas, no me atrevo a inclinarme por una o por otra posibilidad.
HERRAJES Y ESCUDETE DE LA LLAVE
Está bien añadir, para aumentar este cúmulo de bellezas. que el escudete de la cerradura es también bonito y su figura ha sido utilizada como logotipo de algunas convocatorias de actividades que tuvieron a la Catedral como sede.
Curiosamente, la gente pasa por este puerta como con prisa, teniendo como meta el exterior o el interior del templo, pero no teniendo tiempo para detenerse y gozar contemplando tanta belleza junta. Belleza que, todo hay que decirlo, debemos agradecer a anónimos precursores que tuvieron el cuidado de rescatarlas de algunos sitios de derribo y ponerlas alli, para posterior contemplación y disfrute. Nuestro, por ejemplo.
INFERIOR HOJA DERECHA
No obstante, siempre hay un pero, los herrajes más próximos al suelo, también procedentes de tiempos pasados, están sufriendo una intensa y cruel destrucción debido a los orines de muchos lucenses que no tienen inconveniente en utilizar esta puerta, cuando está cerrada, como urinario. La intensidad del deterioro nos indica que la costumbre, la mala costumbre, viene de lejos y, por lo que yo sé, es algo desconocido por la mayoría de lucenses y, por desconocido, algo que no preocupa a nadie.
Hablaba al principio de esta entrada de lo mejor y lo peor. Lo mejor es toda la maravilla. Lo peor, tal vez no sea el que la gente orine allí. Lo peor es que no les preocupe a sus custodios.

INFERIOR HOJA IZQUIERDA
Custodios de toda índole, religiosos, políticos, culturales…

Entrada anterior sobre estos mismos herrajes:

http://emiliovalade.blogspot.com.es/2013/08/herrajes-sagrados.html


AZUCENAS EN LOS HERRAJES SUPERIORES

jueves, 23 de julio de 2015

Geometría como base

MOSAICO DE BATITALES
MUSEO PROVINCIAL DE LUGO
A lo largo de las generaciones,los humanos hemos recurrido a varios símbolos que nos han servido como pauta de nuestras vidas. Pautas culturales quiero decir. Hace días hablaba del Espinario, pero hay más personajes cuya historia particular nos enseña lo que debemos o no debemos hacer. Por ejemplo, Caperucita sin ir más lejos..

En mi entrada anterior, hablaba de los torques y puse la foto del de Burela. Desde la primera vez que lo vi, y ya hace años de esto, me impresionó el trabajo de orfebrería que presenta su superficie. Una joya, podríamos decir. Sí, no solo por la cantidad de oro que la constituye, que también, pero con más razón por todo cuanto significa y nos dice de una civilización que entonces empezaba y muchas de cuyas características nos han llegado hasta hoy.


PORCION SUPERIOR DEL TORQUES DE BURELA


Los antropólogos culturales nos hablan de las primitivas tribus humanas nómadas, de costumbres ganaderas y con su ganado trashumante. Con la adquisición de modos agrícolas apareció, como consecuencia, la vida sedentaria. Estos ancestros nuestros, castreños, eran agricultores sin abandonar por eso sus modos ganaderos. Todo eso lo podemos ver con la imaginación ante los torques del Museo Provincial de Lugo, que nos hablan de una incipiente civilización asentada aquí, justo donde nosotros seguimos viviendo y casi en los mismos parajes.
DIDEÑOS GEOMÉTRICOS EN EL SUELO
DEL CLAUSTRO

Otra cosa que me sorprende es la ornamentación que posee el torques de Burela. La barra de oro aparece cuidadosamente enrollada en espiral, perece que diseñada al milímetro. Y más asombrosa es, según mi modo de verla, la parte correspondiente a las vértebras de quien lo portase, donde una zona sin espiral se adorna con dibujos formados por una delgada fibra, también de oro, que recorre el tramo y se vuelve formando un bonito dibujo geométrico. Un diseño ornamental muy de hoy. Más bien de entonces, que aún perdura.

Ahí es a donde yo quería llegar. Los dibujos geométricos. Me gustaría leer en algún libro de historia del arte, del dibujo, del diseño o de lo que sea, cómo los dibujos geométricos nos vienen acompañando desde hace milenios.

Podría hablar aquí de dibujos esculpidos en pirámides egipcias, o del ajedrezado en templos románicos, pero no quiero salirme del ámbito del entrañable Museo Provincial de Lugo. También aquí, en el Museo, es posible ver cómo este tipo de dibujo nos acompaña a lo largo del tiempo. A veces en solitario, como es el caso del dibujo plasmado en el torques, otras veces de modo repetitivo, que yo llamaría modular.

Ya en cierto modo es repetitivo, o modular, la repetición de columnas con arcos en el claustro, pero prefiero llamar la atención en su suelo, diseñado en adornos de cuadrados hechos con guijarros, trozos de pizarra y cantos rodados, definiendo múltiples formas geométricas, nunca repetidas, y formando un conjunto de gran serenidad.
CENEFA GEOMÉTRICA EN EL MOSAICO 
DE DEDALO Y PARSIFAE
DE LA CALLE ARMAÑÁ  (MPL)

Antes de estos suelos conventuales, de época medieval, tenemos los mosaicos romanos. En ellos, independiente de la figura central, casi siempre de tema mitológico, hay una gran borde con figuras geométricas de múltiples diseños y colores, pero donde siempre la geometría aporta la base ornamental.

Yo no sé si los dibujos geométricos significan algo para nosotros, algo como seguridad o serenidad. No lo sé. Pero sí recuerdo los suelos antiguos, de antes de 1960 más o menos, (cuando aparecieron los terrazos), que eran pródigos en colores y, cómo no, en diseños siempre geométricos. Me gusta creer que esos dibujos geométricos nos inspiran un cierto aire de seguridad íntima, Propicia para adornar nuestros lugares vivenciales. También puede ocurrir que nos transmitan esa serenidad los dibujos geométricos tomados como módulos que se repiten tantas veces como sea conveniente. No lo sé, pero lo constato en múltiples ejemplos, también presentes en el Museo Provincial de Lugo.

Incluso hoy, vemos que en superficies algo amplias, los suelos se acotan con cenefas alrededor, llamadas grecas, que son diseños geométricos. En el Museo Provincial de Lugo tenemos algunos ejemplos antiguos de esta costumbre ornamental, que tiene centenares de años de edad.

N.B. La foto de utilizo del torques de Burela, procede del fondo fotográfico del Museo Provincial de Lugo.

jueves, 16 de julio de 2015

Oro en el Museo

TORQUES DEL MUSEO PROVINCIAL DE LUGO
Asi, dicho como lo digo en el título, cualquiera podría imaginar que hay oro en el Museo Provincial de Lugo. No estaría equivocado en absoluto. Muchas piezas de oro, cuyo valor histórico sobrepasa en mucho al material, están expuestas y representan uno de los mejores exponentes de la orfebrería de una cultura que, poco a poco, se va dejando desvelar. Una cultura llamada “castrexa” (castreña), con muchas similitudes con la celta, pero que los que saben prefieren denominar con nombre diferente debido a peculiaridades que presenta.


Las joyas provienen de una colección particular y, en su mayor parte, fueron halladas en diversos castros de la Comunidad Gallega. Lo mismo que podemos ver las joyas, también resulta posible visitar los castros en los que fueron encontradas y, entonces, surge la maravilla y el asombro.

Las joyas nos hacen pensar en una cultura refinada en gustos y técnica, con alta capacidad para trabajar el oro. Los castros donde aparecieron nos permiten imaginar una vida dura, muy dura, para sus habitantes. Eso es lo que me maravilla y asombra, pues siempre fui proclive a pensar en otros tipos de vida en quienes alcanzaban tal desarrollo técnico.

EL TORQUES DE BURELA
Esta colección ha sido declarada Bien de Interés Cultural y es fácil visitarla. Sus joyas más preciadas son los torques y, entre éstos, el de Burela, una localidad al norte de la provincia, digamos que se lleva la palma en cuanto a calidad se refiere. Pesa 1,812 gramos y su oro posee una pureza de 23 quilates.

Procedentes de la edad del bronce, son collares en forma de herradura y se colocaban en el cuello con la abertura hacia delante. Sus extremos tienen salientes esculpidos en volúmenes de diverso tipo o zoomórficos.

Imagino a los jefes de los castros adornados con estas joyas como símbolos de su poder. Joyas de oro y pienso si tenían oro por ser poderosos o si, por el contrario, eran poderosos por tener oro. Es lo mismo. Oro y poder, una unión duradera en el tiempo. Una amiga mía me ha indicado que la más antigua referencia al oro como símbolo de poder, en Europa, proviene de Bulgaria, del quinto milenio A.C. Siete mil años de maridaje son muchos años como para intentar diluir un símbolo.

TAMBIEN EN EL MUSEO PROVINCIAL DE LUGO
Ante estos torques pienso en el poder en un castro como colectividad como colectividad humana. Una familia dominante, o un hombre dominante. Tampoco es tan malo. En muchas manadas de mamíferos, de grandes mamíferos, también existe un macho dominante que ha logrado tal rango gracias a méritos propios. Cualquier etólogo nos puede hablar de eso. Pero veo que en esas manadas de mamíferos el rango no es hereditario. Me gustaría saber si en los castros la preponderancia familiar era tansmisible de padres a hijos, si era patrimonio familiar o no. Porque, de serlo, ya estaba instaurada en la humanidad ese lacre conceptual que es la posesión hereditaria. Porque también en mamíferos, nuestros parientes próximos, existe posesión, recordemos la territorialidad. Incluso en vegetales existe algo similar relativo al territorio ocupado por un árbol, por ejemplo. Lo malo de nuestra civilización es cuando aparece, no el concepto de propiedad, sino el de que sea hereditaria.
 

Los antropólogos buscan rastros concretos en los yacimientos prehistóricos por ver si aquellos seres ya eran humanos o no lo eran. Uno de ellos es la existencia de enterramientos rituales. Cuando "los de entonces" trataban a los cadáveres con respeto y los protegían, era porque ya creían que había alguna trascendencia en nosotros. Otra característica que hoy buscan los antropólogos son las piedras pulimentadas, pues las simplemente labradas también pueden ser fabricadas en la actualidad por seres no humanos. Pero las elaboradas, las pulimentadas, requieren un proceso mental que va de ver la piedra tal como está, imaginarla cómo puede ser una vez elaborada, y hacerlo. Ese proceso, en el que entra a formar parte la imaginación y la puesta a punto de una idea, se interpreta que ya es humano.

Indudablemente, en la elaboración de todas esas joyas de la colección del Museo Provincial de Lugo, hay muchos rasgos que nos hablan de seres humanos que los construyeron, que las fabricaron. A mí, me gustaría saber si ya en ellos había aparecido el concepto de “hereditario” referido a la propiedad.


Mientras, la colección permite recrearse con una y mil ensoñaciones acerca de los habitantes de entonces, los gallegos de entonces, que ya eran aficionados a joyas y adornos geométricos. Una afición que se mantiene. 

N.B. Las fotos de torques que utilizo proceden del fondo fotográfico del Museo Provincial de Lugo. Muchas gracias.

sábado, 11 de julio de 2015

Más relojes en el Museo

12 x 8,6 cm
Paseando por el claustro del Museo Provincial de Lugo, nunca me canso de contemplar su hermosa colección de relojes de sol, muchos de ellos curiosos. Todos dispuestos para evocar mil historias a su alrededor.

Hay uno, chiquito, de pizarra, en cuya foto incluyo sus dimensiones para que se vean lo minúsculas que son. ¿Reloj de juguete? Tal vez, desde luego, un capricho para estar cerca de él, pues en lo alto de una pared sería casi invisible. Reloj bonito, casi entrañable, que me obliga siempre a imaginar por quién o quiénes fue utilizado.

Me gusta mucho un elegante reloj de mármol, también pequeño, del siglo XVIII. Para hacerlo, fue preciso traer la piedra de fuera ya con un destino marcado. La talla es bonita. Ya digo, lo encuentro elegante en su comedimiento.

RELOJ DE MÁRMOL QUE COMENTO
28,5  x  23,2 cm
Puestos a elegancia, hay uno de fantasía, con figuras hermosas, hecho en granito, que me gusta mucho por su armonía de composición y proporción en sus formas. Lo encuentro altamente logrado. Señorial, aunque tal vez incomprendido en algunos ámbitos descriptivos.

Vuelvo a lo que dije en otra entrada, ¿para quiénes marcarían las horas? ¿a quiénes señalarían los tiempos? Los tiempos suyos, los del sol al irse moviendo por el cielo, pues los tiempos de cada cual, van a su tiempo. De eso sabemos todos, qué fugaces son los tiempos felices y qué lentos los de tristeza. Qué lentos los de esperar un hecho concreto, feliz o aciago, y qué rápido después que ese mismo hecho ha ocurrido y va quedando atrás. Los tiempos y sus velocidades de paso.

¿Que qué miden, pues, los relojes? Los tiempos de referencia, los objetivos, los carentes de significado en nuestras vidas pero que la van pautando de modo anodino. En cuanto esos mismos tiempos entran en nosotros, su transcurso pasa a medir algo nuestro y, por tanto, lleno de significado para cada uno. (Siempre el mes de agosto, significando vacación, con 31 días, me pareció corto, mientras que encontré largo a febrero, obscuro con frío, lluvioso, y con 28 días).
GRANITO
76,5  X  44,5  X  31,5 cm.

Los tiempos de cada uno. Los míos, los tuyos y los suyos. Intentando a veces sincronizarlos para vivirlos, disfrutarlos y sacarles un significado conjunto. Pero, siempre a su lado, ese pequeño reducto de intimidad, de cada uno, a donde solo podemos entrar sin compartirlo con nadie, pues es donde vivimos de modo más sincero con nosotros mismos. En esos lugares tampoco el reloj significa mucho, pues una noche en vela es como un instante y un instante puede parecer una eternidad.

Recuerdo al monje aquel de la leyenda (nunca era una monja) que, saliendo a dar un paseo por los alrededores monacales quedó prendado del canto de un pájaro. Dicen que se sentó un rato para recrearse en tan sencillo placer, de modo que al regresar al convento lo encontró destartalado. No conoció a ninguno de sus moradores y, después de mucho charlar, se llegó a la conclusión de que era un monje de quien se tenía noticia de haberse perdido un siglo antes. ¡Había estado cien años escuchando los trinos!

ASÍ ENCONTRÓ EL MONJE MELÓMANO
SU MONASTERIO
Los pájaros de entonces cantaban más de cien años seguidos sin cansarse, justo cuando el reloj era un objeto de lujo y nadie sabía de calendarios. En Galicia, hoy son varios los monasterios que se pelean por ser la sede de la leyenda y como sé que es una farsa, quiero creer que los monasterios no se pelean por ser sede de farsa alguna.

Porque si lo queremos ver de otro modo, tal vez de forma arriesgada y atrevida, podemos decir que este monje se sintió tan embelesado, que se salió de esa común e inexorable coordenada, que es el tiempo, para irse a otra dimensión. Cuando regresó a la nuestra, pensando haber vivido un instante, se encontró que el tiempo había seguido su camino, no le había esperado. Ya Einstein habló del paso diferencial del tiempo y sus dimensiones variables. Hay muchos dispuestos a meter a Einstein en todo, como a Darwin.

En otro plan, es una experiencia muy común en todos nosotros. Después de vivir momentos muy intensos, de esos que nos parece que la vida se haya detenido (y así es para cada uno), nos parece raro que para los demás la vida siga como tal cosa. Una versión más de esa soledad propia de los seres humanos, de los que formamos parte.

Relojes, relojes en el Museo Provincial de Lugo…


lunes, 6 de julio de 2015

Caminos Patrimonio

Ayer, casi sin recordar que se había pedido, me encuentro con la agradable sorpresa de que dos Caminos a Compostela, el Norte y el Primitivo, han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Los Caminos  y sus contenidos, claro. Con ellos han adquirido la categoría de Patrimonio todos cuantos monumentos jalonan estas sendas centenarias, sean grandes, asombrosos, espectaculares, o sean humildes enclaves que encontramos en el recodo de cualquier vereda. Todos esos lugares han presenciado el centenario pasar de peregrinos, con ellos llegaron, y marcharon, influencias de todo tipo y por allí circuló esa savia cultural que configuró lo que hoy conocemos como Europa. 

Camino de religiosidad, sí. pero también camino de vertebración de leyes, de idiomas, de maneras de ser. Muchos dicen que por ellos entraron en nuestra tierra abundantes ideas procedentes de lo que hoy conocemos como Europa. Cierto, pero también por ese camino se fueron a otras tierras ideas nuestras que sirvieron para enriquecer a los de más allá. Ideas de todo tipo que vinieron y fueron por unas sendas, los Caminos, y de la mano de unos caminantes que, en general, conocemos como Peregrinos. 
PORTAL DE SOUTOMERILLE
DESGASTADO POR LA CADENA
Compostela como meta de diversas motivaciones, pero siempre meta. Un amigo mío, decía que si entre sabios medievalistas, se pidiese una lista de las diez ciudades que, según el criterio de cada uno de ellos, habían ayudado a configurar la actual idea de Europa (o su concepto), en todas las listas aparecería Compostela. Otras ciudades estarían o no estarían, según cada cual. Compostela, siempre. 
A partir de hoy, son más los Caminos reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por méritos propios. Tal vez un poco dejados por efecto de la popularidad del Camino Francés, pero, gracias a eso mismo, conservando toda su autenticidad, que será preciso conservar como uno de sus más genuinos valores. 
ABSIDE DE SOUTOMERILLE
RURAL Y PRERROMÁNICO
Son trayectos hermosos que cruzan parajes igualmente bellos. Bosques de caducifolios con bonitos otoños, ríos pequeños con sus riquezas piscicolas, paisajes inigualables y lugares impensables. Todos eso, y más, es lo que encuentran los peregrinos que se acercan por el Camino Norte o por el Primitivo. El Norte bordea la costa cantábrica y el Primitivo parte de Oviedo y, se dice, es el que transitó el rey Alfonso II el Casto cuando fue a Compostela a reconocer los restos del Apostol Santiago, recién encontrados. Hablamos del año 813. Por eso se dice que este rey fue el primer peregrino. 
Alfonso II patrocinó la construcción de la primera iglesia para venerar las reliquias jacobeas, pero también mandó edificar la catedral de Oviedo, llamada a ser la capital de su naciente reino. Esta catedral, dedicada al Salvador,  se enriqueció con múltiples reliquias promocionando su visita entre los peregrinos compostelanos con un dicho que ha llegado hasta hoy: "Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al Criado y deja al Señor". Las reliquias eran un tema muy serio en aquella época, siendo incluso objeto de un mercadeo inconfesable.
EL SOL, LA LUNA Y LAS ESTELLAS
Ahora, esos caminos son Patrimonio de la Humanidad. Me alegra mucho. Sus jalones también tendrán esa consideración: las catedrales de Mondoñedo y Lugo, el Monasterio de Sobrado de los Monjes, y pequeñas ermitas, como Soutomerille, llenas de arte e historia, situadas en enclaves que podrían parecer mágicos. Soutomerille tiene el tímpano frontal desgastado por la cadena de la campana y una celosía prerrománica en su ábside. 
Hay una capilla que no se ubicar, entre Friol y San Romao, que
CAMINO DE FRIOL
tiene un minúsculo tímpano en el que están representados "el sol, la luna y las estrellas". Como en muchas otras ocasiones, siempre me he parado a pensar qué significado tendría esto para el cantero que la esculpió, pero allí lo plasmó para quienes viniesen detrás.
Somos nosotros quienes hemos venido detrás. Sabemos, quiero creer que sabemos, cómo conservarlo y poner en valor este Patrimonio que nos ha caído del cielo. 


viernes, 3 de julio de 2015

Epitafios en el Museo

En el Museo Provincial de Lugo hay una amplia representación de monumentos funerarios, que recuerdan a personas que vivieron en Lugo o en sus alrededores (Vilarín, Crecente, Atán, Aday, Guntin, etc.). Estelas, lápidas, aras a dioses diversos, nos hablan de personas que vivieron por aquí hace unos dieciocho siglos y que, si bien no alcanzaron la inmortalidad, al menos han conseguido ser recordados hasta hoy. Sus recordatorios están expuestos en el claustro del Museo.

A LOS PRÍNCIPES VECIUS Y VECCO
Son abundantes y en muchos casos hallados en calles lucenses o bien en la muralla, pero eso será tema de otra entrada en este blog. En este caso, ahora, quiero reflexionar sobre el contenido de los epitafios, de lo que nos dicen o lo que nos permiten suponer.

Hay una placa en honor de dos príncipes indígenas, Vecius y Vecco, datada en el siglo I de nuestra Era. Esta placa, como otros muchos detalles, nos habla de un pacífico proceso de romanización en el que eran libres las honras públicas a los aristócratas del antiguo sistema, el que iba desapareciendo para dejar paso al nuevo, llamémosle romano. Encuentro interesante este período de tiempo en el que las viejas formas van dejando paso a las nuevas, más poderosas por venir de la mano de nuevos gobernantes, más poderosos también. Lo viejo no se destruye, simplemente se reemplaza.

Me emociona el ara en memoria de Philtates del siglo III d.C. Me conmueve quiénes erigen este recuerdo: “sus compañeros esclavos” ¿Cómo sería Philtates para desencadenar esta acción en sus compañeros? ¿Cómo serían sus compañeros que no se preocuparon en ocultar su identidad social? Allí está el ara, dedicada a los dioses Manes, los dioses de lo profundo. Seguro que les costó su dinero, pero quisieron dejar
A PHILTATES
constancia de que Philtates no había sido indiferente en sus vidas.


Y Luego, claro, encontramos los recuerdos familiares. Las esposas, los hijos, los desconsolados padres que erigen aras en recuerdo a sus hijos. El dolor en esas inscripciones es grande.

Porque ahí es a donde quiero llegar, al dolor que transmiten los textos. El desconsuelo ante la pérdida de los hijos, de los padres, del hermano, del amigo. Y como si el difunto pudiese leer las inscripciones, se le habla a él: “tus padres…” “tus amigos…” “tus hermanos…” Parece existir la idea de que el muerto no murió y, por eso, se le dirige el comentario.

Hoy, julio de 2015, en determinados ámbitos de las pompas fúnebres se sigue con estas maneras. Me refiero a las cintas que acompañan a las flores que se envían a los difuntos. También en ellas los textos van dirigidos a quienes marchan: tus vecinos, tus hijos, tus amigos… Casi veinte siglos con las mismas redacciones y los mismos destinatarios. Me emociona constatar en estos epitafios cómo no hemos cambiado en esta manera nuestra de expresarnos en tales momentos.

Hace tiempo veo en el periódico local, El Progreso, que las esquelas mortuorias
A LULIUS RUFINUS LEONTIUS POR SUS PADRES
tienen dos tipos de redacción, según quiénes las hayan encargado. Si la esquela es familiar, se supone que el destinatario del escrito es el público lector, y para él se escriben los textos: Su esposa…, sus hijos…  Ese “su” nos hace pensar que nos hablan a nosotros, los lectores, y nos comunican lo pertinente.

Pero si la esquela la han encargado personas con quienes el difunto no tiene mayor vínculo que la amistad (que no es poco), el texto parece dirigido a él. Así, leemos en estas esquelas: “los amigos de tu hijo”, “tus compañeros de equipo…”, “tus contertulios del bar…” De nuevo, otra vez, como en los epitafios romanos, los textos parecen redactados para ser leídos por quien marcha, que conservaría la capacidad de leer.

Me gusta ver que este espíritu se ha mantenido a los largo de todos estos siglos. También el dolor expresado en algunas lápidas parece un dolor de hoy, un dolor atemporal y, por tanto, válido en cualquier tiempo. La soledad, la angustia, la pérdida se reflejan en aquellos textos con una actualidad tremenda.

Tal vez a esos niveles de sentimientos, auténticos y profundos, los años no pasan porque hablamos de características consustanciales nuestras. Allí, en el claustro del Museo Provincial de Lugo, podemos comtemplar esos exponentes de un dolor de entonces, pero que es de siempre.





jueves, 25 de junio de 2015

Una estela en el Museo

Según el diccionario, una estela es un monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida, pedestal o cipo. Allí queda hincada, hasta que por algún motivo cae, pudiendo perderse su recuerdo. Más tarde, es posible que se descubra y, con suerte, recibirá honores por parte de sabios que la estudiarán, interpretarán y llevarán a algún museo para ser admirada. En pocas palabras, tan pocas que podrían ser consideradas ofensivas, ésta viene a ser la historia de una estela que voy a comentar y que se puede ver y disfrutar en el Museo Provincial de Lugo.

LA ESTELA
Voy a comentar lo que me inspira, lo que me hace pensar, la estela de Crecente, de la zona periurbana de Lugo. Puesto que está muy bien estudiada, descrita y comentada por un reconocido especialista, (veáse cita abajo), me limito a decir aquí lo que yo siento al verla.

Se trata de una estela gigantesca, de 2,81 x 0,71 x 0,20 (magnitudes expresadas en metros). Una de las más grandes del norte peninsular. La primera cuestión que me impresiona es el material con que está realizada, nuestro granito. Se me puede decir que es la piedra de que se disponía, pero no. En otros casos se utilizó el mármol o la calcita para esculpir, piedras más fáciles de trabajar aunque, eso sí, también menos duraderas. Aquí, tenemos a nuestros canteros afanados en presentarnos la finura y la fidelidad de su trabajo en la piedra más dura, pero no la más ingrata. Los pliegues de las togas caen como caerían los naturales, los cabellos nos permiten ver cómo eran los peinados y son hermosas las joyas de los personajes representados. Todos los detalles que se quisieron exponer, se expusieron sin más límite que el deseo de quien encargó la obra.

Esta estela de Crecente, de aquí al lado, es muy completa.Tiene esculpido un epitafio, que viene a decirnos que “Apana, hija de Ambolo, que vivía en tierras de los Célticos, al norte del Tambre, murió a los 25 años y está enterrada aquí. Su hermano, Apano, fue el promotor de esto”. La traducción es muy superficial, mía, y lo primero que me impresiona es la temprana edad a la que murió Apana. Hoy, junio de 2015, casi sería considerada una adolescente, pero las expectativas de vida se han ido alargando considerablemente a lo largo de nuestra historia. Tal vez en aquel momento, Apana ya tuviese descendencia. Otra cosa que me llama la atención es el nombre de su hermano, Apano. Eso se puede explicar si cuando nació el chico, su hermana ya había fallecido.

Encuentro un contraste manifiesto en esta estela, y es el grupo familiar formado por el
LA INSCRIPCION
padre, de pie, tras dos mujeres sentadas, tal vez una de ellas Apana, y el niño que, por pequeño, aparece sentado sobre las rodillas de una de las mujeres. Es una composición clásica, muy del gusto romano, con el paterfamilias cobijando o amparando a los demás.

Sí, todo muy romano, la composición, las ropas, los peinados, pero no los nombres, ese es el contraste que encuentro. ¿Qué ocurre aquí? Los nombres son célticos, anteriores a la romanización. Es muy posible que la estela se realizase en una época en la que dicho proceso estaba en marcha, pero no consolidado. Entre los bien situados, y los personajes representados en la estela debieron pertenecer a ese grupo, ya se habían adoptado los modos de los invasores, tal vez formaban parte de una nobleza local emergente. Faltaban siglos para que alguien dijese que, en una época concreta, las ideas dominantes son las de la clase dominante. Ahí tenemos a esta familia con sus apariencias romanas, incluso con la de erigir una estela, socialmente venidos a más. No obstante, en su profundo sentimiento se mantienen apegados a sus orígenes celtas, de sus tierras más allá del Tambre, y así los nombres siguen testimoniando esa pertenencia, siquiera superada, pero no desdeñada. Siglos más tarde, tenemos que los nombres siguen siendo detalles muy identificativos de nosotros mismos.
EL GRUPO FAMILIAR

Por otra parte, y prescindiendo del material sobre el que se plasmó el grupo familiar, debo decir que la composición del grupo, digamos el cuadro, la encuentro muy permanente en los modos de representar familias hasta los mediados del siglo XX, hasta cuando el retratarse no se había popularizado y las fotos eran “de estudio” con motivo de algún evento familiar. Es curioso, pero esta representación familiar de la estela de Crecente, me resulta muy actual en ese aspecto.

Me gusta imaginar cómo debió ser Lucus Augusti en aquel tiempo, y ante esta obra y otras presentes en el Museo Provincial de Lugo, debo desterrar de mi idea muchas imágenes preconcebidas. En la época de la estela, aún no existía la muralla y, por los datos y hallazgos que se van realizando, nos encontramos con una zona periurbana rica en rastros culturales. ¿Qué había aquí? ¿Porqué la familia de Ambolo, el padre de Apana se vino desde el norte del Tambre hasta esta urbe? ¿Qué buscaba aquí como para realizar tan larga emigración?

Ojalá la arqueología nos siga aportando datos que nos permitan conocernos mejor. Mientras, la contemplación de la estela de Crecente es, para mí, una fuente inagotable de reflexiones, que siempre me ha dado nuevos motivos para volver frente a ella.


Antonio Rodríguez Colmenero

jueves, 18 de junio de 2015

La luz, la luz

He ido a visitar la iglesia de Meira, antigua abadía cisterciense venida a menos, después de Mendizábal. Su porte es completamente rural y desde fuera, no hace suponer la altura que nos encontraremos nada más penetrar en su interior. Sus puertas lucen unos herrajes que ya he comentado aquí mismo.

IGLESIA DE MEIRA. FACHADA
El interior apenas luce ornamentación. Sus paredes, unos cuantos retablos carcomidos y la recia arquitectura cisterciense, nos reciben casi como a unos intrusos que nos adentramos en aquellos muros, que definen un interior desacostumbrado. Ni una sola luz eléctrica, solo está iluminada por la luz exterior, natural, que penetra por ventanales laterales y el gran rosetón de la fachada. Hay mucha luz en el interior, aunque los tópicos tachen de obscuras a las construcciones románicas.
Cuando se construye la iglesia, principio del s.XIII, el gótico ya está al venir. Los arcos apuntados nos lo atestiguan, si bien aún no hay bóvedas de aristas. Sí, sabiendo verlo, comprobamos que el gótico llama en las puertas de los estudios de los arquitectos y pronto la luz penetrará a raudales en los interiores a través de vidrieras, pero aún no es el momento.
Esta última vez, visité Meira en un día soleado. De entonces son las fotos que publico
NAVE CENTRAL
ahora. Me pregunto qué impresión tendrían los visitantes de siglos pasados, al penetrar en este templo. Cuando, por no haber, ni existía luz eléctrica. Hoy la echamos en falta, incidiendo con sus haces en aquellos lugares que los técnicos han querido que observemos. Nos hemos hecho muy esclavos de estas técnicas de hoy.
Esto me hace pensar en cómo vemos los edificios actuales. La iglesia de Meira, por volver a ella, ¿sería reconocida por sus arquitectos? Quiero creer que sí. Está tan empobrecida, que pocas mejoras se le han podido añadir, para adecuarla a estos tiempos que vivimos. A veces, pienso que muchas de esas obras encaminadas a actualizar, alejan a los monumentos de la idea fundacional que tuvieron quienes los erigieron
Cuando los constructores alzaron la iglesia abacial de Meira,  hacia 1213, la dotaron de todo cuando estaba a su alcance técnico para hacer de ella algo especial. Orientada en el eje, este-oeste, garantizaba luz al amanecer, que entraría por el ábside, y al atardecer, que entraría por el rosetón de la fachada y llenaría las naves de luz. Esa fue la intención inicial.
DE NUEVO LA NAVE CENTRAL
¿Han mejorado los monumentos con la iluminación que se emplea hoy? Creo que la luz eléctrica ha venido, es un decir, a violar la intimidad para la que fueron construidos los edificios religiosos. Sí, cierto, podemos ver y admirar al detalle toda la perfección de la obra, toda la maravilla arquitectónica encerrada allí, pero esos edificios se hicieron para otra cosa y no para que hordas de visitantes (yo entre ellos), vayamos fotografiando este o aquel capitel, desdeñando, menospreciando y tal vez mancillando, el espíritu con que se construyeron.
Muchos me dirán que el interior de Meira es lóbrego, y claro que lo es para alguien que lo visita con ojos de 2015, pero quiero creer que no lo fue para entonces. A veces me gustaría visitar algunos lugares sin disponer de más recursos para visitarlos que aquellos de los que se disponía entonces. Bajaría a la cripta del Monasterio del Escorial, o a la de la Colegiata de Osuna, sin más iluminación que la que me aportase una antorcha o una vela. Muchos me dirían que es muy tétrico, pero es lo que había y quiero revivir aquel ambiente. Tampoco hay que desdeñar la dimensión tétrica al visitar tumbas.
NAVE LATERAL. ARCOS APUNTADOS
PRESAGIAN AL GÓTICO
Al lado de toda esta escasez de luz (no digo lobreguez), debió de ser simbólico su derroche en algunos lugares, por ejemplo, en la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes, en una catedral  tan obscura como la de Lugo. Esos contrates de luces y sombras son unos de los componentes del barroco, como sabemos. Y sabrían encontrarle su significado.
AL FONDO, PUERTA DE
ACCESO CON EL ROSETÓN QUE CONTRIBUYE
A ILUMINAR EL INTERIOR DEL TEMPLO
No estoy en contra, faltaría más, de la iluminación de interiores. Evoco los de las catedrales de León o la de Chartres, por ejemplo, pero siento que a cuenta de esas “mejoras” nos hemos separado de su sentir inicial, cuando se pensó construir un espacio para, entre otros fines, acercar a Dios y encontrar su presencia en su interior. Hoy ese espíritu, que pudo haberse conseguido en otros tiempos, tal vez se ha perdido en muchos casos.
En múltiples ocasiones me he preguntado si estos adelantos y supuestas mejoras
aplicadas a los edificios religiosos,  no han alterado el ambiente de recogimiento que se quiso conseguir cuando se alzaron. Por eso, me gustaría que en algunos de ellos nos ofreciesen la posibilidad de visitarlos, en horas concretas, sin más luz que la natural, para verlos tal como fueron concebidos por sus autores y fueron vistos por nuestros antepasados. No sé cuántos visitantes harían uso de esta opción, pero hacerlo nos podría aportar dimensiones nuevas sobre los monumentos que visitásemos.


miércoles, 10 de junio de 2015

BARROCO EN EL MUSEO

En el Museo Provincial de Lugo, en su claustro, me encuentro con hermosos exponentes del barroco hecho granito. Plasmado en piedra recia y dura, fueron nuestros canteros los que supieron sacarle todo un esplendor figurativo como si fuese blanda y obediente. Aunque  lo de obediente, vemos que  sí lo tiene el granito cuando se encuentra con quien le mande como tiene que ser. Por Galicia entera encontramos sinfonía de barroco en granito, pero no me puedo salir del claustro del Museo, y no me quejo, que tengo mucho para reflexionar con él.

LA PUERTA QUE COMENTO
Yo diría que queda poco del barroco en el claustro, todo del siglo XVIII. En otras partes, el barroco es propio del siglo anterior, del XVII, pero ya sabemos que a nuestra tierra, estas corrientes llegan con cierto, o bastante, retraso. Y como Lugo era ciudad feudal, los restos que tenemos son recuerdos de dos obispos, Izquierdo y Armañá, y de algunos representantes de la nobleza local. Poco más, pero tampoco nada menos.

Hay una puerta, enmarcando un reloj de sol que he comentado, policromada, de la época del obispo Izquierdo. La puerta es pequeña, estrecha y de bajo dintel. Policromada, tiene un relieve que nos dice que se construyó en época del prior tal Es decir, una puerta monacal y, sobre ella, el escudo del mecenas, el Obispo. El escudo es el mismo que campea en el lienzo interior de la puerta de Santiago.

Me gusta el granito policromado, tiene un tono que siempre me ha resultado entrañable. Está claro que es difícil este tipo de policromía, pero ahí está, venciendo el paso del tiempo y los avatares que debió sufrir la puerta antes de terminar aquí. Y luce, como luce también todo el relieve de la talla del símbolo episcopal, el capelo, con sus cuerdas y borlas labradas como si se tratase de una piedra blanda. Me gusta este barroco con la exhuberancia de adornos, cabezas de querubines, hojas de acanto y la indicación pretendida de que, aunque exagerado, el adorno es eclesial. Eso, que no se dude.

NOBLEZA LOCAL
Dejamos atrás esta puerta, mas bien su marco, y siguiendo mi sentido del paseo, desde lejos veo un gran escudo. Maravilla barroca. De familia noble local, hidalgos, no se escatimaron símbolos en él. Fuera de los múltiples cuarteles, que aún conservan policromía, encontramos banderas abatidas a ambos lados del yelmo. Cayendo a lo largo del escudo, racimos de frutos al estilo compostelano, como si se derramasen desde sendas cornucopias evocando la idea de Casas Novoa. Los frutos caen de arriba y se esparcen entre todos como lluvia de favores que nos vienen de lo alto. Hermoso escudo, también.

En mitad de la pared, de procedencia desconocida y hecho en el siglo XIX, nos
ANGEL TROMPETERO
encontramos un ángel con trompeta. La otra cara del barroco, Memento homo… la muerte. ¿Porqué en esa época se nos recuerda de modo tan insistente? Todos sabemos que hemos de morir, pero al barroco parece gustarle recordárnoslo constantemente. Incluso, con figuras e imágenes hermosas. Miro este ángel y pienso que esas trompetas no existen en Galicia, que son propias de países orientales, ¿quién le hablaría de ellas al anónimo escultor? También le debieron contar de los ángeles tocando las trompetas en el Apocalipsis. Todo eso lo vertió en su ángel que, por suerte, no desapareció y allí está, en aquella pared del claustro recordándonos nuestra cita inexcusable. Gracias al ángel trompetero y a quien lo supo cuidar hasta que llegase hasta aquí.


Lo que más me llama la atención es el último escudo que voy a comentar, el último, también, que encontramos en nuestro paseo por el claustro. Corresponde a uno del Obispo Armañá, con medallón granítico adjunto. Ese medallón es lo que me gusta, donde encuentro lo más genuino del barroco en este claustro del Museo. Ciertamente, el medallón nos habla del “episcopi ac domni lucensis” obispo y señor de los lucenses… y nos indica que se hizo en el año MDCCXXVI, La verdad es que todo eso poco me importa ahora. Hay algo en el conjunto que siempre me ha llamado la atención.

Toda esta leyenda está esculpida en un óvalo que quiere imitar una medalla. Y esa medalla quiere imitar, o parecer, o hacernos creer, que está colgada mediante un ligero y elegante lazo en un clavo. Para que el viento, o lo que sea, no consiga que tal medallón caiga, el clavo se ha remachado dejándolo bien sujeto. Como es lógico, todo es figuración, artificio. La piedra en que está esculpido estuvo bien asentada en el muro frontal del edificio y no hubo peligro de caida. En todo caso, de derrumbe, pero eso sería otra cosa. Aquí es el artificio de hacer lo ficticio como necesario y real. El ligero medallón bien sujeto por un clavo remachado.

Y ese clavo doblado es lo que más me hace pensar en el barroco, el detalle en el que encuentro la exaltación de un estilo que quiso expresarse con lo exagerado como norma de belleza, aunque para hacerlo de modo coherente, necesitase de nuestro consentimiento cómplice.

EL CLAVO SOSTENIENDO EL FRÁGIL MEDALLÓN 
Yo me siento partícipe del sentir del escultor e invito a todos los que lo vean que hagan lo mismo. Tal vez durante un instante, puede que fugaz, veamos el barroco de un modo diferente.



miércoles, 3 de junio de 2015

ESPINARIOS

EL ESPINARIO DE MI POSTAL
Recibo una postal desde Florencia con esta imagen. En el reverso, en cuatro idiomas (ni español ni portugués entre ellos), se lee que se trata de un “muchacho que se saca una espina del pie. Figura hecha a partir de un original griego en bronce del siglo I a.C.” Como se quita una espina, le viene el nombre por el que lo conocemos, El Espinario. Se trata de una escultura de la época Helenística, cuando el arte griego se hace, es un decir, costumbrista y retrata a personan en su vida cotidiana, olvidándose de dioses y atletas. En esta época se representan ancianos figuras dolientes, o en cualquier actitud en la que cualquier griego se podía sentir representado.


OTRO ESPINARIO
Lo del niño este ya es otra cuestión. ¿Qué le ocurre? Hay quienes dicen, es la opinión mayoritaria, que representa a un adolescente, Martius de nombre, a quien se le encomendó llevar un recado al Senado. El niño corrió hasta terminar su cometido. Fue entonces cuando se quitó una espina que se le había clavado en la planta del pie durante su carrera. La actitud de Martius fue tomada como modelo a seguir y como ejemplo a presentar ante la infancia, por eso se hicieron numerosas copias de la escultura, muchas de las cuales han llegado hasta nosotros. La verdad, no es que me guste mucho esta idea, pues a nadie se le ocurre mandar a un recado a un muchacho desnudo. Antes se le mandaría cubrirse con algo.

PUERTA EXTERIOR, HOY INTERIOR
DE LA CATEDRAL DE LUGO
Por eso me gusta más, por verosímil, otra interpretación, aunque menos extendida. Según ella, Martius sería un atleta (corrían desnudos) que se clava una espina durante una carrera. La escultura lo coge en el momento en que se quita la espina.

En ambos casos, la espina viene a truncar un trabajo, que el adolescente termina más o menos bien. Si la espina ha sido puesta por los dioses en el camino de Martius, el muchacho lo tomará como una acción divina contra él, pero no sabemos qué actitud toma ante ella, puesto que le vemos concentrado en lo inmediato, en quitarse la espina y que termine el daño.

ESPINARIO DE LA CATEDRAL DE LUGO
FIJARSE EN SU ACTITUD BURLONA
Conozco dos representaciones diferentes del espinario, las dos esculpidas en nuestra tierra, pero muchos siglos más tarde, en plena época del románico. En ambos casos se trata de dos canecillos, uno de ellos en la iglesia de Ansemil (Silleda) y el otro, en la catedral de Lugo.

El espinario de la catedral de Lugo se encuentra en la puerta que da paso desde la capilla del Pilar a las naves. Antiguamente, esta puerta constituyó una fachada lateral de la catedral. Como tal, tenía su ornamentación. El de Ansemil, exterior, es el primero de la derecha del templo, según se mira de frente.




ANSEMIL. IGLESIA CON SU  ESPINARIO


En ambos casos, el tema es perfectamente reconocible debido a la postura inequívoca del hombre, con su pie izquierdo, el dañado, sobre la rodilla derecharda y con ambas manos en él. Pero a diferencia del muchacho de inspiración helenística, concentrado en su lesión e intentando eliminar la causa, estos dos espinarios se desentienden del pie y miran enojados al cielo, residencia de la divinidad. El de Ansemil tiene un gesto retador, enfadado. El de Lugo, mira hacia el cielo haciéndole la burla y echándole la lengua.

ESPINARIO DE ANSEMIL
Para mí, siempre ha sido motivo de reflexión esta diferente actitud de unos y otros frente a un mismo hecho y debido a una misma causa. Tal vez por aquí, y no sé con base a qué, nos creamos con derechos a pedir unos supuestos tratamientos de favor por parte divina. Tal vez es lo mismo que le ocurrió a un muchacho sevillano, malcriado y acostumbrado a hacer ley de su capricho, cuando, siglos más tarde, y ante hechos que no le venían muy a favor, no tuvo más idea que gritar de modo insolente:

Llamé el cielo y no me oyó
Y pues sus puertas me cierra,
De mis pasos en la tierra,
Responda el cielo, no yo.


Puede que no le hubiese venido mal a este niño sevillano de la familia Tenorio, y a nuestros espinarios, que alguien les hubiese dicho, cuanto antes mejor, que los responsables de sus actos eran ellos mismos y nadie más. Hay cosas que conviene saber pronto.