viernes, 22 de noviembre de 2019

Tiempo de castañas

En Galicia, hablar de tiempo de castañas es dar rienda suelta a multitud de recuerdos del pasado mezclados con hechos actuales, pues la tradición sigue viva. 

Estamos en la plenitud del otoño, con sus atardeceres dorados, aunque los días ya son notoriamente más cortos. Acabamos de vivir los días del San Floilán lucense, soleados pero con fresco en los lugares de sombra, por no hablar de las fiestas de San Lucas, algo después en el mismo mes, en las que ocurre tres cuartos de los mismo, pero algo más acentuado. Después vino la feria de Santos, en Monterroso, este año pasada por agua y sus aires de despedida. El verano ya es recuerdo y las últimas fiestas del año van transcurriendo con la puntualidad que marcan los calendarios. Después de la de Santos, las celebraciones de San Martiño, repartidas por toda nuestra geografía, nos llevarán al invierno profundo hasta llegar a San Antón Lacoeiro, ya bien entrado el mes de enero. Que yo recuerde… 


En todas estas fiestas hay productos gastronómicos consagrados, como el pulpo en San Froilán, pero no es mi intención hablar de particularidades  gastronómicas locales. Prefiero hablar de un producto que en esta época reina en todos los rincones de Galicia, como  es la castaña. 

Los que saben de eso, nos dicen que fueron los romanos quienes trajeron con ellos estos árboles, que pronto se aclimataron a nuestras tierras. Su fruto, la castaña, ha sido fundamental en la nutrición humana, hasta que la patata la suplantó de modo mas saludable, aunque tendría que llegar el siglo XVIII para que tal cosa ocurriese. 


Los castaños son consustanciales con el paisaje de las provincias de Lugo y Ourense, donde encuentro la flora más autóctona. Los inviernos nos muestran los árboles desnudos y, conforme avanza la primavera y el verano, podemos asistir a su lenta maduración. En marzo y abril se llenarán de hojas. En julio sus flores masculinas, más llamativas que las femeninas (el mismo árbol tiene flores masculinas y femeninas), darán la sensación de que el árbol está cubierto por telas de araña amarillentas, y ya no veremos nada más de su proceso biológico anual, hasta que nos encontremos con los frutos, los erizos, en tierra, maduros con sus castañas brillantes y como ofrecidas, mientras los árboles van adquiriendo una hermosa tonalidad dorada antes de que caigan sus hojas. 


Ante esa oferta vegetal, nos llenamos de alegría y comienzan unas fiestas populares con siglos de historia en su haber. Los “magostos”, que consisten en comer castañas asadas regadas con vino joven. Son fiestas propias, claro, de lugares con castaños, aunque ahora se quieren extender a lugares huérfanos de estos bosques- En los magostos nos encontramos amigos, vecinos y familiares. Siempre son buenas ocasiones para convivir, actividad que se va olvidando. Las tardes frescas nos obligan a acercarnos al fuego que va asando las castañas. 


En las ciudades, el tiempo de castañas también se manifiesta por la presencia de carritos que imitan una máquina de tren, no conozco la causa, en cuyo interior hay un brasero que asa castañas, que serán vendidas a los viandantes. En Santiago, en Porta Faxeira no es raro ver colas de estudiantes esperando para comprar su cartuchito. 


Comento esto, tan supuestamente alejado de la biología, porque es una fiesta basada en una cita inexorable nuestra con la Naturaleza. Todos los otoños nos ofrecerá, generosa, sus frutos. No es anárquica en sus ciclos y en sus manifestaciones y nosotros nos acomodamos a esas citas. Son múltiples las fiestas que en Europa se hacen con motivo de la aparición anual de productos naturales, en cada sitio los suyos, pero siempre puntuales. 

Si a lo largo del año tenemos los “tiempos” de productos vegetales, siempre puntuales a sus citas, tiempo de los cerezos en flor, de las manzanas, de las cerezas, de la vendimia, de las castañas, de las setas, es porque todos los individuos de cada una de esas especies viven sincronizados entre ellos y van al unísono. De ese modo es factible que en la naturaleza se realice, por ejemplo, la fecundación cruzada. Todos florecen a la vez y todos maduran y fructifican a la vez. Mientras, nosotros lo celebramos con fiestas y reuniones. 

Me resulta muy bonito comprobar cómo hemos ido adaptando eses ciclos a nuestros calendarios. Muchas veces casi sin darnos cuenta. Del modo más natural. Nuestros calendarios, también los religiosos, se han sincronizado con los ciclos de nuestros vegetales más familiares.

4 comentarios:

  1. El olor a brasas y a castañas asadas es para mi, junto con el olor casi etílico de las viñas en octubre, uno de los indicadores que invariablemente retrotrae mis recuerdos al otoño y uno más de los placeres de esta estación.
    Buen fin de semana Emilio!

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  2. Coincidimos en opinión. Para mí, los olores constituyen fuente de recuerdos. Me permiten relacionar situaciones. Buen fin de semana también para ti.

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  3. Me encanta la sincronización de los ciclos vegetales con nuestros calendarios ¡No me había dado cuenta!
    Abrazos
    Chiruca

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  4. Cierto, Chiruca. Siempre ha sido así y es fácil de explicar mediante actuaciones de la selección natural.

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