jueves, 21 de marzo de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO.(IV) CONSTRUCCIONES PROPIAS

El Camino cambia mucho al entrar en Galicia e irse adentrando en la provincia de Lugo, dejando atrás los rigores del Cebreiro. Con ojos avispados es posible encontrar similitudes en las construcciones de diferentes localidades, debido a los cambios en modos y suministros: los mobiliarios urbanos son similares así como los de hostelería y otros servicios. En cuanto a las fachadas de las casas, no nos resulta posible deducir en qué lugar nos encontramos a partir de lo que vamos encontrando en ellas. Todas lucen estructuras que les confieren habitabilidad. Pero han perdido singularidad, pues nadie se preocupó de que se conservase.
TRIACASTELA
Si nos fijamos en las viviendas tradicionales, hay dos tipos claros, el de las zonas del Cebreiro, con ventanas y puertas pequeñas, preparadas para soportar fríos largos y rigurosos, y el de zonas más templadas. En estas últimas, lejos de los rigores de la montaña, abundan los ventanales y balcones. Sus exteriores o bien son de pizarra vista o enlucida y pintada de blanco, con piezas de granito en bordes de vanos y en las esquinas del edificio.
Cuando hay balcones, me gusta fijarme en sus barandillas. En una zona en la que el hierro abundó, con herrerías como en O Incio, la forja se utilizó para fabricar utensilios domésticos, herrajes de caballos, ruedas de carros, etc. Pero no para fabricar flejes destinados a balcones. Las barandillas se fabricaron de madera.
Tampoco es tan extraño si tenemos en cuenta que las zonas de Triacastela, Samos, Val do Mao, etc., fueron zonas muy ricas en castaños y nogales, árboles suministradores de maderas recias y resistentes a intemperies crudas.

SAN EUFRASIO - VAL DO MAO
Algunas barandillas están muy desvencijadas y tal vez en trance de desaparición, pues supongo que cuando caigan las casas que las conservan, y caerán, nadie se preocupará de salvarlas. Con ellas se irá un vestigio más de nuestra historia cotidiana, de esa historia que no es la de reyes, princesas o palacios. Mas bien la historia de la gente del común, esa que ha ido dejando vestigios de cómo vivía, como vestía y, en fin, como transcurría su vida cotidiana. Muchos, ahora, parecen avergonzarse de dichos vestigios.
La barandilla más sencilla está formada por rastreles prismáticos de sección cuadrada, sin tornear, que van desde el suelo al pasamanos. Son frecuentes.
Otras veces aparecen los adornos, como en una que encontré en Val do Mao, en San Eufrasio, en la que los rastreles definen rombos por estar en dos capas inclinadas en sentido contrario una capa en relación a la otra.
TRIACASTELA
ENCAJE DE MADERA
En Triacastela hay una casa desvencijada que encuentro interesante. Tiene balcones con una barandilla de madera que parece de hierro forjado. Fijándose con atención es posible ver que se trata de madera muy trabajada, tal vez con sierra de pelo o similar, que da como resultado lo que podríamos considerar un encaje de madera. Es una barandilla que me gusta mucho. En realidad, lo que me gusta es el conjunto de la casa.
SAMOS -  PELIGRO DE EXTINCIÓN
En Samos, saliendo del pueblo a mano derecha, hay una casa muy deteriorada, deshabitada, con una hermosa barandilla, o con lo que queda de ella, para ser preciso.
Me apena pensar que nadie alza la voz reclamando protección para estos vestigios de nuestra historia cotidiana. Cuando todas las casas tengan ventanales modernos, aislados de sonidos y rigores climáticos, tal vez estas joyas sean solo reductos fotográficos que se guarden en algunos archivos.
Están pidiendo a gritos algo de protección, pero parece que nadie les presta atención.

viernes, 15 de marzo de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO (III): COMPAÑÍA DE CAMPANAS

Al recorrer hoy el Camino, viendo sus núcleos de población aún aislados en la actualidad, siempre se me ocurre la misma pregunta ¿Cómo viajaban las noticias? ¿Cuánto tiempo tardaba en llegar, por ejemplo, a Triacastela algún hecho importante acaecido en Roma? Porque en pleno siglo XII tuvo que llegar la noticia de que el Papa Calixto III había concedido la gracia del Jubileo a quienes visitasen la Basílica Compostelana… ¿Quién trajo la noticia? ¿Cuánto tardó en ser conocida?
MINIATURA DEL CODICE CALIXTINO
La pregunta es totalmente retórica, claro. Sabemos que cistercienses y cluniacienses jalonaron el Camino con monasterios donde acogían a peregrinos, a la vez que ofrecían cuidado asistencial a los necesitados de él. Entre unos y otros monasterios había un constante fluir de monjes y servidores que llevarían y traerían noticias de todo tipo. En los monasterios se disponía de información fiable, no siempre accesible al peregrino de a pie.
Pero ¿y el peregrino? Me gusta pensar en él caminando a su ritmo, sin mayores prisas, deteniéndose al abrigo reparador que le pudiese ofrecer alguna iglesia, trabajando allí en lo que supiese hacer, para ganarse el sustento y reemprendiendo su Camino cuando lo considerase oportuno. También cada peregrino traía noticias, las comentaba, las contrastaba y las llevaba. Si pensamos en el Camino como un reguero de gente que iba y venía con Compostela como destino, podemos imaginar que cada caminante llevaba sus propias noticias junto a sus propias vivencias.
SANTUARIO DEL CEBREIRO. SUS TAÑIDOS SE ESPARCIRÍAN
POR LOS VALLES CIRCUNDANTES
En las diferentes iglesias y capillas que jalonaban el Camino, siempre era posible al peregrino conocer novedades de cualquier parte, comentarlas y tener más o menos una opinión acerca de cuanto acaecía. Siempre que los portadores de las noticias fuesen de fiar, que no siempre se daba esta condición. Abundaban los fabuladores, los que exageraban lo existente o falseaban lo que fuese con tal de amedrentar y sacar provecho propio.
Las iglesias del Camino, como también las de fuera de él, tenían sus medios de informar al entorno de lo más inmediato, las campanas, que estaban colocadas en lugares concretos del edificio. Normalmente, en una iglesia había tres: una grande, de toques graves, otra pequeña de toques agudos y otra más, intermedia de tamaño y con sonido también intermedio. El toque de campanas era un idioma en clave, de tal modo que quienes las escuchaban sabían lo que se les anunciaba.
TRIACASTELA, OTRA IGLESIA, OTRO CAMPANARIO
Las iglesias con mayor entidad las tenían en torres apropiadas, llamadas campanarios. Tenían un cuerpo superior provisto de vanos en las paredes, donde estaban situadas las campanas, y una bóveda en el interior que servía de caja de resonancia de los tañidos. Si la iglesia era pequeña, las campanas solían estar en una pared que remataba la fachada. Se llamaba espadaña y era robusta con tres huecos, de forma triangular. En este caso, las campanas se disponían en dos hileras: en la superior, coincidiendo con el ángulo de remate, estaba la campana pequeña y debajo se colocan las otras dos campanas. Las humildes cuentan con una sola.
CERCA DE SAMOS. ESPADAÑA
Los toques eran múltiples a lo largo del día, desde el matutino hasta el anochecer pasando por el toque de ángelus, oración, vísperas y más. Cada tipo de toque con su nombre, los repiques eran alegres y basados en la campana aguda mientras que los dobles eran tristes, normalmente por los difuntos, basados en la campana grande.
En el Camino hubo un tipo de toque frecuente, era el que servía para orientar a los peregrinos en tiempos adversos. Nieves, lluvias intensas o nieblas justificaban estos tañidos que actuaban como faros sonoros de quienes anduviesen en el Camino. (Recuerdo algunas oraciones de mi infancia en las que se pedía por caminantes…)
Hoy día nadie se suele perder en el Camino. Muchos peregrinos llevan sus propios aparatos GPS o MP3, van provistos de móvil y constantemente suelen saber dónde están. Pero aún quedan campanarios o espadañas sobresaliendo entre grupos de tejados. Vestigios de otros tiempos
CASTROMAIOR. ESPADAÑA HUMILDE.
FIJARSE EN LA HUELLA
DE LA CADENA QUE IBA AL BADAJO 
DE LA CAMPANA,
HOY INEXISTENTE
Eso sí, casi se ha perdido la oportunidad de oír tañidos sin poder detectar su procedencia. Tañidos desperdigados por el campo, por el monte o por el valle, indicándonos que cerca hay una iglesia que puede ser final de etapa o refugio temporal.
Faltan campaneros que sepan sacarle los tañidos  apropiados a las campanas, pero hay aparatos electrónicos que, debidamente instalados, pueden hacer sonar todos cuantos tipos de dobles y redobles que tengan programados.
El Camino sigue fiel a su idea, con campanas o sin ellas, haciendo suyas las novedades, no sé si añorando tiempos pasados. No lo creo. Porque como todo lo vivo, el Camino, y los caminantes, se adaptan a los tiempos de cada tiempo.
Me imagino a los peregrinos al llegar a Santiago y escuchar el repiqueteo de sus múltiples campanas recibiéndoles. Debía de sonarles a música celestial. Aquí dejo un enlace con el sonido contemporáneo de dicho toque.

martes, 12 de marzo de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO (ii) EL CAMINANTE SOLITARIO

A lo largo del Camino, en los pueblos, aldeas o en los albergues, es frecuente ver grupos bullangueros de gente que, una vez terminado el día , se desparraman por el lugar con la alegría propia de haber terminado una etapa más. Son peregrinos que hacen su Camino en grupo. Los grupos alegres suelen estar formados por numerosos peregrinos, normalmente jóvenes de ropas multicolores. Los grupos sosegados son más pequeños y de gente algo entrada en años. Caminan de otra forma, buscando otras metas aunque vayan al mismo sitio. La amistad también peregrina formando parte de todos los grupos.
UN RATO DE SOLEDAD CUSTODIANDO MOCHILAS
Hay otros peregrinos que prefieren hacer el camino en solitario. Esos me impresionan profundamente. Me siento solidario con ellos. Siempre me ha gustado el paseo en solitario, pero a veces resulta muy duro no tener con quién compartir experiencias, dudas, emociones. Contrastar lo que sea. Charlar con alguien afín. Pero para quien va solo, toda sensación que se viva, y a lo largo del Camino se prevén múltiples, serán vividas en solitario, sin poder hacer partícipes de ellas a quienes potencialmente hubiesen compartido itinerario de haber ido en grupo. Esa soledad propiciará unas vivencias muy profundas, análisis intensos de la situaciones y tomas de decisiones muy responsables. Todo se hará sin nadie en quien apoyarse, pero quien inició el Camino en ese plan, ya sabía lo que encontraría.
Esto no quiere decir que el caminante solitario no tenga con quién comentar, que los tiene. Siempre aparecen personas con quienes compartir experiencias, siquiera de modo somero. Son compañeros de etapa que se van encontrando en múltiples lugares a lo largo de cada día y todos los días: en el albergue, en una fuente, en cualquier descanso, comiendo en la cantina y seguro que vuelta a verse en el albergue, al caer la noche. Al final, surge el saludo educado, incluso cordial, pero no es del tipo íntimo, con tintes de compartir, que se podría haber producido con amigos. Esto es otra cosa.
ANOTANDO EN EL DIARIO. PORTOMARIN
El caminante solitario quiere vivir esta experiencia, el Camino, en soledad. Quiere encontrase consigo mismo en las largas y agotadoras marchas, en los repechos, en las soledades de las cuestas aparentemente interminables, en el trago de vino reparador del anochecer o al escuchar un cántico entonado por algún grupo que acampa cerca. No quiere compartir con nadie estas sensaciones. Y no por egoismo, sino porque ha venido buscando estos momentos de soledad y así hacer un viaje a su interior, tal vez necesitado de hacerlo. Solos, a veces con un pequeño diario en el que van anotando todo cuanto se les ocurre a la vez que trazan esquemas de lo que ven, estos caminantes en soledad van tejiendo una peregrinación hacia sí mismos que, ojalá, les hará reconciliarse con su propia vida.
LA PEREGRINA MEJICANA QUISO HACERNOS ESTA FOTO 
En Liñares, ese sitio siempre me impresiona e intranquiliza, nos encontramos un verano a una mujer que venía sola desde Méjico. Allí se había decidido a peregrinar. Voló hasta París donde dejó su equipaje en una consigna, se echó al Camino, y a pie venía desde allí, para “poner orden en su vida” según nos dijo. Esta es una historia, la de ella, pero tienen que haber tantas diferentes como peregrinos solitarios.
En la iglesia de O Cebreiro, en otra ocasión encontramos un grupo procedente de Lyon que cantaba un hermoso motete acompañados por una flauta travesera. Tal vez, aquel grupo francés era parte de la esencia del Camino. Pero en Barbadelo vimos a un muchacho solitario, con los pies metidos en un riachuelo para refrescarlos.   También en aquella ocasión tuvimos la impresión de palpar esa esencia.
Mil peregrinos, mil modos de venir, todos ellos válidos. Amparados en el grupo, que también se tienen ratos de soledad en esos casos. Solitarios desde el comienzo, con conversaciones profundas con peregrinos anónimos a quienes ni se le pregutna el nombre.
Siempre compartiendo, ese es el lema, siempre entregando, siempre caminando.

miércoles, 6 de marzo de 2013

LETAL, ORIGEN Y DERIVADOS



En determinadas combinaciones, algunas estructuras genéticas pueden provocar la muerte de sus poseedores. Se llaman letales.
El término “letal” ha sido recogido del habla no genética. En general siempre que se utiliza, y vale tanto para armamentos como para ambientes, significa lo mismo: que es capaz de producir la muerte.


Paso de la laguna Estigia
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, “letal” deriva del latín, letalisque quiere decir mortífero. Relacionado con letal está letum que significa muerte y éste a su vez deriva del griego, lethe que significa olvido. En este sentido, el río Leteo era de los primeros que cruzaban, ya en el Hades, quienes acababan de morir, de tal modo que al cruzarlo olvidaban todos sus hechos vividos. Otro mito decía que para que se produjese tal olvido era preciso beber las aguas. La laguna Estigia tenía significados similares relativos al proceso de la muerte de cada uno y su marcha al otro mundo, con los consiguientes olvidos.
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En Galicia, antiguamente el río Limia se llamó Leteo y los nativos cultivaron la leyenda que indicaba que quienes lo cruzasen olvidarían todo, confundiendo, por su nombre, a este río con el del Hades. Es lógico que tal leyenda actuase a modo de barrera para quienes la creyesen, que era la mayoría de forasteros y de las tropas romanas. Mientras durase la creencia, Galicia estaría a salvo de la invasión romana.
Creo que fue hacia el año 138 A.C. cuando el general romano Décimo Junio Bruto Galaico intentó deshacer el mito entre su tropa, pues la creencia obstaculizaba sus campañas militares en la zona. Se dice que el general cruzó el Limia y desde la orilla opuesta fue llamando a sus soldados por sus nombres uno a uno. Los soldados, asombrados de que el general recordase cómo se llamaban, comprendieron la falsedad del mito, cruzaron el río sin temor y comenzó la conquista de Galicia.
Me gusta pensar que detrás de aquella tropa nos llegaría el idioma latino, el derecho romano, la ingeniería romana y el principio de una colonización que nos ha dejado, entre otras cosas, las murallas de Lugo, los múltiples puentes romanos que aún están en uso, la Torre de Hércules, los castaños y tantos otros vestigios que hoy conforman muchas señas de nuestra identidad.

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La verdad es que esta leyenda no me la creo por muchas razones. Nunca he creído en la generación espontánea y me resulta muy extraño que en las tierras aún no conquistadas existiese una leyenda similar a la mitológica griega, incluido el nombre del río. Entonces debemos pensar que el mito ya existía cundo llegó el general Décimo Junio con sus tropas.¿Quién la trajo antes de que eso sucediese? ¿Tal vez algún romano anterior a él que quería impedir la colonización? Es posible, pero en ese caso, ese romano se habría tenido que ganar la confianza de los nativos del territorio, pues no solo admitieron sus mitos, sino también le permitieron dar nombre a los ríos. Tampoco me creo esta posibilidad por  precisar demasiados hechos aleatorios juntos.
Sí creo que el general, de vuelta a Roma, y para magnificar su hazaña, la adornó con esta fábula que tuvo buena acogida entre sus oyentes. 
A fin de cuentas, la historia siempre la ha escrito el vencedor.

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En Ponte de Lima hay un bonito mural que representa este hecho, con el general desde una orilla del río llamando a unos soldados situados en la otra orilla y asombrados al ver que el jefe recuerda sus nombres en contra de lo que el amenazante mito aseguraba.
Desde hace unos años, en Xinzo de Limia se celebra en el mes de agosto la “Festa do esquecemento”, (Fiesta del olvido) en la que se recrean estos hechos y se aprovecha para festejar todo cuanto parezca oportuno, con personas vestidas de romanos, ferias a la antigua usanza, comidas al aire libre, y un amplio programa festivo.
Es una más de las múltiples celebraciones que han aparecidos por diversos lugares de nuestra geografía y que, gracias a un hecho histórico, que se recrea, se tienen unos días de diversión, se mueve dinero y se conoce gente nueva. Cosas buenas todas ellas dados los tiempos que corren.

viernes, 1 de marzo de 2013

POR EL CAMINO... (I)


Me gustan los paseos de rutas cortas, los de volver a casa por la noche, después de haber pasado un día fuera. En este plan, me gusta andar por el cercano Camino de Santiago, sus aldeas y monumentos, que creo conocer siquiera superficialmente. Siempre me han dado motivo de reflexión, por eso tengo cariño a esos entornos llenos de evocaciones.
CEMENTERIO DE PADORNELO
El Camino ha originado grandes núcleos de población, como pueden ser León, Astorga o Santo Domingo de la Calzada. Pero también ha dado lugar a pequeños enclaves, puede que hoy olvidados por muchos, como son Liñares, Padornelo, Leboreiro y tantos otros. Esos pequeños lugares me gustan y me atraen por eso, porque me obligan a reflexionar sobre ellos mismos y su historia, tan común a todos ellos.
Su estructura urbana, si es que puede llamarse así, es siempre homogénea: una porción de Camino flanqueada de cuatro o cinco casas, la iglesia y nada más. En Galicia, alrededor de la iglesia está el cementerio, en otros lugares, éste está algo alejado del núcleo de población. Pero en cuanto se entra en tierras galaicas, salta a la vista la familiaridad que desde siempre existe en esta parte del mundo con los habitantes de ultratumba. Vivos y muertos confundidos en el mismo poblado.
Me gusta visitar los cementerios rurales, son el último reducto de la actividad de los escultores populares, de los canteros que quedan. En lápidas de granito se imprimieron las últimas tendencias ornamentales plasmadas por un oficio casi en trance de desaparición. Hoy, junto a lápidas antiguas, hermosas y bien trabajadas, aparecen panteones modernos, de catálogo y corte urbano, instalados por industrias con fines muy diferentes a los de rendir un homenaje de cariño a los difuntos de cada casa. Hasta los muertos sufren los efectos de la globalización y su falta de sentimientos.
En Padornelo, en pleno Porto do Poio, vemos la estructura del lugar con alguna reminiscencia ajena. La iglesia, con espadaña para tres campanas, está justo a la entrada del lugar. El caminante, según avanza por el lugar camino de Compostela, va encontrando casas, pocas, y al final le despide un cementerio solitario de planta ovalada. Es el único exento que conozco con este tipo de planta. Cuando rodea la iglesia, se ciñe a las posibilidades del entorno, pero puestos a dotarlo de perímetro, me resulta extraño este óvalo, estoy acostumbrado al cuadrangular. Pero dejemos los cementerios.
Puerta. Liñares
Pienso en siglos pasados, el XIV, por ejemplo, con caminantes que venían a Compostela, o que iban a Roma (Todos los caminos llevan a Roma, se sigue diciendo) o que, incluso, se arriesgaban hasta Jerusalén. Aquellos aventureros por mil motivos, trazaron arterias de comunicación entre los pueblos, llevaron nuestros romances de un lado para otro, nos trajeron leyendas de más allá de los Pirineos, y comenzaron a configurar lo que hoy llamaríamos el primer espacio cultural europeo, aunque entonces nadie pensara en espacios culturales y mucho menos en que fueran europeos. Esos conceptos vendrían mucho más tarde.
Les bastaba con caminar con rumbos y metas fijas. Hoy vamos por caminos a ninguna parte, atolondrados, casi con el norte perdido, sin recordar que “el norte” es la guía indefectible de los navegantes. Muchos caminantes de hoy lo han perdido y no lo saben. Por eso no lo buscan.
Puerta. Leboreiro
Muchos de estos lugares están hoy abandonados, o casi, Se adentra uno por su calle y no ve a nadie entre sus casas. En todo caso, suena un taladro a lo lejos, muge una vaca en algún establo y un perro somnoliento nos mira sin molestarse mayormente. Hay indicios de vida, alguien que vive, pero no sabemos nada más. En lugares más poblados siempre hay una tasca que también vende bocadillos y, donde al despedirnos, el tabernero nos recuerda dónde estamos o por dónde vamos:
        -    Buen Camino…
Es el saludo de siempre en este itinerario, al que nos hemos acostumbrado como si fuese una caricia o una consigna entre quienes estamos a lo mismo. Haciendo Camino al andar.