LA VIRGEN SOBRE EL PILAR |
La leyenda nos dice que en un momento dado, el Apóstol se sintió anímicamente fatigado. Casi, casi, había decidido marcharse de este país, cuando la Virgen, que aún vivía, se le presentó sobre un pilar de piedra con intención de animarle. De lo que hablaron no nos dice nada la leyenda, pero sí que el Apóstol quedó confortado y ya no se fue. La Virgen es conocida como del Pilar y es la patrona de España.
También es la leyenda la que nos cuenta que el cuerpo del Apóstol, después de martirizado, es traído a este país por dos de sus discípulos a través del mar. Llegados a Iria Flavia (Padrón en la actualidad), amarran la barca a otro pilar y depositan el cuerpo sobre una roca, que se ablanda para acoger tiernamente al santo cadáver.
LLEGA EL APÓSTOL BAJO VIEIRAS Y ESTRELLAS |
El mismo Jesucristo, en los Evangelios, cita las piedras como símbolos de duración: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra…” “La piedra que desecharon los arquitectos ha venido a ser la piedra angular”
La roca, la piedra, simboliza lo compacto, lo duradero, lo procedente de la tierra, la Madre Tierra, a diferencia de la arena, disgregada, perecedera.
Piedras y piedras que hacen más fácil un camino que para otros mortales sería duro. Con tantos favores recibidos de la Madre Tierra, no nos debe extrañar que nuestros antepasados remotos la venerasen y adorasen. Piedras en las encrucijadas de caminos, en puntos de significado geográfico... tal vez estamos ante el significado de menhires y de cruceiros en el mundo celta.
ARBOL DE JESÉ EN EL PORTICO SE VEN LAS HUELLAS DE LOS DEDOS |
Es posible que también estemos asistiendo a la perpetuación de ritos de veneración a las piedras, sin siquiera saberlo aquellos que los mantienen, ya que dichos ritos han sido cristianizados. En la Catedral de Santiago entran peregrinos que saben lo que deben hacer para ganar las gracias del Jubileo: las oraciones pertinentes y cuándo rezarlas. Otros caminantes vienen a lo que encuentren y éstos, repito que de modo inconsciente, se suman alegremente a los ritos de veneración de la piedra dentro de la misma Catedral. Veneración que requiere el puro contacto físico.
Nada más entrar en la Catedral, el peregrino se encuentra ante el Pórtico de la Gloria. Sobre la base de monstruos, están las columnas que representan el Antiguo Testamento, de granito y sin adorno ninguno salvo las tres de pórfido que representan precursores proféticos del Mesías y el central, con el Árbol de Jesé, es decir, el árbol genealógico terrenal de Jesucristo. En la base de la
columna duerme Jacob y, ascendiendo, vemos a David, Ruth, María... Pues bien, hay tal tradición de tocar esta columna (una más), que los dedos de los cientos de miles de peregrinos han dejado su huella en forma de huecos en la piedra.
EL RITO |
Tras esta columna, a ras de suelo, está el conocido como “Santo dos croques”, Santo de las cabezada podríamos traducir. La leyenda, otra vez ella, nos dice que el maestro Mateo se retrató allí en posición de orar hacia el altar del Apóstol. Los peregrinos acostumbran a dar unos croques sobre la cabeza del santo, suponiendo que con tal hecho adquieren parte de su sabiduría… Esta escultura está sucia y precisa de
una buena limpieza. Tocar la cabeza pétrea con la propia, tiene el efecto en quien lo hace de recibir una buena dosis de sabiduría (dice la tradición).
SANTO DOS CROQUES, PROTEGIDO |
Vemos dos ritos curiosos. La mano que toca la columna y la cabeza que golpea la escultura esperando un efecto benéfico. Hoy no es posible acceder a ninguno de los dos elementos pétreos por causa de las obras de restauración que se están realizando en el Pórtico.
OTRO RITO |
Queda un tercer hito de piedra con el que los caminantes quieren, deben, establecer contacto físico: la imagen del Apóstol. Se le abraza. Los efectos de tal abrazo no se comentan, pero para la casi totalidad de quienes vienen, este abrazo es totalmente imprescindible dentro de sus ritos jubilares.
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EL TERCER RITO |
Hace algunos años, cuando la afluencia de peregrinos comenzó a calcularse por cientos de miles, el interior de la Catedral se volvió totalmente insuficiente para albergarlos en la llamada Misa del Peregrino y las naves tomaron a veces los tintes de caóticas. Se pensó en la posibilidad de celebrar misas en las plazas adyacentes, que acogerían grandes contingentes de personas, pero los estudios realizados indicaron que no servirían de mucho, pues todos querían tocar, golpear y abrazar los signos pétreos.