jueves, 29 de diciembre de 2016

Adornos callejeros

La belleza de un lugar me la marcan múltiples variables. Digo “me la marcan” porque no pongo en duda el componente personal en eso de captar la belleza, o mejor aún, de definirla antes de ser capaz de verla. 
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Lo he dicho en múltiples ocasiones: me gusta pasear por mis ciudades, por aquellas que me vieron de niño, en cuyas calles crecí y por las que sigo caminando, conviviendo y compartiendo preocupaciones. Soy fiel a determinadas rutas, esquemas y señales. Creo conocer buenos ángulos para captar fotos, las horas apropiadas para hacerlo, las mejores orientaciones para seguir una calle. Todo muy personal, como muy maniático, pues asumo, cómo no, que a otras personas todo esto les gusta de diferente modo, si es que se han parado a pensarlo. 


COEXISTEN ANTIGUA Y MODERNA

Me gustan las calles por sus proporciones, su anchura y la altura de sus edificios. Me gusta su trazado y los diferentes elementos que la jalonan que hacen que esa calle, o esa plaza, pueda ser consideraba bella. Fachadas, fuentes, adornos, suelo, sonido, dirección del sol a lo largo del día y más detalles, hacen que tales lugares me resulten más agradables que otros. Eso me ocurre en todas las ciudades que conozco y visito con cierta regularidad.


ME GUSTAN ESAS BORLAS EN EL LAZO

Porque todos, supongo, mientras charlamos o paseamos sólos o en compañía, dejamos que nuestros ojos se recreen en lo que ven, descubran novedades o ausencias y vayamos haciendo inventarios, actualizándolos, de todo cuanto adorna nuestra ciudad y hace de ella un conjunto hermoso o mejorable. Al menos yo hago eso en mis paseos sosegados por las calles de Lugo, Santiago, Córdoba, Ponte de Lima y tantos otros lugares. Hay detalles que miro, en los que no me canso de encontrar recreo. Incluso, si voy en compañía, nunca dejo observar, de pasada, estos objetos que jalonan mi buen paseo.
FILIGRANA
Voy a hablar de unos de ellos que encuentro en cualquier ciudad de Galicia, tierra en la que la lluvia ha generado diversas estructuras urbanas para canalizar el agua que cae sobre los tejados. Una de ellas son las gárgolas, de las que tenemos una magnífica colección en edificios compostelanos, recogidas en una entrada de un blog amigo, cuyo enlace coloco al final de este artículo. Pero las gárgolas son propias de palacios y edificios señoriales. En otras situaciones, el agua baja desde los tejados hasta el suelo mediante bajantes que suelen ser de zinc, fibrocemento o pvc. Es curioso, en ambos casos, tanto gárgolas como bajantes vierten sus aguas directamente en las calles y no creo haber oído protesta alguna sobre las supuestas molestias que puedan generar esos chaparrones adicionales caídos desde los aleros.

DE ARRIBA ABAJO,
PURO ADORNO

Si hablamos de bajantes, que vierten en las aceras, en las ciudades gallegas, (no sé nada de las de otras zonas), es costumbre protegerlas con piezas acanaladas de hierro fundido que se llaman "guardacaños" y suelen ser de fundición. También se conocen como “salvabajantes”. Suelen estar pintadas en negro y se utilizan normalmente en edificios propios de la zona monumental de las ciudades. En realidad, fueron de utilización obligatoria hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado. Modernamente, se substituyen por piezas de aspecto prismático, de pvc, hierro galvanizado o acero, que reciben el petulante nombre de “embellecedores” y yo pienso en aquello de "dime de qué presumes…"

COEXISTENCIA
INAPRECIADA

Los guardacaños son bonitos, útiles y confieren un cierto tono de elegancia a los laterales de los edificios. Además, proceden de diversas fábricas que ponen en ellos sus señas de identidad, tales como el nombre o algún tipo de adorno que hace las veces de logotipo empresarial. Cualquier persona adiestrada en estos tipos de aparatos, es capaz de decirnos cuál es la fundición originaria del mismo.
MAS BORLAS, OTRO
LAZO
Me gusta pasear por calles de Lugo, Compostela, Betanzos, Cospeito o por donde sea, ir charlando y como si nada, saludar con la mirada, como acariciándolos, los guardacaños que voy encontrando. Casi todos conocidos, aunque siempre hay alguno, singular, desconocido hasta entonces. También la belleza de la casa queda completada en esos detalles, nunca superfluos. Corresponden a una época en la que los mismos vecinos contribuían a su modo a embellecer las calles.

SECILLO, JUNTO A UN EMBELLECEDOR
En esta entrada pongo fotos de diferentes guarsacaños fotografiados en Lugo y en Compostela. Pensé en poner la dirección de la casa en la que puede encontrarse cada uno de ellos, pero he decidido no hacerlo. Así animo a quien me lea que, al pasear, los busque con la certeza de que encontrará esos mismos u otros tan hermosos.

EMBELLECEDOR, COMO
 SU NOMBRE INDICA

Tal vez, incluso alguien se sorprenda de no haberse fijado antes en estos objetos que, a su modo, contribuyen a embellecer nuestras calles. Es lo que ocurre, estaban ahí desde siempre y no los hemos visto. Y así tantas veces…

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As gárgolas de Compostela



viernes, 23 de diciembre de 2016

Navidad, Navidad, ¿qué me evoca este nombre?

Casi parece que es una obligación hablar de Navidad cuando llega este tiempo. La verdad es que no lo es, pero gusta hacerlo como un balance de lo que vamos viviendo, lo que llega y lo que se va. De niño me enseñaron un villancico, “La Nochebuena se viene/ la Nochebuena se va…/ Y nosotros nos iremos/ y no volveremos más”. Muchos aún no se han enterado de su contenido.

LA VIDA, CAMINO INCIERTO
Lo efímero nuestro frente a los ciclos permanentes del tiempo. En cierta ocasión, un sobrino, me dijo que alguna vez yo vería a la Esperanza de Triana por última vez. Era Viernes Santo de Madrugada, estábamos en la sevillana Plaza del Triunfo y no lo pensé al contestarle que sí, que era cierto, pero que ojalá no lo supiese cuando viviese ese instante.

Nos asusta morir. Al menos, es una idea con la que no nos familiarizamos. Sin embargo, desde niños hemos cantado eso de que la Nochebuena se viene, la Nochebuena se va. Desde siempre, la idea ha estado junto a nosotros. ¡Cuánto nos cuesta asumir nuestra propia limitación¡ Por eso vienen magnates queriendo inmortalizarse mediante ridículas técnicas engañosas como la clonación o eso de congelarse a temperaturas inciertas para descongelarse vaya usted a saber cuándo. Vanidad de vanidades. El refrán es tajante: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Y no hay más. Si lo asumimos, mejor para cada uno. Y hacerlo cuanto antes.

SAN FIZ DE SALOVIO
Mientras, la Navidad en puertas. 2016 lleno de sorpresas, sobresaltos, alegrías, adversidades, decepciones e ilusiones rotas. Hemos vivido y en eso consiste la historia de cada uno, lo que nos va pasando casi sin darnos cuenta. He querido a muchos y me he sentido muy querido. Con el tiempo, con los años, hemos formado una piña, no muy amplia pero apretada, de personas que compartimos cariño y nos sentimos cerca unos de otros, aunque haya kilómetros por medio.

Y, claro, no olvido a ese grupo recóndito de personas con quienes comparto historia, antepasados. Familiares que nos sentimos unidos de un modo especial, porque es mucho lo que tenemos en común. Se me han muerto familiares queridos, han nacido niños que llenan de alegría. No lo estamos pasando muy bien en este tiempo, aunque hay niñas que vienen en camino cargadas con promesas de alegría. Otro modo de decir que vivo.

SAN BENITIÑO DO MONTE
Y todo eso, en el marco envidiable de ciudades que son Patrimonio de la Humanidad, donde es un regalo cultural sentirse en casa. El habla dulce de Galicia en cualquier lugar compostelano, se me confundió una vez con los sones de castañuelas que salían de un portal en la Calleja de las Flores cordobesa, mientras sonaba una sevillana famosa en su tiempo “Sueña la margarita/con ser romero…” Fue aquel uno de esos momentos inesperados en los que, como un sobresalto, me sentí en  mi tierra, la tierra que me enseñó a respetar al contrario y a intentar comprender su opción. Por no hablar de lo que siento en lo más íntimo cuando adivino la muralla lucense en una mañana de niebla, veo la Giralda desde cualquier recodo ciudadano o escucho las campanadas pausadas del reloj compostelano. Mis ciudades, mis sitios.



STA. MARÍA DO CAMIÑO
Sin pensarlo, Navidad un año más. Seguimos los mismos, un año más viejos. Hemos leído libros, visto películas, escuchado música. Hemos vivido y todo eso lo hemos vivido juntos, como enriqueciendo nuestras conversaciones, nuestros puntos de vista, nuestras opiniones. Mis amigos de siempre, con quienes comparto amistad porque, por encima de todo, está el firme deseo de seguir con ese vínculo que nos enriquece a todos. Son aquellos con quienes quiero compartir risas, tristezas, preocupaciones. En una palabra, compartir vida.

Hablo de mí, pero seguro que esto que cuento, que reflexiono como en voz alta, es similar a lo que podrían decir muchos, o todos, acerca de sus propias vidas. Son las historias personales que se entretejen en ocasiones especiales. Pasearé en Navidad y pensaré que en el arte Compostelano hubo muchas representaciones del nacimiento de Cristo en tímpanos de fachadas de iglesias románicas o góticas. Algunas siguen en su sitio, como en San Fiz de Salovio. En otros casos, como en S.Benitiño o Sta. María do Camiño, están bien guardadas en su interior. Muchas Anunciaciones también, la que más me gusta la del porche de Salomé.

NAVIDAD EN EL OBRADOIRO
No voy a ser tan irreal como para desear felicidad a todos durante esta Navidad y durante todo 2017. Tengo los pies en el suelo y experiencia suficiente como para saber que las adversidades aguardan y que vendrán cuando menos lo esperemos, como a traición. También sería preciso saber qué entiendo por felicidad. Lo que sí deseo a mis amigos es que cuando la vida nos pegue duro, sepamos que eso también forma parte de la historia, la nuestra. Ojalá en esos momentos dispongamos del temple suficiente para mirar cara a cara lo que sea, y tengamos a nuestro lado los amigos que nos quieren y así sentirnos queridos y acompañados. Por suerte, en momentos similares, siempre me he sentido querido y es lo que deseo a mis amigos.

Con estas ideas por delante, deseo lo mejor a todos en esta Navidad y a lo largo del año que está en puertas.

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Transición en Salomé

domingo, 18 de diciembre de 2016

El concepto de naturaleza en nuestro pensamiento.

Los historiadores de la Biología coinciden al pensar que las primitivas civilizaciones tenían un fuerte sentido de solidaridad por parte de los humanos cara el resto de seres presentes en el planeta: con las rocas, con los animales, con los vegetales y, en general, con todo aquello que hoy conocemos bajo el calificativo de "entorno".

En aquellas épocas, la expectativa de vida era muy baja, pues la humanidad estaba en sus comienzos y, por tanto, el desarrollo de la medicina se reducía al conocimiento de unas pocas hierbas beneficiosas (como ocurre con cualquier otro mamífero). Nuestros antepasados formaban una especie cazadora sometida a todas las dinámicas biológicas propias de las especies con este tipo de vida. Es posible que, con el desarrollo de la agricultura y el nacimiento de una cierta tecnología agrícola, con su consiguiente paso a la vida sedentaria, la humanidad se fuese distanciando más y más del inicial concepto de unidad con el resto del mundo vivo.

Las religiones también influyeron en la visión que la humanidad tuvo acerca de su entorno. Pero conviene considerar dos tipos de religiones: las orientales, politeístas y las bíblicas, monoteístas. En las orientales, los dioses aparecían como seres bondadosos, aunque fuertes de carácter, hondamente comprensivos con las debilidades de los humanos y que orientaban a sus seguidores en la búsqueda de la paz interior, fin último que convenía perseguir y alcanzar. Según el pensamiento de esas religiones, nada competitivas y, por tanto, primitivas según el criterio del mundo occidental, la humanidad también representaba una comunidad de seres solidaria con el resto del mundo vivo. Este pensamiento se mantiene en las actuales religiones del este asiático y de las montañas del Tibet.

Por su parte, la cultura occidental cristalizó a partir de religiones monoteístas derivadas de diferentes interpretaciones de la Biblia. Independientemente del hecho de que el Dios bíblico se nos presenta como un ser guerrero y justiciero, el hombre aparece en los comienzos del Génesis como el ser principal de la creación, el más perfecto, hecho a imagen y semejanza de Dios y, por tanto, su preferido. Por eso, es el mismo Dios quien le impone, a modo de programa de actuación en este mundo: "Creced y multiplicaos, llenad la tierra: sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la superficie da tierra” (Gen 1:28). El mismo Génesis nos dice cómo Adán da nombre a todos los animales del campo y a todas las aves del cielo (Gen.2:20) Resulta conveniente no olvidar aquí que la potestad de dar nombre, aún hoy representa en nuestras culturas, un fuerte indicativo de propiedad.


REY DE LA CREACION


Durante mucho tiempo, y en el mundo occidental, fue este mandato divino la justificación última de cualquier modo de actuación humana. Siempre que se incidía sobre especies vivientes, siempre que se intentaba dominar o modificar la tierra, fuese como fuese el modo como se hiciese, no se estaba haciendo otra cosa más que cumplir la recomendación del Creador expuesta claramente en el Génesis. Y en este caso, no había que hacer ninguna interpretación: había sido el mismo Dios quien había mandado con toda claridad y de manera inapelable "dominad la tierra".

Fue ésta una arrogancia temeraria que llevó al hombre a autoproclamarse "Rey de la Creación". Rey en el sentido medieval, de indiscutible propiedad sobre la Tierra, basada en el derecho divino expresado en la Biblia. Sabemos perfectamente todo cuanto destrozo se hizo al amparo de esta impunidad que siempre llevó consigo el beneficio de no tener que dar cuenta de nada a nadie, sin otras miras que el beneficio inmediato y sin tener en cuenta para nada la situación en que pudiese quedar el medio natural. En este sentido, conforme la humanidad fue incrementando sus conocimientos y, a cuenta de eso, se fue independizando más y más del medio. Mucho del desarrollo alcanzado, se realizó gracias a una fuerte, e irreversible, agresión al entorno. Esto lo sabemos todos.

HERMANO LOBO

En el siglo XIII, en los albores del Renacimiento, por parte de algunas personas se dio una vuelta al pensamiento inicial de solidaridad con el resto de seres vivos, es decir, con parte del entorno. Por ejemplo, San Francisco de Asís fue un joven que, abandonando todo cuanto tenía, se adentró por los caminos de la religión queriendo iniciar una nueva manera de interpretar el mundo vivo desde una visión alternativa de la Biblia. Su razonamiento se basaba en el hecho de que, al compartir nuestro origen en Dios, éramos hermanos no habiendo, por tanto, diferencias entre unas especies y otras. Esta es la base conceptual de su poema famoso en que apela al hermano lobo, a la hermana luna o al hermano sol. Pero no es mucha la gente que sabe de los problemas que tuvo el Santo de Asís con la Inquisición, de modo que tuvo que callar. Muchos de esos problemas le vinieron de esta idea de la naturaleza, idea que, siendo nueva en la civilización europea, venía de antiguo en las orientales.

En la era de los descubrimientos europeos, allá por el siglo XVI, la idea de la propiedad de la tierra por parte del hombre volvió a tomar fuerza. Nuevamente, la arrogancia del hombre europeo le permitió cometer todo cuanto destrozo se le ocurrió cometer en nombre de una civilización que premiaba y animaba toda esa arrogancia.
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En este tiempo en que estamos ahora, algunas personas del mundo occidental y con grandes preocupaciones espirituales, se acercaron a las religiones tibetanas en búsqueda del sosiego que no encontraban en las religiones nacidas de la Biblia. Fue cuando el hombre occidental volvió a tomar contacto con las ideas de solidaridad con el medio en que vivimos, ideas que difundieron por todas partes al volver a sus países de origen. Eran personas influyentes en los ambientes culturales occidentales de los que procedían. Todo cuanto dijeron a su regreso tuvo gran eco en la gente, de modo que, entre los jóvenes cultos del mundo occidental, apareció un nuevo sentimiento de preocupación por el entorno. Fue entonces cuando, a nivel mundial, florecieron movimientos ecologistas preocupados por la situación del planeta, unas preocupaciones que antes no habían existido con tales magnitudes ni planteamientos.

Por otra parte y desde el mundo científico, en 1969 el investigador británico J. Lovelock presentó al mundo científico una desconcertante hipótesis: La tierra es un ser vivo creador de su propio hábitat. Hablaba de la evolución conjunta de la Tierra como un todo. Su teoría ha dado lugar a un conjunto coherente de teorías, muchas de ellas comprobadas, conocidas bajo el nombre genérico de Hipótesis Gaia.

Ojalá que en adelante no nos separemos de esta idea de unidad biológica de todo el Planeta, ni del concepto de que todos andamos involucrados en la misma dinámica. Nos conviene mucho  tenerlo en mente de manera constante, antes de que nos metamos por vericuetos irreversibles o de los que resulte difícil salir.







viernes, 16 de diciembre de 2016

Una idea abandonada, el vitalismo.

Cuando Newton descubrió que todos los seres estaban sujetos a la acción de una fuerza a la que llamó gravitación universal, (la gravedad), muchos estudiosos de animales y plantas indicaron que éstos, los seres vivos, también estaban sujetos a una fuerza interior, que era la que les proporcionaba la energía suficiente para poder desarrollar sus actividades y, de esta manera, poder vivir. 


CUSTODIOS DEL SABER

A esta fuerza, de naturaleza indefinida, se le llamó fuerza vital y vitalismo a la doctrina que la propugnaba. Según esta teoría, la vida era mucho más que una serie de reacciones físico-químicas y no podía ser explicada mediante leyes mecánicas. La vida estaba organizada por una fuerza superior, la fuerza vital, que no sólo organizaba, también coordinaba las actividades que se desarrollaban en cada ser vivo. Su transmisión a los hijos era objeto de muchas elucubraciones y un tema pendiente de la ciencia de entonces.

Según el vitalismo, la química de los seres vivos consistía en una serie de reacciones de compuestos especiales en los que de modo inefable radicaba la vida. Eran sintetizados exclusivamente por los mismos seres orgánicos, siendo imposible sintetizarlos en laboratorio, pues nunca se les podría insuflar su capacidad de generar actividad biológica. Puesto que eran los compuestos de los organismos vivos, su estudio constituyó la química orgánica, diferente de la que estudia los seres inertes, que recibió el nombre de química inorgánica.



ESTRUCTURA DE COMPUESTO ORGÁNICO

Conceptualmente, el vitalismo sólo permitía el desarrollo de los estudios descriptivos, pues en cuanto se hacía preciso recurrir a aspectos mecánicos, físicos o químicos para interpretar una función, aparecía la idea de la fuerza vital, que impedía y obstaculizaba todo intento investigador.

Esta doctrina tuvo sus defensores en los siglos XVII y XVIII. A principios del siglo XIX comenzó a decaer perdiendo adeptos hasta llegar al siglo XX en que, salvo alguna escuela alemana, ya nadie tenía en cuenta el vitalismo por varias razones.

Una de ellas, y no la menos importante, es que en el año 1828, y contra uno de sus principios doctrinales, se sintetizó urea en laboratorio. Hubo que despedirse de la idea, esencial en el vitalismo, de que los compuestos orgánicos sólo se sintetizan mediante el metabolismo de los seres vivos, nunca en laboratorio. Al poco tiempo de haberse sintetizado la urea, hubo muchas más substancias propias de los seres orgánicos, que también fueron sintetizadas en laboratorio.


ESTRUCTURA MOLECULAR DE LA UREA
Por otra parte, muchos de los fenómenos y procesos biológicos, anteriormente atribuidos al vitalismo, a comienzo del siglo XX eran perfectamente explicables mediante leyes físico-químicas. Se suponía que los fenómenos que permanecían sin explicar, pronto lo serían conforme progresasen los conocimientos generales, como ocurrió.

Hoy vemos al vitalismo como algo romántico, sin base científica, pero con muchas posibilidades de generar teorías populistas basándose en la falsedad de presentar hechos supuestamente probados por la ciencia, pero sin decirnos nunca ni dónde se han probado ni dónde están publicados tales resultados.

También, cómo no, estos falsos científicos se basan en la bondadosa, y siempre pusilánime, credulidad de muchos.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Sueños frustrados

"Aquí está don Juan Tenorio/ para quien quiera algo de él".Ya entonces se anunciaban personajes y sus servicios en las puertas de las viviendas que habitaban. Cuando era una sola familia la que ocupaba la casa, si era gente de prosapia, plantaban sus escudos en la parte alta de la fachada. Lucían a la par que indicaban a los viandantes que allí no vivía gente cualquiera.




VACIO, PERO CON ORLA TALLADA

Hoy paseo solo por la ciudad, sin compañía que me entretenga con sus prisas o sus preocupaciones, que me pueden resultar ajenas. Me vienen a la mente los versos de Zorrilla, el escritor que, pasado el tiempo, daría nombre a tantos institutos donde estudiamos. El mozo de los Tenorio era rico y, claro, "Escudos pintan escudos", todo se consigue con dinero, ahora y entonces. En el fondo, lo de siempre, la vanidad, la tremenda vanidad que comercia con supuestos honores.

BIEN ORLADO, PERO VACÍO

Es casi una enfermedad el afán por poseer, sea como sea, aunque se llegue a amasar una fortuna que no se podrá disfrutar por falta de tiempo. Debe ser tremendo, para el ambicioso, ver que se le venera, que se le respeta, que puede comprar lo que quiera con ese dinero amasado… Ese enfermizo afán de aparentar...

EN PALACIO, TODO ESTABA PREPARADO
PARA EL BLASÓN
Paseo, ya lo he dicho antes, por las zonas monumentales de mi ciudad, entre casas nobles, casonas y palacios. Siempre fue símbolo de poderío el poseer una casa. León Felipe se lamentaba de no poseer nada, "ni tan solo una casa solariega y blasonada". Poseer una casa debió de ser algo grande. Hubo quienes vendieron tierras aldeanas para hacerse una casa en la ciudad, en la que quedase patente entre el vecindario su poderío rural.


CÓMO LUCIRIA UN BLASÓN
ALLÁ ARRIBA
Era la época en que las casas servían también como emblema de posición y riqueza, de status que se dice ahora. Recuerdo a amigos de mi padre haciéndonos ver “su” casa, como emblema de haber llegado alto. Hoy ya no es así, hoy se hacen casas para venderlas por pisos y poco importa su posible hermosura. Lo importante es la plusvalía.


MUCHO ESCUDO ESPERABAN PONER
La máxima aspiración para una casa familiar, era que fuese blasonada, que hubiese la posibilidad de lucir un escudo en el que estuviesen contenidas glorias, títulos y logros familiares. Orlas y cuarteles lucirían los símbolos de la historia propia y, en el fondo, darían que hablar y que envidiar al vecindario. Lo de generar envidia tampoco era un bien desdeñable.


NO HUBIESE SIDO PEQUEÑO EL ESCUDO
Y LA CORONA SOÑADA
Cuando estas glorias son ganadas con honradez, vayan mis respetos. Y si las lucen quienes así pueden hacerlo y disfrutan haciéndolo, mas respetos míos añadidos. Pero, siempre hay un pero, paseando, que es lo que vengo haciendo, me encuentro con muchas casas y casonas cuyos propietarios soñaron con plantar en sus fachadas sus respectivos escudos, tal vez cuando los tuviesen o dispusiesen de los dineros que se necesitarían para pagar a los escultores. De momento, se dispusieron en las paredes los bloques de piedra necesarios para el escudo, así como otro superior y algo sobresaliente, para la corona, yelmo o lo que luciese el escudo, llegado el día de hacerlo.

EN BUEN SITIO, ESPERANDO
Pero en estos casos que hoy comento, el ansiado día no llegó. Allí quedaron los sillares como exponentes de una vana esperanza frustrada por parte de unos propietarios que soñaron apabullar al vecindario y fueron ellos los apabullados, tal vez diana de risas y burlas por parte de quienes no perdonaban esos devaneos con una gloria que más bien quedaba en sueños de nuevos ricos.

CASONA SEÑORIAL, LÁSTIMA
NO TENER ESCUDO
Hay veces en las que siento una extraña sensación, benévola, hacia esos vecinos que querían más presencia en la ciudad. En otras ocasiones sonrío al ver esos bloques precursores de escudos pues, en el fondo, sus dueños fueron bastante ingenuos haciendo públicas sus pretensiones, dejando constancia de ellas y exponiéndose a las chanzas de quien quisiera hacerlas.

UNA PRETENSIÓN MÁS MODESTA
Los versos de Zorrilla siguen teniendo actualidad, y es que la vanidad es, ya lo sabemos, madre de muchas locuras relacionadas con las apariencias.

REALMENTE, UN ESCUDO LUCE
Y DA PRESTANCIA

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Escudos no pintan escudos

jueves, 8 de diciembre de 2016

Lo que entiendo por selección natural.

En estos días, el Paseante silencioso cumple cuatro años. Nunca pensé que llegaría a durar tanto tiempo. Al empezar, quería recopilar en un blog los escritos de divulgación que tenía esparcidos por varios sitios. Hoy me tiene ocupado, me distrae y, aunque no dejo de considerarlo un blog de minorías, me siguen más personas de las que pude esperar. Este seguimiento me anima a continuar. Gracias por esa actitud hacia mi blog.

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Yo tenía cinco años y había leído un cuento que me impactó mucho. En él, una ola hablaba con un niño. Cuando, un tiempo más tarde vi por primera vez el mar, le pregunté a mi hermana que dónde estaban las olas. Me las señaló y yo busqué su boca. Desde el cuento aquel, yo había personificado a las olas. Algo parecido le ocurre a muchas personas con la selección natural. Le atribuyen sentimientos de todo tipo y así aparecen errores cuando hablamos de ella.

EN ESTOS LUGARES TAN BUCÓLICOS,
ESTÁ ACTUANDO LA SELECCIÓN NATURAL
Fue Darwin quien nos la descubrió. Hay quienes se duelen de ese nombre, pues genera confusión, ya que la selección artificial existía desde hacía siglos. Hoy se habla de razas de perros con más de 15000 años de antigüedad. Darwin comprendió que en la naturaleza también se producía este proceso selectivo. Le llamó selección natural. Buscando su analogía con la artificial, más de uno se pregunta qué pretende la selección natural y cuáles son sus fines a corto y a largo plazo.

Pues el hombre selecciona con finalidades concretas: animales o vegetales con morfologías, costumbres o características determinadas. En este plan, siempre recuerdo que hubo un ganadero de Jerez que quiso lograr toros con ojos azules, no sé para qué. En la selección artificial, siempre existe una finalidad concreta y, aunque sea a muy largo plazo, normalmente se consigue.

Para que exista selección eficaz, es decir, para que la selección vaya dando sus frutos consiguiendo acentuar los caracteres sobre los que actúa, éstos han de tener, necesariamente, dos rasgos: han de presentar variabilidad en la población sobre la que se realiza la selección y los caracteres que se seleccionan han de ser hereditarios.


Repito lo dicho anteriormente, la selección artificial tiende a conseguir una finalidad concreta, pero ¿qué pretende la selección natural? ¿qué busca? ¿cuál es su finalidad? No busca nada y no pretende nada. Podemos decir sin miedo a equivocarnos que es ciega y que su finalidad no es conseguir un mundo feliz, como creen algunos.

Dada la gran tasa de reproducción de las especies y el corto número de individuos que alcanzan el estado adulto, reproductor, hemos de admitir que entre ambos estados ha de producirse un elevado porcentaje de mortalidad. ¿Quiénes alcanzan el estado reproductor? Darwin responde claramente, los que están mejor adaptados a su medio. Los que requieren menor aporte energético para su desarrollo. Claro que el concepto de adaptado era nuevo en su tiempo y debía definir qué entendía por tal situación. En su libro El origen de las especies por selección natural, dedica varios capítulos a estos dos conceptos, nuevos e importantes en biología.


Se ha escrito mucho, y supongo que se seguirá escribiendo, acerca de la adaptación. Por suerte para la biología, es un concepto muy fecundo. Es la estructura (morfológica, bioquímica, etológica, ecológica, etc.) favorecida por la selección natural. Indudablemente, ha de ser hereditaria y ha de presentar variabilidad. No suele ser una característica cualitativa, sino más bien cuantitativa. Por eso, hay diferentes grados en que se manifiesta en una población. En un momento dado, la selección natural favorece a los que poseen esa estructura en el grado más adecuado frente a quienes carecen de ella. Así, simplemente. Y ¿en qué les favorece? En una sola cosa, en que contribuyan de modo eficaz en dar lugar a la generación siguiente. Por eso, los individuos favorecidos por la selección deben de ser necesariamente fértiles, pues lo que determina la selección es quiénes serán los progenitores de la generación inmediata. La selección actúa en cada generación incidiendo sus efectos en cómo son los componentes de la siguiente.

Queda muy lejos la idea del mundo feliz, claro, eso es ciencia ficción. Pero hay casos, muchos, en los que hablamos de tendencias evolutivas a lo largo del tiempo. ¿Se favorecieron los mismos caracteres durante muchas generaciones? En ambientes estables, sí se favorecieron y los caracteres favorecidos se fueron acentuando en el modo de presentarse en los individuos. Pero en ambientes cambiantes, los criterios de la selección también cambian conforme lo hacen las condiciones ambientales.


La selección natural no ve, no siente, no determina. Favorece unos individuos en su lucha por un hábitat siempre limitado en sus recursos. Cuando los rasgos favorecidos son hereditarios, esos rasgos pasarán a la generación sucesiva y decimos que actúa la selección. Por otra parte, si abundan los recursos, se relaja la intensidad de la selección natural.

En el fondo, los individuos adaptados son aquellos que poseen alguna estructura hereditaria que les permite, en comparación con quienes carecen de ella, explotar sus recursos ambientales con mayor eficacia. En estos casos, nunca se habla de supervivencia del más fuerte, como creen algunos de lengua fácil y entendimiento similar. 



Eso de más fuerte tal vez se diga pensando en humanos pertenecientes a sociedades en las que la competitividad puede alcanzar límites feroces y se les pretende dar base científica a su despiadada actuación, pero en la naturaleza no ocurren esas cosas y los demás seres vivos se comportan de modo más natural.


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¿Por qué evolución?


Los adaptados de Darwin


viernes, 2 de diciembre de 2016

El cielo se vuelca

Paseo por Compostela cuando la ciudad ha retomado su pulso de ciudad pequeña, provinciana, en la que casi todos nos conocemos. Los grupos ruidosos de estudiantes caminan dejando un reguero de alegría juvenil a su paso y son los únicos que rompen un silencio casi patrimonial, sólo interrumpido por las campanadas del reloj de la torre. La vida pasa por las calles casi sin darnos cuenta.

Por encima de todo, trascendiendo modas y tiempos, la ciudad. Me gusta ver sus fotos antiguas: prácticamente no ha cambiado en nada. Está como siempre, tal como la dejó una serie de arquitectos compostelanos que construyeron edificios, diseñando calles y plazas. Domingo de Andrade, Fernando de Casas Novoa, la familia de los Sarela, no solo nos dejaron sus obras, también el trazado ciudadano.

DIOSA FORTUNA
Me gusta el barroquismo urbano compostelano. Devota de constrastes, la ciudad tiene tres grandes plazas, tres soberbias plazas, que no se presienten cuando uno se va acercando a ellas. Ninguna de ellas (Obradoiro, Quintana y Platerías) dispone de una amplia avenida de acceso que la haga presentir desde lejos, conforme nos vamos acercando. No, se accede a cualquiera de ellas después de caminar por un estrecho vericueto, casi una calleja. Entonces, sí. Tras ese pasadizo casi tortuoso, aparece la gran plaza como oferta inesperada el viajero, que ya está en ella. Hoy no es raro ver estas plazas llenas hasta sus bordes. ¿Imaginarían esos arquitectos que he nombrado que sus plazas se abarrotarían de tal modo? ¿Cómo las imaginarían ellos? ¿Para cuántos ciudadanos las construyeron? Porque es en este tiempo cuando empiezan a colmarse de gente.

PARTE SUPERIOR DE LA TORRE DEL RELOJ
LA OBRA AÑADIDA POR DOMINGO DE ANDRADE
No sé, a veces me gusta imaginar a Domingo de Andrade como si hubiese sido un profeta que supo ver lo que no veían los demás. Natural de la vecina localidad costera de Cee, estudió en Santiago, Salamanca y Alcalá. Pienso en el hombre culto, habitante de un tiempo en el que la mitología se mezclaba sanamente con la doctrina oficial y era normal conocer mitos y convivir con ellos.

DETALLE DE LA TORRE DEL RELOJ
LAS FRUTAS CAEN
Quiero pensar que le gustó lo representado por la diosa fortuna, un tema que luego utilizó en sus obras compostelanas. En la mitología, la diosa fortuna representa lo bueno venido como por azar, incluso lejos del esfuerzo eficaz. Fortuna siempre aparece con su cornucopia, un cuerno lleno de frutos, como símbolo de salud, riqueza y abundancia. La mitología no nos dice para quién es el contenido del cuerno atiborrado de fruta, eso es cuestión del capricho de la diosa y ya sabemos de los caprichos de esos dioses.


EL CUERNO DE FORTUNA SE ESPARCE
SOBRE TODOS

En la catedral compostelana, Domingo de Andrade trabajó en la Torre del reloj, también conocida como “del rey de Francia”. La transformó en una de las torres más hermosas de España, luego de añadirle una parte superior que muchas veces me ha recordado un joyero. Antiguas garitas se vieron convertidas en balcones adornados de filigranas y, en lo alto de la torre, se dispuso de un lugar en el que encender fuego para orientar, como un faro, a los peregrinos que, en la noche, continuaban su andar hacia Compostela.

LA CORNUCOPIA SE HA
VOLCADO
Profusamente adornada la parte superior de la torre, por los parteluces que separan los arcos caen ristras de frutas de la comarca compostelana. También encontramos racimos de frutas cayendo en la ornamentación del exterior de la Puerta Santa. Domingo de Andrade cerró con un bello muro el ábside románico de la Catedral, confiriendo a la Plaza de la Quintana un aspecto muy sereno, incluso sobrio, que contrasta con la cascada de balaustradas que colocó en los aleros de los ábsides propios del edificio románico.

LOS FRUTOS LLEGAN
AL SUELO
Esta pared se abre a la plaza en la parte correspondiente a la Puerta Santa. Es una bella fachada en la que la Puerta está flanqueda por veinticuatro ancianos, obra del Maestro Mateo y procedentes del antiguo coro de la Catedral. Domingo de Andrade, conocedor de la valía de aquellas piezas, quiso recuperarlas. A ambos lados de la Puerta Santa, en una especie de orla que la rodea, vemos al Apóstol en figura de Peregrino, la imagen que nos gusta en esta tierra, y a sus lados dos piñas de frutas caen a lo largo de la pared.


EN LA PUERTA SANTA CAEN LAS FRUTAS

También colocó, en otros edificios que construyó, públicos o privados, y como una firma suya, racimos de frutas que caen, que se desparraman. Son frutas del campo compostelano. Allí vemos manzanas, uvas, granadas. Muchas han sido las interpretaciones que se le han dado a estas composiciones afrutadas tan personales de estos arquitectos nuestros. A mi me gusta pensar que, dejando atrás las figuras de la diosa Fortuna y sus veleidades, estos constructores de nuestra ciudad se adelantan unos instantes en el tiempo y se detienen justo cuando la diosa ya ha volcado su cornucopia y deja caer su contenido generoso, sus frutas y su fortuna, que se esparcen sobre la ciudad. 

Ahora pienso en Darío, pues este lugar, el pie de la Puerta Santa, siempre ha sido, y será, un punto insoslayable en nuestros paseos compostelanos antes de irnos a la pulpería de nombre familiar. 



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