lunes, 29 de julio de 2013

DOLOR EN TODAS PARTES

Hace días que tengo preparada una nueva entrada para mi blog. Una entrada sobre Lugo, en el Camino Primitivo de Santiago de Compostela. Pero un nefasto accidente de tren ha roto todo. Fundamentalmente, ha segado 79 vidas, a día de hoy, pero ha roto todo en esta bendita tierra. También los ánimos, de modo que ni ganas tengo de escribir, pero quiero reflexionar sobre algunas cosas, porque nada volverá a ser como antes.
He dicho “antes” porque está claro que existe un “antes” y le seguirá un “después”. Un antes que conocemos, que podemos decir cómo era, qué variables tenía y un después desconocido al que vamos, pero del que ignoramos prácticamente todo.

A fuerza de datos pasados y conocidos, nos metemos en los futuros, desconocidos por completo. Antes y después, dos partes de un tiempo, depende qué unidades de medidas hayamos tomado, siempre dos partes de un tiempo. Los geólogos lo miden por Eras y hablan de millones de años, conceptos que podemos entender, pero que se nos escapan en cuanto a percibir sus magnitudes. Los historiadores nos hablan de un antes y un después propio de la cultura grecorromana, la nuestra, siendo Cristo el punto cero de esa medida. Luego, están las historias de los pueblos en que determinados hitos parten los tiempos, como pueden ser la invasión de los bárbaros o el descubrimiento de América, por poner dos ejemplos.
Para cada uno de nosotros, los tiempos son más próximos, cotidianos: los años de instituto,  de universidad, los del trabajo, los años en Córdoba, en Barcelona o en Santiago… Así vamos dividiendo nuestras historias para hacerlas más comprensibles, más posibles de racionalizar en etapas.
Todos, absolutamente todos, estábamos en nuestros sitios marcados en la tarde del 24 de julio. Como fichas de un gran juego desconocido para nosotros pero del que, de un modo u otro, éramos protagonistas. El accidente fue como un inesperado jaque a todos y creo que cada cual respondió a su modo, muchos con suma y ejemplar gallardía. Galicia quedó triste, con una tristeza que saliendo de cada corazón se implantó en toda nuestra geografía.
El accidente de tren del 24 de julio, el accidente, nos marca a todos en un triste antes y un triste después. Nada volverá a ser como fue. Esas vidas tronchadas a la edad que fuese, pero segadas sin razón, nos tendrán conmovidos por siempre, lo mismo que la imagen de las familias rotas esperando alegremente a quienes ya no vendrían nunca pero que, en su lugar, mandarían un desgarrador recado.
Por eso no tenía ganas de entrar en el blog a escribir. Hoy, haciéndome ya a la nueva idea, esa idea de “después”, vuelvo aquí como si todo fuese a ser igual que antes, pero temiendo que no.
Todas las víctimas han señalado un punto muy serio, y duro, en nuestra historia, sin saber que serían sus protagonistas. Pero eso, los análisis de lo ocurrido queda para los profesionales, los historiadores. A nosotros nos queda vivir y adaptarnos a la nueva cotidianidad, sin olvidarnos lo vivido y sacando  nuestras  propias consecuencias.
Su memoria permanecerá con nosotros. La memoria de todo esto.



sábado, 20 de julio de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO: (XXI) VISPERAS DE LA LLEGADA

EL CAMINO EN SOLITARIO PUEDE SER DURO
Leo en la prensa de hoy que los albergues del Camino están repletos, que en los atardeceres de estos días estivales, casi hay carreras por llegar pronto a ellos y poderse acoger a su cobijo. Todo el Camino esté lleno de gente que va a Compostela buscando, buscándose, en esta época en que la pérdida de identidad es cada vez más patente. Los miembros de las pandillas de caminantes se conocen por sus nombres propios, mientras que esos mismos nombres, identificativos de cada uno de ellos, se han perdido en las grandes ciudades. En la ciudad, con suerte se es “el del quinto”, “el padre del niño”, “el chico de los auriculares” y otras indicaciones que sirven para identificar a desconocidos.

Muchos de esos caminantes anónimos, pero con necesidad de
LA COMPAÑÍA DE LOS DEMÁS
integrarse en algún círculo, se han echado al Camino buscando identidad propia, amistades, compromisos. Luchando contra el proceso mundial que parece tener como finalidad el hacer un mundo de desarraigados, los caminantes andan por la senda buscando identificaciones con lo propio, con la historia, con la tradición, con uno mismo. Por su aspecto al llegar a Compostela, perece que muchos lo consiguen. Al menos lo vislumbran, saben que existe y ahora toca un largo camino interior, personal e independiente de circunstancias, para encontrarlo y afirmarse en este mundo que llevan dentro de sí mismos.
En todas las culturas de nuestro entorno existe algún relato, mito,
ENTRE EL GENTÍO, UNA BANDA QUE TOCÓ EN
MISA Y LO HIZO MUY BIEN
fábula o lo que sea, que nos viene a indicar que por mucho que busquemos fuera, lo importante, lo que dará sentido a nuestras vidas, lo llevamos dentro de nosotros mismos. Por eso es necesaria la introspección, el buscar valientemente en nuestro interior con la seguridad de que allí se encuentran las respuestas a muchas de las preguntas que creemos consustanciales a nosotros mismos. Esta senda, el Camino, es una buena vía para encontrarlas.
Mientras, todos los lugares a lo largo del Camino han invitado a quedarse por uno u otro motivo. Han existido, se han escuchado los mismos
 HAN LEGADO CANSADOS, PERO ESTÁN AQUI
cantos de sirena que hicieron que Ulises se atase a los palos de su buque y ensordeciese a sus marinos. La tentación del desvío, o del alto, ha sido grande, pero ya casi se está en el Monde del Gozo, con la torres de Compostela como faro. Siempre se anduvo hacia delante, sin huir aunque lo pareciese, mejor tal vez con ganas de atrapar lo prometido. Nunca escapando de nada pero siempre con ganar de pararse para poder, al menos intentar, llevarse consigo paisajes, olores, acentos, o todo junto. Llevarlo consigo como prueba de haber pasado por donde lo han hecho millones de personas a lo largo de siglos y cada uno con su motivo personal, pero todos buscando o buscándose. El viaje ha sido la fidelidad a la idea inicial y ahora se vislumbra su recompensa.
NADA QUE DECIR
Aunque cualquier día es bueno para llegar a Compostela, tal vez el 24 de julio no sea el más apropiado- Mejor uno sin ningún tipo de relieve, un día más del año. No esos repletos de actos de todo tipo que no dejan vivir la propia intimidad con la alegría del Camino hecho. La satisfacción de no darle importancia, porque no la tuvo, a los múltiples inconvenientes que aparecieron. La ilusión de saberse nuevos y con la certeza de saberse dueños de programar, con nuevas coordenadas vitales, la nueva vida que casi ha tropezado con cada uno.

Buen Camino se le ha dicho, y deseado, muchas veces al caminante a lo largo de este viaje. Ojalá haya vivido eso, un buen Camino.

miércoles, 17 de julio de 2013

CON LA MELENA AL VIENTO

EL ORIGEN DE MI COMENTARIO
En mi entrada de 11 de julio pasado, decía refiriéndome a una imagen de la Virgen “la melena a la vista”, una frase que tal vez requiera una explicación por mi parte. Voy a darla ahora mismo extraída de mis propias reflexiones, cosas que pienso mientras miro el entorno, evoco recuerdos y contemplo el presente.
En nuestra cultura, la cabellera es un elemento corporal importante. Incluso, solemos referirnos a ella para señalar a una persona alejada y de quien desconocemos el nombre: “aquella rubia”, “aquel calvo”, "aquella morena de trenza”, “aquel de pelo cano”.
Por otra parte, en las mujeres, esa misma cabellera ha alcanzado un cierto significado de intimidad exaltado en las religiones derivadas de la Biblia: digamos que las mujeres recatadas la ocultaban a la vista de extraños, mientras que las de vida licenciosa la exhibían como un exponente más de sus oficios.
Aún hoy, las mujeres árabes tienen su melena suelta al estar en sus
PIETÁ
casas, pero al salir a la calle la ocultan bajo velos u otro tipo de prendas. Las mujeres de religiones cristianas hicieron algo similar hasta hace poco tiempo, si bien algunas, pertenecientes a grupos concretos siguen con estas prácticas. Determinadas monjas católicas continúan ocultando sus cabellos bajo tocas, prendas muy habituales en las mujeres medievales. Hasta después del Concilio Vaticano II, las mujeres católicas cubrían sus cabezas con velos al entrar en iglesias.
INMACULADA DE MURILLO
UNA NIÑA
Dentro de esta tradición cultural, la casi totalidad de representaciones de la Virgen nos presenta a mujeres con la cabellera cubierta. Ésta ha sido una tónica casi general, con algunas excepciones como pueden ser las Inmaculadas de Murillo y Zurbarán, la Virgen del Camino, de Lugo, y algunas pocas más. Si nos fijamos en estas dos Inmaculadas que he citado, podemos comprobar que representan a niñas casi recién salidas de la infancia, una edad en la que no era preciso velar la cabellera. La Virgen del Camino, de Lugo y otras representan maternidades con pelo suelto. Una madre no tiene nada de niña y no encuentro explicación a estas representaciones excepcionales. Es decir, el porqué la inquisición las toleró. Porque la inquisición, aquella abominable manera de interpretar muchos modos de vivir y de pensar, se metió por medio desde que el Concilio de Trento dictó normas sobre todo lo posible. También acerca del culto y el modo de vestir a los santos. La inquisición se erigió en guardiana de los dictados tridentinos sin que nadie se lo pidiera, y ya sabemos lo que ocurrió.
VIRGEN DEL CAMINO. LUGO
A veces me he preguntado cómo la inquisición transigió con estas imágenes que rompían los modelos prefijados de la virgen, sus símbolos. No dispongo de respuesta, la verdad, pero me gusta pensar que una vez que se han fijado los cánones con que se representan determinadas ideas, símbolos o personas, con lo que cuesta conseguirlo (culturalmente hablando), debe ser difícil aceptar representaciones alternativas, que puedan romper las normas pautadas. Por eso comprendo menos esas excepciones en la iconografía mariana.
Ahora quiero volver a hablar de la imagen del monasterio compostelano
MARIA MAGDALENA
de Sampaio Antealtares. Realmente esa imagen es una gran ambigüedad, pues no sabemos si representa a una mujer que está cubierta o destocada. Alguien foráneo diría que, en ese plan, es una imagen muy gallega. Algo así como aquel que, según el tópico, no se sabe si sube o baja una escalera, o el sibilino “sí, pero no, aunque en el fondo no, pero sí”… Aunque tal vez con ese modo que se nos atribuye, podría decir que sí, que se salvó de las iras de Torquemada, tal vez porque en relación a su melena, lo más fácil era que “quién sabe”. Una suerte para nosotros que se haya salvado de las iras del fraile, pues gracias a eso podemos disfrutar de una hermosa talla barroca.  
Por el contrario, María Magdalena, mujer de vida licenciosa declarada, siempre aparece con toda su melena desplegada en plan de recordarnos su vida anterior. Como modelo, debió ser un recreo para los retratistas de cualquier época al poderse entretener  representando su melena al viento.


jueves, 11 de julio de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO:(XX) LO POPULAR EN EL BARROCO COMPOSTELANO

Siempre que lo popular irrumpe en el arte, se genera un resultado que me gusta. Cuando aparecen sus trazas en escultura, pintura, música o donde sea, encuentro como un aire fresco por encima de academicismos en cierto
JUEGOS DE SOMBRAS EN RÚA NOVA
modo muertos, o carentes de vida. Porque para mí, es eso lo que traen las irrupciones de lo popular, los aires vivos.

En Santiago, no iba a ser menos, lo popular está por todas partes, siempre que lo sepamos encontrar. Basta mirar con ojos sabios para encontrarnos con sus pinceladas en múltiples estructuras.
Fundamentalmente, Santiago está construido con granito, piedra dura y difícil de trabajar. En ese plan, jugar con elementos cómplices pudo ser algo de gran rendimiento estético. El cómplice ha sido, y sigue siendo, el sol con los juegos de luces y sombras que proyecta sobre los relieves de las fachadas granítica. Y como el sol se mueve, también lo hacen las sombras, de modo que Santiago va cambiando de aspecto a lo largo del día. Lo sabemos los compostelanos con relación al Obradoiro, que casi nunca es igual a como lo vimos la vez anterior, debido a sus luces y sombras.
CASA DE LA PARRA
Pero también ocurre eso con arcos y peraltes, con bordes de ventanas, molduras de puertas o fachadas de casas sin pretensiones de monumentalidad. El sol pasa por ellas y va dejando su huella en forma de juegos de sombras perecederas.
Por otra parte, en el siglo XVIII, la época de los grandes constructores compostelanos, los productos del campo alcanzaron la categoría de elementos decorativos. Hoy vemos cómo son frecuentes los racimos de uvas, las peras, las manzanas y muchos otros tipos de futas,
CASA DAS POMAS. RUA NOVA
normales en las huertas vecinas compostelanas, elevados elementos ornamentales en la Compostela de la época. Tal vez más de un cantero de los que esculpían aquello, tomó como modelo las frutas que le habían preparado en su casa para la comida. Me gustaría saber qué pensarían las gentes de entonces al ver que las uvas del Ulla aparecían esculpidas en la fachada de la Catedral, por poner un ejemplo no extraño. Lo popular y cotidiano ensalzado como elemento artístico.
Tal vez ya entonces las uvas, y su producto inmediato, el vino, figuraban en las ideas de los santiagueses como un elemento digno de ser encomiado. En las casas, como hoy, se hacía vino con las uvas producidas por las propias viñas. Y esta familiaridad con las vides llegó al arte. Lo cierto es que las quías de las
CATEDRAL. PUERTA SANTA
parras comenzaron a trepar por el surco de las columnas salomónicas de los retablos y hoy, en Santiago, todas parecen haber sido esculpidas en un otoño ubérrimo, tal es la cantidad de racimos que tienen, mientras aportan solemnidad a retablos de múltiples iglesias de diversa categoría (conventuales, monásticas, parroquiales, rurales, catedral, etc).

BUENA COSECHA DE UVAS
MADRE CON SU HIJO
Si hablo de popular y arte, comentaré que hay una Virgen, barroca, que me gusta mucho. Al revés de otras coetáneas, propias de la Contrarreforma, que aparecen como amorfas y en pose de no saber posar, ésta que comento representa una joven rolliza, con su hijo, también rollizo y juguetón, y un aspecto de moza sana, contenta de la vida, pareciendo haber venido a Santiago procedente de cualquier aldea de la Mahía. Sonrosada, con la melena a la vista y aspecto de madre alegre y respetable.
Esta imagen se puede ver en la iglesia del convento de S. Paio Antealtares, entre parras que suben por las columnas salomónicas y, con suerte, escuchando música procedente de un órgano del siglo XVIII, tocado por alguna monja.
Una visita recomendable, mucho.


sábado, 6 de julio de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO (XIX) RECORDANDO PORTOMARIN


LA IGLESIA DOMINA TODO
Portomarín. La evocación de este nombre llena de nostalgia a aquellos que lo escuchan y especialmente si tienen cierta edad. En este año de 2013, se conmemora (no digo “se celebra”) el medio siglo desde que el pueblo original fue anegado para la construcción de un embalse que, decían, cambiaría la faz de la zona.
Y la cambió. Cuando las aguas anegaron todo cuanto estaba previsto, ya se habían llevado a un cerro próximo la iglesia-fortaleza de S. Juan, vinculada a los caballeros de San Juan de Jerusalén. Pero no era éste el único edificio que se había trasladado, también
BONITA, ALTIVA Y SUCIA
corrieron igual suerte la fachada románica de S. Pedro y unas cuantas casonas. El traslado se hizo de modo riguroso, piedra a piedra, y con esos edificios en la nueva situación, se quiso configurar un pueblo que salió con un cierto aire castellano. Una plaza central a la que confluían las calles con casas todas iguales, de planta baja, primer piso y soportales adintelados, nada gallegos. Bajo las aguas quedaron las casas en las que habían vivido generaciones de habitantes, los restos del puente de peregrinos y un sinfín de recuerdos y vivencias que no cuentan a la hora de evaluar indemnizaciones.
En aquella situación, era preciso dar vida al pueblo. Hubo veces en que parecía que lo iban a cerrar para mandarle la llave a quien había permitido tales desmanes. De nada valió que de modo artificial se organizasen festivales veraniegos o se abriese un parador de turismo en un edificio de nueva planta. Se le regaló una casona al obispo de Lugo que, palaciego él, lo aceptó para pasar allí parte del verano (Al pueblo se le llamó Portogandolfo de modo jocoso…). Nada. Sólo algo extraordinario sería capaz de salvar a Portomarín. 
Y el hecho ocurrió de modo inesperado. Reunida la Comisión
DENTRO, EVOCO A LOS MONJES GUERREROS
pertinente de la UNESCO en Cartagena de Indias, el 10 de diciembre de 1993, el Camino de Santiago fue declarado patrimonio de la Humanidad. Tal vez muchos no comprendieron entonces la trascendencia que tal declaración tendría para el total de los territorios atravesados por el Camino, pero desde aquel año, todos los lugares por los que pasa han modificado totalmente su aspecto. Uno de los pueblos beneficiados por este cambio ha sido Portomarín y donde antes casi no había dónde alojarse, hoy son numerosos los albergues para peregrinos, además de algún hotel. Aquella plaza, antes desangelada, hoy bulle de gente que va y viene todo el año llenándola de alegría y color. 
Entre los monumentos más significativos de Portomarín está la


ESCUELA DE MATEO
iglesia de S.Juan, un robusto edificio románico de una sola nave. Hasta hace poco tiempo, los sillares aún conservaban, en color rojo, los números que se les asignaron antes de su traslado a su nueva ubicación. El edificio está coronado de almenas y, si lo miramos con ojos avispados, vemos cómo las ventanas laterales son estrechas y altas, casi saeteras. Sus dos únicas amplias fuentes de luz son los rosetones (de 5 mts. de diámetro), que ya no son fácilmente accesibles desde el exterior. Además de iglesia, era una fortaleza y al construirla no se quiso disimular su función. Los guardianes de la iglesia eran guerreros y debían estar dispuestos a que en algún momento sería preciso defender el edificio. Por eso todas estas defensas, además de las cuatro torretas que tiene. Pero es una iglesia hermosa, monumental, con una fachada que muestra intensas influencias conceptuales del Maestro Mateo, hasta el punto de atribuírsele su factura a algún discípulo suyo. 
En las paredes exteriores e interiores, es fácil ver las señas de los canteros que trabajaron en su construcción. A veces, he pensado que esas piedras debieron haber sido traídas de lejos, pues es piedra caliza extraña en la zona. No sé qué pretendieron sus constructores con esta forma de edificación, tal vez impresionar, no lo sé. Hoy la fachada está muy sucia, tal vez por su exposición a vientos y lluvias, y parece que nadie clame por su limpieza.
Ya he dicho que, en su día, Portomarín fue un pueblo al lado del río Miño. Para cruzarlo habría un barquero que cobraría sus tasas. Con el tiempo, se erigió un puente que resultó más
OTROS AFANES
cómodo de pasar, aunque siguió siendo preciso pagar las correspondientes tasas por utilizarlo. Cuando se trasladaron al pueblo “de arriba” los monumentos que he mencionado antes, también se pasó un arco de este puente y la garita donde estaban las oficinas recaudatorias del pontazgo, el fielato. Bajo las aguas quedó algún otro arco, que también es posible ver cuando se retiran las aguas.
Con vistas al embalse de Belesar, hoy se han creado numerosos albergues con bonitas vistas al río y el pueblo bulle de gente que descansa en sus terrazas, paseando, realizando algunas rutas de senderismo, o haciendo uso de los paseos en catamarán que se ofertan para moverse a lo largo del embalse. En este plan, Portomarín casi representa un remanso en el Camino después de una etapa cómoda y ante la perspectiva de otra que tampoco
AQUI SE PESCABAN ANGUILAS
amenaza con mucha dureza. El paisaje es bonito y la gastronomía tentadora. En épocas anteriores a ser anegado, el pueblo era famoso por las anguilas que se podían pescar en el Miño. Aún hoy, cuando las aguas bajan por completo y es posible ver las bases de las antiguas casas, también quedan al descubierto las estructuras desde las que se pescaban anguilas.
Gusta ver los restos del pasado, se intuye un futuro asentado en
OTROS TIEMPOS
el Camino, pero el sentimiento más intenso cuando se está en Portomarín es una intensa e indefinible nostalgia. Los jóvenes ya no la sienten, y me alegro.