viernes, 14 de mayo de 2021

Nunca seremos dioses

 El Génesis nos relata que quien instigaba a Eva para comer el fruto prohibido, le prometió “Seréis como dioses” como principal argumento para desobedecer el mandato divino. Pero, ¿qué se entendía por ser como dioses? Tal vez poseer la sabiduría total, el ser inmune al dolor y, fundamental, disfrutar de inmortalidad. Está claro que, sigo con el Génesis, Adán y Eva no lograron lo prometido.

Estos deseos han sido una constante de la humanidad. Siglos más tarde, en la religión griega existía una sola falta contra los dioses llamada Hybris, consistente e quererlos emular, ser como ellos. Entre otros imitadores de dioses, recuerdo ahora a Ícaro , que quiso volar y se pegó con cera unas alas en su espalda. Al subir, el sol derritió la cera e Ícaro cayó al suelo. A los dioses no les gusta que queramos invadir su territorio y nos castigan cuando queremos hacerlo. En un cuadro, atribuido a Brueghel, se representa esta caída entre gentes dedicadas a sus tareas cotidianas porque, piensa el pintor, a nadie le importan los castigos que otros puedan recibir de los dioses. Incluso la caída de Ícaro aparece esquinada en el cuadro, entre otras figuras dedicadas a sus tareas cotidianas.


ABAJO, A LA DERECHA, ÍCARO HA CAIDO
AL MAR

No obstante, ese deseo de emular a los dioses sigue muy presente en nuestro inconsciente. Cuando un muchachote dice estar “como dios”, tal vez crea pronunciar una brutalidad muy moderna, cuando realmente está enlazando con una tradición cultural tan antigua como el hombre, al menos en el sentido bíblico.


ESTÁ "COMO DIOS"

Ser como dioses… Aquí está,  puesta al día, la hybris griega como estímulo conceptual. Querer saber cada vez más, generar vida, erradicar el dolor de nuestras vidas, ser inmortales, entre otros deseos. ¿Son realizables? Una pregunta múltiple de difícil respuesta. Mejor, vayamos por partes.


Creo que la génesis artificial de vida es algo que se persigue en múltiples laboratorios, aunque está lejos de ser alcanzada. Una meta de momento inalcanzable pero que, no obstante, está siendo muy fecunda en descubrimientos, en proyectos de investigación y en ríos de tinta en prensa más o menos sensacionalista revestida de aires serios. Antes de conseguir vida de modo artificial, tenemos la asignatura pendiente de definirla de modo adecuado.


En cuanto a la erradicación del dolor sí está bastante lograda, creo yo, si bien es una opinión puramente personal.


Otra cosa es la inmortalidad, pues constituye una quimera que, cada vez está mas claro, nunca será conseguida, si bien se incrementa la expectativa de vida de los seres humanos. En este caso hablo de “expectativa de vida” como duración de la historia personal de cada uno. A veces parece como que se nos quiera confundir. Por ejemplo, se persigue la curación de una enfermedad que causa un elevado índice de mortalidad, haciéndonos creer que, una vez erradicada tal enfermedad, ya nadie morirá. Eso ocurrió con la tuberculosis, por citar un caso. Ya (casi) nadie muere de esa enfermedad, pero ahora se muere por otras causas. Otro tanto ocurre con tramos peligrosos de carreteras: nadie morirá en tal curva cuando se arregle, pero no por eso se volverá inmortal.


No está bien visto recordar que somos mortales, pero es así. Incluso en nuestra Galicia, hace años las aldeas convivían con los cementerios, que estaban en medio de los núcleos de población, a veces incluso compartiendo espacio con los lugares de fiestas. En esos mismos lugares, hoy los cementerios se han llevado lejos, pensando tal vez que no recordando la muerte seremos más felices.


CEMENTERIO RURAL EN EL PUERTO DE POIO


 A veces cuesta admitir estas limitaciones, que ciertamente tenemos. Hasta que no las admitamos, en cierto modo seremos seres inmaduros. Y creo que en esto hemos dado un paso atrás, no queriendo recordar que una espada de Damocles se cierne sobre cada uno de nosotros. Mientras, que los biólogos sigan descubriendo cosas, que serán logros de la Humanidad. Pero de momento seguiremos sin ser como dioses, por más que el chavalote se lo crea cuando toma un cubata tumbado al sol. No falta quien nos diga que, en el fondo, seguimos haciéndonos las mismas preguntas que se hacía Sócrates hace muchos siglos. Cierto, preguntas cuyas respuestas no satisfacen a todos, pero han sido como una fecunda banda sonora de nuestro pensamiento.


 Mientras, al lado de nuestras preocupaciones, deseos, y temores, permanece el íntimo y ancestral deseo de ser como dioses. Tal vez nuestra válvula de escape conceptual.

 

 


 

 

1 comentario: