Cada edad tiene sus modos de viajar y de ese modo lo he vivido. Recuerdo mis viajes cuando tenía veinte años, todo era nada más que un correr atolondrado intentando ver todo, no dejar nada sin fotografiar.
Subir, bajar, entrar, salir, ajetreo sin fin, terminar cansado y, la verdad, no recordando bien si las estatuas ecuestres estaban en la fachada de la catedral de Chartes o en la de Estrasburgo, ni a qué catedral de estas dos le faltaba una torre. Lo mismo me ocurría con museos, paseos, calles. Y no digamos de las horas, tal plaza al anochecer o tal otra al amanecer. Lo veía todo, eso sí, y mi viaje lo consideraba un verdadero triunfo. Luego, ya en casa, me recreaba contemplando las diapositivas de los lugares en los que había estado e intentaba comentarlas a quien me quisiese prestar atención.
CONSTANTE TRANQUILIDAD |
Ahora, todo es de otro modo. Las prisas han quedado atrás, muy atrás. Mi viaje es reposado, sin prisas y si no tengo tiempo para ver algo, pues no lo veo. Me gusta sentarme en cualquier sitio, mirar el entorno, ver cómo se mueve la gente y echar el pensamiento a volar. Evocar todo cuanto me es posible sobre el lugar y su historia, recordar las anteriores veces en que estuve allí, quiénes me acompañaron y cómo era yo en aquel entonces. Eso, y mil cosas más, me acompañan en esos ratos de ensoñación que hacen que mis viajes sean irrepetibles, aunque siempre sean al mismo sitio, que tampoco lo son.
LIBROS, LA CASA DE TODOS |
Si bien no desdeño conocer lugares nuevos, faltaría más, me gusta mucho regresar a lugares conocidos. Si bien sé lo que me voy a encontrar, voy dispuesto a recibir sorpresas, pues los entornos nunca son los mismos. Me explico, los lugares casi nunca cambian. El que cambia soy yo y allí lo compruebo al contrastar lo que veo con lo que recuerdo de aquel lugar.
Encuentro cosas que en otras ocasiones me llamaron la atención y que hoy considero superficiales, mientras que hay detalles que hoy me atraen y no recordaba haber visto, lo cual me indica la importancia que les dí entonces. Soy yo quien cambia y me comparo conmigo mismo al comprobar mis recuerdos, o la falta de ellos.
UNA PELICULA QUE SIEMPRE VUELVO A VER |
Esto me ocurre al visitar lugares ya vistos, vividos en el recuerdo, pero también al releer un libro o al volver a ver una película que me causaron cierto impacto en su día. Nunca los encuentro similares a como los vi en anteriores ocasiones. Detalles, matices, situaciones que antes se me habían escapado, ahora, al volver de nuevo a sus argumentos, los veo como asombrado de por no haberlos tenido en cuenta antes.
Es lo mismo. En esta aventura de volver a lo conocido, tanto viajando, como leyendo o viendo una película, creo que existen dos factores, uno intrínseco y otro extrínseco. El extrínseco, el exterior, es aquello que vuelvo a visitar: sitio, libro o película. Ese factor no ha cambiado. Pero hay otro factor, el intrínseco, el interior, que soy yo mismo y, por el modo diferente de verlos, considero que sí, que no soy el de entonces. (“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, dice Pablo Neruda evocando el destrozo provocado por el paso del tiempo). Noto mi cambio en el modo diferente de considerar y apreciar las cosas que otras veces me habían gustado. Normalmente, me siguen gustando, pero hay ocasiones en las que ya no me llaman la atención como lo hicieron antaño.
JUGANDO AL AJEDREZ |
Este verano espero volver a mis sitios de siempre, releer algún libro que hace tiempo no leo (tengo unos cuantos en lista de espera), volver a ver (ahora se dice visionar) alguna de las películas que me han gustado y (¡cómo no!) acercarme a algún tramo del Camino a evocar cosas y soñar viendo cómo, en él, todo sigue como siempre..
Son cosas para hacer en solitario, con sosiego, y sabiendo que voy a disfrutar con ellas. Mucho. También me voy a reencontrar conmigo mismo, algo que siempre conviene hacer sin aspavientos.
Emilio Valadé del Río
Sosiego y calma, no incompatibles con algunos acelerones puntuales. Experiencia, ojos abiertos, nosotros cambiamos y hacemos cambiar las cosas que vemos. Nada existe, solo lo que nosotros interpretamos, y nuestra interpretación cambia. A viajar Emilio
ResponderEliminar¿De dónde venimos? Tal vez es el momento de volver al sitio aquel, ¿recuerdas? Gracias por tu comentario, Darío.
ResponderEliminarHas abordado dos cuestiones para mi primrdiales. La primera "volver" a los lugares en los que ya estuviste; es entonces cuando las prisas por conocer lo desconocido se disipan y uno puede dedicarse a lo que realmente le apetece,... callejear sin rumbo,... tomarse un café y charlar con un lugareño,... o en el caso de un libro,... releer ese párrafo por el que pasate la primera vez a toda velocidad quizás obsesionado con el desenlace.
ResponderEliminarLa otra cuestión es la relativa al modo en que el tiempo nos cambia,... y eso hace que nuestras percepciones varien,... y hace diferente cada viaje, aunque el destino sea el mismo.
Un abrazo Emilio!
Si, Norte, nunca hay dos viajes iguales para mí, aunque tengan el mismo destino. Siempre me sorprenden los detalles en los que, en otras ocasiones, me fijé, y me extraña no haber reparado antes en aquellos que hoy reclaman mi atención. Todo estaba allí, soy yo el que miro y siento de otro modo. Volver siempre me gusta, por encontrarme con el Emilio de entonces.
ResponderEliminarSi hablamos de libros, te diré que hay uno que leo y releo desde antes de tener 30 años. Lo abro por donde sea y leo una cuantas páginas. Siempre encuentro matices que antes fueron desapercibidos. Tengo tres libros files acompañantes y me gusta que sea así. Siempre en ellos he encntrado cosas que pasaron desapercibidas para mí en anteriores lecturas. Qué cosas, verdad?
Un cordial saludo y procura pasar un buen verano.
Pienso lo mismo que tu. Un abrazo
ResponderEliminarChiruca
Gracias, Chiruca, por ese comentario. Son muchos años conociéndonos y sé que coincidimos en muchos gustos y aficiones.
ResponderEliminarLos lugares,nunca cambian,es nuestra situación,la que nos los hace ver distintos,todos los años subo a los acantilados e augas santas,un paraiso de la naturaleza,y mientras paseo,escucho el caer del agua,o hago la ruta del camino,sea el pensamiento que sea anterior o posterior tengo clara una cosa soy muy fei.Abrazo Emilio,desde casa besos,lo sabes,no sabia qu se te quisiera tanto lo he comprobado y mucho....
ResponderEliminarGracias, José María. Yo también te quiero mucho, a tí y a tu familia, un sentimiento que comparte mi hermana. Y como bien dices, somos nosotros los que cambiamos, mientras el entorno casi permanece. Un abrazo muy cordial.
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