viernes, 26 de julio de 2019

Consanguinidad e inmigración


A partir de lo que escribo, se puede pensar que, desde un punto de vista biológico, no me gustan las poblaciones pequeñas. Eso es cierto por motivos que voy explicando, pero no quiero generalizar, pues salvo unas cuantas cosas concernientes a biología molecular, en biología no existen reglas generales que reciban el reconocimiento de leyes. Lo que es bueno para un grupo de individuos, puede ser pernicioso para otros y siempre depende de la estrategia biológica de la especie en cuestión.

Pero los bajos tamaños de población, en casos de reproducción sexual, son peligrosos para el mantenimiento de las poblaciones. Siempre se llega a situaciones consanguíneas y eso puede no ser bueno.

¿Qué es consanguinidad? Existe consanguinidad en una pareja cuando ambos miembros comparten algún progenitor. En principio, no es mala. Pero si en esa familia existen alelos causantes de malformaciones, los dos miembros de la pareja pueden haber recibido ese alelo del progenitor común, existiendo un alto riesgo de que tengan algún hijo con la tara determinada por  homocigosis en dicho alelo.
Familia consanguínea por criterios religiosos

Conviene tener en cuenta que en poblaciones pequeñas, la inmigración constituye un fenómeno biológico importante. Ocurre cuando uno o más individuos procedentes de otra población se instalan en una que llamamos receptora. ¿Por qué es importante? Porque suponemos que los individuos inmigrantes aportan alelos nuevos a la población  que los reciben, que, por tanto, genéticamente se renueva o enriquece con ellos. Es muy importante que en cada generación aparezca nueva variabilidad, surgida de mutación. Pero si la tasa de mutación es de uno por millón (de copias de gen, o de gametos) y la población es de treinta individuos, hemos de pensar que se ha formado a partir de sesenta gametos. Poca variabilidad puede haber en tan exiguo número de gametos. Si procedentes de otra población, llegan individuos adultos, seguro que traen algo de variabilidad nueva que enriquecerá la de la población receptora.

Tribu africana de pequeño tamaño
y elevada consanguinidad

Entre algunos parques naturales, se generan inmigraciones artificiales intercambiando machos entre ellos. Después de permanecer un tiempo en las poblaciones receptoras, esos machos se devuelven a sus lugares de origen, pero las poblaciones en las que estuvieron durante un tiempo, quedan genéticamente renovadas si los machos intercambiados dejan descendientes en ellas.

Esto de los machos inmigrantes es algo muy curioso dentro de la biología de poblaciones, siempre relacionado con su efecto de ser portadores de una posible nueva variabilidad genética. Por ejemplo, existen múltiples datos, tanto en aves como en mamíferos, que nos hacen pensar que esos machos inmigrantes poseen mayor éxito que los machos residentes a la hora de aparearse con hembras de las poblaciones receptoras. Los genes portados por esos machos se mezclan en pocas generaciones con los genes de las poblaciones receptoras. Se generan, por tanto, nuevas combinaciones de alelos. 

Reunión de cientos de jóvenes y
posibilidad de formación de parejas no consanguíneas

Se rompe la consanguinidad cuando, habiéndola, se forman parejas entre personas no emparentadas. Entre los humanos existen instintos que llevan a la ruptura de la consanguinidad. Se han manifestado siempre y en todas las culturas de las que tenemos datos. Por ejemplo, en tribus africanas existen mecanismos sociales que parecen inspirados con el ese fin. Los hombres que proceden de otras tribus y se integran en alguna debido a apareamiento con muchachas, ven rebajados sus deberes laborales en la tribu receptora a lo largo de todo un ciclo anual. Para esas tribus, el beneficio a largo plazo, biológico, es más importante que el que se pueda producir a corto plazo. Es lógico pensar que la tribu receptora no sabe de efectos genéticos de la inmigración, pero las costumbres la favorecen. Tendrán experiencia acumulada sobre su efecto benéfico.

Hubo poblaciones humanas con graves defectos hereditarios, debidos a consanguinidad generada en poblaciones pequeñas en lugares de difícil acceso. En esos lugares, con inviernos largos y duros, las parejas consanguíneas se formaron del modo más natural. Por ejemplo, en montañas de Galicia, León o Cantabria o en las Hurdes. Pero también ocurrió algo similar en Noruega, en pueblos situados en vertientes de difícil acceso de fiordos y en algunos lugares de Norteamérica. Todas esas taras genéticas desaparecieron mediante efecto curiosos. 


Buscando pareja lejos

Por ejemplo, en Norteamérica desaparecieron cuando se popularizó el uso de la bicicleta y los chicos iban a otros pueblos a establecer relaciones con sus chicas (estaban rompiendo la costumbre de los matrimonios consanguíneos) En Noruega se construyeron embalses y las gentes de las aldeas fueron reunidas en grupos de población más grandes. En ellos, los matrimonios se realizaron entre gente de diferente procedencia, eliminando la consanguinidad en una sola generación. En nuestro país ocurrieron casos similares. Siempre los jóvenes procedentes de otros pueblos han tenido mayor atractivo a la hora de establecer parejas, lo cual lleva consigo la pérdida de consanguinidad en la descendencia. 

Las grandes discotecas actuales se suelen situar en ligares equidistantes a varias localidades. Para los asistentes, uno de los alicientes es que haya asistentes de otros sitios, sin saber que esos encuentros están encaminados a romper la posible consanguinidad existente.


Fotos: Fondo de Google                                       

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