Quiero insistir en lo que escribí en mi entrada anterior, pero ahora utilizando otros aspectos más biológicos y teóricos. Por eso, en algunos casos me repito en los ejemplos dados allí.
Vamos a echar unas cuentas. Supongamos una población natural
de 100 mamíferos. Incluso, y ya es mucho suponer, pensemos que forman 50
parejas, es decir hay 50 machos y 50 hembras. Para ese tamaño censal de
población, el tamaño eficaz es el máximo. Vámonos a los orígenes de esos 100
individuos. Se han formado gracias a 200 gametos, 100 óvulos y 100
espermatozoides. Hay, por tanto, 200 copias de cada gen en esa población (salvo
los ligados al sexo, de los que hay 150). Vamos a descartar la más que segura
consanguinidad entre esos 100 mamíferos componentes de esta hipotética
población.
Si la tasa de mutación para cada gen viene a ser de uno por
millón de gametos, podemos calcular que en estos 200 gametos hay pocas
mutaciones nuevas y que, por tanto, será escasa la variabilidad génica que se
pueda estar generando en sucesivas generaciones.
Indudablemente, es en esa variabilidad donde está encerrada
la posibilidad de adaptación ante posibles cambios que se produzcan, en las
condiciones ambientales en las que se desarrollan las actividades de esta
imaginaria población. Pero muchos saben que este tamaño de 100 individuos es
una estima alta y que, normalmente, las poblaciones naturales de mamíferos
suelen ser menos numerosas.
En estos casos de pequeñas poblaciones, podemos calcular que
la mutación, aunque real, es un fenómeno escaso, casi ausente de ellas y,
puesto que son la fuente principal de variabilidad génica, la única
variabilidad que puede existir en esta población es la genotípica. Es decir,
genotipos diferentes, siendo los genotipos las combinaciones de alelos
disponibles. Pero los genotipos son efímeros en animales, sólo duran lo que
dura un individuo, pues al formar gametos se disgregan. En vegetales, debido a su posibilidad de reproducción asexual, los genotipos pueden ser más duraderos.
En poblaciones pequeñas, y una formada por 100 individuos lo
es, existe un gran peligro de consanguinidad, con todo lo que esto lleva
consigo de negativo. En poblaciones exiguas, no sólo es peligrosa la poca
variabilidad génica, también es alarmante la alta tasa de consanguinidad que
puede existir entre sus miembros.
Existe otra fuente natural de variabilidad génica, y es la
inmigración. Consiste en la aparición de un individuo de la misma especie
procedente de una población alejada. Que venga o no para quedarse, es cosa de
fábulas. Lo importante es que se cruce con individuos residentes de la
población y deje descendencia con sus genes que, con toda probabilidad, no
todos ellos serán iguales a los existentes en la población de acogida.
La frecuencia de aparición de los alelos así llegados a esa
población receptora es mucho más alta que la que podría esperarse si apareciesen
en gametos. Además, la probabilidad de que el gameto portador del nuevo mutante
alcanzase el estado adulto es muy remota, y en el caso del inmigrante, llega
como adulto que ha superado la acción de la selección natural. Todo son
ventajas, como vemos.
Desde un aspecto biológico, ¿quién es un inmigrante más eficaz, un macho o una hembra? Hay
estudios, no rigurosamente confirmados, que indican que los individuos foráneos
poseen mayor éxito reproductor que los residentes, incluso en humanos. Pero una
hembra de mamífero, debido a su modo de reproducción, está ocupada en la
procreación durante un cierto tiempo, mientras que un macho puede reproducirse
de modo más despreocupado, al no tener problemas de dedicación a la progenie.
He comentado situaciones similares en humanos, cómo chicos y
chicas adoptan modos y costumbres tendentes a romper situaciones consanguíneas.
Hay situaciones históricas que nos hablan de mezclas de poblaciones originadas
por migraciones, dando como resultado un enriquecimiento biológico en todos los
sentidos. También se citan casos de tribus africanas en las que, cuando llega
un muchacho procedente de otra tribu, se le premia eximiéndoles de los trabajos
tribales durante un año. Este es un caso comparable al de los machos
inmigrantes que he comentado.
En la actualidad existen programas de renovación génica para
poblaciones naturales en peligro. Se hacen al amparo de parques zoológicos y
consisten en intercambios recíprocos de machos procedentes de las zonas
geográficas afectadas. Esos machos se mantienen con hembras de las poblaciones
receptoras durante un tiempo, pasado el cual, el macho se retorna a su
población originaria pero ha dejado copias de sus genes en las poblaciones de
las que procedían las hembras. Realmente, se ha copiado el efecto que podría
haber tenido la inmigración de ese macho. Nacerán hijos suyos con alelos nuevos
en las poblaciones receptoras, pero todos ellos serán medio hermanos. La
consanguinidad previa no se elimina, pero al menos se conjura el peligro de
poca variabilidad génica.
Lo del tamaño de población es un problema en todos estos
casos. Pocos individuos, aparte de ser parientes, no pueden presentar una
amplia variabilidad genotípica. Esta variabilidad se refiere a los diversos
genotipos que se pueden generar a partir de una variabilidad alélica
determinada. El que existan mucha variabilidad genotípica es importante de cara
a la selección natural, pues no todos los genotipos posibles tienen la misma
capacidad adaptativa.
Y de eso se trata en la supervivencia de una población, de
que haya individuos portadores de genotipos con diversa capacidad adaptativa,
de modo que la selección natural pueda escoger entre ellos. La selección
natural escoge, pero para eso es necesario que haya variabilidad donde escoger.
Dice el dicho popular que "en la variación está el gusto". Añado, después de leerte, y la variabilidad génica.
ResponderEliminarUn abrazo
Chiruca
Pues por ahí van las cosas, a grandes rasgos, claro.
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