Andaba yo por los treinta años de edad, cuando asistí a una conferencia de aquel maestro que fue D. Álvaro d’Ors. Hablando de los estudios y los estudiosos, citó las características que Bernardo de Chartes les había atribuido en el siglo XII. Las retuve en la memoria, las apunté al salir y desde entonces las he mantenido cerca para reflexionar sobre ellas en más de una ocasión. Ahora quiero traerlas aquí, no sin antes presentar al Maestro de Chartres, que ejerció su docencia en la Catedral de esa ciudad en los primeros años del siglo XII. Su fama de sabio ha llegado hasta hoy.
Platónico convencido, se le atribuye una frase muy fructífera en el mundo del conocimiento.
“Somos unos enanos encaramados en los hombros de gigantes. Así vemos más lejos que ellos, no porque nuestra mirada sea más aguda o nuestra estatura más alta, sino porque ellos nos llevan encima y nos elevan sobre su altura gigantesca"
Con esta frase, humilde en la idea del propio valor, hacía un gran reconocimiento del saber a lo aportado por los clásicos. La frase tuvo mucha fortuna, incluso en siglos posteriores.
Su discípulo John de Salisbury (S.XII), le atribuye la autoría del siguiente poema:
Quae vero sint discendi claves senex Carnotensis paucis expressit:
Mens humilis, studium quaerendi, vita quieta
scrutinium tacitum, paupertas, terra aliena.
Haec reserare solent multis obscura legendo.
(El viejo [Bernardo] de Chartres expresó en pocas palabras cuáles son las claves para aprender:
Mente humilde, afán de buscar, vida tranquila,
reflexión silenciosa, pobreza, tierra extranjera.
Estas cosas y la lectura suelen aclarar a muchos cuestiones oscuras.)
Quiero presentar esas cualidades que Bernardo de Chartres exigía en el siglo XII a quienes querían saber y se adentraban en el mundo del conocimiento.
Mens humilis. Mente humilde.
No conozco a ningún amante del saber que sea soberbio en aquello que sabe. Más bien los conozco humildes, con la humildad que confiere creer que cualquiera le puede aportar algún tipo de conocimiento. Por eso, el sabio pregunta a quien supone que le puede enseñar algo, independientemente de su rango. Muchas páginas de la historia del conocimiento nos describen cómo un sabio aprendió de un profano cosas que luego sirvieron para el avance de la ciencia. Iletrados que enseñan a sabios, o sabios humildes que aprenden de iletrados.
Studium quaerendi afán de buscar.
Tampoco conozco a algún estudioso que se conforme con lo que sabe. Su afán de conocimiento es constante, con el saber como un fin en sí mismo. Para el amante del saber, nunca existe una meta ni un listón en el conocimiento. Pero el estudio es un acto positivo de voluntad. Se estudia porque se quiere, a nadie se le puede obligar a hacerlo.
Vita quieta, vida tranquila.
No sé cómo imaginar esta característica si no es contraria a la idea del Maestro itinerante o al alumno. Lejos del bullicio de los caminos, a Roma o a Compostela, lejos de goliardos y juglares, el estudioso precisa del sosiego que confiere disponer de un lugar fijo donde desarrollar su trabajo. Porque conviene no olvidar que el estudio es un trabajo que precisa sosiego. No creo que el Maestro de Chartes tuviese nada en contra de los actuales planes de movilidad de los estudiantes (Becas Séneca, Erasmus, Sócrates) o del profesorado. Hoy las cosas se hacen con mayores seguridades y pretendidos criterios de eficacia.
Scrutinium tacitum, reflexión silenciosa.
En español tenemos una palabra derivada de scrutinium, escrutinio, y la aplicamos al estudio riguroso y atento de algo en lo que no debe haber error (escrutinio de votos, por ejemplo). Estudio atento en silencio, introvertido es lo que indica el Maestro Bernardo. Más tarde se comentará, se contrastará, pero el ejercicio silencioso siempre en necesario, y clave, en el aprendizaje.
Paupertas, pobreza
El estudio nunca ha sido un camino ni para la riqueza ni menos hacia la opulencia. El sabio, tal vez por serlo, sabe vivir con lo poco y con dignidad, sin perseguir lujos. Tampoco la sociedad, tal vez por menospreciar su trabajo, se preocupa mucho por sus emolumentos o sus niveles de vida.
Terra aliena, tierra extraña
Tal vez el más cruel, pues el sabio, por serlo, será considerado como alguien ajeno a la sociedad. Incomprendido desde el principio, siempre será considerado como alguien ajeno a la misma sociedad. La sociedad tiene unos fines, los rendimientos y plusvalías. Pero el fin de los desvelos del sabio es el mismo conocimiento. Por eso es incomprendido y considerado como alguien que vive en otro mundo.
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También de Bernardo de Chartres es esta sentencia:
Inimicus hominis insipientia eius.
Amicus hominis sapientia.
(El enemigo del hombre es la propia ignorancia.
Su amigo, el saber.)
Hola Emilio, no te conocía esta entrada y me parece sencillamente fantástica y especialmente adecuada para estos momentos en los que, lejos de la tiranía del tiempo que nos habíamos autoimpuesto, podemos reflexionar.
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias, Norte, por tu comentario. En realidad, las características del sabio y los componentes del saber son los mismos a lo largo de los tiempos. En estos días nos es posible ver las diferencias entre el gran público y los investigadores. Quienes investigan y estudian no son objetos de consumo, son otra cosa. Como diría Bernardo de Chartes, están en "terra aliena". Gracias por tu comentario.
ResponderEliminarDespués de tanto tiempo estas siguen siendo las virtudes del que quiere saber. Gracias por recordarlas y explicarlas tan bien.
ResponderEliminarSi, Marisa, estas siguen siendo las características de quien quiere saber. Muchas características generales no cambian a lo largo del tiempo. En todo caso, se adecúan a él, pero siguen. Gracias por tu comentario.
ResponderEliminarMuy interesante Emilio. Creo que este artículo es de los mejores que escribiste al menos para mi
ResponderEliminarGracias, Unknown
ResponderEliminarEmilio, yo estuve en esa conferencia de don Álvaro; ¿qué es de tu vida? Fuerte abrazo. Carlos Pereira; acp.menaut@usc.es
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