viernes, 17 de julio de 2020

Proyecto para un verano sosegado

Cada edad tiene sus modos de viajar y así lo he vivido. Recuerdo mis viajes de cuando tenía veinte años. Entonces, todo era como un correr atolondrado intentando ver todo, no dejar nada sin fotografiar. Subir, bajar, entrar, salir, ajetreo sin fin, terminar cansado y, la verdad, no recordando bien si las estatuas ecuestres estaban en la fachada de la catedral de Chartes o en la de Estrasburgo, ni a qué catedral de estas dos le faltaba una torre. Lo mismo me ocurría con museos, paseos, calles.  Lo veía todo, eso sí, y consideraba un verdadero triunfo mi viaje. Ya en casa me recreaba contemplando las diapositivas de los lugares en los que había estado e intentaba comentarlas a quien me quisiese prestar atención. 


Ahora, todo es de otro modo. Yo diría que ni mejor ni peor, más bien adaptado a mi edad. Las prisas han quedado atrás, muy atrás. Mi viaje de ahora es reposado, sin prisas y si no tengo tiempo para ver algo, pues no lo veo. Me gusta sentarme en cualquier sitio, mirar el entorno, ver cómo se mueve la gente y echar el pensamiento a volar. Evocar todo cuanto me es posible sobre el lugar y su historia, recordar las anteriores veces en que estuve allí, quiénes me acompañaron y cómo era yo en aquel entonces. Eso, y mil cosas más, me acompañan en esos ratos de ensoñación que hacen que mis viajes sean irrepetibles, aunque siempre sean a los mismos sitios, que tampoco lo son. 

QUIETUD PARA PASEAR

Si bien no desdeño conocer lugares nuevos, faltaría más, disfruto mucho regresando a lugares conocidos. Si bien sé lo que me voy a encontrar, voy dispuesto a recibir sorpresas, pues los entornos nunca son los mismos. Me explico, los lugares casi nunca cambian. El que cambia soy yo y allí lo compruebo al contrastar lo que veo con lo que recuerdo de aquel lugar. Encuentro cosas que en otras ocasiones me llamaron la atención y que hoy considero superficiales, mientras que hay detalles que hoy me atraen y no recordaba haber visto, lo cual me indica la importancia que les dí entonces. Soy yo quien cambia y me comparo conmigo mismo al comprobar mis recuerdos, o la falta de ellos. 

AMIGOS FIELES

Esto me ocurre al visitar lugares ya vistos y vividos en el recuerdo, pero también al releer un libro o al volver a ver una película que me causaron cierto impacto en su día. Nunca los encuentro como en veces anteriores. Detalles, matices, situaciones que antes se me habían escapado, ahora, al volver de nuevo a sus argumentos, los veo como asombrado por no haberlos tenido en cuenta antes. 

UNA PELÍCULA PARA LA REFLEXIÓN

Es lo mismo. En esta aventura de volver a lo conocido, tanto viajando, como leyendo o viendo una película, creo que existen dos factores, uno intrínseco y otro extrínseco. El extrínseco, el exterior, es aquello que vuelvo a visitar: sitio, libro o película. Ese factor no ha cambiado. Pero hay otro factor, el intrínseco, el interior, que soy yo mismo y, por el modo diferente de verlos, considero que sí, que no soy el de entonces. (“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, dice Pablo Neruda evocando el destrozo provocado por el paso del tiempo). Noto mi cambio en el modo diferente de considerar y apreciar las cosas que otras veces me habían gustado. Normalmente, me siguen gustando, pero hay ocasiones en las que ya no me llaman la atención como lo hicieron antaño. 

Este verano espero volver a mis sitios de siempre, releer algún libro que hace tiempo no leo (tengo dos o tres en lista de espera), volver a ver (ahora se dice visionar) alguna de las películas que me han gustado y (¡cómo no!) acercarme a algún tramo del Camino de Santiago a evocar cosas y soñar viendo cómo, en él, todo debe seguir como siempre.. 

Son cosas para hacer en solitario, o con poca compañía. Hacerlo con sosiego, sabiendo que voy a disfrutar con ellas. Mucho. También me voy a reencontrar conmigo mismo, algo que siempre es muy conveniente.

4 comentarios:

  1. Pásalo muy bien y ten cuidado!
    Abrazos
    chiruca

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  2. El ritmo de vida actual hace difícil a veces encontrar un hueco para disfrutar de nosotros mismos. Como acertadamente escribes, un buen libro y la naturaleza son una buena propuesta. Añado, buen humor.
    Un saludo

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  3. Ciero, Marybel Gaalaz. El buen humor es un buen catalizador de nuestras actuaciones. Te deseo feliz verano, gracias por tu comentario.

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