viernes, 27 de noviembre de 2020

Un regalo divino


Me gustan los mitos. Los encuentro como el ejemplo de un intento sagaz de encontrar explicación a todo a partir de los pocos conocimientos de los que se disponía en la época. Para explicar todo cuanto requiriese explicación, se recurrió al auxilio de dioses, seres superiores con un poder también superior,. Porqué llueve, porqué hace viento, porqué los ciclos de estaciones y así hasta responder a la mayoría de dudas que se podía plantear la mente humana. Que eran las mismas de hoy, aunque ahora disponemos de mayor cantidad de recursos intelectuales y de todo tipo para responderlas. Pero nadie crea que son respuestas definitivas, porque nunca han pretendido serlo.

Muchos de los mitos nos relatan actuaciones más o menos acertadas por parte de sus protagonistas, y servían a los niños de entonces como pautas educativas. Lo que se podía hacer y lo que no. En otros casos, se nos presenta a los dioses con los mismos defectos que los humanos, pero con actuaciones trascendentes que llegan a repercutir en la vida cotidiana. Hubo dioses envidiosos, perezosos, lascivos, etc. Pero el comportamiento de estos dioses tenía trascendencia en la vida diaria de los humanos.

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Hoy, todos los núcleos de población, sea cual sea su número de habitantes, poseen en el cielo a alguien que vela por el buen vivir de quienes las habitan. Son los patronos y esto no es de ahora, ya en la Grecia clásica, y antes, existían valedores celestiales de las ciudades y las que no los tenían, los buscaban. Eso fue lo que ocurrió con los habitantes de un lugar sin nombre, que querían tener patrono y para tenerlo, convocaron algo así como un concurso en el Olimpo.

Atenea,
la ganadora del concurso

Para conseguir el título, se presentaron dos pretendientes. Un dios, Poseidón, y una diosa, Atenea. Poseidón era un dios extraño. Con frecuencia las cosas le salían mal, en otras ocasiones era falso, mentiroso. Ya digo, nunca fue muy comprendido por su falta de coherencia. Al menos, si medimos su conducta conforme a las reglas con las que nos medimos los humanos.
Atenea era diferente. Diosa de la sabiduría, era poseedora de las cualidades que le faltaban a Poseidón.

El templo de Atenea, el Partenón
Los ciudadanos, para decidir sobre su patronazgo, acordaron realizar un concurso entre los aspirantes. De momento, les pidieron un regalo personal para la ciudad. Poseidón, como sabía de las carencias de agua que sufrían en aquel lugar, clavó su tridente en las rocas y de allí nació una fuente. Hasta ahí, todo bien, pero resultó que manaba agua salada, lo cual no requiere comentario alguno. Los ciudadanos protestaron, pues dijeron que el agua salada estropearía sus cosechas, y pidieron a Atenea algo que les resultase de mayor provecho. La diosa les regaló un olivo. En cuanto lo vieron, los ciudadanos comprendieron la grandeza del regalo, la aclamaron como diosa protectora, y pusieron su nombre a la ciudad, Atenas. Con el tiempo, se erigió un templo en su honor, para rendirle veneración en él y ese edificio sigue siendo el paradigma de la armonía arquitectónica: el Partenón.

El celestial olivo, regalo de Atenea

Con el tiempo, el regalo de Atenea, el olivo, ha demostrado ser muy útil para los humanos por sus múltiples usos, bien como madera, o bien por sus frutos, las olivas, y el líquido que de él se extrae, el aceite. Pues a través del aceite, el olivo aportó a los atenienses, y a los humanos todos, varios beneficios, plenamente vigentes en la actualidad, como son:


Es útil en la cocina, pues se utiliza en la elaboración de alimentos, tanto elaborados en frío como mediante el calor.
En beneficioso en medicina, sirviendo en tratamientos externos para aplicar sobre heridas de piel (quemaduras, roces, llagas y similares), mediante cremas, pomadas o ungüentos, así como para ingerir en purgas intestinales.
Desde la antigüedad hasta hoy, el aceite ha sido utilizado como el conservante natural de alimentos.
El aceite, en combinación con el aire puede arder y su fuego ha servido para iluminar las noches de los humanos durante muchos siglos.
También es un componente importante en la elaboración de jabones y otros productos higiénicos.


Como se le suponía portador de las virtudes de Atenea, y por extensión de los dioses todos, hasta época muy reciente el aceite de oliva fue símbolo material del favor divino. De este modo, se utilizó en ceremonias de consagración de personas (reyes o dignidades) o cosas. Cuando se ungían los reyes, se hacía con aceites bendecidos de modo especial para tales fines. También en este aspecto, es utilizado para ungir a los enfermos en el sacramento correspondiente. 
Es estos casos recibe el nombre de Santos Óleos, que son bendecidos en los oficios religiosos del Sábado Santo. Después de bendecido de modo solemne, el aceite era considerado portador de un especial favor divino.


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