viernes, 18 de diciembre de 2020

Sobre nuestro planeta

Parece que los Polos se derriten. Es decir, el hielo que hay en los Polos terrestres. Eso, que podría parecer una anécdota secundaria, tiene su importancia, pues el agua que aparece como consecuencia del deshielo se queda en los océanos, haciendo que suba su nivel. 

Tampoco es tanto, pero no falta quien diga que como el proceso parece imparable, podría subir el nivel de los océanos de modo ostensible generando cuantiosas pérdidas económicas. No pocas estructuras turísticas quedarían bajo el agua, así como muchas localidades ribereñas de todo el mundo. Unas pérdidas económicas incalculables. Tal vez no muchas vidas, puesto que, al ser un proceso relativamente lento, no cogería a nadie desprevenido. 

Tampoco es algo que nos sorprenda mayormente. Por todas partes aparecen noticias relativas a un cambio climático que se está produciendo de modo rápido, si hablamos en términos geológicos. Noticias coherentes entre ellas, sin que haya ninguna discordante. Por ejemplo, en Lugo han aparecido cigüeñas desde hace unos años y ya vienen puntuales a sus citas de finales de enero (Por San Blas, la cigüeña verás). Antes vivían en climas más templados, ahora parece que viven bien en el nuestro, y se reproducen también bien. Por otra parte, los aficionados a las setas, están encontrado especies que antes aparecían en terrenos más cálidos. Dos datos coherentes. Datos climatológicos los hay a montones, todos ellos coincidiendo en que las temperaturas promedio se están elevando, generando como consecuencia pérdidas económicas grandes en agricultores y ganaderos. 

De los ganaderos, mejor no hablar. Los hay que están vendiendo sus ganados por no disponer del dinero necesario para comprar pienso. Antes, los prados producían hierba suficiente para varias siegas y se podía ensilar la hierba cortada para abastecerse en otras estaciones. Ahora no llueve, la hierba no crece y los silos están vacíos. La pérdida económica es ruinosa. Podría citar casos similares hasta agotar la paciencia de quien me lea. 


Fondo de embalse

Es curioso, en todos los casos que cito hablo del desastre económico. Al planeta Tierra no le ocurre absolutamente nada. Está pasando una mala racha por causa de una especie alocada, la nuestra, pero ya se volverá a equilibrar, tal vez cuando no estemos aquí. Hace años, el químico James Lovelock formuló la hipótesis Gaia, según la cual nuestro planeta es capaz de autorregularse. En verdad nada hay totalmente estable a lo largo de los tiempos geológicos, según los cuales un millón de años es como un suspiro nuestro. Estamos, los humanos, muy acostumbrados a utilizar nuestras medidas como pautas de todo cuando estudiamos magnitudes más grandes, por eso los tiempos geológicos nos suenan a inexistentes o de ciencia ficción. Pero son muy reales. 

     Pangea, hace 250 millones de años

Según la hipótesis Gaia, la Tierra siempre ha estado regulada por sus propias posibilidades, generando toda la diversidad que conocemos, tanto biológica como geológica. El antiguo continente Pangea (de hace 250 millones de anos), ha derivado en la configuración actual de tierras emergidas, lo mismo que los primitivos seres vivos han dado lugar a la gran diversidad que vemos hoy, evolución mediante. 

Siempre la Tierra ha estado sometida a modificaciones generadas por su mismo proceder, pero fueron cambios lentos, pequeños, que no llegaron a situaciones extremas y siempre regulados por el planeta. Por ejemplo, el CO2 atmosférico procedió de la propia actividad terrestre, como pudieron haber sido las erupciones volcánicas, la respiración de seres vivos, etc., y eso se recicló mediante la función clorofílica de los vegetales que cubrían la superficie del planeta. Todo compensado y armónico. Los grandes, e insólitos, acúmulos actuales de CO2 en la atmósfera, proceden de actividades humanas, industrial, transportes, etc. Pero la Tierra no está preparada para reciclar por sí misma esa gran cantidad de gases que se lanzan a su atmósfera y, al no ser reciclados, se acumulan generando una capa no prevista en los procesos naturales. La Tierra, como respuesta a esta cubierta de gases no normales, comienza a calentarse, acarreando todos los efectos derivados, indeseables y que vamos conociendo bajo el nombre de “efecto invernadero”. Al incremento anormal de gases en la atmósfera le acompaña una tremenda deforestación que se ha generado debido, también, a obras humanas. Los bosques perdidos habrían sido los encargados de reciclar algo del exceso de CO2 atmosférico producido, pero ya no hay esos bosques. 

Dinosaurios, una extinción natural

Tal vez, y sin tal vez, estamos cometiendo un fallo tremendo que tiene su origen en creernos propietarios del Planeta para hacer en él, y con él, todo cuanto nos place, desde bombas aterradoras capaces de emular a movimientos sísmicos, hasta propiciar extinciones salvajes o vertidos a la atmósfera o a las aguas de substancias contaminantes capaces de destruir en poco tiempo lo que, de modo natural, se ha tardado miles y miles de años en construir. 

Pensamos que la Tierra está quieta, que no evoluciona, que siempre ha estado tal como la vemos hoy. Y eso a pesar de que los datos científicos de diversa índole indican la contrario. Los continentes se desplazan lentamente y emergen nuevas tierras a la vez que otras se hunden. La historia de la vida es una sucesión de generaciones con apariciones de nuevos grupos y desapariciones de otros. Parece que nadie tiene esto en cuenta y se planifican actuaciones de diverso tipo, que son auténticas agresiones al entorno. 

Hay especies integradas en los ecosistemas con funciones concretas, como polinizar o dispersar semillas, por ejemplo, pero sin agredir de modo irreversible su entorno. No como nosotros que, desde que comenzamos a utilizar nuestra inteligencia, hemos explotado el entorno de modo salvaje, sin mayor miramiento ni respeto hacia él y sin preocuparnos de las consecuencias de estas actuaciones. Ahora comenzamos a sufrir sus consecuencias, al constatar por parte de algunos la sobreexplotación de los recursos naturales. También es ahora cuando algunos ponen el grito en el cielo. 

En los ejemplos que enuncié al principio de este artículo, comentaba los efectos económicos de las catástrofes. No mencioné ningún efecto geológico, porque no lo hay. Así de simple. Hay especies que sufren las consecuencias de los cambios, pero no parece importar mucho a quienes tienen capacidad para atajar ese desastre. Sólo las economías se resienten. Unos poderosos e incontestables productos monetarios y de poder originados por una inteligencia que es posible que estemos desaprovechando o utilizando con fines retorcidos. 

Digo esto porque a veces me pregunto si esta inteligencia nuestra ha sido o no ha sido, a grandes líneas, beneficiosa para la historia de la Humanidad y del planeta Tierra. Porque lo que sí sé, yo todos lo sabemos, que nuestra especie es la única que de modo impune está destruyendo su hábitat. 

6 comentarios:

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  3. Un placer volver a leer tus interesantes apreciaciones. Hacía tiempo (me pondré al día en vacaciones 😌)
    Yo escuché del mismísimo Lovelock (cuando vino a Santiago) que Gaia nos “chimparía” si no sabemos mantener un equilibrio con ella.
    Un abrazo grande, querido Emilio.

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  4. Gracias, Marisa, por tu comentario. Tenemos dos movimientos contrapuestos, El que busca beneficios económicos, buscan rentabilidades a muy corto plazo al precio que sea. Quienes buscan salvar el planeta, con criterios biológicos, saben que sus planes son lentos, a largo plazo. No veo entendimiento alguno entre ambas posturas.Gracias por tu comentario.

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  5. Me encantaba escucharte allá por el año 97, como profesor de Genética en la facultad de Biología, y ahora me encanta leerte. Gracias, profesor, por todo lo que me aportas.

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  6. Genial, como siempre
    Con tu permiso lo publico en mi blog

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