miércoles, 17 de julio de 2013

CON LA MELENA AL VIENTO

EL ORIGEN DE MI COMENTARIO
En mi entrada de 11 de julio pasado, decía refiriéndome a una imagen de la Virgen “la melena a la vista”, una frase que tal vez requiera una explicación por mi parte. Voy a darla ahora mismo extraída de mis propias reflexiones, cosas que pienso mientras miro el entorno, evoco recuerdos y contemplo el presente.
En nuestra cultura, la cabellera es un elemento corporal importante. Incluso, solemos referirnos a ella para señalar a una persona alejada y de quien desconocemos el nombre: “aquella rubia”, “aquel calvo”, "aquella morena de trenza”, “aquel de pelo cano”.
Por otra parte, en las mujeres, esa misma cabellera ha alcanzado un cierto significado de intimidad exaltado en las religiones derivadas de la Biblia: digamos que las mujeres recatadas la ocultaban a la vista de extraños, mientras que las de vida licenciosa la exhibían como un exponente más de sus oficios.
Aún hoy, las mujeres árabes tienen su melena suelta al estar en sus
PIETÁ
casas, pero al salir a la calle la ocultan bajo velos u otro tipo de prendas. Las mujeres de religiones cristianas hicieron algo similar hasta hace poco tiempo, si bien algunas, pertenecientes a grupos concretos siguen con estas prácticas. Determinadas monjas católicas continúan ocultando sus cabellos bajo tocas, prendas muy habituales en las mujeres medievales. Hasta después del Concilio Vaticano II, las mujeres católicas cubrían sus cabezas con velos al entrar en iglesias.
INMACULADA DE MURILLO
UNA NIÑA
Dentro de esta tradición cultural, la casi totalidad de representaciones de la Virgen nos presenta a mujeres con la cabellera cubierta. Ésta ha sido una tónica casi general, con algunas excepciones como pueden ser las Inmaculadas de Murillo y Zurbarán, la Virgen del Camino, de Lugo, y algunas pocas más. Si nos fijamos en estas dos Inmaculadas que he citado, podemos comprobar que representan a niñas casi recién salidas de la infancia, una edad en la que no era preciso velar la cabellera. La Virgen del Camino, de Lugo y otras representan maternidades con pelo suelto. Una madre no tiene nada de niña y no encuentro explicación a estas representaciones excepcionales. Es decir, el porqué la inquisición las toleró. Porque la inquisición, aquella abominable manera de interpretar muchos modos de vivir y de pensar, se metió por medio desde que el Concilio de Trento dictó normas sobre todo lo posible. También acerca del culto y el modo de vestir a los santos. La inquisición se erigió en guardiana de los dictados tridentinos sin que nadie se lo pidiera, y ya sabemos lo que ocurrió.
VIRGEN DEL CAMINO. LUGO
A veces me he preguntado cómo la inquisición transigió con estas imágenes que rompían los modelos prefijados de la virgen, sus símbolos. No dispongo de respuesta, la verdad, pero me gusta pensar que una vez que se han fijado los cánones con que se representan determinadas ideas, símbolos o personas, con lo que cuesta conseguirlo (culturalmente hablando), debe ser difícil aceptar representaciones alternativas, que puedan romper las normas pautadas. Por eso comprendo menos esas excepciones en la iconografía mariana.
Ahora quiero volver a hablar de la imagen del monasterio compostelano
MARIA MAGDALENA
de Sampaio Antealtares. Realmente esa imagen es una gran ambigüedad, pues no sabemos si representa a una mujer que está cubierta o destocada. Alguien foráneo diría que, en ese plan, es una imagen muy gallega. Algo así como aquel que, según el tópico, no se sabe si sube o baja una escalera, o el sibilino “sí, pero no, aunque en el fondo no, pero sí”… Aunque tal vez con ese modo que se nos atribuye, podría decir que sí, que se salvó de las iras de Torquemada, tal vez porque en relación a su melena, lo más fácil era que “quién sabe”. Una suerte para nosotros que se haya salvado de las iras del fraile, pues gracias a eso podemos disfrutar de una hermosa talla barroca.  
Por el contrario, María Magdalena, mujer de vida licenciosa declarada, siempre aparece con toda su melena desplegada en plan de recordarnos su vida anterior. Como modelo, debió ser un recreo para los retratistas de cualquier época al poderse entretener  representando su melena al viento.


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