En un ecosistema concreto, considero como invasora a
cualquier especie de fuera de él que ha entrado de modo anormal, causando
perjuicios a los seres autóctonos que lo habitan. Estos perjuicios pueden ser
de salud, económicos o ecológicos de todo tipo. Más bien valdría decir que todos
son ecológicos con diferentes repercusiones en la economía y, a veces, en
nuestra salud.
Se me ocurren cuatro ejemplos de especies foráneas comunes
en nuestro hábitat: la patata, el maíz, la camelia y la hortensia. ¿Las calificamos como especies invasoras? Evidentemente no, pues no nos perjudican y nos
aportan algunos beneficios, tanto nutritivos como económicos o relacionados con la belleza. Hay otra
característica de estas especies que las salva del abominable adjetivo de
invasoras y es que podemos incidir de modo voluntario en su reproducción. No se
nos escapan de las manos en el momento de reproducirse, pues otra de las
características de las especies invasoras es su alta capacidad de reproducción, casi rayando en descontrolada.
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Eso de la alta capacidad reproductora de las especies
invasoras requiere sus matices. La especie invasora está fuera de su hábitat,
en el que tiene especies limitantes que frenan su crecimiento. Esta era una de
las premisas de Ch. Darwin cuando expuso su teoría de la selección natural. En
cualquier especie, desde su nacimiento hasta que alcanza el estado reproductor,
su alta tasa de nacimiento se va viendo mermada por una, también, alta
mortalidad de las formas juveniles, de modo que sólo alcanzan el estado
reproductor los individuos mejor adaptados a las condiciones ambientales del
momento. Esa alta mortalidad de las formas anteriores a la edad adulta es obra
de la que Darwin llamó selección natural y con mucha frecuencia es debida a
sus predadores específicos, sus especies limitantes. Eso es lo que ocurre en el
ecosistema original del que procede cada una de las especies invasoras, pero cuando están invadiendo ecosistemas que no son los suyos, faltan esas especies que
limitarían su crecimiento y, por tanto, al no existir factores adversos en el
ecosistema invadido, las especies se expanden de modo exponencial y decimos que invaden el territorio.
En el capítulo IV, de su libro “El origen de las especies”
(La selección natural, o la supervivencia de los más adaptados), Darwin hace referencia a las especies invasoras. La interpretación que he presentado sobre su
éxito expansivo está sacado de este libro, pero hay algunas consideraciones que
quiero comentar, pues todas ellas se refieren a los efectos ecológicos de
las invasiones.
Quiero recordar que la primera edición del Origen de la
especies es de 1859, hace casi 160 años. En él, Darwin nos habla de las
especies invasoras y, por lo que dice, deja entrever que ha considerado su
existencia y se ha preguntado por su éxito. Sus comentarios son acertados a día
de hoy, pero quiero recalcar que ya entonces las especies invasoras constituían
un problema digno de ser considerado. No es algo de estos tiempos.
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Tampoco vamos a imaginar un planeta , el nuestro, con una distribución
de especies completamente estática. Todas ellas se han desplazado a lo largo de
su historia, como nos muestran los registros fósiles relativos a animales y a
vegetales. Pero hoy los cambios de hábitat por parte de las especies invasoras son
mucho más rápidos y, también, podemos constatarlos de modo más factible gracias
a la inmediatez con la que corren las noticias.
No faltan voces de alarma ante estos hechos, que se pueden
constatar documentalmente. ¿Es cuestión de alarmarse? Pues tal vez sí. La
naturaleza siempre se ha modificado, pero lo ha hecho a velocidades lentas,
nunca apreciadas por nosotros dada la cortedad de nuestras vidas. Lo podemos comprobar al estudiar la flora y la fauna de épocas pasadas mediante
técnicas estratigráficas o con el registro fósil. ¿Dónde están los peligros?
Creo que el desastre de la invasión comienza por ser un desastre ecológico. En
la naturaleza, los ecosistemas están perfectamente estructurados, con sus
pirámides tróficas bien definidas, donde cada especie limita a otras y se
mantienen estables las proporciones relativas de unas con otras. Cuando una especie
aparece de improviso, por cualquier causa, si en ese hábitat nuevo no tiene
ninguna especie que la limite, crecerá de modo exponencial, luchando con
especies residentes por obtener sus recursos, como es el espacio o los alimentos. Si en
ese hábitat que invade no hay especie que limite su crecimiento, seguirá
creciendo generando daños en las especies autóctonas, que no tendrán modo de
responder a esta agresión ecológica. En el ecosistema invadido, esto genera una
presencia desmedida de la especie invasora con consecuencias posiblemente
desastrosas.
La naturaleza tiene sus modos, y uno de ellos, muy
importante, está constituido por las diferentes velocidades con las que se
llevan a cabo lo procesos. Salirse de esas velocidades, creo yo, suele ser
peligroso. Y esas alteraciones suelen tener su origen en actuaciones nuestras
causadas por diversos motivos. Si se obedecen tales motivos, casi siempre de
naturaleza económica, todo es más desastroso.
Fotos: Fondo de Google
Fotos: Fondo de Google
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