viernes, 10 de julio de 2020

Conservación de variedades


La agricultura ha permitido a muchas especies vivir fuera del ambiente adverso de la selección natural. Para hacerlo, utiliza medios artificiales, pero a nivel biológico esas técnicas tienen sus inconvenientes. La FAO, (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), define como erosión genética a la pérdida de variabilidad (genética) en esas especies cultivadas. 

Durante centurias, y más en estos últimos decenios, se ha llevado a cabo una globalización de cultivos basados en criterios de productividad, eliminando, sin reparo de ningún tipo, aquellas variedades que pudiesen ser pobres en valor productivo. Esa eliminación ha sido sistemática y continuada, haciendo que muchas especies cultivadas hayan perdido la variabilidad genética que les había costado tantas generaciones adquirir. Además, en muchos casos se han perdido las singularidades geográficas, consiguiéndose, a veces, que haya una sola variedad en todo el planeta. 


Una de las especies que han sufrido, o que más están sufriendo este tipo de erosión es la manzana. De unas treinta variedades que se cultivaban en nuestro país, dedicadas en especial al consumo doméstico y a la fabricación de sidra, se ha pasado en poco tiempo a menos de diez. ¿Las causas? Parece que una empresa de alimentación, uno de cuyos postres estrella consiste en la tarta de manzana, ha definido las razas que utilizará para fabricarla. Una vez determinado el tipo que se utilizará, los campesinos lo han plantado de modo masivo, sabiendo que tenían asegurada la venta de las manzanas cosechadas. Pero desecharon las que habían cultivado anteriormente, que han ido perdiendo terreno de cultivo, tamaño de población y, por tanto, variabilidad, quedando en razas residuales. 

Una situación similar se ha producido en viñedos españoles. De lo que ocurre en otros países no sé nada. 


Hoy no parece preocupar a muchos esta situación, pues está asegurada la venta de la producción. Pero con esta medida se hace que la manzana, que aún crece silvestre en muchos lugares de España, pase a depender de la tecnología humana para su subsistencia, lo cual desde un punto de vista biológico es un desastre para ella. Todo esto se aceleró a partir de mediados del siglo XX, con la llamada revolución verde, cuando un alto número de variedades locales fueron desplazadas por otras variedades que eran producto de mejoras genéticas de diverso tipo. 

En estos casos, los cultivos resultan ser muy uniformes en cuanto a criterios diversos de productividad, lo cual puede ser una ventaja empresarial a corto plazo, pero un desastre biológico, pues las especies han perdido su capacidad de adaptarse a posibles cambios ambientales que se puedan ir generando. Nadie es capaz de garantizar la uniformidad ambiental ni su duración. 


Mientras tales especies están sujetas a criterios actuales de consumo, que los podemos considerar como un valor ambiental más, o incluso un  componente de la selección natural, y estén favorecidas por el cuidado humano, no tendrán peligro de supervivencia. Pero las circunstancias no son constantes. Los valores ambientales pueden cambiar en muchas de sus variables, así como los gustos de los consumidores. En esos casos, podemos preguntarnos hasta qué punto esas especies, que han sido capaces de mantenerse a lo largo del tiempo, siguen disponiendo hoy del potencial genético necesario para afrontar esos cambios, manteniéndose como especies autónomas. O si, por el contrario, se extinguirán como consecuencia de la pérdida de variabilidad genética a la que las hemos llevado los humanos con un desmedido afán de productividad. 

Desde hace un tiempo, esto está en vías de solución. En las empresas correspondientes se han integrado científicos de diversa titulación, pero conocedores de las dinámicas de las poblaciones naturales. Saben lo que es la diversidad genética, sus causas y sus consecuencias. Mediante proyectos privados, o semiprivados, desarrollan medidas para potenciar y conservar la variabilidad que aún se puede recuperar. Se recogen cepas casi perdidas, se buscan variedades silvestres, y se cultivan para mantenerlas. No se pretende hacer un banco de semillas, más bien uno de razas cultivadas. A cuantas más cepas posibles, mejor, pues se supone que en ellas está la variabilidad genética suficiente para afrontar posibles cambios ambientales. 

Son proyectos caros, que requieren de fuerte financiación y de una política agraria continuada y decidida a conservar una riqueza biológica que, de no ser de este modo, desaparecería en pocas generaciones. Pero los gobiernos deben saber lo que quieren.


7 comentarios:

  1. A ver si aún se está a tiempo para recuperar la diversidad de las especies!
    Abrazos
    Mercedes

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    1. Se intenta mediante proyectos financiados por entidades. Para que sea eficaz, se necesita dinero y para eso las entidades han de ver la eficacia de tal recuperación. No siempre se consigue, Chiruca. Besos.

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  2. Hola buenas tardes, en casa de mis padres había manzanas de todo tipo, con las claudias, las Higueras, las peras y Parra de vino del país , ibas de San Miguel en fin, cerezo Guindos, mi padre era muy meticuloso, vino otra generación y acabó con todo. Muchas gracias por su sabiduría. Un saludo.

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    1. Bonito, y nostálgico comentario. Podrías escribir algo sobre este tema. Te birnado mi blog para hacerlo y aparecería con tu nombre, claro. Sólo te doy la oportunidad de que otros conozcan el relato de primera mano. Un saludo.

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  3. Nunca aprenderemos Emilio,... la pobreza genética que impone el mercado nos va a acarrear problemas en e futuro.
    Un abrazo!

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  4. Si, entre otras cosas, las autoridades no comprenden lo negativo de esa pérdida. No se tiene en cuenta la riqueza que representa la variabilidad. Un saludo, Norte.

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  5. Infelizmente para tudo dependemos de governos que nem sempre estão interessados .Saberemos quando não restar mais nada de outras espécies .
    Excelente artigo

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