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viernes, 12 de marzo de 2021

Origen del nombre del Sauce Llorón

Tal vez muchos crean que los nombres que les damos a los seres vivos son cosa de hoy, o algo puesto al tuntún. Indudablemente, hay denominaciones locales, como “Zapatitos del Niño jesús” o “Pendientes de la Reina”, pero incluso en esos casos los nombres tienen su razón de ser. En general, vienen de lejos y suelen tener una carga histórica y cultural que en algunos casos me resulta conocida. 

martes, 28 de agosto de 2018

Nombres en biología: Sauce llorón


Tal vez muchos crean que los nombres que les damos a los seres vivos son cosa de hoy, o algo puesto al buen tuntún. Indudablemente, hay denominaciones locales, como “zapatitos del Niño jesús” o “Pendientes de la Reina”, pero incluso en esos casos los nombres tienen su razón de ser. En general, estos nombres populares vienen de lejos y tienen una carga histórica y cultural que en algunos casos me resulta conocida. En próximas entradas intentaré explicar varios. Comienzo con el de un árbol conocido por todos.

viernes, 30 de marzo de 2018

O sobreiro assobiador

Cuando yo era niño, me creí todo cuanto me decían los mayores y lo que leía en los cuentos y tebeos, ahora  llamados comics. Con toda aquella información me fui creando un mundo propio, mío, en el que habitaba feliz. Luego, las cosas se me fueron manifestando de manera diferente a como yo las había imaginado.

O sobreiro assobiador

Recuerdo que una vez íbamos mi padre y yo en coche. Pasamos junto a un gran pinar y le pregunté si aquello era un bosque. Ante su respuesta afirmativa, le  dije que dónde estaba el lobo. No recuerdo qué me contestó, pero me dejó conforme, y ya no volví a buscar al lobo en un bosque. Por cierto que este pinar existe todavía y muchas veces que paso junto a él, recuerdo a mi padre y esta anécdota.

Más tarde, estaba en A Coruña, en la Playa de Riazor con mi hermana Sole. Había oleaje y yo quise ver la boca de las olas. Esta vez fue mi hermana la encargada de ponerme con los pies en el suelo, también con delicadeza y cariño. Yo conocía cuentos en los que las olas aconsejaban a niños y siempre les aconsejaban bien.

Mas tarde, ya leía cuentos con abundante texto y pocos dibujos. Leí uno que aún recuerdo con nostalgia, aunque nunca supe su título. Dos hermanos llegaban a una isla y uno de ellos se hizo acompañante de los árboles. Tanto les acompañó, que terminó teniendo forma de árbol  con sus pies transformados en raíces, aunque hablaba con su hermano. Una tormenta provocó un incendio y el muchacho-árbol murió a consecuencia suya, si bien su hermano tuvo tiempo para cortarle una rama, pequeña, que luego plantó. La ramita enraizó y, aunque ya no hablaba, siempre estuvo acompañada por su hermano, que iba por las tardes a sentarse junto a ella y hacerle compañía.

Majestad

En relación a árboles, siempre he tenido mis pautas y preferencias. No sorprenderé a nadie si comento cuánto recuerdo a mis profesores de botánica en la Universidad de Barcelona, cuando en ella me adentraba en mis conocimientos de Ciencias Biológicas. Aprendí a reconocer los árboles por sus hojas o sus troncos. Aún ahora, cuando en la tv veo a un personaje diciendo que bla, bla, bla y “esta boca es mía”, yo no le hago caso y digo para mis adentros que, visto el tronco junto al que se cobija, está bajo un plátano, un pino, una acacia o un camelio, o bien al lado de una adelfa, una piracanta o lo que sea. Sigo reconociéndolos como amigos de toda la vida, pues siempre me han gustado los árboles y los fotografío con cariño y admiración.

Árboles muy queridos por mi, que ya no existen

Admiración, sí. Tal vez no seamos conscientes de hasta qué punto sufren y han sufrido los ataques de una civilización esclava de un mal entendido progreso, ésta en la que vivimos. Hemos visto arrasar arboledas enteras para hacer un aparcamiento que se llena durante la fiesta de cualquier patrón, es decir, dos días al año. Por eso, los árboles que aún quedan en pie a veces son los resistentes, los que han logrado superar los ataques de horteras medidas emprendidas en nombre de un supuesto progreso. Hace pocos días, un amigo mío hablaba de la rotunda dignidad que es capaz de transmitir un bosque vivo y me emocionó recordar eso, la serenidad de algunos bosques que tenemos más o menos cerca. Los hay hermosos en pleno Camino de Santiago. Llenos de vida y silencio, dejando transcurrir el tiempo a su lado.

Soutomerille. El castaño engulle al muro

Cerca de A Estrada me encontré con un corpulento árbol que me asombró por sus dimensiones. De esto hace unos treinta años y hoy no sabría volver al sitio en que estaba, ni qué tipo de árbol era. Pero sí conozco bien uno que me impresiona. Junto al Camino Norte, en Soutomerille, hay un castaño que fue plantado cerca de un murete. De esto hace cientos de años. El tronco, al crecer, se fue engullendo al muro y hoy es sobrecoger constatar ese hecho. Lástima que sólo está el tronco inicial, pues en su momento fue talado, aunque se han dejado crecer alguna ramas retoñadas.

El mismo árbol y sus ramas actuales.

Desde hace cierto tiempo, 13 años en concreto, en el Parlamento Europeo se honra a los árboles escogiendo por estas fechas al que será el Árbol Europeo del Año. Para la elección se utilizan diversos criterios, entre otros la votación popular. Esta vez el honor le ha correspondido a un venerable alcornoque portugués, de 234 años. Sus datos impresionan, así como sus magnitudes y su contribución a la economía del territorio. En solo una ocasión, 1991, se extrajeron de él 1200 kg de corcho, una producción mayor que lo que puede producir cualquier otro alcornoque en toda su vida. Con un tronco cuyo perímetro supera los 4 metros, a su sombra se han celebrado, y se celebran, multitud de actos festivos y culturales.

Caminos en vías de extinción

En sus ramas anidan muchas y diversas aves. De ahí le viene el sobrenombre que le dan en la comarca, El Alentejo, el “Sobreiro assobiador”, el alcornoque silbador, debido a los múltiples y diversos trinos que salen de sus ramas. Y yo no puedo olvidarme que desde hace 2600 años, también a un sauce propio de Mesopotamia se le llama llorón porque bajo sus ramas se escondían los judíos para lamentar su destierro, en tiempos de Nabucodonosor y de entre sus ramas salían los lamentos, que la gente atribuía a los árboles.

Sauce llorón
Dos nombres bonitos de árboles que surgen de sonidos que nos han llegado procedentes de sus ramas. No, los árboles ni lloran ni silban, pero los evocamos de ese modo, tal vez por atribuirles sentimientos o capacidades humanas. Eran otros tiempos los del destierro de judíos en Babilonia, o son otros modos, como el pausado transcurrir del tiempo en esa entrañable zona portuguesa, pero me gusta pensar que hubo una época en la que convivíamos de tal manera con los árboles que incluso les atribuíamos capacidades humanas.

Los árboles siguen ahí, a nuestro lado. Parece que en algunos casos podría decir que siguen a pesar de estar junto a nosotros. ¿Acaso somos enemigos suyos? Aunque tengo mi respuesta, prefiero que cada uno dé la suya propia. Pero hay algo que tengo muy cierto, los árboles están en el Planeta desde mucho antes de nuestra aparición como especie, y creo que es muy posible que cuando la especie humana se extinga, seguirán habiendo árboles por aquí.

miércoles, 13 de julio de 2016

Nombres en biología 1 Sauce llorón


Tal vez muchos crean que los nombres que les damos a los seres vivos son cosa de hoy, o algo puesto al tuntún. Indudablemente, hay denominaciones locales, como “zapatitos del Niño Jesús” o “Pendientes de la Reina”, sin mucha trascendencia geográfica. Pero incluso en esos casos los nombres tienen su razón de ser. En general, vienen de lejos y tienen una carga histórica y cultural que en algunos casos me resulta conocida. En próximas entradas intentaré explicar varios. Comienzo con el de un árbol conocido por todos.
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ELEGANTE, ¿VERDAD?
Para muchas personas, el nombre de este sauce hace referencia a sus ramas que, saliendo de lo alto de los troncos, caen hasta llegar incluso al mismo suelo. Esta creencia está muy extendida. Verdaderamente, el origen del calificativo “llorón” tiene su origen en su aspecto, pero su causa es muy diferente a la que comúnmente se cree. Para intentar conocerla, lo mejor será ir por partes. 

Este árbol tiene como nombre científico el de Salix babilonica, que le fue dado por Linneo en el siglo XVIII. Salix es el nombre del género y Linneo utilizó el nombre que ya los romanos habían dado a los sauces, tal como hizo en muchos otros casos. Lo de babilonica corresponde al nombre de la especie y, como en la mayoría de las ocasiones, el naturalista sueco reflejó en él alguna característica específica del ser en cuestión, como su uso cotidiano en antiguas culturas o, incluso, su origen geográfico. Lo que despierta curiosidad en este caso es tanto la causa de llamarle “babilonica” en la terminología científica como “llorón” en la vulgar.

Vayamos en primer lugar a considerar el calificativo de babilónica que se toma como nombre específico. El árbol procede de Asia, no estando muy claro que sea precisamente de Babilonia. Es una planta ornamental y, como tal, fue utilizada en primer lugar en Italia y después en toda Europa. Su introducción pudo haber tenido lugar o bien con ocasión del viaje de Marco Polo o bien de mano de los cruzados al volver de regreso a sus casas. Con independencia de cuál haya sido su vehículo de introducción, ya en frescos italianos del Renacimiento aparecen sauces llorones como árboles ornamentales en jardines palaciegos, nunca como árboles silvestres. Es muy posible que, al igual que más tarde ocurriría con la flora ornamental de los pazos gallegos, esta utilización en palacios italianos diera un tinte de distinción a estos árboles, detalle que propiciaría su posterior utilización en jardines públicos.

A VECES ENIGMÁTICO

Una vez considerado el nombre científico de la especie, babilónica, vamos a ver la posible explicación del calificativo popular que recibe, "llorón". También fue conocido como "sauce triste" pero este nombre nunca tuvo mucho arraigo (Parece que al principio, el mismo Linneo le llamó Salix tristis). 

Existe una leyenda explicativa del origen de este calificativo, "llorón", asignado a estos sauces, y para que la comprendamos conviene recordar algo de la llamada Historia Sagrada. En la Biblia, en el Libro de Daniel, se cuenta cómo Nabucodonosor, rey babilónico, invadió Israel, esclavizó a sus habitantes, y los llevó consigo a Babilonia, donde se les prohibió mostrar cualquier rastro de nostalgia de su patria. Se dice que durante este tiempo, al no poderse lamentar por su patria perdida, los judíos se escondían bajo las ramas de estos árboles para llorar, ocultos a su amparo. Desde fuera se oían quejidos y lamentos que parecían salir de los sauces, pereciendo que eran ellos los que lloraban y se lamentaban.

BUEN ESCONDITE PARA LLORAR 

Es éste, según la leyenda, el origen del calificativo de "llorón" y también el de "triste" que, de ser cierto, no tienen relación ninguna con el hecho de que le caigan las ramas. Mas bien este detalle fue el que amparó a quienes lloraban escondidos bajos ellos.