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viernes, 24 de junio de 2016

Resolviendo la necesidad de luz

A veces imaginamos que en el mundo de los seres vivos, al que pertenecemos, sólo hay una solución para los problemas que puedan aparecer. Algo muy lejos de la realidad. Entre los seres vivos, con unas funciones concretas que realizar (nutrición, relación, reproducción), cada grupo se organiza del modo que puede para llevarlas a cabo. Y, si son grupos existentes en la actualidad, podemos decir sin miedo a equivocarnos, que las realizan muy bien. Han superado la actuación de la Selección Naturalhasta hoy.

RAÍCES ADVENTICEAS DE HIEDRA

El papel de la luz es muy importante en el mundo vegetal. Cada grupo de plantas tiene sus estrategias para satisfacer sus necesidades. Las hay con pocos requerimientos de luz y viven en zonas donde llega poca, como son fondos de selva, de bosque, interior de pozos y otros hábitats donde reina la penumbra. Son plantas acostumbradas a esos pocos aportes de luz, pero crecen con todo su vigor y con morfologías adaptadas a estas condiciones. De un intenso color verde, son las que, luego, muchas de ellas forman el catálogo de nuestras plantas domésticas de interior, que viven en ambientes umbríos y requieren ciertos aportes de riego.

Hay otras plantas, no leñosas, que tienen necesidades de luz, pero no disponen de un porte adecuado que les permita crecer hasta alturas suficientes como para satisfacer esas necesidades. Trepan hasta alcanzar esos niveles de luz y, por tanto, se les conoce como plantas trepadoras.


ZARCILLO PARA SUSTENTARSE

El trepar es una estrategia a la que han llegado desde posiciones taxonómicas muy diversas y utilizando estructuras muy diferentes, pero que permiten a las plantas poderse encaramar y así beneficiarse de un buen nivel de luminosidad. Voy a comentar tres tipos de estructuras que permiten trepar. Los tres ocurren en plantas conocidas por todos.

El primero de ellos es el de la hiedra, que forma raíces llamadas adventicias. A lo largo de los tallos, también en los nudos donde nacen las hojas opuestas, se forman manojos de raíces cortas que se adhieren a superficies fijas, como son paredes o troncos, gracias a las cuales la planta se va fijando, creciendo, trepando y, por tanto, consiguiendo alcanzar la luz.


MADRESELVA ENROSCÁNDOSE
PARA TREPAR

La madreselva también es planta con esa costumbre. Aunque leñosa, su tallo largo, delgado y flexible no le permite la posición vertical. No obstante, se enrosca alrededor de otros tallos, o de cualquier objeto vertical que se le ponga como guía. Nunca trepa en paredes, como la hiedra, pues lo hace enroscándose alrededor de objetos fijos y exentos.

Las judías y otras plantas afines, suben gracias a zarcillos que aparecen en el extremo de sus hojas compuestas. Realmente son foliolos transformados. Esos zarcillos se enroscan y fijan alrededor de cualquier objeto que encuentren sea tronco, rama o guía y gracias a esas fijaciones la planta va trepando.


FICUS BENJAMINA

Hay más plantas trepadoras conocidas por todos, como el Ficus benjamina, que trepa gracias a raíces adventicias; la parra virgen que forma zarcillos muy cortos, con los que se fija a las paredes, o la capuchina, que trepa también gracias a zarcillos.

He presentado estas diversas estrategias que desarrollan diferentes tipos de plantas para conseguir más luz. El fin es el mismo, pero en cada grupo esa necesidad se satisface recurriendo a los recursos propios de cada uno de ellos.

Tal vez lo más interesante que quiero exponer aquí es que entre  los seres vivos no existe una sola estrategia para satisfacer una necesidad vital. Tales necesidades se solventan gracias a los recursos de que dispone cada grupo. Por eso, los diferentes modos de solventarlas, aunque similares, no tienen razón de ser iguales. 

Para mi, con un modo digamos generoso de enjuiciar las cosas, representan casos de evolución convergente y, por tanto, vienen a ser analogías.

domingo, 19 de junio de 2016

Procesos evolutivos en vegetales

Las mutaciones son aleatorias, pero cualquiera de ellas que aumente la adaptación de su portador al ambiente, será favorecida por la selección. Así surgen las tendencias selectivas cuyos resultados, luego, podemos ver en la naturaleza. A veces esta tendencia puede ser manifiesta en vegetales, mientras que en otras ocasiones cuesta más interpretar la acción de la selección natural en esos mismos seres.

ORTIGA. TODOS CONOCEMOS SUS EFECTOS

Una de las mayores agresiones que sufren los vegetales es por parte de unos predadores a los que, por serlo, llamamos herbívoros. Desde invertebrados a mamíferos, en toda la escala animal encontramos herbívoros capaces de destruir toda una población vegetal. Insisto que, en esa situación casi límite, cualquier mutación que sirva a su poseedor para defenderse de la predación, será favorecida por la selección natural. Y puesto que es una mutación, y una de las características de las mutaciones es la de ser hereditarias, podemos decir que en estos casos se están produciendo procesos evolutivos. Qué duda cabe que situaciones extremas generan una presión grande sobre adaptaciones, sobre tenerlas o carecer de ellas, y siempre con consecuencias evolutivas. Pero que nadie piense que estos procesos ocurren de la noche a la mañana, pueden durar millones de años.

Volvamos a hablar de predadores, de herbívoros, y de los mecanismos que poseen los vegetales para evitar ser comidos por ellos. En situaciones de ataques, los animales huyen; los vegetales, lo sabemos, no pueden hacerlo. Pero una cosa que siempre me ha impresionado es que en el mundo vegetal no se desarrollan venenos o substancias similares para destruir a quienes intenten devorarlos. No se mata a nadie, pero sí se generan procesos alérgicos o dañinos de modo que se desencadenen reflejos condicionados y el herbívoro sepa que esa planta, en concreto, no se puede tocar sin arriesgarse a las consecuencias.

Todos hemos sentido escozor en más de una ocasión al rozar hojas de ortiga. Incluso existe el verbo “ortigar” para referirse al resultado de este roce. Imaginemos lo que pueda sentir un ciervo, por ejemplo, que introduzca una ortiga en su boca e intente arrancarla tirando de ella con fuerza. La razón de este escozor radica en unas células urticantes (urticantes, derivado de ortiga) llenas de un líquido capaz de generar reacción alérgica en la piel y que se clava en ella como respuesta mecánica ante un simple roce de la superficie foliar.

EL ACEBO Y SUS HOJAS NOS RESULTAN CONOCIDOS

Todos los tipos de espinas presentes en vegetales tienen esta misma finalidad, la de defenderse de herbívoros. ¿Aparecieron para defenderse o se defienden gracias a tener espinas? La respuesta nos lleva a comentarios muy enjundiosos, pues muchos creerán que aparecieron para defenderse. Es decir, que ante una necesidad aparecieron los órganos capaces de superarla. Hay bases suficientes para creer que todo proceso evolutivo se ha realizado a partir de estructuras preexistentes a los que se les dio una función nueva. Tal vez, en un principio, esa estructura no tuvo mayor utilidad, pero una mutación que la modificase pudo haberle conferido cierta capacidad para algo útil. En este caso, cualquier mutación nueva que mejorase el rendimiento de este órgano con función nueva, pudo haber sido favorecido por la selección, de modo que se fue configurando mas y mas a lo largo de muchas generaciones, siempre que las necesidades ambientales permaneciesen invariables.


TOJO - UN EJEMPLO DE PLANTA CON PINCHOS

Todas las plantas con pinchos han tenido, y tienen, su capacidad de defenderse de los herbívoros y realizar, por tanto, una buena función clorofílica. Hablo de rosáceas, con pinchos en tallos y hojas; de acebo, con pinchos en el borde de las hojas inferiores de los arbustos; de los tojos, con espinas por toda la planta; de los cactus y de otros ejemplos.
LOS CACTUS POSEEN UNA INTERESANTE
HISTORIA EVOLUTIVA

En cactus, de los que hablaré con detalle por constituir un bonito ejemplo evolutivo, las espinas son hojas evolutivamente transformadas. En este sentido, son homólogas de las hojas de cualquier otra planta. Realizan la importante labor de defender a la planta. Incluso, en algunas de estas espinas, existe una pequeña cápsula con líquido tóxico que, una vez pinchado el individuo agresor, se inyecta en su piel generándole escozor e inflamación.

Cuando en diferentes organismos aparecen estructuras similares, con diferentes orígenes embrionarios, pero encaminadas a fines similares, decimos que se produce evolución convergente y llamamos “análogos” a los órganos que tienen esa finalidad y esos orígenes.

El ejemplo más elocuente de órganos análogos lo constituyen las alas en animales voladores. Tienen alas las aves, los murciélagos y algunos órdenes de insectos, como dípteros y lepidópteros. A nadie se le va a ocurrir que tengan el mismo origen, pero todos vemos que sirven para lo mismo: buscar alimento, realizar el cortejo sexual y desplazarse. En todos los casos aparecieron de órganos preexistentes y confirieron mayor adaptación a sus poseedores conforme fueron mejorando su capacidad de realizar su función. En estos casos, en los que órganos con diferentes orígenes llegan a desarrollar funciones similares, hablamos de evolución convergente, que origina órganos análogos.

BOUGANVILLEA. FLOR Y BRÁCTEAS
Una analogía que no me resisto a callar la constituye la bouganvillea. Tiene una flor poco vistosa, rodeada de brácteas coloreadas que son las que le confieren prestancia. Las brácteas son los últimos pares de hojas próximas a la flor y transformadas para adecuarse a ella. Lo que llamamos·flor”, en la bouganvillea realmente son brácteas, pero hacen las funciones de tal, engañando incluso a polinizadores. Un claro ejemplo de analogía, pues pétalos y brácteas tienen diferente origen embrionario, pero ejecutan una función similar, análoga en términos biológicos.