sábado, 26 de enero de 2013

REFLEXIONES BAJO LA NIEBLA

                                            I
Cuando contemplo las cosas que hacían reflexionar a los antiguos, pienso que tampoco es que sean tan distintas de las que nos hacen reflexionar a nosotros. El ser humano, en su natural intento de explicar su entorno, ha ido construyendo un edificio conceptual de preguntas y respuestas con las que, en cada momento, ha calmado su afán interpretativo. Naturalmente, para buscar esas respuestas se utilizaron los conceptos de que se disponía, por eso siempre hemos estado en procesos de revalidación de las interpretaciones previas, en aquellas ocasiones en que han has estado disponibles nuevas técnicas de estudio.

II
Preguntas del tipo ¿Cómo…? ¿Cuándo…? ¿Por qué…? o ¿Para qué…? han sido los alicientes del progreso científico cuando se han formulado de manera correcta por quienes estaban capacitados para hacerlo.
Cuando pienso en las grandes dudas que acerca de la naturaleza tenían los sabios de la antigüedad, veo cómo hoy en día siguen siendo prácticamente las mismas, si bien planteadas de modos diferentes y desde posturas científicas más sólidamente establecidas. O al menos, eso es lo que pensamos.
Es curioso, pero siempre han existido referencias intangibles y no científicas, que han sido suficientes para que la mayoría de las personas concediesen credibilidad total a todo cuanto se le dijese en su nombre. Y eso ocurrió, ocurre y ocurrirá. Claro que los referentes han ido cambiando.
En la Grecia clásica, sus referentes eran los mitos con los que construyeron todo un sistema explicativo de las cosas naturales. El viento aparecía siempre que el dios Eolo soplaba, la tormenta surgía cuando Zeus se enfadaba con los mortales y, en tales ocasiones, lanzaba sobre la tierra su ira en forma de rayos. A veces, pasada la tempestad, enviaba a su mensajero, Ares, a pactar con los hombres y el enviado bajaba a la tierra utilizando para ello un arco que se ponía a modo de pasarela entre el cielo y la tierra, el arco Iris. Según los mismos mitos, los meses de invierno, sin flores en los campos, eran aquellos en los que Perséfone se iba al fondo marino a estar con Poseidón mientras su apenada madre, Démeter, descuidaba su ocupación de jardinera que embellecía los campos. Luego, la hija regresaría en abril, la jardinera se alegraría retomando su oficio, y los campos volverían a lucir sus flores.
Naturalmente, hoy existen explicaciones científicas para todos esos fenómenos. Sabemos los componentes atmosféricos que, cuando están juntos, determinan que se desencadenen tormentas, lo mismo que sabemos las circunstancias en las que se forma el arco iris o qué factores son los desencadenantes de los bioritmos en los vegetales que hacen que en invierno casi no haya flores y que en el mes de abril las haya en gran profusión. Pero puede ser que para quienes no disponen de muchos conocimientos, las explicaciones míticas resulten más atractivas que las científicas, tal vez demasiado frías. O puede ser que el mito atraiga más que la verdad comprobada.

III
Después de la época clásica y de sus correspondientes mitos, apareció el tiempo en que la verdad revelada, contenida en la Biblia, constituyó todo referente de interpretación de la naturaleza. Ocurrió desde la Roma de Constantino en adelante. En aquellos tiempos, decir de algún concepto que tenía su base en los libros sagrados, era consagrarlo como incuestionable. A lo largo de la Edad Media y, más intensamente, en el Renacimiento, se llegó al conocimiento de hechos científicos que estaban en desacuerdo con postulados bíblicos. Fue cuando tomó cuerpo la teología natural entre los científicos e investigadores del momento. Según ella, Dios se manifestaba a través de cuanto dijera de sí mismo, en la Biblia, y a través de su obra, la naturaleza. Entre ambas manifestaciones no podía existir contradicción alguna y, si acaso aparecía, el error estaba en nuestra forma de interpretarlas.

IV
El científico del Renacimiento no quería abandonar la idea de Dios. Es más, los sistemas filosóficos que fueron apareciendo tenían un apartado muy concreto para explicar su existencia y cómo era posible llegar a su conocimiento utilizando el raciocinio. Indudablemente, conforme fueron descubriéndose las leyes que regulaban los procesos físicos y mecánicos de los objetos, fueron apareciendo teorías acerca del modo en que Dios los regulaba y as¡, mientras para unos científicos Dios estaba en todo momento detrás de todos y de cada uno de los procesos, para otros hombres de ciencia resultaba más sabio y poderoso un Dios que en el mismo acto de la creación hubiese promulgado las leyes por las que se regirían los cuerpos, de la misma manera que un rey promulgaría sus leyes en su reino. Una vez hecho esto, Dios habría dejado de mantener un cuidado constante del Universo, pues para eso estaban actuando sus leyes que, como reflejo de su sabiduría, eran perfectas. Buscar esas leyes era buscar la acción creadora, la sabiduría y el poder de Dios.

V
De todas formas, muchas veces me pregunto si nuestras explicaciones actuales, si las interpretaciones que cotidianamente manejamos como armas conceptuales en nuestros enjuiciamientos, son correctos en todos los sentidos. Naturalmente, la respuesta que me doy a m¡ mismo es negativa por muchas razones. Por una parte, hemos de suponer que es mucho más lo desconocido que lo que conocemos. En este sentido, nuestras interpretaciones, al no disponer de todos los datos precisos para hacerlas correctamente, serán necesariamente incompletas, y quiero indicar que, a veces, incompletas suele ser sinónimo de erróneas. Hay procesos en los que está clara nuestra total o parcial ignorancia de algunos detalles de los mismos. Lo malo es cuando creemos disponer de todos los datos para alcanzar una interpretación correcta y estamos equivocados.
Por otra parte, a veces actuamos como si nuestra interpretación de los datos previos fuese la única correcta, pudiendo ocurrir que no sea así. Por eso no está mal una postura de escepticismo con relación al cuerpo de conocimientos que utilizamos como herramientas para seguir incrementándolo. Más bien es una postura recomendable, y tal vez la única.

VI
En el Renacimiento se pensaba que los seres vivos estaban formados por combinaciones diversas de los cuatro elementos, agua, aire, tierra y fuego. Unos de mayor importancia y rango que otros, pues fuego era mejor que aire y tierra mejor que agua. Había dudas serias, por ejemplo, dónde se encontraba el fuego que calentaba la sangre de mamíferos y aves. Por otra parte, los elementos estaban presentes en diferentes proporciones en cada grupo de seres, pues estaba claro que los felinos eran mezcla de fuego y aire, de ahí su capacidad de saltar con tanta efectividad (efecto de su componente de aire) y de herir como hieren (su fuego).
Los cuatro elementos por separado no originaban vida. De hecho, la muerte correspondía a la separación del aire seguida del apagarse del fuego. Luego vendría la pérdida del agua y finalmente quedaría el polvo, la tierra. Como el paso de lo vivo a lo inerte era así de simple, realmente era muy imprecisa la separación entre uno y otro estado y la generación espontánea estaba generalmente admitida entre los hombre de ciencia como un sencillo paso entre vivo e inerte. No había una separación neta entre una y otra forma de la materia, creyéndose que, por ejemplo, la podredumbre engendraba vida. Por si fuera poco, en la Biblia aparecían casos de generación espontánea.

VII
Fue en el siglo XVI cuando, comenzando por Redi y Spallanzani, se pusieron las bases de nuestro conocimiento actual sobre los seres vivos. Estos científicos demostraron que, al menos en los casos que ellos estudiaron, no había generación espontánea y la podredumbre no generaba gusanos. No sería hasta el siglo XIX cuando Pasteur demostraría que tampoco había generación espontánea en bacterias. De este modo, los seres vivos aparecían como poseedores de una actividad, la vida, que no se producía en condiciones actuales y que sólo se podía recibir de otros seres vivos. Esto se resumió en varios aforismos, como omnis vivo ex vivo (todo ser vivo procede de otro ser vivo) o La vida no se crea, solamente se transmite. Estas sentencias resumían, con no poca carga didáctica, años de trabajos y enfrentamientos científicos y querían representar las bases conceptuales de una nueva ciencia que se iba construyendo al estudiar los seres vivos de manera rigurosa.

VIII
Fue preciso llegar a un mundo de madurez de ideas para que algunas cuestiones pudiesen ser planteadas con cierta precisión. Después del siglo XVIII, y los trabajos de los grandes estudiosos de la naturaleza, como es el caso de Bufón y su Historia Natural, donde ya apunta la posibilidad del origen de las especies a través de procesos evolutivos, el siglo XIX se caracterizó por el rigor en los planteamientos y la emergencia de una serie de conocimientos que son aplicables a todos los seres vivos. Comienza la existencia de la biología como hoy la conocemos. Las preguntas de siempre, las que han acompañado al hombre desde Aristóteles y han servido de estímulo a la mayoría de los estudios de fondo, comienzan a ser respondidas, se asientan los fundamentos de lo que empieza a ser una biología moderna, cada vez más y más alejada de los antiguos mitos explicativos.
Del Siglo XIX es la teoría celular, la comprensión de los procesos hereditarios y los de división celular, el conocimiento de los principios inmediatos, la síntesis de la urea y, por tanto, el comienzo de la desaparición del vitalismo como supuesta doctrina, el destierro de las ideas acerca de la generación espontánea, la idea de la evolución causada por selección natural y, en suma, la misma palabra biología.
También es en este siglo cuando los científicos dejan de hablar de Dios en sus escritos, de modo que ya no es posible deducir, a través de ellos, el credo de sus autores. Para muchos, Dios había sido el referente conceptual para explicar lo inexplicable. De nuevo, la escuela de filósofos atenienses ocupaba un lugar en el mundo del conocimiento, para intentar explicar los procesos mediante causas naturales y, cuando no se dispusiese de explicación natural, la pregunta quedaba ahora planteada en espera de su respuesta adecuada, pero ya sin volver a mitos ni a referencias no científicas como hipótesis explicativas.




martes, 22 de enero de 2013

EL ORIGEN DE ALGUNOS NOMBRES EN BIOLOGÍA (II)





Narciso
De todos es conocida la historia de este dios griego. Muchacho hermoso, desatendió propuestas amorosas que le presentaron diversas divinidades. Dice la mitología que la diosa Némesis le castigó por su altanería, de modo que sólo se sintió atraído por su propia hermosura cuando la vio reflejada en las aguas de un estanque. Al quererla besar, cayó al agua y se ahogó. En aquel lugar creció una planta que presenta una hermosa flor que, en su memoria, nos recuerda en cierto modo la postura del presumido dios. Por eso lleva su mismo nombre: Narciso.
La flor tiene su bella corola inclinada hacia el suelo,como evocando al dios de quien toma el nombre, contemplándose en el estanque en el momento de enamorarse de sí mismo.



Quitamerendas
Esta flor pertenece a una planta, Merendera montana, que se reproduce por bulbos y está presente en casi toda la península ibérica, aunque más frecuente en su mitad norte y los montes Pirineos. Suele vivir en prados de media altura. De la misma familia es el crocus, el azafrán y el cólchico (utilizado en investigaciones biológicas y en farmacia) Todas ellas tienen una flor  muy semejante.
Su nombre se refiere a que florece en otoño, después de la primeras lluvias, cuando el suelo aun está caliente por el verano pasado pero ya comienza a estar húmedo. Estas flores son el indicativo de que las condiciones ambientales de los campos se han modificado y ya no es aconsejable sentarse en ellos para merendar. De ahí su nombre.
(La foto que utilizo de las quitamerendas es de Guillermo Díaz Aira, biólogo amigo)

Drosophila
Muy utilizada en investigación genética, su nombre significa “amante del amanecer”.
Drosophila, cuando está en laboratorio, en cultivos a obscuras, emerge de las pupas en cualquier momento del día, pero si los frascos de cultivo se exponen durante unos minutos a la luz ambiental (junto a una ventana, p.ej.), el desarrollo de las pupas se sincroniza con la información luminosa recibida de modo que, a partir de ese momento, las futuras emergencias se realizarán al amanecer.
Siempre me ha admirado esta transformación metabólica de la información recibida en una pauta de desarrollo, teniendo en cuenta, incluso, que a lo largo del día hay dos veces en la que existe la misma intensidad luminosa, pero las pupas de Drosophila son capaces de detectar si esa intensidad crece o decrece, es decir, si es por la mañana o por la tarde. Siempre se sincronizan de modo que los adultos emergerán al amanecer.
¿Tiene algún valor adaptativo este comportamiento? Yo creo que sí y voy a explicarlo a continuación. En el momento de la emergencia de las pupas, los adultos carecen de pigmentación, del exoesqueleto quitinoso y las alas están plegadas al lor largo de ellas mismas y dobladas. En caso de exponerse al sol, morirían por desecación. Por eso nacen antes de su salida. Nada más emerger, son muy voraces a la vez que desarrollan una intensa actividad metabólica sintetizando quitina (para el esqueleto) y pigmento a la vez que las alas se van desdoblando y adquiriendo consistencia. Al salir el sol ya están completamente defendidos de su efecto.
En laboratorio es suficiente una sola breve exposición a la luz diurna, para que las pupas de los cultivos se sincronicen con ella y nazcan los adultos en los siguientes amaneceres. Este efecto no se consigue exponiendo las larvas a la luz. 

lunes, 21 de enero de 2013

¿DESCUBRIMIENTOS DE NUEVOS DATOS O DESARROLLO DE NUEVOS CONCEPTOS?

Para el hombre de la calle no hay discusión en el planteamiento acerca de la prelación entre descubrimiento y concepto. El descubridor es considerado como un héroe, pero se puede prescindir tranquilamente del concepto. No es así, pues el fondo patrimonial de una ciencia está constituido por sus conceptos, a veces formulados a modo de leyes.

Los descubrimientos ayudan a reformular conceptos previamente establecidos, a admitir nuevos y a rechazar otros. (Cuando no hay base conceptual ninguna para acoger un descubrimiento, decimos del descubridor que se adelantó a su tiempo). La riqueza científica de la biología está mantenida en sus conceptos, siempre sujetos a ser revisados a la luz de nuevos descubrimientos: Es ahí donde radica la importancia de los nuevos aportes de conocimientos, llegados gracias al tesón de descubridores. Los conceptos de diversos objetos de estudio se han ido modificando a lo largo del tiempo conforme los descubrimientos iban perfilando propiedades suyas. En este sentido, es posible, como hizo Mayr, escribir una historia de la Biología escribiendo una historia de sus conceptos fundamentales.

Muchos científicos no son muy conscientes de los cuadros conceptuales en que desarrollan sus investigaciones. Raramente exponen, si acaso lo tienen claro para sí mismos, qué conceptos aceptan en su totalidad y cuáles rechazan por principio. También son muchos los que dan gran importancia a sus propios logros relativos a nuevos conocimientos y, en especial, a todo cuanto resulta espectacular. Pero omiten casi siempre decirnos cómo esos mismos logros afectan a los conceptos en que se basan sus estudios. Incluso pueden ignorarlos o considerarlos secundarios si los llegan a conocer.

T.H.MORGAN Resolvió muchas preguntas
sobre los genes.


No obstante, querer presentar a la ciencia como una simple acumulación de hechos nuevos es completamente erróneo. En las ciencias biológicas –y eso puede ser más cierto para la biología evolutiva que para la funcional-, la mayoría de los grandes progresos se han producido por la introducción de nuevos conceptos o la mejora de los preexistentes. Se progresa en la comprensión del mundo mucho más por la mejora conceptual que por el descubrimiento de hechos nuevos, si bien ambos procesos no se excluyen mutuamente.



Expliquemos esto con algún ejemplo. Mucho antes que Mendel, los criadores habían encontrado las proporciones que hoy conocemos como “mendelianas” en tipos de descendencia de cruzamientos entre híbridos. El mismo Darwin había encontrado numerosos datos similares en sus trabajos de cruzamientos entre plantas. No obstante, todo eso carecía de sentido hasta que Mendel introdujo los conceptos adecuados y Weismann adoptó conceptos adicionales que hicieron aún más comprensible el concepto mendeliano de segregación. Del mismo modo, los diferentes descubrimientos que se fueron realizando a lo largo del siglo XX, sirvieron para ir modificando el concepto que tenemos del cromosoma, haciendo que cada vez poseamos una comprensión más clara acerca de la estructura y de la función de este cuerpo celular. En un artículo publicado aquí mismo (Genes y destino ¿Qué heredamos?: II Qué entendemos por genotipo. Biología), expongo cómo se fue modificando, gracias a diferentes descubrimientos, el concepto que tenemos acerca del genotipo. 













Para cada progreso de la biología evolutiva o sistemática, se puede demostrar que éste no fue tanto un resultado de descubrimientos como de introducción de mejoras en los conceptos preexistentes, o de aparición de conceptos nuevos. Los historiadores de las ciencias saben eso desde hace tiempo, pero este dato es muy poco comprendido por los no científicos. 


Lógicamente, los descubrimientos representan una parte importante del progreso científico y el aparente retraso que sufren ciertos sectores de la biología contemporánea (como el conocimiento acerca del origen de la vida o de la organización del sistema nervioso central), es debido, principalmente, a las lagunas que existen en nuestro conocimiento de ciertos hechos fundamentales. No obstante, en la marcha del progreso científico, la aparición de nuevos conceptos o la trasformación mas o menos radical de conceptos antiguos juega un papel tan importante, y a veces mas grande, que los mismos descubrimientos. En biología evolutiva, conceptos como evolución, descendencia de antepasados comunes, especiación geográfica, mecanismos de aislamiento o selección natural, han conducido a una reordenación drástica de un sector anteriormente confuso de la biología, a la formulación de una nueva teoría y a numerosas nuevas investigaciones. 


Quienes afirman que el progreso de las ciencias consiste principalmente en el progreso de los conceptos científicos no van nada descaminados.



sábado, 19 de enero de 2013

UN RACISMO EMERGENTE


Este artículo apareció en una revista gallega de opinión (Boletín Galicia Europa). Lo escribí en 1995, por eso aparecen como futuras algunas cosas que ya pertenecen al pasado.
Actualmente vivimos un tiempo en que la denominada “verdad científicamente comprobada” alcanza el rango de dogma fundamental.
Con frecuencia alguien hace una pregunta inocente: ¿para qué se estudia? La respuesta es sencilla: Para saber aumentar nuestro conocimiento. La ronda de preguntas puede seguir: ¿para qué queremos saber más? Podría responderse que para incrementar nuestra calidad de vida, pues es claro que el disfrute del mundo está muy relacionado por el conocimiento que podamos tener de él.
Por eso, en algunos casos es posible enjuiciar a una ciencia por su contribución al cuerpo general del conocimiento. Con frecuencia me pregunto por la contribución de la biología al conocimiento humano y, concretamente, por el de la genética. Tal vez su primer éxito científico aplicado a la sociedad fue el del maíz híbrido. Más tarde vinieron otros, de los que el consejo genético no fue el más pequeño. Ahora, con la ingeniería genética y el Proyecto Genoma Humano, no faltará quien diga que se abre una nueva era en la historia de la biología y de la humanidad. Puede que si, puede que no. La ingeniería genética es una técnica y, como todas ellas, su bondad dependerá del uso que se le de. Esa es la esencia del problema, qué se va a hacer con ella, quién se va a beneficiar de esa ingeniería y, también, qué axiomas se van a apuntalar con los conocimientos que aporte el Proyecto Genoma Humano.
En la Europa actual, en las puertas del siglo XXI, hay un gran replanteamiento de problemas antiguos a los que conviene dar solución de una vez por todas. De no ser así, siempre tendremos un lastre ideológico que será fuente de conflictos recurrentes. Pienso que es hora de dejar resueltas algunas dudas, y mucho más ahora que apostamos por emprender una historia común. En una Europa como la de hoy en día, no faltan quienes pretenden replantear situaciones antiguas, pero con la novedad de aparecer científicamente basadas en una perspectiva biológica. Atribuir a una idea una supuesta base científica es transformarla en inamovible, lo cual no deja de ser totalmente engañoso.
En estos momentos, en los que la Unión Europea aparece como una zona económicamente fuerte y próspera, no son pocos los nativos de regiones pobres que tienen como meta esta parte del mundo. Europa siempre fue un continente de fuerte inmigración, pero hoy se cierran sus puertas de acogida en nombre de unas supuestas diferencias raciales y no hay que citar casos, pero pensemos en los miles de africanos que quieren llegar. Algo similar ocurre con los gitanos a quienes se cuestiona su derecho a ser ciudadanos europeos, aunque lleven siglos aquí.
En estos tiempos aparecen libros que canonizan las diferencias, se llega a matar a gente por ser de fuera, se atacan refugios de inmigrantes, y hay partidos políticos con tintes neonazis que ganan puestos de gobierno en elecciones democráticas. ¿Estamos configurando la Europaque queremos? En esta Europa de finales de siglo, cuando muchos grupos temen perder privilegios detentados dende hace más o menos tiempo, parece que se quiera volver, de manera sutil, a hacer valer las supuestas diferencias entre los hombres como justificantes de renovadas discriminaciones.
A veces ocurre que determinadas palabras tienen en biología un significado diferente al que pueden tener entre la gente de la calle. Así, "evolución" tiene un significado diferente para los biólogos que el que tiene en el mundo tecnológico o industrial. Otro tanto pasa con "herencia", pues tanto puede ser biológica como legal, cosas muy diferentes. Para un biólogo, "diferencia" y "variabilidad" representan cosas diferentes a lo que pueden representar para una persona ajena a la biología. La diferencia existe entre grupos (especies) alejados, como serían un hombre y un erizo. Pero dentro de un grupo biológicamente homogéneo, dentro de la humanidad por citar un caso, existe variabilidad. La variabilidad de pigmentación, de agilidad mental, de grupos sanguíneos o de estatura, caen dentro de la normalidad de cualquier especie, incluso de la nuestra.
Una verdad científicamente comprobada (ésta sí) es que a más variabilidad, mayor riqueza biológica la esa especie que la posee. Pero no se puede hablar de formas mejores o peores. Un ser vivo actúa en interacción con su ambiente. En un ambiente una forma puede ser buena y en otro, perniciosa. No hay formas buenas ni malas en modo absoluto, sino como algo relativo en cuanto a la adaptación al ambiente por parte de sus portadores.
En estos tiempos se oye de nuevo (pretendidamente con base científica) que las personas de determinadas razas, o pertenecientes a sexos concretos, son inferiores a otras por presentar características biológicas diferentes. Eso es falaz y, tal vez, puede aportar una supuesta base científica a determinadas posturas, interesadas en mantener las diferencias. Una cosa es ser más inteligente y otra, muy diferente, disponer de más información. Cuando pretendidos científicos dicen que los negros son menos inteligentes que los blancos, o las mujeres en relación a los hombres, me gustaría que nos dijesen en qué basan tal afirmación, cuál fue el tamaño de la muestra de personas estudiadas, cuál el tamaño de la de hombres control con la que se comparó, cuántos años duró el estudio, si los grupos comparados dispusieron del mismo ambiente cultural desde su nacimiento (cuando digo ambiente cultural quiero decir, alimenticio, sanitario, educacional, etc., etc.) y cuáles los análisis estadísticos utilizado para trabajar con los datos. En la mayoría de los casos falta todo eso y sobran conclusiones.
Por eso, no faltan ocasiones en las que me preocupa pensar que, de aquí a poco, estaremos en la Europa de la moneda única y todo cuanto trae acarreado consigo la Europa del bienestar. Pero, también, en una especie de paraíso para nosotros (blancos y europeos de nacimiento), en el que puede ser posible que algunos quieran poner impedimentos a terceros para entrar. Una especie de club de gente elegida en el que otros no tienen entrada. A no ser que pasen, de tapadillo, por la puerta trasera. Tengo la sensación de que debemos pensar muy en serio si es esa la Europa que queremos, pues aún estamos a tiempo, y somos capaces, de configurarla como tiene que ser.

jueves, 17 de enero de 2013

REFLEXIONES ACERCA DE LA SEMANA SANTA

 A la memoria de Germán Pérez Burgos, costalero de la Virgen de los Dolores de Sevilla, muerto en Afganistan el día 24 de septiembre de 2007


Cada primavera nos trae un revivir de la naturaleza. Miremos a donde miremos, si lo hacemos con ojos sabios, nos encontraremos con la vida que parece rebrotar tras el obligado período invernal.
Es entonces cuando, tras la primera Luna Llena, celebramos la Pascua. Tradiciónllena de recuerdos y símbolos, pero también proyecto pleno de ilusiones. Y lo que digo a nivel general, de todos, es incluso más válido cuando nos metemos en las interioridades de cada uno de nosotros.
Hay quienes hablan de la Navidadcomo una fecha triste porque viene cargada de evocaciones irrepetibles. Tal vez sea cierto, pero creo que si esas evocaciones son capaces de sembrar la tristeza en nuestro ánimo, es porque éste no está preparado para situar cada cosa en el sitio que le corresponde. Ahora, en primavera, nos encontramos con una celebración tal vez más extrovertida, la Semana Santa, pero no por ello menos exenta de recuerdos y de tributos a la trayectoria vital de cada uno.
Es decir, no menos intimista y como siempre ocurre en estos casos, cada uno la vivirá de acuerdo con su personal forma de interpretar y sentir estos momentos. Porque detrás de un ritual mas o menos costumbrista como pueden ser las palmas y los ramos, las comidas típicas, las procesiones o las reuniones familiares o con amigos, volveremos a meternos en un trasfondo íntimo que nos llenará de recuerdos.
En toda esa sucesión de actos que van jalonando la Semana Santa, nos será posible revivir las emociones, alegrías, tristezas y preocupaciones que han configurado nuestro paso por la vida hasta el día de hoy. Y si al ver a los niños con sus palmas o sus ramos recordaremos al niño que fuimos acompañados por nuestros familiares camino de la iglesia en la mañana del Domingo de Ramos, mas avanzada la Semana Santa, cuando estemos en el Jueves Santo por ejemplo, reviviendo una vez más sus tradiciones en la familia y en la ciudad, evocaremos una vez más a tantos y tantos amigos y familiares que nos han acompañado en nuestro pasar por esta vida, o que incluso le han dado sentido, y que por múltiples razones esta vez no nos acompañan.
Todo esto se fragua en un círculo formado por el entorno familiar y esos amigos de siempre con quienes nos gusta compartir esos momentos que, en general, llamamos vida. Pero en Semana Santa también tenemos el reclamo callejero. Las Cofradías pasan por las calles, cada una con su itinerario, dejando tras de sí un sinfín de emociones, de recuerdos tal vez olvidados pero aflorados al ver pasar a las Advocaciones que marcan nuestro paso por la vida. ¡Cuantos años viendo pasar a esta Virgen, a este nazareno…¡ Y sin embargo nunca nos los queremos perder porque yo no sé muy bien si vamos a verlos o si, mas bien, vamos a vernos a nosotros mismos en el mismo sitio y con el mismo motivo. Por una u otra causa, buscamos el reencuentro.
Para mi es el tiempo de las emociones descontroladas y permitidas, valga la redundancia, pues si bien es cierto todo lo que podemos decir acerca del comedimiento, sé desde muy adentro de mí mismo que en esos momentos de emoción es cuando más sinceramente me siento más vinculado a los míos y también unido en una comunidad de sentimientos y compartiendo sensaciones muy similares con gente con quienes tal vez no tenga muchas mayores semejanzas. Pero si estamos en la calle para ver pasar tal o cual Cofradía, si nos emocionamos ante ese paso o al ver pasar esa Virgen, ya es mucho lo que nos une.
Me gusta sentirme uno mas, es algo que siento profundamente en cualquier calleja, en esta o en aquella plaza, mientras que con muchos otros espero la llegada de este o de aquel paso. En medio de posibles apretujones, el olor a incienso, el sonido de la música, las filas de nazarenos y, al final, el Cristo o la Virgen cada vez más próximos crean en mi ánimo un sentimiento emotivo que es algo muy difícil de transmitir, digamos muy personal. Pero muy hermoso.
Siempre me encuentro conmigo mismo en cualquier momento inesperado, pero sé que ocurrirá. Tal vez una vuelta emotiva de un paso, es posible que una anciana mirando con ojos devotos a un Cristo, una marcha cargada de evocaciones, no lo sé, pero puede ser cualquier cosa la que en esos días me provoque una profunda mirada hacia mí mismo y me encuentre tal como creo ser, me guste o no me guste. Es lo de siempre, que lo permanente, llegado de la mano de la Semana Santa, llega a mi ánimo, para asentarse de nuevo y recordarme los sitios relativos de mis afanes y preocupaciones cotidianas.
Por eso, porque me gusta andar por mis adentros, entre otras cosas, cada año “bajo” a Sevilla desde Santiago de Compostela. Desde 1973 (si, 1973) solo he faltado dos veces, una de ellas por enfermedad de mi padre y en la otra ocasión, era mi madre la que estaba enferma. Siempre voy con la misma ilusión, porque sé que veré a familiares entrañables, estaré con amigos queridos y, fundamentalmente, me daré un paseíllo por mi interior, a ver cómo van las cosas, las mías.
Volverme a encontrar frente a cualquier Cofradía sevillana me da la sensación de un haber llegado a casa difícil de explicar, pero muy cierto y muy sentido. Es la segunda vez que hablo de sentimientos difíciles de explicar y ahora me pregunto yo si acaso es necesario explicarlo todo. Y mucho más cuando estoy hablando a amigos que, prácticamente, podrían decir lo mismo que yo, porque todos compartimos sentimientos similares.
 
Publicado en PASSIO, pp 89-90,  Junta Major Hermandades Semana Santa, Gandía, 2008

miércoles, 16 de enero de 2013

EL RECELO A LOS TRANSGÉNICOS


   Desde siempre, nuestra cultura receló de los seres monstruosos, aquellos cuyos cuerpos eran mezclas definidas de los de otros. Las esfinges, las quimeras, las gorgonas o las sirenas eran seres que, en la mitología griega, jugaron continuamente papeles malvados: mentirosos, criminales, vengativos o traicioneros, siempre estuvieron del lado de la falsedad y la traición.
Con estos planteamientos previos, no es raro que hoy, y de manera inconsciente, exista un manifiesto rechazo a los seres surgidos como consecuencia de mezclas de caracteres de otros, previos, que pudieron no ser malos ni perniciosos: la maldad estaba en la misma mezcla.
     Recordemos que las sirenas, con la mitad del cuerpo en forma de pez y mitad superior como una mujer hermosa, habitaban arrecifes y lugares marinos peligrosos y, mediante sus cantos, atraían a los marineros para que acercasen a ellas sus embarcaciones, haciéndolas naufragar. La esfinge, con cabeza y pechos de mujer, cuerpo de león y alas, mataba a los que no podían resolver un enigma que les proponía, cuya solución acertó Edipo. Quimera era una cabeza de cabra implantada en un cuerpo de león y con cola de serpiente. Despedía fuego por la boca. No es preciso seguir con este desagradable catálogo.
   Durante la Edad Media se siguió creyendo en seres monstruosos (niños con cabeza de perro o de ave, nacidos de relaciones ilícitas entre mujeres y otros seres, animales o el mismo demonio). En tales casos, los monstruos, al igual que sus madres, eran condenados a muerte. Recientemente, y ya con medios actuales de creación y transmisión de mitos, Frankenstein representa, una vez más en la historia de nuestra cultura, ese ser fallido cruel y pernicioso que está hecho, no obstante, de partes buenas de seres previamente existentes, también buenos de por sí.
     Vemos que en todos estos casos, los seres que contribuyen a formar el monstruo son buenos. Lo intrínsecamente malo es el monstruo mismo. Aparece entonces un comportamiento anormal y dañino por parte del ser anormal, que solamente se podrá resolver destruyéndolo.
     A veces los temas culturales son recurrentes. Van apareciendo a lo largo del tiempo, siempre con visos de novedad. Ahora estamos en un momento en que los mercados se van llenando de nuevos seres, consistentes en individuos de especies bien definidas a los que se han introducido genes de especies afines para mejorarlos de acuerdo con criterios preestablecidos y hacerlos, de este modo, más rentables en términos de economía o de utilidad para el hombre. Estos seres, por ser producidos luego de un paso de genes desde un ser donantes a otro receptor, se denominan genéricamente "transgénicos" y es sobradamente conocida la polémica que han originado.
     Ha surgido el recelo nuevamente. Parecía desaparecido, pero sólo estaba dormido en nuestro subconsciente colectivo. Bastó que apareciesen los transgénicos para que, sin saber siquiera que por nuestra parte era atávico su rechazo, muchos se echasen a la calle protestanto contra ellos y sembrando entre muchos esa total desconfianza que genera lo desconocido.
   Dicen los enemigos de los transgénicos que, al comerlos, comemos genes de otras especies. Pero siempre ha sido así: ingerimos partes de seres que nos sirven de alimento, sean animales o vegetales. Cuando ingerimos esos alimentos, tomamos también sus genes. Luego, en la digestión, estos genes ajenos se descomponen en sus unidades bioquímicas elementales (nucleótidos) y, como tales, son absorbidos a nuestro medio interno donde comienzan un proceso de integración en nuestra propia bioquímica. Le llamamos digestión, mediante la cual los componentes moleculares presentes en los alimentos pasarán a ser componentes moleculares de quien los ha ingerido. No tiene sentido habar de “comerse genes”.
     De todas formas, dentro del recelo a los transgénicos, encuentro que existen lagunas, serias lagunas de información, en espera de respuesta. En primer lugar, un individuo transgénico cualquiera, con un metabolismo perfectamente ajustado, se encuentra con genes nuevos que determinan procesos bioquímicos nuevos en él. Debemos pensar que su metabolismo se enriquece con la presencia activa de estos genes, (para eso se ha manipulado genéticamente). Pero, ¿qué ocurre con los productos de desecho generados a partir de esa novedad metabólica? Porque ésta es una cuestión importante para nosotros y cuya respuesta aún no está claramente definida.
     En el metabolismo celular, es muy importante el destino de los productos de desecho originados del correcto funcionamiento bioquímico. Normalmente, ese destino es la excreción que en animales termina en forma de orina o de sudor. No obstante, hay ocasiones en que esos productos pueden ser depositados en órganos concretos, como pueden ser los cuerpos grasos de insectos. En vegetales, los productos destinados a la excreción suelen ser depositados o bien en órganos especiales de almacenamiento (vacuolas), o bien en las paredes celulares. En ambos casos, los productos de desecho, que pueden ser tóxicos, permanecen en las mismas células, aunque de manera inocua para ellas.
   Creo que no se han realizado los estudios necesarios que garanticen, para cada caso concreto, la ausencia de productos tóxicos de desecho en los transgénicos. Pues, por cuanto he dicho, la manipulación genética ha podido producir un organismo nuevo, intrínsecamente mejor que aquel del que básicamente procede, pero que puede almacenar substancias tóxicas aparecidas como consecuencia de las alteraciones metabólicas que se han generado en él. Estas substancias, perfectamente aisladas y, por tanto, inocuas para el mismo transgénico que las ha generado, pueden ser perjudiciales para cualquiera que lo utilice como fuente alimenticia.
    Hasta que no aparezcan esos análisis, realizados por entidades de contrastada honorabilidad en sus procedimientos, seguirá presente el recelo contra esa versión actualizada de los antiguos monstruos. No sé si muchos de los productos actualmente en el mercado constan de los necesarios avales sanitarios que tranquilicen a sus consumidores.



lunes, 7 de enero de 2013

GENES Y DESTINO ¿QUÉ HEREDAMOS? (III)

LA FUNCIÓN MODULADORA DEL AMBIENTE
Para los especialistas de la genética, siempre es una tarea pendiente explicar con detalle la relación genotipo-ambiente. Desde hace tiempo, se está de acuerdo en que el genotipo determina unas condiciones fenotípicas de respuesta ante un amplio abanico de condiciones ambientales.
Esta variedad de respuestas es lo que se conoce como "norma de reacción" del genotipo y viene determinada por el conjunto de fenotipos diferentes que un mismo genotipo puede originar cuando se desarrolla en distintos ambientes. En valores extremos de esas variables, el genotipo no puede producir fenotipos adaptados a ellos y se produce letalidad del individuo.
Muchas de las características consideradas como específicas del ser humano parecen tener este tipo de comportamiento en que los valores ambientales modulan las respuestas fenotípicas. Actualmente son diversas las técnicas de estudio de estas relaciones y existen publicaciones especializadas en estos temas, como sería el caso de la revista Behavior Genetics. No obstante, este tipo de estudio no es exclusivo de biólogos, más bien lo realizan sociólogos, sicólogos, pedagogos y otros estudiosos del comportamiento humano. Muchos de estos estudios se realizan teniendo como base a hermanos gemelos, mono o bivitelinos, criados en el mismo o en diferentes ambientes. Los gemelos monovitelinos tienen el mismo genotipo. En estos casos, las diferencias fenotípicas que se puedan encontrar, serán atribuibles a las diferencias ambientales, y es lo mismo que hayan sido criados juntos o separados. Por otra parte, los gemelos bivitelinos tienen en común el nacimiento y el ambiente en que crecen. Las diferencias que se poden encontrar en ellos serán fundamentalmente genotípicas.
En caracteres muy específicos, cualidades innatas tocantes a la conformación del complejo que conocemos como "personalidad", tales como estabilidad emocional, amigabilidad, responsabilidad, apertura a nuevas experiencias o introversión, se encuentran datos muy avalados, tanto por los tamaños de las muestras como por los métodos de estudio, que nos hacen pensar en un fuerte componente hereditario con toda la complejidad consiguiente. Pero las diferencias encontradas tanto en gemelos monovitelinos criados juntos (hermanos con el mismo genotipo y desarrollados en el mismo ambiente) como en gemelos monovitelinos criados separados (con el mismo genotipo pero criados en diferentes ambientes), proporcionan una base sólida a la idea de que el resultado final de una personalidad es producto del esfuerzo intelectual del mismo individuo, tal vez como consecuencia de razonar los estímulos recibidos.
No viene mal recordar aquí que la herencia de caracteres conductuales ya fue conocida desde muy antiguo gracias a datos obtenidos con animales domésticos seleccionados de manera eficaz por su comportamiento: pensemos en las diversas razas de perros y toros bravos. En estos casos no es preciso comentar cómo una selección en búsqueda de un comportamiento concreto dio el resultado pretendido, lo cual nos permite decir que ese comportamiento tiene base genética, es decir, que hay genes responsables de esas conductas. Conviene no olvidarnos que esos animales son mamíferos igual que nosotros, pero que, a diferencia nuestra, nunca cuestionan su propio comportamiento.

LOS DOS MODOS DE HERENCIA EN HUMANOS
Por otra parte, conviene que seamos sumamente prudentes al hablar de herencia en el hombre, ya que puede ser biológica, que tiene su base en los genes, siendo estudiada por los biólogos, y cultural, que se transmite mediante la educación y es estudiada por los profesionales de las ciencias llamadas sociales. Es preciso tener presente que en el hombre, al tener capacidad de aprendizaje, de incrementar sus conocimientos y, también, de transmitir todo ese caudal de información a las sucesivas generaciones, a veces resulta difícil discernir qué características son genéticas, es decir hereditarias en sentido biológico, y cuáles son transmitidas culturalmente en las casas, en las escuelas y en muchos otros lugares en los que se realiza el traspaso de información de una generación a la siguiente. No somos la única especie con capacidad de aprender, pues muchos cachorros aprenden de sus padres las técnicas de caza y muchos polluelos aprenden a hacer sus nidos. También en insectos existen mecanismos especiales para transmitir información sobre temas concretos. Pero en esos casos cada generación aprende lo mismo. Nosotros somos la única especie que en cada generación incrementa sus conocimientos de manera que éstos pasan a formar parte del fondo cultural que tienen que aprender los hijos. En este sentido, todos sabemos cómo cada vez es mayor la cantidad de conocimientos que se transmiten mediante los diversos planes de estudio a los muchachos.
Pensar, en este plan, que nuestros actos están determinados por alguien externo a nosotros, resulta ajeno al pensamiento científico actual, pues no se dispone de un modo de estudio riguroso para utilizarlo con eficacia. Pero merece ser considerado con respecto por ser exponente de culturas pasadas. La ciencia ha demostrado con rigor que nacemos propensos a determinados comportamientos: coléricos, envidiosos, cobardes o temerarios. De acuerdo, pero una buena educación, como indican los resultados obtenidos por las ciencias sociales, permitirá que, en la medida de lo posible, cada persona module suas tendencias e llegue a ser dueño de sus actos y, por tanto, responsable de ellos.


GENES Y DESTINO: ¿QUÉ HEREDAMOS? (II)

QUÉ ENTENDEMOS POR GENOTIPO
Ningún biólogo actual cree en la supuesta base genética del determinismo. Y mucho más si su trabajo se desarrolla en temas genéticos, porque a su amparo es donde resulta más atrevido dar opiniones irrefutables en este sentido. No obstante, existen casos en los que determinadas aberraciones cromosómicas causan anomalías conductuales, pero se trata de situaciones patológicas bien estudiadas y definidas. Aquí me refiero a conductas consideradas normales en las personas.
Para adentrarnos en estos comentarios, conviene indicar antes algo sobre la relación gen-carácter. Para los ajenos a la genética, esta relación es unívoca e, por tanto, determinista. Tal vez en casos de genes responsables de características bioquímicas, como podrían ser los responsables de los grupos sanguíneos, es posible que ocurra esta relación, pero en aquellos otros que están detrás de rasgos conductuales, la opinión generalizada entre los genetistas es que no es así.
La mayoría de las personas ajenas a la biología, cree en un genotipo, que viene a ser la constitución alélica que posee un individuo, con acciones directas, inequívocas y constantes en el individuo en que se encuentra. El resultado de esa actuación sería lo que conocemos como fenotipo, el aspecto externo del individuo.
A lo largo del siglo XX se propusieron diversos modelos para explicar la relación genotipo-fenotipo. El primero de ellos fue el que hoy conocemos como el del "saco de judías". Según este modelo, el primero que se propuso y es debido a T. H. Morgan, primer científico que obtuvo el Premio Nobel por sus estudios en Genética (1933), un saco con mil judías pesaría cuatro Kilos siempre y cuando cada judía pesase, como media, cuatro gramos. El modelo hacía diversas analogías, pues, decía, cada judía correspondería a un gen y su total, al genotipo. El peso del saco equivaldría al fenotipo. Hoy pondríamos muchas objeciones a este modelo, pues quiere indicar que, lo mismo que cada una de las judías contribuye de modo equivalente y constante al peso total del saco (análogo del fenotipo), todos los genes actúan de manera constante y simultánea. Con los años este modelo comenzó a resquebrajarse, pues aparecieron datos que indicaban que no todos los genes presentes en un genotipo actúan en un ser vivo y que, además, los genes tienen períodos concretos de actuación de modo que, pasados éstos, dejan de estar activos.

Más tarde, y con mayores conocimientos genéticos, la relación genotipo-fenotipo pasó a ser comparada con un concierto por E.Mayr. Conforme este modelo explicativo, la partitura sería análoga al genotipo, los instrumentos a los genes y el director a los efectos reguladores. El fenotipo sería semejante a la calidad del concierto. Analicemos el modelo con detalle. Para que haya concierto (fenotipo), es precisa una partitura, es decir, un genotipo y también una interpretación. Una partitura no es suficiente, pues sólo representa una posibilidad que conviene desarrollar por parte de los instrumentistas coordenados por el director. La contribución de cada instrumento al resultado del concierto, consistirá en la correcta interpretación de la melodía que cada uno de ellos tiene encomendada. Pero no es suficiente con una interpretación adecuada de la melodía, también es preciso que se haga comenzándola y concluyéndola cuando se tiene que hacer. Para eso, el director (análogo en este modelo a los genes reguladores) ya les dará las correspondientes indicaciones. El concierto puede salir bien o no. En este caso, será debido o bien a una mala dirección (fallo de los genes reguladores) o a una mala interpretación (fallo en los genes encargados de funciones, conocidos como "genes estructurales"). En este modelo aparecieron incluidas muchas novedades. En primer lugar, los análogos de los genes poseen diferentes funciones y no actúan con sincronía. Cada uno tiene una tarea concreta que desarrollará en un momento también concreto.
Indirectamente, este modelo nos puede inducir a creer en un determinismo por parte do genotipo, pues en un concierto sabemos qué obra es la que se va a interpretar y cuál es la melodía encomendada a cada uno de los instrumentos. Pero en la vida real sabemos que cada genotipo es irrepetible, excepto en los casos de reproducciones asexuales y, a partir de un genotipo determinado, no sabemos cómo se va a desarrollar un individuo. El hecho de que esos genotipos originen individuos adaptados dependerá, en gran medida, del medio en que se desarrollen los individuos, pues los diversos ambientes representan un fuerte componente en el desarrollo final de cada ser vivo y, no siendo casos de letalidad, no es predecible el fenotipo de un nuevo ser sin tener en cuenta el ambiente en el que va a estar. A causa de la rapidez con que se accedía a nuevos conocimientos acerca de la estructura y la regulación de los genes, el modelo explicativo del concierto como símil del desarrollo armónico del individuo, no duró mucho tiempo entre las ideas genéticas.
Hace poco apareció un nuevo modelo explicativo que compara al genotipo con un programa informático y al fenotipo con el resultado de la aplicación de tal programa. En el modelo, el ambiente estaría representado por el usuario. En los programas informáticos existe una información básica que es indispensable para el funcionamiento de todos ellos, que conocemos con el nombre de sistema operativo. Otro tanto ocurre en los genotipos, pues en los seres vivos existen genes que necesariamente tienen que estar presentes en ellos, como son los responsables del metabolismo de los ácidos nucleicos y los de la síntesis de proteínas: salvando las distancias y dentro del modelo, éste sería el sistema operativo de los seres vivos. En un ordenador, añadido al sistema operativo y confiriéndole capacidades específicas, estarían las operaciones propias de cada programa concreto. En esos programas, existen diversas posibilidades de actuaciones, lo cual no quiere decir que todas ellas se tengan que efectuar: son posibilidades operativas del programa. Otro tanto ocurre con genes presentes en el genotipo, que no actuarán a no ser en situaciones particulares. En un programa informático, existen teclas que aportan información directa (las correspondientes a letras y números), que serían análogas a los genes estructurales, y teclas que determinan funciones, análogas a los genes reguladores. Entre estas teclas de funciones, hay algunas que abren muchas posibilidades, pero que en caso de no ser precisas, estarán cerradas y, por tanto, inaccesibles. Todo esto no representa más que un abanico de posibilidades que el usuario podrá utilizar de acuerdo con sus necesidades. En el modelo, el usuario viene a ser análogo del ambiente, pues con sus diferentes estímulos (comandos utilizados) provoca que el programa actúe de uno u otro modo. El genotipo aparece representado como una serie de posibilidades, lo cual no quiere decir que todas ellas vayan a ser utilizadas. En el ser vivo, serán los estímulos exteriores los que determinen que el genotipo se desarrolle en una u otra dirección, siempre que lo permitan sus propias posibilidades. En este sentido, tanto el resultado final del programa como el fenotipo, vienen e ser el resultado de la interacción entre las posibilidades iniciales y los diferentes estímulos recibidos. Es decir, las habilidades del usuario del programa son muy importantes y, en caso de hablar de un fenotipo, son las posibilidades de reacción de los genes ante las influencias ambientales, las que influyen de modo determinante en el fenotipo, que es el resultado final. Aunque apropiado, el modelo tiene un inconveniente serio que está representado por el hecho de que el usuario siempre sabe lo que quiere conseguir cuando utiliza un programa informático, mientras que el ambiente incide de manera ciega sobre el ser vivo. Es éste el que se adapta a él según las posibilidades de reacción con las que cuente.

De todos modos, hay cosas en común en los dos últimos modelos. En la reproducción sexual, después de la fecundación del gameto femenino por parte del masculino, aparece la célula huevo. En su núcleo existen dos genomas completos, cada uno procedente de un progenitor. Y ambos componen el genotipo del futuro indivíduo. ¿Cómo será dicho indivíduo? Depende de muchas cosas, pero podemos considerar su genotipo como un complejo programa de actuaciones biológicamente codificadas que irán desarrollándose de acuerdo con pautas que le vendrán dadas o bien desde genes propios o bien desde el exterior, desde el ambiente. Muchas veces, la mayoría, el resultado final, el adulto, es la combinación de las fuerzas interiores del individuo (lo determinado por sus genes) moduladas por las fuerzas exteriores, que incluimos bajo el nombre genérico de “ambiente” y cuyo modo de actuación muchas veces no conocemos por completo.