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jueves, 21 de diciembre de 2017

Cumpleaños (6) Escudos no pintan escudos. Leyenda urbana compostelana.

Vaya por delante que toda la historia es falsa. Inventada por mí alrededor de un escudo vacío en una fachada de la Plaza de la Quintana. La fachada es obra de Domingo de Andrade, el resto es consecuencia de jar volar mi imaginación. Lo curioso es que muchos han tomado la historia como real y casi se han sentido decepcionados cuando les dije que era falsa. Incluso hubo quien se enfadó conmigo.


POR EL CAMINO DE SANTIAGO: (XXX)  ESCUDOS NO PINTAN ESCUDOS

LEYENDA URBANA COMPOSTELANA

Esta historia es conocida por todos en Santiago, aunque nunca se comenta. Es algo que se transmite de padres a hijos en las noches de invierno. Se suele contar en vos baja, por aquello de que las paredes oyen.

Vayamos al caso. Cuando se remató el adorno de la Torre del reloj y se completó el cierre del ábside de la Catedral, el Cabildo encargó a Domingo de Andrade cerrar la plaza de la Quintana por su parte sur. Debería ser algo digno, pero que no llamase mucho la atención, dada la monumentalidad que había adquirido la plaza. Domingo de Andrade dijo que ya tenía cierta idea para construir allí algunas viviendas particulares, lo cual generó un revuelo entre las clases pudientes ciudadanas y de la comarca, pues había familias de procedencia rural que querían venirse a la ciudad.


ASPECTO ACTUAL DEL EDIFICIO
CON SUS CHIMENEAS

Se puso a la venta el solar y lo compraron los Marqueses de la Santa Espina, unos antiguos moinantes de Bergantiños venidos a más, que con sus dineros hicieron buenos los versos de Luis de Góngora (tahúres muy desnudos/con dados ganan condados). En su caso, compraron el título de marqués hacía relativamente poco tiempo, de modo que aún no se habían acostumbrado a las maneras que se esperaban de tan nobles señores. Eran cuatro hermanos casados y los cuatro ostentaban indistintamente el título.

Lo de marqués de la Santa Espina corresponde a un período de fervor en la Corona, que fue cuando creó títulos relativos a motivos de la fe cristiana. En el valle del Ulla, sin ir más lejos, creó otro marquesado, el de Santa Cruz, y en otras partes del reino, otros títulos con nombres tan curiosos como estos dos. 

Domingo de Andrade acababa de salir de un período constructivo pleno de florituras, y andaba con incursiones mas austeras en lo que a ornamentación se refiere. Imaginó una casa de planta baja porticada y primer piso con balcones y ventanas. Pero no de manera anárquica, no. Ideó un módulo (así le llamaríamos hoy) que se repetiría cuatro veces. Cada uno de ellos sería la vivienda de cada hermano. Estos módulos estarían separados entre sí por fajones verticales llenos de relieves dispuestos de modo vertical. Sobre la parte alta del central, se esculpiría el escudo familiar.




DETALLE EN QUE SE APRECIA LA
CONSTRUCCIÓN POR MÓDULOS


El módulo consistía en tres arcos sobre esbeltas columnas. En la parte superior, sobre el arco central se abriría un balcón y sobre los laterales, sendas ventanas. Puesto que la fachada quedaba abierta al norte, no convenía mucho vano para guarecerse del viento. (Los moinantes marqueses estaban más que ilusionados escuchando al maestro constructor estas disertaciones).



El fajón central esculpido conferiría simetría a la totalidad de la casa (los moinantes miraban atónitos sin entender nada, pero encantados). Para mayor simetría, se construiría una sola chimenea, muy aldeana, justo en el plano central. Una chimenea era suficiente para la familia, que quería tener servicios comunes, como bien avenidos que estaban. Zaguán, cocina y salón compartidos por las cuatro familias. Si no había problemas al compartir el título nobiliario, menos habría al compartir el fuego de la lareira, o el caldo de todos los días, decían las marquesas consortes. Y no les faltaba razón a las tales.



Al poco, los marqueses y el maestro constructor se hicieron frecuentes paseando o tomando unos vinos. Ellos allegados al saber, del que carecían, él cerca del dinero, que necesitaba. Bonita pareja que siempre ha sido fructífera a lo largo de la historia.

POR  TANTAS VENTANAS ENTRÓ EL FRÍO
DE LA DISCORDIA



Pero, nunca puede faltar un pero, cuando se sortearon los módulos, le tocó a la marquesa más friolera el correspondiente a la Plaza de Platerías. Visitas que realizó a su futuro hogar, visitas que se tornaron en elemento de disgusto, pues la marquesa quedaba muerta de frío por el aire que se colaba por las ventanas y sus rendijas. 

ESCUDO SIN ESCULPIR
Aquel frío solo se podría remediar con una chimenea en el
dormitorio. El maestro de Andrade se negó a construirla por aquello de la ruptura de la simetría en el edificio, pero los marqueses, que de simetría seguían sin saber nada, insistieron mucho, desembolsaron algo, y consiguieron su chimenea que, al fin, contribuyó a calentar sus noches.

Pero la simetría estaba rota. A no ser que se construyese otra en el ala que daba al convento de San Pelayo. Ahí sí que se negó en redondo el maestro Domingo de Andrade. Pero las demás consortes querían su chimenea en sus alcobas. El desencuentro con los marqueses fue en aumento hasta que ellos, siempre nuevos ricos, se negaron a abonarle el último plazo que le debían por la construcción de la casa.

Ante esta inusual afrenta, el maestro de Andrade (¡qué vergüenza!), se puso a su altura y no les esculpió el escudo familiar en la fachada.

Para interpretar lo del maestro de Andrade, recurro al dicho de una amiga mía, que recuerda que quien anda con patos, al final hace cuá, cuá. Así hizo el maestro constructor, orgullo de Compostela. Y esto que aquí se relata no ha mermado en nada su gloria, que es mucha.




viernes, 26 de mayo de 2017

Paseos por Compostela

Mis paseos por Compostela son constantes descubrimientos. Detalles, cosas en las que antes no había reparado y que, de pronto me llaman la atención. Y no hablo, faltaría más, de nuestra Catedral, motivo de orgullo. Tampoco hablo de las múltiples iglesias, algunas de ellas muy hermosas con envidiables riquezas en su interior. Tampoco me refiero a los palacios residenciales de nobles rurales que “pusieron casa” en la ciudad, como el Pazo de Amarante o el de Bendaña, por citar algunos.

Viendo a la gente pasar

No, me refiero a esos pequeños detalles que hacen que los paseos sean más agradables y que les confieren un cierto aire de descubrimiento. Un día, paseando con un entrañable amigo, descubrimos la cabeza de un obispo en una pared. Me explico, la cabeza mitrada era de piedra y tal vez procedía de alguna lápida sepulcral, de un obispo o abad, del derruido monasterio de San Pedro. Allí quedó la losa hasta que, pasado algún tiempo, a alguien se le ocurrió ponerla al descubierto y en el mismo lugar permanece para quien quiera verla. Puesto que tenemos una cierta tendencia a “la parejita” en todo, tampoco falta la cabeza femenina, tal vez con similar origen. Cosas de templos, monasterios, piedras y desamortizaciones. Siempre que se dan juntas estas circunstancias, aparecen vestigios similares.


Ella, más retirada, más discreta

Otra cosa es encontrarse con una espadaña en lo alto del tejado de una vivienda familiar. La espadaña no se ve muy bien, pero si uno presta su atención al detalle, la ve y la fotografía. Cosas que hay en nuestras calles y que, tal vez, sólo observamos los compostelanos.


En relación de vecindad


Un detalle muy ciudadano son las marcas esculpidas en muros, que indican a quien quiera verlas a qué entidad o congregación pertenecieron tales edificios. En casas de toda la ciudad (casco antiguo, claro), hay vieiras que nos indican que pertenecieron a la Catedral y que como tal, el Cabildo Catedralicio imprimió en ellas su impronta. Luego, las señales van por barrios. Cerca de los edificios de la Universidad abundan las señales propias de Fonseca, y, por citar otro caso, en los alrededores de San Martin Pinario, podemos apreciar las señas propias del monasterio.

Sorpresa total
Hace muy pocos días me encontré con una señal completamente desconocida para mí en esta ciudad. Yo creía conocer muchas, pero no. En un dintel, había una luna en fase menguante. No tengo ni idea de a qué entidad o comunidad pueda corresponder, pero allí está, solitaria en la ciudad. Digo solitaria porque no la he visto en ningún otro lugar.

Tampoco deja de llamarme la atención un pequeño portal, bonitamente restaurado, con dos peldaños en su acceso y con una indicación clara, en el dintel de la puerta, de su pertenencia a la Cofradía de la Concepción. Normalmente estas señales se pusieron en edificios singulares y valiosos, por eso siempre miro ésta con una cierta simpatía, suponiendo que encierra un por qué, que se me escapa y que, tal vez, tampoco quiera yo conocer.

El portalito con dueño indicado
Pasear por Compostela. Tal vez a muchos les parezca normal hacerlo entre palacios y casas asombrosas, hechas para ser admiradas y envidiadas. Barroco, magnitud y granito. Siglo XVIII. Escudos que se esculpieron o no, pero en este caso allí quedan las piedras esperando a unos canteros que no llegan.

Modernismo elegante

En curioso, en toda Galicia, al menos hasta donde yo conozco, hubo una explosión modernista en las construcciones de principios del siglo pasado. No obstante, en Compostela no cuajó ese modo ornamental. Sólo conozco un buen edificio y algunas viviendas unifamiliares desperdigadas por algunas calles casi periféricas. También es posible encontrarse con algunas puertas de portales e, incluso, zócalos de cortos pasillos en accesos de vivendas. 

Portal modernista
Parece como si hubiese sido un estilo reñido con la grandiosidad compostelana. Las grandiosidades, a veces, corren el peligro de hacerse excluyentes, pero no es el caso en esta ciudad.

Puerta modernista. No se corresponde con el portal
que presento.
Compostela creció como un aglomerado de capas, cada una de ellas propia de una época. Cada capa tiene sus señas de identidad y, con ojos avisados, es posible irlas desentrañando una a una. Las vemos como testigos de una historia a veces, incluso, plasmada en los nombres de sus calles: Preguntoiro, Franco, Casas Reales, Rúa Nova, Loureiros. Allí, aquí, están para quien las quiera ver y desentrañar. Yo las suelo recorrer mirándolas con cariño, como acariciando con la mirada.

viernes, 5 de mayo de 2017

Sombras efímeras

A veces, en mis paseos por Santiago, Lugo u otros lugares, me entretengo en las visiones de lo efímero. Lo caduco generado por lo permanente. He dicho en otras ocasiones que el sol juega un importante papel en el barroco de estas tierras, con sus efectos de luces y sombras.
Es curioso cómo en algunos rincones urbanos se generan unas sombras hermosas, duraderas sólo en la memoria o en fotos, pues en su vida real no suelen duran más de unos cuantos minutos como mucho. Fotos de rejas, de balaustradas, de faroles de balcones. De soportes rígidos proyectados sobre paredes o el suelo. Pero siempre perecederas.

Compostela

Las sombras corren a lo largo de las paredes, hay momentos en los que adquieren gran belleza, junto con el objeto que las proyecta, con el que definen un conjunto hermoso y luego desaparecen. Unos instantes que al día siguiente se repetirán para deleite de quienes las disfrutamos. Otros pasarán ante ellas sin apenas darse cuenta de que están allí, como esperando su contemplación pero pasando desapercibidas.


La sombra casi se escapa

Son imágenes ciudadanas no buscadas, aparecidas como por ensalmo, pues quiero creer que los constructores de barandillas, borduras o soportes nunca contemplaron la posible belleza de sus sombras. Aparecieron casi sin ser llamadas, pero hoy son un componente más de una belleza armónica que está en una ciudad, la que sea, como en oferta para quienes las sepan apreciar. 



Me refiero a sombras producidas por el sol, son las sombras que se mueven, las que están reñidas con los días de lluvia y las que aparecen en determinados meses, pues dependen de la altura del sol sobre el horizonte. Todas esas variables inciden en la existencia o no de una sombra y, claro, de su belleza. Aunque en ésta, su belleza, es determinante la del soporte rígido que la genera.
Elegancia lucense
A quien las quiera ver, les recomiendo que vayan a eso, a verlas. Que se echen a la calle a mirar, con la ilusión de encontrar, una ilusión nunca defraudada. Pero el sol no espera y unos minutos de demora hace que la sombra ya no esté, que haya que esperar al día siguiente para encontrarse con ella, si es posible. No siempre vuelven a coincidir las variables que propiciaron que hoy sí, que estuviese la sombra en su sitio y a su hora. 

Rotundidad en Lugo
Qué efímero es el tiempo ese. La ocasión la pintan calva, decían los latinos. Tampoco esto es una ocasión, pero sí es un instante de esos que en la vida conviene aprovechar. Más de un sabio dice que no se arrepiente de nada de lo que hizo, pero sí lamenta algunas cosas que dejó de hacer. Tampoco es eso. Nuestras ciudades son ciudades hermosas con o sin sus sombras, y quien marche llevará el recuerdo, hermoso también, de sus callejeos por las zonas monumentales, sus rúas, su catedral, sus plazas y su gastronomía. Entre tanto recuerdo, las sombras de las que hablo constituyen matices que tal vez aprovechen para dejar algún acento de originalidad al paisaje urbano, pero sólo eso. 

Serenidad compostelana
No obstante, es bonito descubrirlas al pasear por los sitios adecuados y a las horas también adecuadas. Al final, resultan familiares en el paisaje urbano.

Me gustan las sombras de las farolas adosadas a las paredes mediante soportes rígidos. En momentos determinados, farolas y soportes se proyectan generando un atractivo conjunto que, conforme el sol se va desplazando, va corriendo también. Siempre hay un de momento de especial belleza sobre las paredes.

Balcones, faroles y barandillas lucenses

También me gustan los balcones y sus barandillas. Los balcones, cuando sobresalen de las fachadas, con sus barandas, confieren aspectos insospechados que vienen a ser adornos para unas fachadas ya hermosas de por sí. Hermosas también en invierno, cuando están desprovistas de esos adornos regalados por el sol.

Traigo unas cuantas fotos de estas sombras, pero cualquiera que mire con ojos atentos, encontrará mil detalles inesperados ante los que antes se ha pasado sin percibir esa belleza en las paredes. 

Fachada del Monasterio de San Clodio.

En todos esos casos, es una belleza efímera y, por tanto, me gusta calificarla como barroca.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Sueños frustrados

"Aquí está don Juan Tenorio/ para quien quiera algo de él".Ya entonces se anunciaban personajes y sus servicios en las puertas de las viviendas que habitaban. Cuando era una sola familia la que ocupaba la casa, si era gente de prosapia, plantaban sus escudos en la parte alta de la fachada. Lucían a la par que indicaban a los viandantes que allí no vivía gente cualquiera.




VACIO, PERO CON ORLA TALLADA

Hoy paseo solo por la ciudad, sin compañía que me entretenga con sus prisas o sus preocupaciones, que me pueden resultar ajenas. Me vienen a la mente los versos de Zorrilla, el escritor que, pasado el tiempo, daría nombre a tantos institutos donde estudiamos. El mozo de los Tenorio era rico y, claro, "Escudos pintan escudos", todo se consigue con dinero, ahora y entonces. En el fondo, lo de siempre, la vanidad, la tremenda vanidad que comercia con supuestos honores.

BIEN ORLADO, PERO VACÍO

Es casi una enfermedad el afán por poseer, sea como sea, aunque se llegue a amasar una fortuna que no se podrá disfrutar por falta de tiempo. Debe ser tremendo, para el ambicioso, ver que se le venera, que se le respeta, que puede comprar lo que quiera con ese dinero amasado… Ese enfermizo afán de aparentar...

EN PALACIO, TODO ESTABA PREPARADO
PARA EL BLASÓN
Paseo, ya lo he dicho antes, por las zonas monumentales de mi ciudad, entre casas nobles, casonas y palacios. Siempre fue símbolo de poderío el poseer una casa. León Felipe se lamentaba de no poseer nada, "ni tan solo una casa solariega y blasonada". Poseer una casa debió de ser algo grande. Hubo quienes vendieron tierras aldeanas para hacerse una casa en la ciudad, en la que quedase patente entre el vecindario su poderío rural.


CÓMO LUCIRIA UN BLASÓN
ALLÁ ARRIBA
Era la época en que las casas servían también como emblema de posición y riqueza, de status que se dice ahora. Recuerdo a amigos de mi padre haciéndonos ver “su” casa, como emblema de haber llegado alto. Hoy ya no es así, hoy se hacen casas para venderlas por pisos y poco importa su posible hermosura. Lo importante es la plusvalía.


MUCHO ESCUDO ESPERABAN PONER
La máxima aspiración para una casa familiar, era que fuese blasonada, que hubiese la posibilidad de lucir un escudo en el que estuviesen contenidas glorias, títulos y logros familiares. Orlas y cuarteles lucirían los símbolos de la historia propia y, en el fondo, darían que hablar y que envidiar al vecindario. Lo de generar envidia tampoco era un bien desdeñable.


NO HUBIESE SIDO PEQUEÑO EL ESCUDO
Y LA CORONA SOÑADA
Cuando estas glorias son ganadas con honradez, vayan mis respetos. Y si las lucen quienes así pueden hacerlo y disfrutan haciéndolo, mas respetos míos añadidos. Pero, siempre hay un pero, paseando, que es lo que vengo haciendo, me encuentro con muchas casas y casonas cuyos propietarios soñaron con plantar en sus fachadas sus respectivos escudos, tal vez cuando los tuviesen o dispusiesen de los dineros que se necesitarían para pagar a los escultores. De momento, se dispusieron en las paredes los bloques de piedra necesarios para el escudo, así como otro superior y algo sobresaliente, para la corona, yelmo o lo que luciese el escudo, llegado el día de hacerlo.

EN BUEN SITIO, ESPERANDO
Pero en estos casos que hoy comento, el ansiado día no llegó. Allí quedaron los sillares como exponentes de una vana esperanza frustrada por parte de unos propietarios que soñaron apabullar al vecindario y fueron ellos los apabullados, tal vez diana de risas y burlas por parte de quienes no perdonaban esos devaneos con una gloria que más bien quedaba en sueños de nuevos ricos.

CASONA SEÑORIAL, LÁSTIMA
NO TENER ESCUDO
Hay veces en las que siento una extraña sensación, benévola, hacia esos vecinos que querían más presencia en la ciudad. En otras ocasiones sonrío al ver esos bloques precursores de escudos pues, en el fondo, sus dueños fueron bastante ingenuos haciendo públicas sus pretensiones, dejando constancia de ellas y exponiéndose a las chanzas de quien quisiera hacerlas.

UNA PRETENSIÓN MÁS MODESTA
Los versos de Zorrilla siguen teniendo actualidad, y es que la vanidad es, ya lo sabemos, madre de muchas locuras relacionadas con las apariencias.

REALMENTE, UN ESCUDO LUCE
Y DA PRESTANCIA

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Escudos no pintan escudos

miércoles, 17 de febrero de 2016

Escribe El Baile de Norte

El Baile de Norte, en sus tiempos de estudiante de Biología, ha realizado labores de voluntariado. Como tal, trabajó de acompañante de jóvenes con síndrome de Down. Hace días, leyó en mi blog la entrada que titulé “Asombrado, emocionado” y se puso en contacto conmigo a través de los comentarios que siguen a cada entrada. Como consecuencia de aquello, me envía este escrito que incluyo, emocionado de nuevo, en mi blog.





Una vida tras una sonrisa

El Baile de Norte

A pesar de los años transcurridos, cada vez que pasaba por delante del Antiguo Hospital de San Roque, Norte experimentaba una pequeña avalancha de recuerdos que provocaba que en su rostro se dibujara un gesto apenas perceptible y que solo su reducido grupo de amigos podría comprender. Se trataba de una expresión amable, de sosiego y de tranquilidad que era la manifestación de un sentimiento de gratitud. Un sentimiento que se renovó a medida que, esporádicamente, los avatares laborales le llevaron a entrar de nuevo a un reformado edificio que ahora acoge diferentes entidades públicas.


Podía recordar con toda nitidez su primer día, su primera tarde de sábado de todo un curso escolar destinado a compartirlo con un grupo de chicos y chicas con síndrome de Down. Todavía hoy en día no podría explicar como aquel compañero de residencia universitaria que se lo propuso, pudo convencerlo. Quizás su determinación, quizás porque nadie mejor que él, con un hermano que padecía ese síndrome, supo explicárselo. Así que, el Norte de apenas 19 años, aspiró profundamente y no sin cierto sentimiento de congoja y de responsabilidad subió los desgastados escalones que conducían al interior del hermoso claustro. Dentro, un pequeño grupo de muchachos de edad indeterminada para sus ojos inexpertos, se divertía jugando con una pelota.

De pronto, unas sonrisas desinhibidas e ingenuas, exentas de cualquier resto de malicia, desmoronaron la falsa seguridad que el atrevimiento y la osadía de la juventud proporcionaban a Norte; hasta tal punto que el pánico le invadió y, por unos instantes, pensó en salir corriendo sin volver la vista atrás
.
- ¡Hola!, tú debes ser Norte, ¿no? Fernando nos dijo que vendrías  –le saludó una de las monitoras que jugaba con ellos y que, posiblemente sin quererlo, logró contener su deseo irrefrenable de  huir.

Y en unos segundos, los más atrevidos, lo rodearon con curiosidad; y al cabo de unos minutos Norte recogía el balón entre el alborozo de los miembros de su improvisado equipo; y la tarde transcurrió casi sin darse cuenta. Después, los sábados fueron sucediéndose y la responsabilidad se transformó en un sincero compromiso amalgamado por la luz que irradiaban los rostros de aquellos muchachos.

Ahora, cuando Norte organiza una sesuda conferencia en el auditorio construido en lo que un día fue la antigua sala de juegos anexa al claustro del Antiguo Hospital de San Roque, no puede evitar recordar las tardes que compartió con un grupo de chicos y chicas con síndrome de Down. Y en su rostro se dibuja un gesto apenas perceptible, una expresión amable, de sosiego y de tranquilidad que es la manifestación de un sentimiento de gratitud hacia unas personas con una espontánea, sincera y hermosa sonrisa.


viernes, 15 de enero de 2016

Transición en Salomé

En estos días de lluvia casi torrencial, me eché a la calle a pensar en cosas diversas, mientras la lluvia me recordaba múltiples hechos que configuran la historia de Compostela. Por las calles todo era agua, soportales, personas apresuradas y arte. Tiempo de reflexión.



SALOMÉ EN LA RÚA NOVA
Me gustan los períodos de transición. Lo nuevo llega arrasando, pero lo viejo se resiste a ceder protagonismo. Si miramos detenidamente, vemos mezcladas cosas de una época y otra formando un conjunto que, normalmente, suele ser armonioso. Quiero comentar una transición que es claramente visible en muchos monumentos, pero que yo voy a centrar en el pórtico de la iglesia compostelana de Santa María Salomé, madre de los Apóstoles Santiago y Juan, esposa de un tal Zebedeo.

La iglesia primitiva fue fundada por el Arzobispo Gelmírez, aunque de la obra original no queda casi nada. La calle en la que se encuentra, Rúa Nova, recibe ese nombre desde que se abrió en el s.XIV para facilitar la ida de peregrinos hacia la Catedral. La calle me evoca encuadres medievales como ninguna otra en Compostela.

MARÍA, SEDENTE EN LO ALTO
A SU LADO, ÁNGELES CON INCENSARIOS
Me dice un amigo que en las iglesias con pórtico, éste se utilizaba para realizar en él algunas funciones religiosas. Éste no iba a ser menos. Quiero detenerme en él y comentarlo. Las esculturas que vemos allí son muy posteriores a la fecha de construcción del templo. En lo alto de las arquivoltas, hay una Virgen sedente, del siglo XIV. A ambos lados de la puerta, más bajas y accesibles a una contemplación serena, encontramos las dos figuras correspondientes a una Anunciación, con María ya embarazada. Es obra del s. XV.

Entonces eran tiempos nuevos, habían terminado los miedos de épocas pasadas, y se presenta a Jesucristo no como Juez, sino como Hombre venido al mundo a redimir. Arranca una nueva idea del cristianismo, con frailes que se han echado a los caminos a predicar la doctrina, lejos de lujos monásticos. Jesucristo ahora no es Juez que castigue, es Hombre que puede ser, incluso, amigo. Hablo del tiempo de comienzos del estilo llamado gótico,  con un espíritu nuevo.

MARÍA, EMBARAZADA Y ACARICIANDO SU VIENTRE,
RECIBE EL RECADO. TRAS ELLA, POLICROMÍA
Se quiere representar esta idea nueva en las fachadas, en tímpanos, pórticos. Bien a la vista de todos, para que cale. Casi escondiendo al Juez de antaño. Y nada mejor para representar al Hombre, que justo el momento en que empieza a serlo, la Anunciación. Gabriel y María, dos figuras que se prestan a una representación simétrica a ambos lados de lugares por donde pasen los fieles. Licencias del arte, en este caso, a la vez que a Maria se le anuncia su maternidad, ya está embarazada para que sea más sencillo identificar el momento. Así la vemos en Salomé (de este modo llamamos en Compostela a esta iglesia, como si fuese de casa), con una mano acariciando su vientre, en posición de reposo, descansada, ilusionada. Feliz con la novedad. Vendrán tiempos mas duros, pero de momento, feliz. María, estatua de piedra que vive, con sentimientos que no esconde. Son cosas del tiempo, de los tiempos del gótico. Mientras, no muy lejos, en otro Pórtico, el de la Gloria, Moisés sueña y Daniel sonríe. Las figuras de piedra nos muestran lo que sienten o sueñan. Mientras, el ángel, divino enviado, hace gala de la dignidad de Aquel a quien representa.

Tiempos nuevos, y otros modos nuevos también. A María se le representa como gran dama. De alcurnia, con manto, tocado y túnica holgada, ya no es la mujer humilde del románico, aunque faltan siglos aún para que aparezca como la reina barroca que derrocha lujos y joyas superfluas. Pero ya se apuntan maneras. Como Gabriel. Hace honor a su Señor, ya lo he dicho, pero vaya ropaje que se gasta el criado… Túnica holgada, sobrevesta lujosa, manípulo en el antebrazo izquierdo, toda una colección de ornamentos que enaltecen su función, la que realiza en ese momento. Anunciar a Maria las previsiones divinas hacia ella. Lo que dice está escrito en una gran filacteria que sostiene con sus manos y que cae, amplia, desde su regazo al suelo.

Atrás quedan los muchos tímpanos con adoraciones de Reyes ante el Niño Rey, Dios y Hombre, de los que en Compostela existen sobradas muestras. Ahora es el Niño desnudo carente de símbolos de singularidad.

GABRIEL LUJOSAMENTE ATAVIADO
Y POLICROMADO

Me gusta mucho este pórtico en el que es posible encontrar muchos vestigios de pasados mejores. Las esculturas están policromadas. Gabriel es rubio y sus ropas tienen amplias zonas doradas, con cenefas y bordados simulados. También María presenta su policromía, o más bien restos de la que tuvo en su momento. Pero tras esa pareja de esculturas, aún es fácil descubrir una amplia policromía hermosa, con detalles vegetales y simétricos a ambos lados de la puerta, enmarcándola. Es más notoria en la parte izquierda, la correspondiente a la Vigen. Incluso en esa zona, es visible un texto que dice “Yglesia reservada”, que se corresponde con otro, más estropeado, en la derecha, en el que se lee “Refugio  lex…”. Me gusta pensar que, antaño, tuviese derecho de asilo como otros edificios de Compostela, como el antiguo Hospital de los Reyes Católicos, hoy Hostal.

Tal vez para no molestar con demasiados aires de modernidad, se
recurrió a la iconografía tradicional y, en lo alto de las arquivoltas, se colocó una imagen sedente de María, también policromada, con ángeles incensando. Los ángeles son muy pequeños, la verdad. Yo suelo decir que para verlos “hay que quererlos ver”. Y es cierto, pues si no se buscan con premeditación o voluntad de encontrarlos, puede ocurrir que entre la oscuridad del sitio y el diminuto tamaño de los ángeles, más bien se perciban unos bultos similares a nidos de golondrina, que tampoco desmerecerían del lugar.

Me gusta Compostela. Mucho. Al lado de lo grandioso por sus dimensiones, no solo físicas, es posible encontrarse con monumentos casi olvidados, o dejados de lado, que no por eso son menos importantes. Nos permiten adentrarnos en épocas en las que se abrieron expresiones nuevas, o se experimentaron modos nuevos de representar lo de siempre, pero actualizado a los tiempos de cada tiempo.

Por eso es un recreo pasear por esta ciudad, como por cualquier otra que se conoce profundamente y donde se sabe leer lo que dicen sus piedras.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Tiempo de castañas

MAGOSTO POPULAR
EN COMPOSTELA, 2015
En Galicia, hablar de tiempo de castañas es dar rienda suelta a multitud de recuerdos del pasado mezclados con hechos actuales, pues la tradición sigue viva.
Estamos en la plenitud del otoño, con sus atardeceres dorados, aunque los días son notoriamente más cortos. Acabamos de vivir los días del San Froilán lucense, soleados pero con fresco en los lugares de sombra, por no hablar de las fiestas de San Lucas, algo después en el mismo mes, en las que ocurre tres cuartos de los mismo, pero algo más acentuado. El verano ya es un recuerdo y las últimas fiestas del año van transcurriendo con la puntualidad que marcan los calendarios. Aún tiene que venir la feria de Santos en Monterroso, con aires de despedida. Después de ella, las celebraciones de San Martiño repartidas por toda nuestra geografía nos llevarán al invierno profundo hasta llegar a San Antón Lacoeiro, ya bien entrado el mes de enero. Que yo recuerde…

En todas estas fiestas hay productos gastronómicos consagrados, como el pulpo en San Froilán, pero no es mi intención hablar de particularidades locales. Prefiero hablar de un producto que en esta época reina en todos los rincones de Galicia, como es la castaña.
LA REINA DE LA FIESTA

Los que saben de eso, nos dicen que fueron los romanos quienes trajeron con ellos estos árboles, que pronto se aclimataron a nuestras tierras. Su fruto, la castaña, fue fundamental en la nutrición humana, hasta que la patata la suplantó de modo mas saludable, aunque tendría que llegar el siglo XVIII para que tal cosa ocurriese.

Los castaños son consustanciales con el paisaje de las provincias de Lugo y Ourense, donde encuentro la flora más autóctona. Los inviernos nos muestran los árboles desnudos y, conforme avanza la primavera y el verano, podemos asistir a su lenta maduración. En marzo y abril se llenarán de hojas. En julio sus flores masculinas, más llamativas que las femeninas (el mismo árbol tiene flores masculinas y femeninas), darán la sensación de que el árbol está cubierto por telas de araña amarillentas, y ya no veremos nada más de su proceso biológico anual, hasta que nos encontremos con los frutos, los erizos, en tierra, maduros con sus castañas brillantes y como ofrecidas, mientras los árboles van adquiriendo una hermosa tonalidad dorada antes de que caigan sus hojas.
COMO OFRECIDAS

Ante esa oferta vegetal, nos llenamos de alegría y comienzan unas fiestas populares con siglos de historia en su haber. Los “magostos”, en los que comemos castañas asadas regadas con vino joven. Son fiestas propias, claro, de lugares con castaños, aunque ahora se quieren extender a lugares huérfanos de estos bosques- En los magostos nos encontramos amigos, vecinos y familiares. Siempre son buenas ocasiones para convivir, actividad que se va olvidando. Las tardes frescas nos obligan a acercarnos al fuego que va asando las castañas.

En las ciudades, el tiempo de castañas también se manifiesta por la presencia de carritos que imitan una máquina de tren, no conozco la causa, en cuyo interior hay un brasero que asa castañas, que serán vendidas a los viandantes. En las zonas antiguas de nuestras ciudades, no es raro ver colas de personas esperando para comprar su cartuchito.
DA GUSTO VERLAS ASÍ

Comento esto, supuestamente alejado de la biología, porque es una fiesta basada en una cita inexorable de la Naturaleza. Todos los otoños nos ofrecerá, generosa, sus frutos. No es anárquica en sus ciclos y en sus manifestaciones y nosotros nos acomodamos a esas citas. Son múltiples las fiestas que en Europa se hacen con motivo de la aparición anual de productos naturales, en cada sitio los suyos, pero siempre a punto. A lo largo del año tenemos los “tiempos” de productos vegetales, siempre puntuales a sus citas: tiempo de los cerezos en flor, de las manzanas, de las cerezas, de la vendimia, de las castañas, de las setas, Esto es así porque todos los individuos de cada una de esas especies viven sincronizados entre ellos y van al unísono con las condiciones climáticas. De ese modo es factible realizar, por ejemplo, la fecundación cruzada. Todos florecen a la vez y todos maduran y fructifican a la vez. Es cuando lo celebramos con fiestas y reuniones.

COMPRANDO CASTAÑAS EN SANTIAGO
Me resulta muy bonito comprobar cómo hemos ido adaptando sus ciclos a nuestros calendarios. Muchas veces casi sin darnos cuenta. Del modo más natural. Nuestros calendarios, también los religiosos, se han sincronizado con los ciclos de nuestros vegetales más familiares.

viernes, 16 de enero de 2015

BALCONES REALES (LEYENDA COMPOSTELANA CASI OLVIDADA)

A veces sólo vemos lo que queremos ver. En otras ocasiones, ni eso.
Me explico. Hay una prueba documental de un hecho curioso, tal vez desafortunado, pero que está ahí y que sería muy del gusto del turista actual y que más de un guía ilustraría con comentarios personales, pero todo queda en eso. Nadie lo ve porque, tal vez, nadie lo quiere ver o lo prefiere mandar al sitio del olvido o, simplemente, por eso, porque no lo ve.
Vamos a ver, ¿Quiénes, de entre los compostelanos, conocen a Lola la Perillana? Creo que nadie. La verdad. Voy a relatar algo de su historia en cuanto se relaciona con el patrimonio compostelano.
FACHADA DEL HOSPITAL REAL
LAS CADENAS DEMARCAN EL ESPACIO CON DERECHO DE ASILO
Pero antes, conviene dar un repaso al lugar en que incide su actuación: el Hospital Real, hoy Hostal de los Reyes Católicos. Se construyó este edificio en las postrimerías del siglo XV y su estilo comenzó siendo gótico, aunque con los retrasos de las obras, los pisos altos fueron de un nuevo estilo emergente, el renacimiento. Este nuevo estilo no está muy presente en Galicia, ciñéndose casi en exclusiva a edificios diseñados por arquitectos foráneos que actuaban en obras de promoción real. Este es el caso del Hospital Real.
Cuando Isabel y Fernando vinieron a Galicia, visitaron O Cebreiro, donde regalaron los relicarios que aún se mantienen en uso, hicieron escala en el Monasterio de Samos para, finalmente, llegar a Compostela. Allí debió impresionarles la penuria de hospedajes que había en la ciudad, y decidieron construir este Hospital. En él se cobijarían peregrinos, se les daría de comer y, también, se intentaría que curasen sus males. En aquella época, los Hospitales dispensaban más servicios que hoy, y no solo a enfermos. Los Reyes lo colmaron de privilegios, entre otros el derecho de asilo, acotando su espacio delantero por una gran cadena sostenida por elaborados soportes, demarcando de este modo el terreno protegido.

ACCESO AL BALCON CON ORNAMENTACIÓN BARROCA
El edificio era de planta baja y un piso. En su interior, albergaba cuatro patios. Una hermosa fachada plateresca adornaba (y adorna) la entrada. En el primer piso había  cuatro balcones independientes a los que se accedía por sendas puertas preciosamente adornadas con estructuras renacentistas, como columnas exentas, esculturas y tímpano triangular. Todo ello confería belleza y modernidad a la fachada. Debió ser bonita, pero hoy no queda casi nada de ella.
En el siglo XVIII se revolucionó la apariencia compostelana. Las fachadas se modernizaron. Decir modernizaron, quiere decir que se pusieron al gusto de entonces, claro, dándoles como un tinte barroco. Por ejemplo, los balcones empezaron a gustar corridos, uno solo en la fachada, o dos si la altura de la ornamentación de la puerta interrumpía la posibilidad de uno solo. Es lo que le ocurrió a la fachada de San Xerome, también en la plaza del Obradoiro, justo frente al edificio que nos ocupa. 
BALCONES CORRIDOS EN EL HOSPITAL REAL
Esto de los balcones ocurrió en los edificios que albergaban instituciones civiles. Mientras los monasterios continuaron con pequeños balcones en sus fachadas (Samos, Oseira, Armenteira, etc.), las sedes de instituciones civiles, como el Ayuntamiento de Lugo, el Hospital Real o San Xerome, por citar algunos casos, quisieron balcones amplios para, de este modo, poder salir a lucirse todos los miembros de los comisiones rectoras cuando tuviesen ocasión, como en fiestas de todo tipo.
Como decimos, al Hospital Real también le llegó esta fiebre renovadora. De entrada, se eliminaron los cuatro balcones y se transformaron en dos que corrían a ambos lados de la fachada. Se puso una gran cantidad de soportes para esos balcones, que fueron de piedra y hermosamente esculpidos. Las puertas de acceso a los balcones también se orlaron con adornos barrocos, pero no todas.
ACCESO RENACENTISTA AL BALCON
 CORRESPONDIENTE
A LAS HABITACIONES DE LA PERILLANA
Es aquí donde entra en escena Lola, la conocida como Perillana, una mujeruca de baja extracción, ya se me entiende, que había sorbido la cabeza al maestro de obras. Conforme fueron acentuándose los amores, la Perillana se hizo más y más asidua al Hospital Real de modo que llegó a pasear por las obras como si dependiesen de ella. Pronto consiguió instalarse en unas habitaciones situadas en el ala izquierda del edificio, con dos balcones y vistas a la plaza y al monte Pedroso. En su encaprichamiento, mandó detener las obras en sus habitaciones, no quería ver ni a un obrero en ellas.No era tonta Lola, cualidad que suelen tener estas mujeres.
Luego, transformó sus habitaciones en un lugar de lujo, donde no pocos compostelanos querían ser recibidos. Ella, los agasajaba con mesa y bodega, música, cantos y jaleos que se prolongaban hasta bien entrado el amanecer. El dinero para atender los gastos salía del presupuesto de las obras, que llegó a agotarse y fue preciso detenerlas cuando aún no habían terminado.
COEXISTEN AMBOS TIPOS DE ACCESO AL
 BALCÓN. A NADIE IMPORTA
Se nota la detención de la reforma, pues los balcones que daban a las habitaciones de la Perillana quedaron sin modificar, como se ve cuando se mira la fachada con detenimiento.
Hoy muchos reniegan de ella, incluso han conseguido casi que se olvide. Para otros, yo entre ellos, su loca actividad consiguió dejarnos una prueba de cómo fueron esos balcones iniciales, por lo que le estamos agradecidos. Están alli, en la fachada, y los vemos sin necesidad de recurrir a grabados antiguos o a descripciones de terceros. Quien vaya hasta alli puede verlos.