Los
historiadores de la Biología coinciden al pensar que las primitivas
civilizaciones tenían un fuerte sentido de solidaridad con el resto de seres
presentes en el planeta: con rocas, animales, vegetales y, en general, con todo
aquello que hoy conocemos bajo el calificativo de "entorno".
En
aquellas épocas, con una elevada tasa de mortalidad infantil, la expectativa de
vida era muy baja. La humanidad estaba en sus comienzos y, por tanto, el
desarrollo de la medicina se reducía al conocimiento de unas pocas hierbas
beneficiosas, como ocurre en cualquier otro mamífero. Nuestros antepasados
formaban una especie cazadora sometida a todas las dinámicas biológicas propias
de las especies con este tipo de vida. Es posible que, tras el desarrollo de la
agricultura y el nacimiento de una cierta tecnología agrícola y su consiguiente
paso a la vida sedentaria, la humanidad se fuese distanciando más y más del
inicial concepto de unidad con el resto del mundo vivo.
EL REY DE LA CREACIÓN |
También las
religiones influyeron en la visión que nuestros antepasados tuvieron acerca de
su entorno. Pero conviene considerar dos tipos de religiones: las orientales,
politeístas y las bíblicas, monoteístas.
En las
orientales, los dioses aparecían como seres bondadosos, aunque fuertes de
carácter, hondamente comprensivos con las debilidades de los humanos y que
orientaban a sus seguidores en la búsqueda de la paz interior, fin último que
convenía perseguir y alcanzar. Según el pensamiento de esas religiones, nada
competitivas y, por tanto, primitivas según el criterio del mundo occidental,
la humanidad también representaba una comunidad de seres solidaria con el resto
del mundo vivo. Este pensamiento se mantiene en las actuales religiones del
este asiático y de las montañas del Tibet.
Por su parte,
la cultura occidental cristalizó a partir de religiones monoteístas derivadas
de diferentes interpretaciones de la Biblia. Independientemente de que el Dios
bíblico se nos presenta como un ser guerrero y justiciero, el hombre aparece en
los comienzos del Génesis como el ser principal de la creación, el más
perfecto, hecho a imagen y semejanza de Dios y su preferido. Por eso, es el
mismo Dios quien le impone, un programa de actuación en este mundo:
"Creced y multiplicaos, llenad la tierra: sometedla y dominad sobre los
peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todo cuanto
vive y se mueve sobre la superficie da tierra” (Gen 1:28). El mismo Génesis nos
dice cómo Adán da nombre a todos los animales del campo y a todas las aves del
cielo (Gen.2:20). Resulta conveniente no olvidar aquí que la potestad de dar
nombre, aún hoy representa en nuestras culturas un fuerte indicativo de
propiedad.
SAN FRANCISCO DE ASIS HERMANAMIENTO CON LOS SERES NATURALES |
Durante mucho
tiempo, y en el mundo occidental, fue este mandato divino la justificación
última de cualquier modo de actuación humana. Siempre que se incidía sobre
especies vivientes, siempre que se intentaba dominar o modificar la tierra,
fuese como fuese el modo como se hiciese, no se estaba haciendo otra cosa más
que cumplir la recomendación del Creador expuesta claramente en el Génesis. Y
en este caso, no había que hacer ninguna interpretación: había sido el mismo
Dios quien había mandado con toda claridad y de manera inapelable "dominad
la tierra".
Fue ésta una
arrogancia temeraria que llevó al hombre a autoproclamarse "Rey de la
Creación". Rey en el sentido medieval, de indiscutible propiedad sobre la
Tierra. Sabemos perfectamente todo cuanto destrozo se hizo al amparo de esta
impunidad que siempre llevó consigo el beneficio de no tener que dar cuenta de
nada a nadie, sin otras miras que el beneficio inmediato y sin tener en cuenta
para nada la situación en que pudiese quedar el medio natural. En este sentido,
conforme la humanidad fue incrementando sus conocimientos y, a cuenta de eso,
se fue independizando más y más del medio. Mucho del desarrollo alcanzado, se
realizó gracias a una fuerte, e irreversible, agresión al entorno. Esto lo
sabemos todos.
En el siglo
XIII, en los albores del Renacimiento, por parte de algunas personas se dio una
vuelta al pensamiento inicial de solidaridad con el resto de seres vivos, es
decir, con parte del entorno. Por ejemplo, San Francisco de Asís fue un joven
que, abandonando todo cuanto tenía, se adentró por los caminos de la religión
queriendo iniciar una nueva manera de interpretar el mundo vivo desde una
visión alternativa de la Biblia. Su razonamiento se basaba en el hecho de que,
al compartir nuestro origen en Dios, éramos hermanos no habiendo, por tanto,
diferencias entre unas especies y otras. Esta es la base conceptual de su poema
famoso en que apela al hermano lobo, a la hermana luna o al hermano sol. Pero
no es mucha la gente que sabe de los problemas que tuvo el Santo de Asís con la
Inquisición, de modo que tuvo que callar. Muchos de esos problemas le vinieron
de esta idea de la naturaleza, idea que, siendo nueva en la civilización
europea de aquel tiempo, venía de antiguo en las orientales.
SITUACIONES DESASTROSAS DE ORIGEN HUMANO |
En la era de
los descubrimientos europeos, allá por el siglo XVI, la idea de la propiedad de
la tierra por parte del hombre volvió a tomar fuerza. Nuevamente, la arrogancia
del hombre europeo le permitió cometer todo cuanto destrozo se le ocurrió
cometer en nombre de una civilización que premiaba y animaba toda esa
arrogancia.
+ + + + +
En este
tiempo en que estamos ahora, algunas personas del mundo occidental y con
grandes preocupaciones espirituales, se han acercado a las religiones tibetanas
en búsqueda del sosiego que no encuentran en las religiones nacidas de la
Biblia. Ha sido cuando el hombre occidental volvió a tomar contacto con las
ideas de solidaridad con el medio en que vivimos, ideas que difundieron por
todas partes al volver a sus países de origen. Eran personas influyentes en los
ambientes culturales occidentales de los que procedían. Todo cuanto dijeron a
su regreso tuvo gran eco en la gente, de modo que, entre los jóvenes cultos del
mundo occidental, apareció un nuevo sentimiento de preocupación por el entorno.
Como consecuencia, en países desarrollados florecieron movimientos ecologistas
preocupados por la situación del planeta, unas preocupaciones que antes no
habían existido con tales magnitudes ni planteamientos.
SITUACIONES A ERRADICAR |
Por otra
parte y desde el mundo científico, en 1969 el investigador británico J.
Lovelock presentó a la comunidad científica una desconcertante hipótesis: La tierra
es un ser vivo que genera su propio hábitat. Hablaba de la evolución conjunta
de la Tierra como un todo. Su teoría ha dado lugar a un conjunto coherente de
teorías, muchas de ellas comprobadas, conocidas bajo el nombre genérico de
Hipótesis Gaia.
Ojalá que en
adelante no nos separemos de esta idea de unidad biológica de todo el Planeta,
ni del concepto de que todos andamos involucrados en la misma dinámica. Nos
conviene mucho tener en mente esta hipótesis, no sea que nos metamos por
vericuetos irreversibles o de los que resulte difícil salir. Lo malo es que en
estos últimos tiempos hay datos que hacen temer que se han sobrepasado unos
límites que deberíamos haber respetado. Las alarmas dicen que estamos entrando
en situaciones de difícil vuelta atrás.
Fotos: Fonde de Google
Fotos: Fonde de Google
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