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jueves, 19 de marzo de 2015

BAMBI COMO INICIO

El primer cuento que leí ha quedado grabado en mi memoria. Desconozco su título, pero recuerdo su formato, sus dibujos y, más o menos, su argumento, que voy a contar ahora. Se trataba de dos hermanos vestidos de niños árabes que, sin saber muy bien cómo, se encontraban solos en una isla, o en un jardín aislado.

Uno de ellos corría con las aves, hasta que se transformó en una de ellas. El otro hermano se dedicó a contemplar los árboles, y terminó echando raíces mientras sus brazos se transformaron en ramas, quedando anclado al terreno. Pero los hermanos seguían en contacto, pues el ave iba junto al árbol y, juntos, charlaban como si no hubiese pasado el tiempo ni cambiado las circunstancias.
Un día se desató un incendio en aquel bosque y los animales huyeron despavoridos. Los árboles comenzaron a arder y el ave del cuento recordó a su hermano-árbol atado al suelo. Cuando llegó junto a él, ya ardía casi por completo. Sólo quedaba en él una pequeña rama a la que aún no había llegado el fuego. El ave la cortó con su pico y la plantó lejos. La rama enraizó y creció. Desde entonces, el hermano-ave iba todos los días a acompañar a lo que quedaba de su hermano, con quien ya no podía charlar. Recuerdo el dibujo del niño vestido de Simbad, sentado junto a un arbusto y con gesto de animada conversación.
No he vuelto a saber nada de este cuento, y la verdad es que me gustaría reencontrarlo.
Cuando andaba por la adolescencia vi una película que me impresionó. Bambi, y no digo nada de la historia que nos relata, pues creo que es suficientemente conocida. También en Bambi, después de una primera parte bucólica, se desata un incendio del que es preciso huir para salvarse. Huir los animales, pues los vegetales, fijados al suelo, estaban indefensos ante el fuego.
Es curioso, lo comprendí mucho más tarde, que en ambas historias apareciese el fuego como feroz protagonista destructor. Y en ambas historias están los animales que huyen para salvarse mientras los vegetales quedan a su merced.
Más tarde, estudiando, supe que los vegetales han desarrollado múltiples estrategias biológicas para resistir las agresiones del fuego. Los animales huyen, tal vez esa sea su mejor modo de resistir, escapar. Pero aún me faltaba mucho tiempo de estudio para llegar a comprender esas estrategias y verlas como una unidad evolutiva dentro de la diversidad de los seres vivos.
El fuego me sigue pareciendo una terrible agresión a nuestro medio natural. Tal vez un castigo  que hemos de aguantar no sé debido a qué causa. (Hace un tiempo publiqué una entrada en este blog sobre los incendios forestales. Abajo, adjunto su dirección URL).
A veces, estando con alumnos a quienes considero especiales por sus cualidades intelectuales, les he preguntado como si nada, que por qué habían estudiado biología. Me gusta conocer los diversos caminos que les han traído a esta aventura de estudiar la vida e intentar comprenderla desde uno u otro punto de vista.
Así, un querido amigo estudió biología porque en los bajos de su casa había una tienda con muchos fósiles en su escaparate. Reparar en ellos uno y otro día, estimuló en él las ganas de profundizar en su estudio.  Otro a quien últimamente veo muy de tarde en tarde, pero con quien sigo en contacto, comenzó su interés por la biología al conocer a los dinosaurios. Hoy está a punto de terminar su tesis doctoral sobre este tema. Félix Rodríguez de la Fuente, con sus programas de TV sembró en muchos jóvenes de entonces las ganas de ser biólogos. Cuando reparo en todas ellas, la mía incluida, veo que son múltiples los estímulos que puede recibir un niño, o un adolescente, para decantarse pro un camino concreto de estudio. Nosotros, ellos y yo, tuvimos la suerte de contar con maestros que supieron encauzar nuestros intereses e ilusiones intelectuales. 
Cada uno su historia, todas ellas válidas. La mía comenzó imaginándome un bosque apacible agredido por el fuego y la diferente respuesta de los seres vivos ante su actuación criminal. Lo demás fue desgranar mi sensación inicial.

sábado, 7 de marzo de 2015

SINCRONÍA NATURAL

TIEMPO DE CEREZAS
Cuando yo era niño, antes de esta era de globalización, teníamos o vivíamos diferentes temporadas. Estaba el tiempo de las uvas, el de las castañas, o el de las naranjas, las mandarinas, las ciruelas y así hasta un largo etcétera. También el tiempo de los grelos, de las acelgas, los repollos, con su correspondiente etcétera. Toda esta temporalidad incidía en las cocinas y sus productos, los menús.

Dependíamos más de la naturaleza y sus ciclos. Luego vinieron los invernaderos. Comimos plátanos en todo momento, pero se perdió aquel entrañable olor que despedían y que impregnaba la casa toda. Yo, amante de las uvas, las he comido todo el año, cada vez de un sitio diferente, incluso de Perú. Muy sabrosas, eso sí, pero cada vez ingiero más alimentos naturales a destiempo, es decir, fuera de “su” tiempo.
CAMPO DE AMAPOLAS
Lo mismo ocurre con las flores, pues podemos comprar lo que queramos en la época que lo deseemos. Por ejemplo, claveles a mitad del más riguroso invierno. Claveles que vienen del invernadero de cualquier parte del mundo a través de Holanda, que en eso también hay que saber comerciar y distribuir.
Cada vez estamos más alejados de los ritmos naturales, de los de la naturaleza. Ahora, marzo de 2015, estamos en un estallido vital en todas partes. La naturaleza revienta de fuerza, pero nosotros casi, casi, ni nos enteramos, pues nos nutrimos de invernaderos.
Lejos de ellos, la naturaleza vive un equilibrio sostenido de simultaneidades asombrosas. Todos los seres de la misma especie están en fases similares, por eso se habla del tiempo de las cerezas, cuando todos los cerezos tienen sus ramas atestadas de frutos, o del tiempo de las castañas, o de las manzanas o de los granados. Todos los individuos de cada una de esas especies alcanzaron su fase de fructificación, o de floración, al mismo tiempo, a eso es a lo que llamo sincronía. También las amapolas florecen juntas, o las margaritas. El trigo maduró al mismo tiempo. Los gusanos de seda forman el capullo al mismo tiempo.
A veces parece como si el campo viviese un concierto general en el que cada 
FLORECEN JUNTAS
instrumento estuviese representado por una especie. Lo mismo que en una obra musical cada instrumento entra en momentos concretos, haciendo sonar su melodía concreta, también en la naturaleza cada especie aparece en un momento y cumple su cometido biológico dentro del ecosistema en que está.
Por ejemplo, poliniza flores. A veces, cuando vemos una abeja sobre una flor pensamos en lo que hace, en servir para fecundar una planta y dar lugar a la generación siguiente. Cierto, muy cierto, pero son muchas las variables que han incidido en lo que vemos. Todo nuestro entorno está finamente ajustado por la selección natural. Seguramente hubo variabilidad en las épocas de floración, días arriba, días abajo, pero la selección favoreció a aquellas plantas que, por causas genéticas, florecían a la vez que andaban las abejas libando. Lo mismo debió de ocurrir con las abejas. Unas aparecieron cuando aún el polen no había madurado, o bien nacieron después de que lo hubiese hecho. Únicamente sobrevivieron aquellas que, por causas genéticas, nacieron justo cuando las flores estaban maduras. Alimentaron, pero dieron polen y fueron polinizadas.
MUCHA SELECCIÓN TRAS ESTA FLOR Y ESTA ABEJA
El equilibrio y la sincronía de la que hablo… Todos sabemos que las abejas van “de flor en flor”. Lo dice la copla, la poesía, el refrán. Es algo constatado por todos. Y tal vez no hayamos reparado en que si es así es porque, en un momento dado, todas las flores se encuentran en el mismo estado reproductor y se está llevando a cabo la polinización cruzada sin que la abeja sea consciente de hacerlo.
Alguien puede decirme que hay muchas especies animales y vegetales que son hermafroditas. Eso es totalmente cierto, pero muchas especies no son hermafroditas simultáneos, sino que al principio son machos y, después de cambios fisiológicos, pasan a ser hembras, como los caracoles (hermafroditismo proterándrico se llama). Por otra parte, salvo algunas excepciones (endoparásitos y plantas de ciclos complicados), los seres vivos son autoestériles por causas estructurales o genéticas. Sabemos que un cerezo solitario no produce fruto, a pesar de tener flores hermafroditas.
EL VIENTO TAMBIEN JUEGA SU ROL.
FLORES MASCULINAS DE CASTAÑO 
En el monte, que es donde se desarrolla la vida, todo está muy programado para la fertilización cruzada, para la sincronía y para que los seres vivos en general, den origen a la siguiente generación, contribuyendo de este modo al mantenimiento de la especie a la que pertenecen.

Mientras, como en un cuento o en una leyenda, hay flores que se dejan polinizar por el viento, como seres de las mil y una noches.

sábado, 10 de enero de 2015

A VUELTAS CON LO DIVINO

SOLSTICIO DE INVIERNO, 2009
CATEDRAL DE SANTIAGO
Alguien me dice que el rayo presente en una foto mía, publicada aquí, le evoca la divinidad. La verdad es que lamento tal evocación, pues un fenómeno natural, perfectamente predecible, no debería evocar nada divino, que suele ser sinónimo de inusual, extraordinario, A los hombres de ciencia no les gusta la idea de un Dios contraviniendo las leyes naturales. “Dios no juega a los dados”, dijo Einstein cuando, admitiendo su existencia, rehusaba la idea de que rompiese las leyes naturales, impuestas por Él mismo, dando paso al azar.

Esto de Dios y las leyes que rigen la naturaleza ha sido objeto de muchas y profundas reflexiones por parte de filósofos y científicos. A la gente de la calle nunca le importó nada, si bien algunas veces persiguió de manera cruenta a quienes, se decía, alteraban el orden establecido. Otra cosa es decidir qué entendemos por “orden establecido”, claro, pero el favor popular es algo de lo que conviene dudar.
SOLSTICIO DE INVIERNO, 2011
CATEDRAL DE LUGO
Hablando de Dios, su Creación y sus leyes, Descartes dijo que al día siguiente de haber creado el Universo, Dios emitió las leyes por las que se regiría, dejó todo funcionando de modo exacto, y se dedicó a otras cosas. A nosotros, decía Descartes, nos corresponde estudiar el modo en que las cosas funcionan y, al hacerlo, estamos estudiando la obra de Dios. A esto se llamó teología natural desde los tiempos de los Padres de la Iglesia.
El concepto de milagro, como alteración del orden establecido, nunca entró en las ideas de filósofos ni científicos. Jamás se rehusó exponer las propias ideas acerca de la divinidad y todos ellos, hasta el siglo XVIII, indicaron en sus obras sus respectivas ideas de Dios y de su incidencia en el mundo. A partir del siglo XIX, las creencias de los escritores pasan a ser algo personal, privado de cada uno. Por tanto, ya no se exponen en las obras científicas y no se pueden deducir a partir de ellas.
NO ES DIVINIDAD DEL BOSQUE
ES EL SOL TRAS UN ARBOL
De todos modos, eso de relacionar la divinidad con manifestaciones inesperadas o de bajísima frecuencia, ha sido una costumbre muy reiterada en la historia de nuestro pensamiento, desde las religiones más antiguas conocidas. Los primeros que se alzaron contra tal manera de pensar, fueron los filósofos jónicos que, ya en el siglo V aC, dijeron que los fenómenos naturales se tenían que explicar mediante causas naturales, que era preciso encontrar mediante el estudio. Como corroboración de lo que decían, predijeron un eclipse solar y acertaron.
No siempre los diferentes descubrimientos fueron objeto de alabanza. Muchos sabios sufrieron persecuciones de diversa índole. No voy a citar ningún nombre, pues no es ésta mi intención ahora. Pero no fueron pocas las veces en que se creyó que el avance científico atentaba contra la religión.
Es curiosa la dualidad, entre ciencia y creencia (a veces en forma de religión) y sus antagonismos. Las religiones, todas, tienden a tranquilizar a sus seguidores, relatándoles mitos que agradan y que contribuyen a hacer más llevaderas sus vidas. La ciencia se preocupa por explicar el entrono y lo que ocurre, sirviéndose de los conocimientos disponibles en cada momento histórico. Nunca la ciencia busca la tranquilidad ni la felicidad de sus seguidores, eso es cosa de cada cual y de su modo de acomodarse a la realidad. La ciencia, simplemente, ofrece interpretaciones pretendidamente fieles y, siempre, en constante revisión lógica, pues nuevos descubrimientos obligan a replantearse los conocimientos previos.
RAYO Y REFLEJO, 2009
ASOMBROSO, PERO NO DIVINO
Hay cosas que las tenemos bien sabidas: en invierno el sol está bajo en nuestro horizonte europeo. El rayo de la foto lo vemos gracias al llamado efecto Tyndall, que es el fenómeno físico que hace que las partículas coloidales presentes en una disolución o en un gas, sean visibles al dispersar la luz. Eso es lo que ocurre cuando ese rayo de sol atraviesa el interior de las catedrales. Si bien sólo entra en ellas en días del solsticio de invierno, cuando está bajo sobre el horizonte. Si vemos el rayo es porque hay polvo en suspensión, o humo en el aire de las catedrales y no creo que, en esto, tengan que mediar divinidades. De hecho, es un fenómeno predecible para esos dias con la única condición de que no haya nubes y, por tanto, luzca el sol.
Presento fotos de rayos de sol penetrando en las Catedrales de Lugo y Santiago. No hice más fotos de ese tipo, pues tampoco voy fotografiando rayos de sol que atraviesen cristales sin romperlos ni mancharlos.

Si a pesar de saber sus causas físicas, uno se siente sobrecogido por la belleza o por cualquier otro motivo personal, es algo muy respetable por mi parte, faltaría más. Sentirse emocionado ante algo bello, es una suerte que conviene cultivar, pues produce muchas sensaciones felices.

martes, 29 de julio de 2014

PASEANDO POR EL BOSQUE

MONTES DO INCIO
Me gusta pasear por el bosque. Ya antes de realizar mis estudios me gustaba. Siendo estudiante de Ciencias Biológicas, en Barcelona, aprendí a descifrar su situación biológica a través de sus síntomas. Creo conocerlo, aunque siempre aprendo cuando acompaño a quienes dedican su labor a su mantenimiento y cuidado.

Cuando paseo solo, todo es cuestión de pensar mientras observo el entorno. Es bonito comprobar cómo las semillas germinan y hay pequeños árboles que pugnan por lograr un lugar en el que desarrollarse. Sé que es difícil que lo alcancen si estamos en el centro del bosque, donde la competencia entre los árboles que lo pueblan es muy alta. Todo está ocupado, no como en las zonas periféricas, donde hay lugares para posibles expansiones y la posibilidad de alcanzar la madurez es mayor. Visito el bosque con
MÁRGENES DEL RÍO MIÑO
BOSQUE LIMPIO
criterios familiarizados con la selección natural,
 y constato los múltiples ejemplos que me encuentro de ella. Para eso no hace falta viajar a regiones alejadas. Un simple paseo por las Saamasas, en Lugo, o por el valle del Tambre, cerca de Santiago, me permite disfrutar de todo esto. Naturaleza pura y biología pura.
A veces, las cosas no son tan bucólicas como pudiera parecer. Muchos lugares han sido transformados en basureros incontrolados donde, incluso, podemos ver colchones o electrodomésticos tirados con total impunidad.
La verdad es que tenemos el mal hábito de maltratar al bosque. En
MEDIANAMENTE LIMPIO
nuestro modo de hablar decir de algo que “está a monte” es sinónimo de decir que es un desastre fuera de control. Esa frase es un exponente de lo que muchos creen que es el bosque: un lugar desorganizado. No digamos nada de sus necesidades de cuidados. Para muchos, esas labores son supérfluas.
En general, el bosque se ha degradado mucho en los últimos años. Todos, por poco que vayamos a él, tenemos experiencia de lugares que fueron hermosos hasta hace poco y que hoy son un auténtico desastre tanto humano, como ecológico y económico.
No me explico que siendo, como somos, una gran potencia maderera europea, tengamos tan olvidada esta gran fuente de riqueza. Y tan menospreciada. Porque si bien es verdad que muchos de sus
BOSQUE LIMPIO
beneficios tienen destinatarios directos, que son sus propietarios, también es cierto que nos aporta otros beneficios no cuantificables, en su mayor parte de índole ecológica, y cuyos destinatarios somos todos, seamos o no propietarios de los terrenos.
A veces me duele pensar en este progresivo deterioro, acompañado del olvido y el menosprecio, que sufren nuestros bosques. Al ver el bosque sucio, abandonado, expuesto a miles de agresiones, de las que el fuego no es la única, añoro un buen pacto de gobierno que impulse una racional política forestal, que generaría un monte limpio, bien cuidado y menos proclive a sufrir incendios.
Los frutos de esta actuación serían un bosque del que sentirnos orgullosos, generando beneficios de toda índole para todos y con muchos puestos de trabajo estable para gente de diversa cualificación. Para algo somos una potencia forestal. Me atrevería a decir que a pesar de nosotros mismos.