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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Cumpleaños. Un Mitreo en Lucus Augusti, culto secreto en Lugo

El Paseante Silencioso cumple cinco años en estos días. Los lectores habéis tenido mucho que ver en esto dando ánimos de modo constante, por eso si hay mérito en este cumpleaños no es del blog, es de sus lectores. Para celebrar este aniversario, publicaré unas entradas antiguas  a las que tengo especial cariño. 

Gracias a todos por vuestro constante apoyo en estos cinco años.


sábado, 17 de agosto de 2013

 

UN MITREO EN LUCUS AUGUSTI, CULTO SECRETO EN LUGO



MITRA

Cada cierto tiempo tenemos una noticia grata en Lugo. Noticia referida al conocimiento que vamos adquiriendo acerca de nuestra ciudad pues, hasta hace poco, ese conocimiento era muy escaso, cuando no erróneo.

Hace un tiempo, y con motivos de unas obras de restauración en la zona monumental, aparecieron los restos de una domus romana y poco a poco fueron filtrándose noticias sobre ellos a la vez que íbamos conociendo el progreso de las obras de acondicionamiento y los informes que los mismos hallazgos daban acerca de nuestra ciudad y su historia.

Al poco tuvimos la sorpresa, pues entre los hallazgos !había un templo dedicado a Mitra, (un mitreo)¡

Las obras fueron de mayor envergadura que la inicialmente prevista y se modificó el volumen construido, lo cual generó las polémicas ciudadanas que son de prever. Creo que lo encontrado, lo que nos dice de nosotros mismos y el acceso que tenemos a verlo, bien valen el sacrificio, supuesto, del incremento de algunos metros cúbicos de construcción.

 
Patio de la domus. Columnas y losas. El paredón
del fondo es parte de la muralla
He estado visitando los restos, ya preparados para ser visitados. Éramos bastantes quienes allí estábamos, aunque no vi lucenses, (muchos de ellos ya lo saben todo de modo infuso). Las obras descubiertas nos dejan ver una casa de gran envergadura, varias plantas y un lujo que hace pensar en un propietario de clase social elevada, tal vez un militar de la Legio VII. Podemos pasear por diferentes niveles de la domus, contemplar sus pinturas, ver el pórtico con columnas y su patio con suelo de losas rectangulares. Todo eso acompañado e ilustrado con muy buena explicación, pantallas táctiles, un vídeo general y vitrinas en las que se exponen objetos hallados en las obras. Se estudia la posibilidad de un museo para albergar la totalidad de los hallazgos.

El mitreo. El ara votiva
Y, por encima de todo, el templo privado de Mitra erigido en el siglo III d.C. y mantenido en el siguiente. Hay un ara votiva en la que se puede leer fácilmente que está dedicada al dios "nunca-conquistado" Mitra, por su fiel, devoto y leal C. Victorius Victorinus, centurión de la Legión VII Gémina Antoniana. Posiblemente el propietario de la domus.

Mitra... el dios persa representado como un joven que da muerte a un toro abatido en el suelo. Tiene una historia que nos puede resultar conocida, o evocar alguna otra: Nació en la noche más larga del año, en el solsticio de invierno, hoy 25 de diciembre. Su madre era una virgen y su padre un dios. Nació en una cueva de pastores y fueron pastores los primeros en adorarle. Fue comparado con un pastor cuidadoso de sus ovejas.

Ciertamente, en la vida de Mitra hay muchos paralelismos con la de Jesucristo. Mitra era considerado el dios de la luz, y San Juan en su evangelio insiste en homologar a Jesucristo con la luz (Jn 1:9). El mismo Jesucristo dice de sí mismo: "Yo soy la luz" (Jn 8:12).

Lo cierto es que el culto a Mitra, culto jerarquizado y con reglas internas muy estrictas, estuvo prohibido en el Imperio Romano y no fue hasta que el cristianismo adquirió el rango de religión oficial del Imperio, cuando el culto a Mitra dejó de ser perseguido. Aunque ya no tuvo tanta importancia ni significado entre la gente del Imperio.


Otra vista del ara.
Tras ella, una imagen de Mitra (Reciente)
Es curioso, me entero en mi visita que el culto a Mitra anduvo muy de la mano de los ejércitos. Eran militares de cierto rango quienes lo extendían entre las legiones imperiales. No son raras las casas, hoy consideradas como pertenecientes a militares, que poseen mitreos. Junto a ésta, de Lugo, se conoce otras en Astorga, Mérida, Tarragona o Cabra, por decir unas cuantas de la Península Ibérica. Yo pienso que, siglos más tarde, la masonería también anduvo muy de la mano de militares y tampoco me extraña tanto. Ambas instituciones son de rígidas reglas y estructuras jerarquizadas y envueltas en aires secretos. Tal vez a un militar, acostumbrado a sus específicas formas de vida, no deberían extrañarle algunas costumbres y modos ni de la masonería, ni del culto a Mitra. También es cierto que, si estaba acostumbrado a esos rígidos modos, debería gozar de un buen rango dentro de la estructura de que formaba parte. En esta reflexión conviene tener en cuenta que los militares eran gente de bastante movilidad dentro de un área, pero con destinos más o menos duraderos. Es decir, personas adecuadas para servir de soporte a la posible difusión de grupos secretos.

Me gustó encontrarme con estos datos, que me dieron qué pensar. Las religiones, los cultos, siempre anduvieron de unas zonas a otras, a veces llevadas por los mismos, aunque con diferentes vestimentas o uniformes, según las épocas de que se tratase.

Pero volvamos al motivo de mi visita, los hallazgos de la domus. Con el tiempo se construyó la muralla y se expropiaron terrenos de la casa, lo cual llevó consigo su decadencia. Con ella, la propiedad pasó a otras manos, el mitreo se destruyó y todo se transformó en una escombrera. Así ha llegado hasta hoy.

Por mi parte, doy las gracias a quienes, a lo largo de muchos siglos, han tomado las decisiones acertadas que han permitido que hoy disfrutemos de esta joya.



+ + +

NOTA: En navidad de 2002 pronuncié el pregón inaugural del Belén electrónico de Begonte, publicado en este blog con fecha 18-12-12 y localizable en este enlace. En su inicio esbozo un paralelismo entre el significado de Mitra y el de Jesucristo.



viernes, 12 de mayo de 2017

Cosas de poca importancia

Mis paseos por Lugo suelen ser sosegados, sin prisas. Para acceder al centro, necesariamente he de entrar por alguna puerta de la Muralla (las murallas, en plural, dicen los pretenciosos), y nunca dejo de admirar su belleza en múltiples aspectos. Me gusta desde la estructura de sus muros a las alturas que alcanza y, en general, me gusta su presencia en la ciudad y la serenidad que transmite.

La ciudad, la Lucus augusti romana, guarda vestigios de épocas pasadas. No muchos, la verdad, y muy desperdigados. El interior de muralla está muy deteriorado debido a las múltiples invasiones de cementos, hormigones, especulaciones y ladrillos. Podría decir que es lo que hay o, mejor, es lo que queda. Nadie me lo ha dicho, pero debió haber familias ricas en la época romana. Eso se nota en la magnificencia de los restos encontrados, dimensiones de las casas, diámetros de las columnas y los numerosos mosaicos. Que fue gente culta lo deducimos gracias a las máscaras de teatro que vemos en el museo del Carmen, un museo que recoge piezas de la vida cotidiana de los lucenses de entonces, como vajillas bien elaboradas (Terra sigillata), joyas o piezas de juegos familiares, como dados, fichas y un tablero para juegos. Visitas evocando lo ido.

Hay diversos museos en los que están custodiados los vestigios de nuestra vida. Pero no voy a ellos de modo constante. El paseo por la muralla es algo muy singular que es necesario hacer. En otras ocasiones paseo por las calles, y me entretengo mirando las casas, sus ventanas, sus balcones. Tal vez haya quienes menosprecien este detenerse y deleitarse en estos bienes patrimoniales que nos indican cómo vivieron nuestros antepasados recientes, los que nos han dejado la ciudad tal como la tenemos y disfrutamos.

Balaustres aislados, lujosamente hermosos

Fachadas, portales, ventanas y balcones. En Lugo, siendo una ciudad lluviosa, existen multitud de balcones de muy diversa estructura, siempre protegidos por sus correspondientes barandillas y balaustradas, que son diversas y profusamente bonitas. Las hay de balaustres verticales adornados de modo elegante, pero muchas otras, la mayoría de ellas, definen entrelazados artísticos originales y bonitos de contemplar. Siempre en la zona monumental, claro. Fuera de muralla, los metales recientemente añadidos a las estructuras arquitectónicas, aparecen tal como lo que pretenden: un deseo, tal vez, de realizar una función, que a veces se consigue.

Modernistas
Las casas de dentro de muralla tienen balcones con barandillas para proteger a quienes se asomasen a ellos, pero también para adornar y conferir personalidad al edificio. En todas, desde las más antiguas del siglo XIX, hasta las recientes de mediados del XX, aparece ese afán de presentarse con dignidad ante los habitantes. La belleza que confieren a las calles está ahí, a disposición de quienes las quieran admirar. Me gusta admirarlas.

Filigrana serena
Las hay, algunas, de balaustres independientes, elegantes y muy adornados, que confieren un aire bonito de serenidad y elegancia a la barandilla, y más aún cuando son muchos los balcones que hay en la fachada en vez de uno solo, que hubiese podido aparecer corrido a lo largo de toda ella. Otros, muchos, hacen diversas filigranas recubriendo todo el vano del balcón. Aparecen los dibujos de forja como enmarcados entre los prismas de granito que anclan la barandilla en sus extremos. De estos hay muchos y muy diversos. Algunos representan dibujos geométricos sin más y otros, modernistas ellos, imitan canastillas de flores que se esparcen u otras figuras más o menos estilizadas.

La que más me gusta

La que más me gusta (líbreme de decir “la más bonita”, yo no soy quién para implantar categorías), es una que imita una red con sus nudos y sus borlas. Este ejemplar es el único que conozco en la ciudad de Lugo, aunque hay otro, más largo, en Palas de Rei. Aunque la presento en una foto en la que aparece algo ajada, hoy está bien restaurada, pero con color negro. Pongo esta foto con pintura plateada, pues en ella se aprecia bien lo elaborado del trabajo.

Balaustres y dibujo central de fleje

En las casas más antiguas entre las antiguas, existen unas barandillas bonitas, con balaustres gruesos que aparecen en sus laterales, mientras que los tramos centrales están formados por hermosos dibujos hechos con flejes. Debido al modo de trabajar los flejes, los dibujos no presentan tanta filigrana como presentarían en caso de ser de forja.

Baranda con refuerzos laterales y dibujo central. En los ángulos de los refuerzos hay palomas de forja

Por otra parte, tenemos unos casos bonitos de barandillas lucenses, pues cuando son largas, y para conferirle estabilidad, cada cierto tramo se levanta vertical una pértiga de hierro que, después de alcanzar una determinada altura, gira en ángulo recto hacia la pared y se ancla en ella. El vértice descrito por la pértiga de sujeción puede presentar algún tipo de adorno. En algunos casos, el adorno lo pueden constituir siluetas de flores de lis o imitaciones de corolas de tulipanes. Adornos dignos sin mayores pretensiones. Pero hay una plaza en Lugo, la do Campo, en la que estos adornos son figuraciones de palomas en diversas posiciones, o bien reposando o emprendiendo el vuelo. Es curioso, pero este tipo de ornamentación sólo lo he visto en Lugo en esa plaza do Campo y en una calle aledaña, en una casa recientemente restaurada. Menciono este detalle de la reciente restauración, porque no sé si en su modo original este balcón contaba con las palomas o si carecía de ellas. Sea como sea, allí están dispuestas a emprender el vuelo y a alegrar la vista de quien repara en ellas.

Palomas en los refuerzos de una reja con dibujo de forja en su parte central

Sí, dedico mi tiempo a contemplar estas cosas, y otras similares, cuando paseo por Lugo. Porque no disponiendo de grandes monumentos que atraigan mi curiosidad, salvando la muralla, mil veces mirada y mil veces admirada, tengo que, como diría mi amigo León Felipe, fijar mi atención en “cosas de poca importancia”, aunque a muchos les parezcan nimiedades.

Detalle de la foto anterior

Ver también  "A modo de estrambote"

viernes, 5 de mayo de 2017

Sombras efímeras

A veces, en mis paseos por Santiago, Lugo u otros lugares, me entretengo en las visiones de lo efímero. Lo caduco generado por lo permanente. He dicho en otras ocasiones que el sol juega un importante papel en el barroco de estas tierras, con sus efectos de luces y sombras.
Es curioso cómo en algunos rincones urbanos se generan unas sombras hermosas, duraderas sólo en la memoria o en fotos, pues en su vida real no suelen duran más de unos cuantos minutos como mucho. Fotos de rejas, de balaustradas, de faroles de balcones. De soportes rígidos proyectados sobre paredes o el suelo. Pero siempre perecederas.

Compostela

Las sombras corren a lo largo de las paredes, hay momentos en los que adquieren gran belleza, junto con el objeto que las proyecta, con el que definen un conjunto hermoso y luego desaparecen. Unos instantes que al día siguiente se repetirán para deleite de quienes las disfrutamos. Otros pasarán ante ellas sin apenas darse cuenta de que están allí, como esperando su contemplación pero pasando desapercibidas.


La sombra casi se escapa

Son imágenes ciudadanas no buscadas, aparecidas como por ensalmo, pues quiero creer que los constructores de barandillas, borduras o soportes nunca contemplaron la posible belleza de sus sombras. Aparecieron casi sin ser llamadas, pero hoy son un componente más de una belleza armónica que está en una ciudad, la que sea, como en oferta para quienes las sepan apreciar. 



Me refiero a sombras producidas por el sol, son las sombras que se mueven, las que están reñidas con los días de lluvia y las que aparecen en determinados meses, pues dependen de la altura del sol sobre el horizonte. Todas esas variables inciden en la existencia o no de una sombra y, claro, de su belleza. Aunque en ésta, su belleza, es determinante la del soporte rígido que la genera.
Elegancia lucense
A quien las quiera ver, les recomiendo que vayan a eso, a verlas. Que se echen a la calle a mirar, con la ilusión de encontrar, una ilusión nunca defraudada. Pero el sol no espera y unos minutos de demora hace que la sombra ya no esté, que haya que esperar al día siguiente para encontrarse con ella, si es posible. No siempre vuelven a coincidir las variables que propiciaron que hoy sí, que estuviese la sombra en su sitio y a su hora. 

Rotundidad en Lugo
Qué efímero es el tiempo ese. La ocasión la pintan calva, decían los latinos. Tampoco esto es una ocasión, pero sí es un instante de esos que en la vida conviene aprovechar. Más de un sabio dice que no se arrepiente de nada de lo que hizo, pero sí lamenta algunas cosas que dejó de hacer. Tampoco es eso. Nuestras ciudades son ciudades hermosas con o sin sus sombras, y quien marche llevará el recuerdo, hermoso también, de sus callejeos por las zonas monumentales, sus rúas, su catedral, sus plazas y su gastronomía. Entre tanto recuerdo, las sombras de las que hablo constituyen matices que tal vez aprovechen para dejar algún acento de originalidad al paisaje urbano, pero sólo eso. 

Serenidad compostelana
No obstante, es bonito descubrirlas al pasear por los sitios adecuados y a las horas también adecuadas. Al final, resultan familiares en el paisaje urbano.

Me gustan las sombras de las farolas adosadas a las paredes mediante soportes rígidos. En momentos determinados, farolas y soportes se proyectan generando un atractivo conjunto que, conforme el sol se va desplazando, va corriendo también. Siempre hay un de momento de especial belleza sobre las paredes.

Balcones, faroles y barandillas lucenses

También me gustan los balcones y sus barandillas. Los balcones, cuando sobresalen de las fachadas, con sus barandas, confieren aspectos insospechados que vienen a ser adornos para unas fachadas ya hermosas de por sí. Hermosas también en invierno, cuando están desprovistas de esos adornos regalados por el sol.

Traigo unas cuantas fotos de estas sombras, pero cualquiera que mire con ojos atentos, encontrará mil detalles inesperados ante los que antes se ha pasado sin percibir esa belleza en las paredes. 

Fachada del Monasterio de San Clodio.

En todos esos casos, es una belleza efímera y, por tanto, me gusta calificarla como barroca.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Adornos callejeros

La belleza de un lugar me la marcan múltiples variables. Digo “me la marcan” porque no pongo en duda el componente personal en eso de captar la belleza, o mejor aún, de definirla antes de ser capaz de verla. 
+ + + + +



Lo he dicho en múltiples ocasiones: me gusta pasear por mis ciudades, por aquellas que me vieron de niño, en cuyas calles crecí y por las que sigo caminando, conviviendo y compartiendo preocupaciones. Soy fiel a determinadas rutas, esquemas y señales. Creo conocer buenos ángulos para captar fotos, las horas apropiadas para hacerlo, las mejores orientaciones para seguir una calle. Todo muy personal, como muy maniático, pues asumo, cómo no, que a otras personas todo esto les gusta de diferente modo, si es que se han parado a pensarlo. 


COEXISTEN ANTIGUA Y MODERNA

Me gustan las calles por sus proporciones, su anchura y la altura de sus edificios. Me gusta su trazado y los diferentes elementos que la jalonan que hacen que esa calle, o esa plaza, pueda ser consideraba bella. Fachadas, fuentes, adornos, suelo, sonido, dirección del sol a lo largo del día y más detalles, hacen que tales lugares me resulten más agradables que otros. Eso me ocurre en todas las ciudades que conozco y visito con cierta regularidad.


ME GUSTAN ESAS BORLAS EN EL LAZO

Porque todos, supongo, mientras charlamos o paseamos sólos o en compañía, dejamos que nuestros ojos se recreen en lo que ven, descubran novedades o ausencias y vayamos haciendo inventarios, actualizándolos, de todo cuanto adorna nuestra ciudad y hace de ella un conjunto hermoso o mejorable. Al menos yo hago eso en mis paseos sosegados por las calles de Lugo, Santiago, Córdoba, Ponte de Lima y tantos otros lugares. Hay detalles que miro, en los que no me canso de encontrar recreo. Incluso, si voy en compañía, nunca dejo observar, de pasada, estos objetos que jalonan mi buen paseo.
FILIGRANA
Voy a hablar de unos de ellos que encuentro en cualquier ciudad de Galicia, tierra en la que la lluvia ha generado diversas estructuras urbanas para canalizar el agua que cae sobre los tejados. Una de ellas son las gárgolas, de las que tenemos una magnífica colección en edificios compostelanos, recogidas en una entrada de un blog amigo, cuyo enlace coloco al final de este artículo. Pero las gárgolas son propias de palacios y edificios señoriales. En otras situaciones, el agua baja desde los tejados hasta el suelo mediante bajantes que suelen ser de zinc, fibrocemento o pvc. Es curioso, en ambos casos, tanto gárgolas como bajantes vierten sus aguas directamente en las calles y no creo haber oído protesta alguna sobre las supuestas molestias que puedan generar esos chaparrones adicionales caídos desde los aleros.

DE ARRIBA ABAJO,
PURO ADORNO

Si hablamos de bajantes, que vierten en las aceras, en las ciudades gallegas, (no sé nada de las de otras zonas), es costumbre protegerlas con piezas acanaladas de hierro fundido que se llaman "guardacaños" y suelen ser de fundición. También se conocen como “salvabajantes”. Suelen estar pintadas en negro y se utilizan normalmente en edificios propios de la zona monumental de las ciudades. En realidad, fueron de utilización obligatoria hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado. Modernamente, se substituyen por piezas de aspecto prismático, de pvc, hierro galvanizado o acero, que reciben el petulante nombre de “embellecedores” y yo pienso en aquello de "dime de qué presumes…"

COEXISTENCIA
INAPRECIADA

Los guardacaños son bonitos, útiles y confieren un cierto tono de elegancia a los laterales de los edificios. Además, proceden de diversas fábricas que ponen en ellos sus señas de identidad, tales como el nombre o algún tipo de adorno que hace las veces de logotipo empresarial. Cualquier persona adiestrada en estos tipos de aparatos, es capaz de decirnos cuál es la fundición originaria del mismo.
MAS BORLAS, OTRO
LAZO
Me gusta pasear por calles de Lugo, Compostela, Betanzos, Cospeito o por donde sea, ir charlando y como si nada, saludar con la mirada, como acariciándolos, los guardacaños que voy encontrando. Casi todos conocidos, aunque siempre hay alguno, singular, desconocido hasta entonces. También la belleza de la casa queda completada en esos detalles, nunca superfluos. Corresponden a una época en la que los mismos vecinos contribuían a su modo a embellecer las calles.

SECILLO, JUNTO A UN EMBELLECEDOR
En esta entrada pongo fotos de diferentes guarsacaños fotografiados en Lugo y en Compostela. Pensé en poner la dirección de la casa en la que puede encontrarse cada uno de ellos, pero he decidido no hacerlo. Así animo a quien me lea que, al pasear, los busque con la certeza de que encontrará esos mismos u otros tan hermosos.

EMBELLECEDOR, COMO
 SU NOMBRE INDICA

Tal vez, incluso alguien se sorprenda de no haberse fijado antes en estos objetos que, a su modo, contribuyen a embellecer nuestras calles. Es lo que ocurre, estaban ahí desde siempre y no los hemos visto. Y así tantas veces…

Entrada relacionadas con este tema:

As gárgolas de Compostela



jueves, 15 de diciembre de 2016

Sueños frustrados

"Aquí está don Juan Tenorio/ para quien quiera algo de él".Ya entonces se anunciaban personajes y sus servicios en las puertas de las viviendas que habitaban. Cuando era una sola familia la que ocupaba la casa, si era gente de prosapia, plantaban sus escudos en la parte alta de la fachada. Lucían a la par que indicaban a los viandantes que allí no vivía gente cualquiera.




VACIO, PERO CON ORLA TALLADA

Hoy paseo solo por la ciudad, sin compañía que me entretenga con sus prisas o sus preocupaciones, que me pueden resultar ajenas. Me vienen a la mente los versos de Zorrilla, el escritor que, pasado el tiempo, daría nombre a tantos institutos donde estudiamos. El mozo de los Tenorio era rico y, claro, "Escudos pintan escudos", todo se consigue con dinero, ahora y entonces. En el fondo, lo de siempre, la vanidad, la tremenda vanidad que comercia con supuestos honores.

BIEN ORLADO, PERO VACÍO

Es casi una enfermedad el afán por poseer, sea como sea, aunque se llegue a amasar una fortuna que no se podrá disfrutar por falta de tiempo. Debe ser tremendo, para el ambicioso, ver que se le venera, que se le respeta, que puede comprar lo que quiera con ese dinero amasado… Ese enfermizo afán de aparentar...

EN PALACIO, TODO ESTABA PREPARADO
PARA EL BLASÓN
Paseo, ya lo he dicho antes, por las zonas monumentales de mi ciudad, entre casas nobles, casonas y palacios. Siempre fue símbolo de poderío el poseer una casa. León Felipe se lamentaba de no poseer nada, "ni tan solo una casa solariega y blasonada". Poseer una casa debió de ser algo grande. Hubo quienes vendieron tierras aldeanas para hacerse una casa en la ciudad, en la que quedase patente entre el vecindario su poderío rural.


CÓMO LUCIRIA UN BLASÓN
ALLÁ ARRIBA
Era la época en que las casas servían también como emblema de posición y riqueza, de status que se dice ahora. Recuerdo a amigos de mi padre haciéndonos ver “su” casa, como emblema de haber llegado alto. Hoy ya no es así, hoy se hacen casas para venderlas por pisos y poco importa su posible hermosura. Lo importante es la plusvalía.


MUCHO ESCUDO ESPERABAN PONER
La máxima aspiración para una casa familiar, era que fuese blasonada, que hubiese la posibilidad de lucir un escudo en el que estuviesen contenidas glorias, títulos y logros familiares. Orlas y cuarteles lucirían los símbolos de la historia propia y, en el fondo, darían que hablar y que envidiar al vecindario. Lo de generar envidia tampoco era un bien desdeñable.


NO HUBIESE SIDO PEQUEÑO EL ESCUDO
Y LA CORONA SOÑADA
Cuando estas glorias son ganadas con honradez, vayan mis respetos. Y si las lucen quienes así pueden hacerlo y disfrutan haciéndolo, mas respetos míos añadidos. Pero, siempre hay un pero, paseando, que es lo que vengo haciendo, me encuentro con muchas casas y casonas cuyos propietarios soñaron con plantar en sus fachadas sus respectivos escudos, tal vez cuando los tuviesen o dispusiesen de los dineros que se necesitarían para pagar a los escultores. De momento, se dispusieron en las paredes los bloques de piedra necesarios para el escudo, así como otro superior y algo sobresaliente, para la corona, yelmo o lo que luciese el escudo, llegado el día de hacerlo.

EN BUEN SITIO, ESPERANDO
Pero en estos casos que hoy comento, el ansiado día no llegó. Allí quedaron los sillares como exponentes de una vana esperanza frustrada por parte de unos propietarios que soñaron apabullar al vecindario y fueron ellos los apabullados, tal vez diana de risas y burlas por parte de quienes no perdonaban esos devaneos con una gloria que más bien quedaba en sueños de nuevos ricos.

CASONA SEÑORIAL, LÁSTIMA
NO TENER ESCUDO
Hay veces en las que siento una extraña sensación, benévola, hacia esos vecinos que querían más presencia en la ciudad. En otras ocasiones sonrío al ver esos bloques precursores de escudos pues, en el fondo, sus dueños fueron bastante ingenuos haciendo públicas sus pretensiones, dejando constancia de ellas y exponiéndose a las chanzas de quien quisiera hacerlas.

UNA PRETENSIÓN MÁS MODESTA
Los versos de Zorrilla siguen teniendo actualidad, y es que la vanidad es, ya lo sabemos, madre de muchas locuras relacionadas con las apariencias.

REALMENTE, UN ESCUDO LUCE
Y DA PRESTANCIA

Entrada relacionada:

Escudos no pintan escudos

viernes, 25 de noviembre de 2016

Recuerdos de un pasado

Añoro el deterioro patrimonial tomando como base algunas fotos antiguas. Reproducen monumentos hoy desaparecidos sin razón alguna.
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IRREPETIBLE

En estos días ando con fotos antiguas mías, por temas que no vienen al caso. He vuelto a ver muchas y no he podido dejar de lamentar los destrozos que he encontrado reflejado en ellas. En algunos casos, las desapariciones son explicables, pero el su mayoría no lo son.



Una de las fotos que más me gusta la hice en la carretera de Lugo a Friol, hace ya más de cuarenta años. Hoy esa foto no se podría repetir, pues ni existe la carretera, ni los árboles y creo que tampoco la casa. Cuando se mejoró la carretera, se actualizó su trazado, así como el firme. Vemos una recta, nada que actualizar en cuanto a trazado, pero se ensanchó (ahora se dice ancheó) y substituyó el firme. El resultado es que ahora es más segura, pero los árboles desaparecieron, como en todas las carreteras del país, debido a su peligrosidad potencial. Una foto irrepetible porque las cosas han cambiado de manera natural, lo mismo que no podremos volver a hacernos una foto de cuando teníamos quince años. 


FERREIRA DE PALLARES. MONASTERIO
SE HA EVITADO QUE AVANCE EL DETERIORO



En otros casos, cuando anduve por allí, la destrucción ya era un proceso imparable. Recuerdo una visita que hice a un lugar entrañable para mí, Ferreira de Pallares, cerca de Guntín, con su iglesia y los restos de un monasterio. Su claustro es lo que queda (lo que han dejado) por no podérselo llevar. Visitábamos aquella escombrera unas ocho personas y uno dijo que convenía restaurar aquello. Lo dijo enfadado, como riñendo al aire. Yo pensé en qué se haría con el edificio restaurado. Tal vez nada, dejarlo caer de nuevo. En este país tenemos alergia a las ruinas y creo que con algunas lo mejor que se puede hacer es detener su deterioro, dejarlas asentadas y protegidas, pero no adecuarlas a un posible puesta en funcionamiento si, entre otras cosas, no existe un destino claro para la obra restaurada. Hoy, la iglesia de Ferreira de Pallares es una hermosa iglesia que nos habla de un próspero pasado monacal, como atestigua su antiguo claustro, en el que se han realizado unas acertadas obras para detener su deterioro.

CHIMENEAS DE CASAS ADOSADAS
A LA MURALLA DE LUGO

En otras ocasiones, la pérdida es irreparable. Antes de 1973, más o menos, la muralla de Lugo (los finos le llaman las murallas), tenía muchas casas adosadas en su cara exterior. Aquellas casas ayudaron a mantenerla en pie, pero en un momento concreto se comenzaron a demoler para dejar exento el monumento. Las casas, más bien de estructura sencilla, tenían unas chimeneas de profundo aire rural, que se han perdido con la demolición. Hice un amplio reportaje de estas chimeneas, también hoy irrepetibles, pues se las llevó la piqueta.

CARRETERA
FRIOL-SOBRADO

Más cosas. En la carretera que viene desde Sobrado dos Monxes a Friol, hay un tramo que me gusta mucho. La carretera discurre por una cresta singular, sorteando cuencas de dos grandes ríos gallegos: el Ulla y el Mandeo por de pronto. La vía sube una ligera pendiente y pasa junto a un cerro en el que se ven las cruces de varios cruceiros. Nunca he subido hasta allí. Al coronar la pendiente, se cambia de rasante y ante el viajero aparece una muy amplia llanura, es la Chaira y, por tanto, cuenca del río Miño. Bajando una cierta pendiente siempre me gustaba observar un cruceiro. Ahora no lo he visto, aunque lo he buscado con atención, como se busca a un viejo amigo. Hubo obras en la carretera y no sé si el cruceiro habrá sucumbido ante la maquinaria. El fuste salía directamente de una roca. Dicen los eruditos, que estos cruceiros son los mas antiguos, antes de que se sublimase ese basamento y fuese substituido por unas gradas.

 SANTIAGO DE MEILÁN (LUGO)
UN APARCAMIENTO DESTROZÓ EL ENCANTO
No es cuestión seguir relatando, pero una amiga mía dice que, a veces, parece como si hubiese una conspiración para destrozar nuestro patrimonio. No le faltan datos en los que basarse para afirmar esto. Todos disponemos de algunos.

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Fotos a voleo

Chimeneas vanidosas



sábado, 30 de enero de 2016

Con un cariño especial

Pienso que si me preguntasen que a qué monumento lucense le tengo más cariño, qué reliquia del pasado es capaz de evocar en mí mayores ensoñaciones o ante qué exponentes de una historia peculiar siento especial agrado, sé que no diría la muralla (que los ostentosos de hoy llaman “las murallas”), no, ni tampoco mencionaría las termas romanas, ni el mitreo, a pesar de que me asombra tanto como la primera vez que lo vi. No hablaría del techo (¿los techos?) del ábside de la catedral. No mencionaría ninguna de esas joyas, que como tal las considero.


                                               

TORRE DE SAN PEDRO.
PIZARRA Y GRANITO

Sin dudarlo mencionaría la torre de la iglesia de San Pedro, antiguo convento de S. Francisco, de los Padres Franciscanos. Tan rural y tan barroca es esa torre, tan hermosamente conjuntada, que por todo eso me llama la atención. Está arrinconada, olvidada, como sin hacerse valer, siendo preciso más bien que la vayamos descubriendo poco a poco, apreciando sus detalles en sus diferentes dimensiones para, entonces, darnos cuenta, como yo me percaté hace tiempo, de que estamos ante algo singular. Pero no es más que una sencilla torre parroquial. A las personas valiosas también hay que descubrirlas, no están en escaparates.

De planta cuadrada, sobrepasa ligeramente la altura de la fachada de la iglesia, en la que está como incrustada por una arista, pero formando parte de obra diferente. Su forma es prismática coronada por un campanario con balcones y rematada por un pináculo, o un tejado a cuatro aguas, como se prefiera decir. A media altura , la torre presenta unas rozas inclinadas que inducen a pensar que hubo algún pórtico con su tejadillo apoyado en la torre. No lo sé ni lo he preguntado.

DETALLE DEL MONASTERIO DE SAMOS
MUROS DE PIZARRA. ARISTAS Y MARCOS DE GRANITO

Las paredes de la torre son de pizarra con sillares de granito en sus aristas, así como en los marcos de las ventanucas que asoman al exterior. Siempre me ha gustado esta estructura, propia del rural lucense, hoy algo perdida por ideas que intentaron modernizar, y ocultar, las raíces de las formas. No obstante, nuestro monumento más rural y grandioso, el Monasterio de Samos, muestra este mismo tipo de construcción: pizarra y granito en aristas y marcos.

Me dicen, siempre hay quien dice, que las construcciones del Lugo de entonces, siglo XIV, se realizaron en pizarra aprovechando los desechos de la muralla. Es posible. Fueron muchas las torres de defensa que se derribaron, mucha la piedra sobrante que presentaba fácil disponibilidad de uso para quien se quisiese aprovechar. Buenos eran los frailes para sacar partido de lo que fuese.

LA TORRE DESDE EL CLAUSTRO
La torre luce más cuando se le ve desde el claustro del antiguo convento, hoy perteneciente al Museo Provincial de Lugo. Es posible que su presencia, airosa, resulte tan inesperada, que agrada sobremanera encontrarla en el paseo que se puede hacer recorriendo el claustro. Tal vez sea desde allí desde donde más se fotografía la torre, pues junto con la columnata, confiere un hermoso contraste vertical a la horizontalidad definida en el recinto claustral. Otro claustro, famoso, tiene un ciprés. Aquí, tenemos una torre.

BARANDILLA BARROCA
PINACULO DE REMATE
La parte superior de la torre está rematada por un campanario. Diría que es barroco. Las barandas y los soportes de los balcones me lo permiten decir. Tal vez corresponde a la época en la que se rehizo la parte superior del claustro, también barroca. Pero en el claustro me ocurre una cosa. Si bien me encuentro con el barroco en placas adornando las ventanas, propio del estilo santiagués, echo en falta las guirnaldas de frutas cayendo a lo largo de columnas, tan propio del barroco compostelano. Tal vez estemos ante una obra de transición, en la que las señales de identidad no están muy definidas, o aún no habían llegado al convento de Lugo. El barroco de esta torre aún no sigue las pautas compostelanas, propias de casi todas las torres gallegas, que las hacen terminar en estructuras esféricas. La torre de la iglesia de S. Pedro está rematada por una pirámide de base cuadrada, un tejado a cuatro aguas. Me recuerda los remates de la fachada de la catedral de Astorga, las del monasterio de El Escorial o las de la iglesia abacial del Monasterio de San Estebo de Ribas de Sil. Más cerca, está el campanario del antiguo convento de dominicos, hoy de madres agustinas, también en Lugo y coetáneo del de san Francisco. Los obeliscos que adornan nuestra torre, además de prestarle esbeltez, defienden su cubierta del empuje del viento, como otros hacen en Mondoñedo.

Cuántas cosas me evoca, o es capaz de hacerlo, una torre que pasa desapercibida… Lo mismo que muchas personas de auténtica valía.