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jueves, 26 de diciembre de 2013

LAMENTO POR EL SANTUARIO DE MUXÍA

En estos días pasados, y después del azote del vendaval que ahora se llama ciclogénesis, pensaba yo que era lógico que nuestros remotos antepasados se sintiesen sobrecogidos con tales manifestaciones de poder por parte de la naturaleza. Ante fuerzas desatadas con esas dimensiones, no resulta nada extraño pensar que imaginasen a seres superiores enfurecidos, a quienes era preciso aplacar.

EL SOL SE PONE EN MUXIA
Muchas religiones comenzaron de ese modo, atribuyendo propiedades sobrenaturales a seres concretos cuando aparecían fenómenos de difícil interpretación, y entonces casi todos los fenómenos tenían esa característica. (Cuando los filósofos jonios del siglo V a.c. pensaron que los fenómenos naturales tenían causas naturales y era preciso buscarlas, dieron lugar al nacimiento de la ciencia).
Las creencias paganas estaban muy asentadas en nuestras tierras antes del cristianismo. Nunca fueron sustituidas del todo por la religión de Cristo, de modo que se siguió rindiendo culto y respeto a los ríos, a los montes, al mar y demás entidades naturales a las que se veneraba antes de la llegada de los evangelizadores.

MAR BRAVO Y FUEGO EN EL SANTUARIO
Puesto que era difícil la coexistencia de ambas creencias. San Martin Dumiense tuvo la idea de dar sentido cristiano a muchos lugares y mitos con significado pagano. Era el siglo IV de nuestra Era. A partir de la idea de ese maridaje, en anteriores lugares de peregrinación aparecieron santuarios para acoger a los peregrinos que seguían llegando empujados por su sentido religioso y con sus peticiones de siempre: la salud, la familia y cosas cotidianas de este estilo.
Muchos santuarios se dedicaron a la Virgen con sus leyendas respectivas. Fueron cristianizados, sí, pero mantuvieron sus mitos en forma de piedras adivinatorias o movedizas mediante las que recibir favores o avisos del más allá. Otros santuarios mantuvieron sus fuentes con aguas que volvían a ser milagrosas.
Uno de ellos fue el de la Virxe da Barca. Cuenta la leyenda, no
LOS ELEMENTOS DEVORADORES
podía faltar, que estando allí el Apóstol Santiago, se encontraba fatigado y desanimado por lo infecundo de su labor evangelizadora. Es curioso, como en Zaragoza, otra vez el desánimo. También en Muxía le visitó la Vírgen que llegó hasta él en una barca de piedra (de nuevo la piedra) para animarle. La barca se rompió debido al fuerte oleaje y los trozos a los que quedó reducida, quedaron desperdigados por la ladera que, desde el santuario, desciende hasta el mar. Esas piedras son las milagrosas.
Frente a un océano muchas veces bravo, siempre impresionante, el santuario estuvo hincado en la roca recibiendo visitas y visitas, presenciando el diario hundirse del sol en las aguas. Para muchos es el punto final del Camino de Santiago, al menos uno de ellos a la par que Finisterre. El día de su romería, allá por septiembre, aquello es un hervidero de gente que viene por muy diversos motivos, pero que acude allí.
Hoy, ayer, todo eso ha ardido. Los antiguos lo atribuirían a un castigo de los dioses. Viento de ciclogénesis, oleaje desbocado y un fuego que devora en dos horas el lugar sagrado y querido. Llanto desconsolado por todo.
¿Será otro Ave Fénix que renazca de sus cenizas? Naturalmente que será, que los sentimientos son muy profundos y son ellos los que se han herido. Hay prioridades y, para muchos, las del espíritu van por delante de las corporales. ¿Cómo se pagará la reconstrucción deseada? Yo también la quiero, pero un refrán nuestro dice que "no tenemos para pan y compramos estampitas"... Seguro que existen, y se pueden encontrar, fuentes alternativas de financiación que no alteren partidas presupuestarias destinadas a otros fines en una época tan precaria como la que vivimos actualmente. Ojalá se eche mano de esas fuentes, pues repito que quiero ver el templo reconstruido, pero sin alterar los presupuestos ni desatender prioridades que todos tenemos en mente. 
¿Hay responsables? No lo creo, el azar siempre juega sus bazas. Aunque el rayo puede ser un mensaje de los dioses. Recordemos que Júpiter tiene un haz de ellos en su mano.
A VECES, IMPOTENCIA

sábado, 21 de diciembre de 2013

FELIZ NAVIDAD

Paso una de estas tardes, lluviosa y fría, leyendo un libro bonito, ameno e instructivo. Titulado “Cartas europeas de Navidad”, hace unos años lo regaló una empresa entre sus amigos y clientes en las fiestas navideñas.


Los autores de las cartas son personajes fundamentales en nuestra cultura: Bela Bartok, Erasmo de Rotterdan, Luis de Góngora, Teresa de Ahumada y así, hasta diecinueve autores. Diecinueve formas de ver la vida cotidiana y la Navidad en diferentes épocas, desde el siglo XVI hasta el XX.
¿Que qué encuentro en ellas?. A veces la nostalgia de quien pasa la Navidad fuera de su hogar, como es el caso de Bela Bartok, que añora a sus hijos en su Hungría natal cenando solos en la nochebuena de 1940. Son entrañables sus frases llenas de cariño, castigado por la lejanía. Hay cartas que destilan el ajetreo de alguien que no dispone de tiempo debido a la intensidad de su vida. En otras aparece, se deja ver, cierta sensación de cansancio. Ya digo, diecinueve maneras diferentes de vivir esta época en otros tiempos.
Como en botica, hay de todo. No obstante todas tienen un denominador común. Los autores, eran tiempos pasados tal vez incomprendidos para muchos de hoy, hacen un alto en sus actividades para tomarse un tiempo e imaginar que se mantiene un monólogo con la persona a quien se destina la carta.

Tardarían tiempo en llegar a sus destinatarios, pero están repletas de pensamientos profundos, de cavilaciones sobre lo propio y lo ajeno. Por eso mismo, estos contenidos trascienden más allá de la simple carta para transformarse en pequeñas reflexiones útiles a muchos lectores.
Con las ideas acerca de la familia, el cariño, el trabajo o los deberes, los escritos nos hacen ver los conceptos que sus autores poseían sobre valores de entonces que aún son importantes en los tiempos actuales. Tal vez perennes para los humanos, pero digo “tal vez”. No me atrevo a dogmatizar.
Y, claro, sus comentarios acerca de la Navidad. Se deja ver la idea de una celebración serena, familiar, rebosante de cariño y sin mayores pretensiones que las que pueden aportar los seres queridos alrededor de una mesa llena de manjares adecuados a la época. En todas las cartas se intuye que, para sus autores, el calor familiar es lo esencial de las fiestas que estamos viviendo.
Para muchos de nosotros, ese sigue siendo el valor de estas fiestas, lejos del loco y absurdo festival consumista en que las han transformado. 
Siendo adolescente escuché un villancico sudamericano que venía a decir que la Navidad “se la apropiaron los ricos pa secuestrarla y venderla”. No quiero comentar esto, pues su veracidad me da dolor. Ya en la década de los sesenta, una empresa lucense aconsejaba por radio “practique la elegancia social del regalo…” y así hasta nuestros días, consumo sobre consumo. El mensaje ha ido creciendo como una bola de nieve y ha atrapado a muchos.
Hay amigos a quienes la Navidad produce tristeza, claro. Es el recuerdo de los que faltan, de los que se han ido. Pero también están los que han llegado a nuestro lado y llenan de alegría nuestras vidas. Es un ciclo vital en el que estamos metidos. Disfrutemos de ese ciclo del que tenemos la suerte de  seguir participando.
Porque eso es lo que celebramos con los nuestros en estos días, en el solsticio de invierno. Que la vida renace y, de momento, sigue contando con nosotros.
Ahora, en el día más corto del año, deseo feliz Navidad a quienes me hacen el gran regalo de su amistad y su cariño.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO: (XXXVIII) NAVIDAD COMPOSTELANA

Pasear por Compostela al atardecer es una delicia de la que disfrutamos quienes sabemos que los encantos de una ciudad cambian con las horas del día. Si bien es cierto que en los amaneceres hay plazas llenas de luz, vida y encanto, cuando cae la tarde son otros los lugares que nos llaman por su recogimiento o romanticismo. Como siempre, y nunca mejor dicho, la risa va por barrios, aquellos sitios que me inspiran estos sentimientos pueden ser indiferentes para otros que, a su vez, se sienten conmovidos en lugares que a mí no me dicen nada.
PLAZA DE CERVANTES. AL FONDO, SAN BENITO

Me gusta la plaza de Cervantes. Tiene su historia, claro. Antes, mucho antes, quedaba fuera de la muralla de la ciudad y aquí había una iglesita, dependiente del Monasterio de San Martín Pinario, que estaba atendida por un monje benedictino procedente del monasterio y que se cambiaba cada semana. La iglesia era conocida como San Benitiño do Campo y, tal vez, en la campa que se extendía frente a ella, hoy Plaza de Cervantes, se celebrase alguna romería o similar.
INTERIOR DE S.BENITO. CUADROS EN LOS ALTARES
Más tarde las cosas cambiaron lentamente. La iglesia se asimiló al casco ciudadano, dejó de estar lejos del Monasterio y no hizo falta monje alguno que la custodiase. En el siglo XVIII se edificó una nueva iglesia acorde con las nuevas modas. Como en otros casos, el neoclásico  substituyó al románico inicial. El interior de la iglesia es único. Además de algunas imágenes que recuerdan su pasado benedictino, en sus altares hay profusión de grandes cuadros, así como en el ábside. Esto ya hace singular al edificio. Grandes cuadros que representan escenas sagradas.
MARÍA VISITA A ISABEL
También el techo del ábside es especial, pues una bóveda de medio cañón, correspondiente al presbiterio, se continúa con otra en forma de cuarto de esfera sin ningún tipo de discontinuidad, confiriendo personalidad al techo, que está pintado con frescos que representan la corte celestial.
Todo esto es bonito, tranquilo y silencioso. Yo diría que acorde por completo con el ambiente de la plaza, muy pueblerino y entrañable.
A la entrada, a la izquierda, hay dos restos de la antigua iglesia, unos elementos ornamentales de granito policromado y estilo gótico. Es de agradecer “a quien haya correspondido” que no se destruyesen y permanezcan allí para deleite de quien quiera verlo.
Uno de ellos representa la Visitación de la Virgen, una muchacha joven,
TÍMPANO CON LA EPIFANÍA

a su prima, Santa Isabel, una mujer madura. Ésta, Isabel, cubre su cabeza con una toca propia de las mujeres del norte europeo, lo cual nos trae de nuevo la idea de los recíprocos influjos culturales que tuvieron como senda al Camino y como vehículo a los caminantes.
El otro relieve es un tímpano gótico que representa la adoración de los reyes. La Virgen aparece sentada, pero lejos de la rigidez de anteriores representaciones suyas, románicas. Hermosamente ataviada, con ropajes y corona de reina. (Ya la Salve Regina, algo anterior al tímpano que comento, la llamaba “Reina y Madre…”)
SAN JOSÉ Y EL DONANTE
San José, está como siempre, en postura de no creerse o no asimilar lo que está viviendo, mientras a su lado aparece muy piadoso el llamado “donante”, el que  donó (pagó) el trabajo. Para mejor identificación, su escudo ayuda a reconocerlo, como hoy siguen los mecenas poniendo en placas junto a sus obras patrocinadas que “se hizo gracias a la Fundación tal”. Hay costumbres que vienen de lejos.
Los reyes magos, uno de ellos negro, tienen sus capas de armiño y corona real. Ya entonces se les asignan atributos reales y han dejado de ser los “magos” o “sabios” que aparecen en tímpanos de épocas más tempranas… Todo ya está muy próximo a nuestro modo de entender actual.
LOS REYES CON CORONA Y CAPA DE ARMIÑO

El Niño aparece como un hombrecito. Me explico. Antes del Renacimiento se desconocía lo que los biólogos llamamos alometría, y que indica que no crecemos de modo armónico, sino que diferentes partes de nuestro cuerpo lo hacen con diferentes tasas. Esto determina que la proporción de la cabeza con relación a la talla total, vaya siendo menor a lo largo de la vida, siendo mayor en el momento del nacimiento. En la época del gótico, se desconocía esto y los niños se representaban con proporciones de adultos. Parecen hombrecitos.
lA VIGEN Y EL NIÑO


¡Qué hermoso tímpano y qué suerte que se haya conservado! En la iglesia, tranquila, pienso que justo en estos días, casi en puertas de celebrar un año más estos misterios, es bonito recrearse viendo este relieve y comprobar hasta qué punto lo representado en él ha influido en nuestra historia y en nosotros mismos. Seguimos viviendo tradiciones y costumbres que vienen de muy lejos en el tiempo. Dentro de unos días las volveremos a revivir, tal vez sin darnos cuenta de que hoy somos los depositarios de ellas, pero que debemos transmitir a quienes vienen detrás de nosotros. Días de reunirnos quienes compartimos cariño para mostrarnos que somos capaces de dar un aire más íntimo a nuestra cotidianidad, lejos del actual consumismo con que han castigado a la Navidad.

Hace años pronuncié un Pregón de Navidad en Begonte. Está en este mismo blog y abajo dejo un enlace para quien lo quiera ver. En él conté lo que siento en estas fiestas, a la vez que expuse su origen pagano, cristianizado con posterioridad. Le tengo mucho cariño a este pregón, pues representa para mí muchas cosas y, la verdad, el haberlo hecho y pronunciado fue una de las cosas más bonitas que he vivido.

sábado, 30 de noviembre de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO: (XXXVI) PAGANISMO CRISTIANO

Un amigo me dice que al Camino no le encuentra espiritualidad ninguna. Añade que la gente que ve caminando en él, solo busca conocer gente, descansar y comer.

CAMINANDO
Bueno, habría que preguntarle qué entiende por espiritualidad, porque estas cosas, tan difíciles de definir, tienen unos grandes componentes personales, e intransferibles. Además, creo que el Camino no tiene espiritualidad, en todo caso son los caminantes los que se la confieren.
Los primeros peregrinos que llegaron a Compostela, lo hicieron en el siglo IX. Desde entonces han pasado doce siglos y las cosas han cambiado radicalmente. Los motivos son otros, los medios para hacerlo, también. Incluso, los tiempos empleados en hacer el Camino han sido modificados en función de los requerimientos de cada época. Hoy, cuando se dispone de poco tiempo para hacerlo, las diferentes etapas del Camino están perfectamente establecidas, su duración expresada en kilómetros, previstos los lugares para pernoctar…
Los peregrinos de entonces paraban donde les parecía oportuno, le ofrecían cobijo o les contrataban para realizar algún tipo de trabajo. Gracias a ellos el arte y la cultura se movió a lo largo de todo el Camino. Fue y vino sin fronteras. Y si nos llegó el Renacimiento, por ejemplo, por la misma senda marchó la leyenda de Parsifal o la de Gerineldo, que por ese Camino la cultura viajó en ambas direcciones.
UN RINCÓN EN EL CAMINO
Hoy todo queda muy lejos de aquellos tiempos en los que, en plena Edad Media, la gente se echaba a andar sin saber si, acaso, se regresaría, dejando mientras los hijos al cuidado de la caridad pública. Quienes tenían la suerte de regresar, guardaban su traje de peregrino para utilizarlo en fechas señaladas, y en cierto modo pasaban a formar parte de una especie de nobleza local.
¿Que qué motivos llevaban entonces a hacer el Camino? Desde redimir una pena de muerte, como el caso de nativos de los Países Bajos, a hacer turismo, como muchos pícaros de cualquier sitio. 
Tal vez nuestro afán congénito de aventuras y de conocer mundos, haya sido el motor de muchos en la mayoría de los tiempos. Existen datos serios que nos hacen pensar que antes del cristianismo, ya existía una ruta de peregrinación al fin del mundo, a “finisterrae”. Eso, en nuestra tierra. También en Bretaña existe algo similar a su Finisterre, por no decir de los caminos hacia el Polo Norte, en Noruega. Tal vez la visión de la tierra hundiéndose en el mar atrajo desde tiempos remotos la atención de nuestros antepasados, y de ahí los actuales caminos hacia esos lugares.
Muchos estudiosos actuales sostienen la idea que el actual Camino es
una cristianización de anteriores rutas de peregrinación a nuestro
EL SOL SE PONE EN FINISTERRE
Finisterre, no lo sé, pero en caso de ser cierto, no sería el único culto pagano cristianizado. Dice la historia que los soldados romanos se sobrecogieron en Finistere al ver el sol hundiéndose en el océano. Esa sensación ante lo inexplicable tiene mucho de espiritual, esa actitud humilde de incomprensión ante lo que vemos, lo que existe, pero que nos trasciende. Eso, creo, se mantiene entre la gente del Camino, pues muchos de ellos al ser preguntados por qué hacen el camino, la verdad, no saben dar una explicación muy coherente.
ALGO MUY ÍNTIMO
Vienen porque sienten algo, un atractivo, una llamada. Seguir, responder a esa llamada me parece una decisión que va mas allá de lo explicable, más bien entra en el campo de lo inefable y yo diría que contiene mucho de espiritualidad personal.






domingo, 24 de noviembre de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO. (XXXV) DE PASO POR MELIDE,

EVOCANDO LA TOSCANA


LA IGLESIA Y SUS CIPRESES
Llegar a una iglesia rodeada de cipreses no es muy frecuente en
nuestro país. En Santa María, de Melide, los cipreses están acompañando al ábside y, como no son autóctonos, están allí porque se han plantado con finalidad ornamental. Los árboles ornamentales siempre me han gustado y, cuando están en lugares apropiados, creo que contribuyen a generar un ambiente especial. Aquí, en Santa María de Melide, encuentro que los cipreses están muy adecuados.
El Camino se abre en una pequeña plaza, el núcleo de población ya no es Melide, estamos en sus afueras y hay una estructura urbana, una pequeña barriada, bien diferenciada. Dominando todo, que ciertamente es muy poco, está la iglesia orientada en la dirección de la marcha de los caminantes y con su ábside hacia la plaza. Repito, rodeada de cipreses.
NAVE Y ÁBSIDE
No sé qué puedan tener las iglesias del Camino, cada una con su estilo, su historia, su finalidad, cada una de ellas única sin haberlo pretendido, pero todas ellas configurando un interior muy íntimo para quien busca intimidad. Quien la busca, aquí la encuentra. Eso, seguro, es casi la promesa evangélica.
Santa María es como una mezcla de rusticidad y elegancia. Los sillares de granito combinan bien con el armazón de madera del tejado. Un armazón desnudo, funcional, dejando ver su tremenda funcionalidad. Una sola nave, un pequeño coro y poco más. No hay que buscar otra cosa, es lo que hay, pero el lugar es algo tan especial que, nada mas pasar a su interior, nos impregna de serenidad. Tal vez lo que buscábamos, por eso la sonrisa satisfecha aflora a nuestro rostro mientras paseamos la mirada por múltiples detalles de la muy elaborada ornamentación de la iglesia.
ALTAR
El ábside es una maravilla pictórica, donde encontramos evocaciones varias, empezando por el altar, de granito policromado y hermosa talla. Exento y perfectamente visible en su conjuntos. Por si fuera poco, limpio y no como otros altares que hemos visto en otros templos del Camino. Incluso, un cristal transparente en su parte superior, lo defiende de suciedades. Así está la iglesia, que parece una patena toda ella.
ÁNGELES CON TROMPETAS
CENEFAS Y DIBUJOS GEOMÉTRICOS
Las pinturas del ábside nos evocan el Renacimiento, ya en puertas en aquel entonces. Sus cenefas lo hacen y más aún los dibujos geométricos que juegan con nuestras ilusiones ópticas y que nos llevan a zócalos toscanos. Ángeles con trompetas claman la gloria de la Trinidad que aparece en el centro del ábside, en un cielo estrellado y rodeada de los símbolos de los evangelistas. Cenefas, guirnaldas y demás dibujos, nos llevan a miles de kilómetros y a cientos de años atrás, a una época fecunda del pensamiento europeo cuando se buscaban nuevas formas de expresión. En esta pequeña iglesia de Melide, también ocurría eso, pues no era ajena a esas vías intelectuales, estando jalonando el Camino  de vocación más europea que se haya podido uno imaginar.
LA TRINIDAD. PÓRTICO DE LA GLORIA
El centro del ábside representa, ya he dicho, a la Trinidad. El pintor no tuvo que ir muy lejos para inspirarse, pues esta representación evoca intensamente a la que Mateo esculpió en el Pórtico de la Gloria. En el capitel del parteluz del Pórtico, sobre la columna de pórfido donde representa el árbol genealógico humano de Jesús, Maestro Mateo esculpió el árbol genealógico divino. Dios Padre, engendra al Hijo y sobre los dos planea el Espíritu Santo. En el ábside de Santa María de Melide, el pintor utiliza el mismo esquema.
LA TRINIDAD.
SANTA MARIA DE MELIDE
Pienso que cuando lo pintó ya conocía el del Pórtico, estaba de vuelta a su casa y tal vez por eso no tenía inconveniente en detenerse y pintar la Trinidad, o el ábside entero, con todo detalle durante el tiempo que hiciese falta.
En muchas ocasiones, me ha ocurrido algo similar en esta iglesia. El tiempo se me pasa muy rápido o es el sosiego que encuentro en ella lo que hace que pierda su noción.
Volveré a hablar de este sitio, pues tiene mucho para evocar.

http://www.arquivoltas.com/21-LaCoruna/01-Melide.htm

sábado, 12 de octubre de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO: (XXIX) SEÑORÍO EN BARBADELO

En la montaña lucense, el otoño está llegando y en Barbadelo no va a ser de otro modo. El campo, silencioso, nos acoge después de que hayamos atravesado una hermosa carballeira llena de los sonidos propios del bosque. Crujidos de ramas, canto de aves y otros más, difíciles de identificar, han quedado atrás. Ahora estamos en una campa libre, diáfana, que nos deja ver los Ancares por un lado y el Cebreiro por otro. Casi estamos a su altura, pero no nos engañemos, estamos más bajos. El horizonte se muestra nítido, es el regalo de los aires fríos, y distinguimos perfectamente cada uno de los árboles situados en su línea.

El silencio lo impregna todo. Es esa solemnidad rural a la que nunca nos acostumbramos en Galicia.
AL FONDO ENTRE LA NIEBLA, LOS ANCARES
DESDE BARBADELO
En todo caso, un pájaro canta vaya uno a saber dónde, o una máquina suena, también por algún sitio indeterminado.
Y casi oculta, hay que saberla vislumbrar, está la iglesia. Una maravilla románica poco deteriorada a pesar de los siglos que tiene en su historial, pues ya el Códice Calixtino nos habla de ella como algo señorial. Eso sigue siendo, señorial, para quien la mira con ojos atentos.
IGLESIA CON EL MURETE DONDE VEMOS EL VIACRUCIS
Y LOS PILARES DEL POSIBLE PORCHE
La iglesia viene a representar el contrasentido, a veces consustancial, de estas tierras. Un templo robusto, elegante, hermoso y muchas cosas más, en un paraje totalmente deshabitado, aunque con cementerio que lo rodea, que habla de una buena y poblada parroquia. Cuando hay entierro, no se puede aparcar en ningún sitio con tanto coche como acude a la triste llamada, pero cuando no lo hay, es raro encontrarse con alguna persona por aquel entorno, a no ser los peregrinos que pasan teniendo a Compostela como meta. Mientras, la iglesia, majestuosa con su hermosa fachada, sigue haciendo frente al sol de la tarde o a la lluvia cotidiana.
La fachada puede parecer extraña en un primer momento, hasta que nos percatamos de que sólo tiene una torre. Y no es que le falte. Si miramos bien, vemos que ya fue diseñada de ese modo. Esa única torre le confiere una personalidad inolvidable.
ARRANQUE DE LA TORRE
EN EL INTERIOR
Barbadelo tiene una asombrosa colecciónde capiteles colocados allá donde los constructores quisieron que estuviesen. Capiteles con monstruos, guirnaldas, motivos vegetales o dibujos de difícil interpretación. Con el encanto de no estar en museo, sino manteniendo la función que se pensó que tuviesen desde un principio. Difícil interpretación para nosotros, que no para aquellos para quienes se labraron. A veces pienso en que cada cultura ha generado sus símbolos correspondientes. Nosotros no entendemos los de entonces, pero somos capaces de seguir una autopista sin más información que la que nos dan los símbolos presentes en los paneles, o manejamos un complicado mando a distancia gracias, también, a sus símbolos explicativos. Culturas y símbolos. Tal vez estamos fuera del mundo que construyó Barbadelo. A veces, decir que sí constituye una tentación sencilla.
ALTAR MAYOR
Rodeando la iglesia, hay un murete con cruces de granito formando un víacrucis y también unas columnas que bien pudieron servir de soporte a un pórtico que rodease parte del templo, como existe en otras iglesias de la montaña luguesa.
Junto, pero separado, existe un edificio con fachada renacentista. Hoy
ANTIGUO EDIFICIO MONACAL
hace las veces de casa parroquial, pero antaño tuvo usos monacales dependientes del de Samos.
Diría que el tímpano está hecho con piedras utilizadas anteriormente. Hay una, de mayores dimensiones, de forma pentagonal, que descansa sobre las jambas de la puerta. Está labrada por ambas caras y en la parte exterior presenta un dibujo geométrico alrededor de una figura central antropomorfa. En su parte interior, esta misma pieza tiene una ornamentación de círculos tallados. Como el semicírculo del tímpano de entrada no encaja con la forma pentagonal, los huecos están rellenos con otras piedras talladas. En la parte superior, y dando al frente, hay una figura humana con los brazos levantados, como saludando.
TIMPANO. PARTE EXTERIOR
El interior de la iglesia es limpio, íntimo y amplio. Destaca el elegante arranque de la torre, mediante columnas que dejan vistos los primeros tramos de escaleras.
El retablo es barroco, con policromía popular y buenas tallas.
Siempre me encuentro muy a gusto en Barbadelo. En contraste total con la grandiosidad del Monasterio de Samos, a tan sólo unos 15 km. de distancia, este lugar representa para mí la introversión, el pensar para uno mismo, el reflexionar  callado sin abandonar las buenas formas, eso de que tanto se necesita hoy. No creo que aquí se hiciese nada por afán de simular o impresionar. Me gusta pensar que todo se hizo para inducir en el peregrino un estado de ánimo que hoy se nos queda algo velado, pero que nos impresiona y gusta.

TIMPANO. PARTE INTERIOR
Tal vez el otoño influye en los pensamientos, pero el esplendor del verano ha dejado paso a la serenidad de esta nueva estación. Los peregrinos que antaño llegaron a este lugar de Barbadelo, tal vez supieron interpretar todo cuanto se les decía en sus relieves y capiteles. Hoy no es así, pero ahí está la iglesia como testimonio de otros tiempos, otros modos de lecturas y dando la sensación de que por ella no pasa el tiempo. Elegantemente en su sitio para quien se le acerque y la mire con cariño y respeto.


ATARDECER OTOÑAL EN BARBADELO

martes, 17 de septiembre de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO: (XXV) SORPRESAS EN PONTEFURELOS

Antes de adentrarnos en Pontefurelos, acabamos de cruzar el extremo de una amplia meseta que hay en el centro de Galicia. Esta gran llanura rompe la idea que muchos tienen de Galicia, con sus verdes prados, umbríos valles y rumorosos ríos, todos empapados en lluvia o niebla. Todo eso hay, y en profusión, pero estas llanuras también son Galicia y si en ellos el sol parece quemar, no es ilusión, es que quema.
ROMANO O MEDIEVAL
Hemos pasado una de estas llanuras desde que abandonamos Leboreiro y ahora bajamos a un río, otro más y van mil. También rumoroso este río, como tiene que ser en estas tierras, el Furelos. Puesto que hay un puente romano que dio lugar a un pueblo, éste tiene sus casas a ambas márgenes del río y se llama Pontefurelos. Así de sencillo.
A unos centenares de metros antes de Melide, viniendo por carretera desde Lugo, el cartel anuncia que el pueblo está a 200 mts. El abandono en que se encuentra es tremendo a pesar de su proximidad a la carretera. Hay casas vacías con puertas que parecen caerse al primer empujón que reciban. El tendido eléctrico aéreo afea todo el conjunto. El puente está casi oculto por la vegetación. No obstante, la reactivación de las peregrinaciones puede representar, ojalá sea así, una revitalización de este lugar, paso obligado de los peregrinos que marchan a Compostela por el Camino Francés.
Decían del puente que era romano (ahora dicen que medieval). No
PUERTA FRENTE A LA IGLESIA
obstante, está tan restaurado que a mí me recuerda el dicho aquel: “este es el cuchillo de mi abuelo, mi padre le cambió el mango y yo le cambié la hoja”. Pero mejor que nadie discuta el origen histórico del puente ni el del cuchillo. Desde lo alto del puente hay un curioso paisaje de tejados desvencijados. Es parte de lo que hay que arreglar y nadie nos va a decir si son tejados romanos o no lo son, si bien por aquí ya hubo tejares datados en épocas suevas e, incluso, un pueblo próximo se llama Teixeiro.
Debido al retraso y abandono en que cayó este caserío, las casas tienen estructura antigua: escaleras exteriores, ventanas que hoy parecen extrañas y a veces una especie de zaguán donde confluyen la entrada a las viviendas y el horno. Hoy todo eso es una joya en cuanto a pasados modos de vivir, que convendría restaurar de modo apropiado.
FEALDAD POR CABLES
La única calle del poblado no es recta como en otros pueblos del Camino. Hace un recodo frente a la iglesia para torcer hacia Melide. Por eso falta esa perspectiva que podemos ver en Triacastela, en O Cebreiro o en Leboreiro. A cambio,  todo es más íntimo, por más cercano.
A Pontefurelos le tengo un cariño muy especial. Fue aquí donde por primera vez me saludaron con el saludo que se da al peregrino :”Buen Camino…” y aunque sólo sea por eso, este pueblo tiene para mí un especial significado. Estaba con unos familiares en el único bar que había y quien nos sirvió nos saludó de ese modo al despedirnos. Después lo escucharía múltiples veces y en diversos lugares, pero la vez primera fue allí, en un bar que, gracias a cierta prosperidad, hoy es mesón con dos mesas dispuestas en una incipiente terraza.
PEREGRINOS LOS HAY, CLARO
El edificio de la iglesia carece de interés artístico. Un retablo de purpurina y escayola con imágenes del mismo material, preside su única nave. Nada que valga mucho, pero, y siempre hay un pero, a la derecha del retablo mayor me encontré con la gran sorpresa. Ocurrió que tras mirar el retablo de caramelo, di la vuelta y, en la pared derecha, vi un crucificado que me evocó mil cosas en un instante, pues el Cristo tiene un brazo desenclavado, que cae perpendicular a lo largo del cuerpo.
Ese Cristo me evoca la infancia y múltiples detalles asociados a ella y a
EL CRISTO DE PONTEFURELOS
mis primeros estudios. Todo eso, como un agradable torbellino se agolpó en mi mente la primera vez que entré en la iglesia de Pontefurelos. Ahora me sigue emocionando el ver el Cristo, cada vez por un motivo diferente.
La última vez que pasé por Pontefurelos, agosto de 2013, pregunté a la guardiana de la iglesia y me dijo que la imagen del Cristo tiene unos setenta años y que para esculpirla, su autor se inspiró en una estampa. Para mí, todo esto que relato hizo que mi primera visita a Pontefurelos, hace años ya, me resulte inolvidable y nunca me importó la suciedad ni el olvido en que se encuentra el pueblo, pues todo eso se puede arreglar cuando hay ganas. No me importó, pero me duele, entendámonos.

DESDE EL PUENTE
Nota: las fotos que acompañan esta entrada han sido hechas el dia 11 de agosto de 2013. Indico la fecha para que se aprecie el grado de deterioro y olvido en que está el pueblo.


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LEYENDA DEL CRISTO DE LA VEGA

Es una leyenda toledana, recogida por José Zorrilla en su poema “A buen juez, mejor testigo”. Antes, en las escuelas era normal que los niños conociesen un extracto del poema.
Al ver al Cristo de Pontefurelos, recordé al Cristo de la Vega, a José Zorrilla, a su Buen Testigo para un Buen Juez. Allí, de modo inesperado,  me encontraba al Cristo después de haber testificado que si, que ante él, Diego Martínez había jurado a Inés de Vargas desposarla al volver de su paso por el ejército.
Diego e Inés. Dos enamorados pobres cuya penuria impulsaba al mozo a marchar a los tercios, la emigración de entonces, por ver de encontrar fortuna. Mientras, Inés, su moza, le esperaría el tiempo que hiciese falta confiada en su juramento ante el Cristo de la Vega.
Parece que las cosas le fueron bien a Diego, de modo que al volver no reconoció a Inés ni haberle hecho ningún tipo de juramento. Ella, quien a la espera del soldado había dejado pasar su mocedad, lo llevó a juicio. Pero no había testigo y cuando, ufano y arrogante, salía el perjuro de la sala, Inés clamó “¡Llamadle, tengo un testigo!”
Siempre me sorprendió la normalidad con la que el juez se constituye ante la imagen y le toma declaración, como si fuese una cosa al uso, rutinaria. “¿Jurais ser cierto que un día…?” Y de lo alto llegó el testimonio, “Sí, juro”. Tranquila respuesta, también como lo más normal del mundo, a la vez que el Cristo bajaba su brazo derecho.
Dice la leyenda que cada uno de los implicados ingresó en un convento. Yo no sé si a Diego lo querrían en alguno, un arrogante venido a más que, por haber ganado cuatro batallas, se creía con derecho a faltar a la palabra dada a una muchacha, que le esperó tiempo y tiempo.
Tampoco lo de Inés era para meterse a monja. Ella quería casarse. Amaba a Diego, incluso por encima de su perjurio, pero el despecho la llevó al convento. 
El despecho nunca ha sido buen consejero. A veces, las entradas en convento venían a ser como suicidios en vida. Creo que estos dos casos sirven de ejemplo.

jueves, 1 de agosto de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO. (XXII) EN LUGO, BIEN GUARDADO

POR ESTA PUERTA ENTRÓ ALFONSO II
Al llegar el peregrino a Lugo, lo primero que le sorprende es su muralla. O sus murallas, que así las denominamos los lucenses, en plural. También debió de sorprender al rey Alfonso II, el Casto, cuando llegó aquí camino de Compostela, al reclamo de un cuerpo que se había descubierto y querían atribuir al Apóstol Santiago. Entró por la puerta que hoy llamamos de San Pedro, donde hay un monolito recordando el hecho y diciendo del rey Alfonso que fue el primer peregrino compostelano. Eran los primeros años del siglo IX. La visión de la ciudad desnuda, rodeada de murallas que seguían las irregularidades topográficas debieron causar impresión al rey y a sus acompañantes. Pero siguió caminando a Compostela, lo mismo que los peregrinos actuales. Lugo sigue siendo una ciudad de paso en el Camino, con méritos sobrados para detenerse y ver lo que hay, que es mucho.

JARRA CON FLORES EN LA TORRE DEL RELOJ
Cuando Lugo era lugar obligado de los peregrinos que venían de Oviedo y más allá, el Camino Primitivo se le llama todavía, era una ciudad bien surtida de hospitales, si bien hemos de tener en cuenta que entonces un hospital atendía más necesidades de la que atiende actualmente: residencia, albergue, lugar de reposo, de curación… Casi junto a cada puerta de la muralla había uno atendido por diferentes asociaciones caritativas: de Santa Catalina, de San Bartolomé, de Sta. María del Campo y más.
En la catedral tenía ocasión de conocer a Santa María, a quien otro Alfonso, el décimo, dedicaría sus Cantigas siglos más tarde. De entonces permanece la imagen, ya sin milagros atribuidos, una plaza adjunta con su nombre y el testimonio, esculpido en lo alto de la torre del reloj, que indica que aquella iglesia está dedicada a la virgen: un ánfora de la que sale un ramo de azucenas.
CRISTO MAJESTAD EN LA
PUERTA NORTE
En su puerta norte, la catedral tiene un hermoso Cristo majestad, muy similar al de Carrión de los Condes, y que nos presenta a un Cristo dispuesto a juzgar. En su mano tiene el libro con los siete sellos apocalípticos aún cerrados.
Puestos a entretenerse y descansar en Lugo, la vida del peregrino giró alrededor de la plaza del Pozo da Pinguela, donde había fuente pública, mesones y un albergue. Dicen los sabidos de hoy que la hospitalidad consistía en dar cama, calor, agua y sal. Sabemos del comercio abusivo que hubo relativo al agua, por eso cito las fuentes públicas, pues rompían esa costumbre y, además, nos indican la preocupación de los gobernantes en relación a los caminantes y sus necesidades. Heredera de aquella plaza es la actual Plaza del Campo, que conserva la fuente, hoy ornamental, y muchos mesones en los que comer adecuadamente por no mucho dinero. Es curioso, en este entorno en el que estaban los lugares de atención a los caminantes, siguen presentes las oficinas dedicadas a los mismos fines.
PLAZA DEL CAMPO
Es en esta Plaza donde se encuentra ambiente de caminantes, en el resto de la ciudad, con su vida definida, los peregrinos pueden pasar bastante desapercibidos. No obstante, en la Plaza del Campo, en sus terrazas y sus lugares de comidas, los caminantes se adueñan sanamente del ambiente, lo hacen suyo sin pretenderlo y prestan un indefinible colorido al lugar, que muchos ven con cierto aire nostálgico. Estamos en el Camino Primitivo, no en el Francés. Aquí no encontramos grandes grupos de peregrinos, mas bien son parejas o pequeños grupos silenciosos, que viven tranquilamente su caminar sin mayores ostentaciones ni jolgorios.
ANTIGUA SEÑAL INDICADORA
DE HOSPITAL DE PEREGRINOS
La salida de la ciudad se hacía por la Porta Miñá, la más antigua de las murallas, que daba a la calzada romana por la que se llegaba al puente, también romano. A los pocos metros de esta salida, los peregrinos saludaban a la Virgen del Camino, hermosa talla, a la que pedían ayuda en su caminar. Es curiosa esta devoción naciente hacia María. En otras localidades del camino, en León, por ejemplo, y también en la salida, existen santuarios suyos bajo la misma advocación “del camino” pidiendo ayuda en los tramos siguientes. La capilla de la que hablo, ahora es de una cofradía privada, pero tienen a la Virgen del Camino dignamente colocada en un altar lateral.
PORTA MIÑÁ
Atrás queda Lugo, el peregrino sólo tiene que dejarse llevar por la calzada romana hasta cruzar el río Miño. Cuando esté sobre el puente, a su izquierda dejará las antiguas termas romanas, aún en funcionamiento. Luego, tuerce a la derecha y camina hacia Orbazai, pero antes pasará por otro hito propio de las urbes con un cierto tamaño: el hospital de leprosos puesto bajo la advocación de S. Lázaro. Como en otras localidades del Camino, se encuentra a la salida de la población, una ubicación que no entiendo mucho, pues considero que sería más sano que estuviesen en las entradas, sin dejar penetrar a los enfermos, como ocurre en Compostela, evitando posibilidades de contagios.
¿Marcharía contento el peregrino? Quiero creer que sí. Había tenido
VIRGEN DEL CAMINO, EN LA CAPILLA DEL CARMEN
agua disponible para asearse y beber, dispuso de varios hospitales, la catedral le dio lugar apropiado para sus actos de devoción. Y, por si fuera poco, la muralla le había brindado una buena protección ante bandidos y salteadores…

Tal vez haya dado cuenta de lo que pudo haber encontrado en Lugo el caminante. Para mí, en Lugo encuentro mucho más. Aquí supe lo que era el Camino, conocí las historias y las leyendas, todas mezcladas sin importarme discernir. Fue en Lugo donde dejé que creciese en mi mente una imagen de peregrino misterioso, erradicado, sin historia ni edad, pero que caminaba a rumbo fijo. Siempre, el peregrino ha representado para mí alguien que salió de su mundo para vivir otro, más íntimo, mientras caminaba tras ilusiones, misterios y promesas, protagonista
SAN LAZARO, FUERA DE LUGO, CON SU HOSPITAL
PARA LEPROSOS
en solitario de un poema épico, el suyo. Así lo empecé a ver siendo muy niño, en el primer Año Santo que recuerdo. Ahora la imagen casi se ha desnudado de los ropajes iniciales, pero siempre conserva en mi mente la idea de algo mágico que hace que cuando veo a un peregrino le mire con un cierto aire de inefable envidia mezclada con un tinte de añoranza. La visión mágica del peregrino se forjó en Lugo en la mente de aquel niño que fui. Aunque sólo fuese por eso, le tengo un tremendo cariño a esta ciudad y no puedo ser imparcial al hablar de ella.