AL PIE DE LA MURALLA LUCENSE |
Esta mañana he pensado en el Camino y los caminantes, pues había niebla en Lugo. Se trata de un fenómeno meteorológico que, creo, antes era mas frecuente que ahora. Siempre me llamaron la atención los adjetivos que se suelen atribuir a otros fenómenos. Así, puede hacer un sol “de justicia". El viento puede “azotar” o haber una lluvia “inclemente”. No conozco ningún adjetivo o locución adversa para la niebla.
O no la quiero recordar, también puede ser el caso, pues me gusta caminar entre ella. Sólo con una condición, ir bien abrigado, en especial con un buen calzado. Cumplidas esas condiciones, creo que no muy exigentes, me encanta echarme al monte con niebla.
Siempre la he encontrado acogedora. Ya desde niño me sentí cómodo
en ella. Hoy sigo con las mismas sensaciones.
DEBAJO ESTÁ LA NIEBLA |
Me gusta ese capacidad de ocultarnos lo lejano, haciendo que vivamos en un mundo supuestamente más pequeño. Es ahí donde baso mi comentario de que me resulta introspectiva. No son los amplios horizontes de los dias soleados, con niebla espesa el horizonte casi se toca con la mano, mientras los objetos se van difuminando a lo lejos, cada vez más desdibujados. Momento de intimidad con uno mismo, si se quiere un pretexto para tenerlo.
Me gusta el silencio que nos confiere la opacidad de la niebla. No es el sonido de la lluvia, monótono y como un castigo. Tampoco es el viento, con esos ruidos casi capaces de producirnos miedo o respeto (para respeto, el producido por el trueno en O Cebreiro). Al contrario, la niebla viene acompañada de un silencio que viene a ser como un regalo para quien sepa apreciarlo.
ES PRECISO SEGUIR CAMINANDO |
A veces, con niebla en el Camino, he imaginado los sonidos amigos de las campanas haciendo las veces de faros sonoros para ayuda al caminante. Nunca he tenido ocasión de escucharlas en tales circunstancias, pero sus tañidos debieron de ser como dones venidos del cielo cuando caía la tarde y los caminos no estaban bien configurados ni protegidos. Recuerdo los bosques de castaños, entre Sarria y Portomarín, donde la niebla hace ver figuras extrañas entre los árboles y uno puede llegarse a sentir acompañado por quienes, aunque sepamos que no existen, sabemos que "habelas, hainas" en un ambiente de meigallo como éste por el que estamos atravesando. En este caso, tal vez las campanadas puedan provenir de Barbadelo, Paradela o, incluso, de alguna pequeña ermita anegada bajo el embalse, quién sabe. La niebla es así, que puede ser amiga, aunque también traicionera.
En Galicia tenemos un tipo especial de lluvia, orballo le llamamos, que en amplias dimensiones parece niebla espesa. De lejos lo parece, pero al irnos adentrando en ella, vemos que no es niebla, que es orballo. De aquí se deriva el verbo orballar. Dicen que al orballo en otras zonas le llaman calabobos y chirimiri, puede ser.
Me gusta cómo moja el orballo. Cómo deja perladas las hojas de los árboles, que parecen gotear en sus ápices. Todos los vegetales lucen sus efectos. Los musgos, los helechos, lo líquenes, todos ellos adquieren un aspecto especial bajo el orbillo, muy hermoso e íntimo. Me han dicho que incluso para fotografía artística se rocian estas plantas con algún líquido para que parezcan estar bajo los efectos de una reciente orballada.
LAS TORRES SE DIFUMINAN |
Las torres de las iglesias, a veces, se hunden en la niebla. El efecto es inolvidable, como lo es el de las de la catedral de Santiago perdiéndose en ella.
Para quien está haciendo el Camino, encontrarse con niebla puede ser un suceso adverso. Puede ser una contrariedad, no lo niego.. Pero yo le deseo que lo aproveche para disfrutar de esos momentos de reflexión solitaria, que también viene buscando en el Camino. No le deseo muchos días de niebla, pues se perdería el disfrute de la grandiosidad del paisaje, que también se pretende al emprender el Camino y no es un bien menor.
LO LEJANO ES MÁS LEJANO |