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viernes, 28 de abril de 2017

Este Planeta nuestro

Parece que los Polos se derriten. Es decir, el hielo que hay en los Polos terrestres. Eso, que podría parecer una anécdota secundaria, tiene su importancia, pues el agua que aparece como consecuencia del deshielo se queda en los océanos, haciendo que suba su nivel. 

Tampoco es tanto, pero no falta quien diga que, como el proceso parece imparable, podría subir el nivel de los océanos de modo ostensible generando cuantiosas pérdidas económicas. No pocas estructuras turísticas quedarían bajo el agua, así como muchas localidades ribereñas de todo el mundo. Unas pérdidas económicas incalculables. Tal vez no muchas vidas, puesto que, al ser un proceso relativamente lento, no cogería a nadie desprevenido.


Tampoco es algo que nos sorprenda mayormente. Por todas partes aparecen noticias relativas a un cambio climático que se está produciendo de modo rápido, si hablamos en términos geológicos. Noticias coherentes entre ellas, sin que haya ninguna discordante. Por ejemplo, en Lugo han aparecido cigüeñas desde hace unos años y ya vienen puntuales a sus citas de finales de enero (Por San Blas, la cigüeña verás). Antes vivían en climas más templados, ahora parece que viven bien en el nuestro, y se reproducen también bien. Por otra parte, los aficionados a las setas, están encontrado especies que antes aparecían en terrenos más cálidos. Dos datos coherentes. Datos climatológicos los hay a montones, todos ellos coincidiendo en que las temperaturas se están elevando, generando como consecuencia pérdidas económicas grandes en agricultores y ganaderos.

De los ganaderos, mejor no hablar. Los hay que están vendiendo sus ganados por no disponer del dinero necesario para comprar pienso. Antes, los prados producían hierba suficiente para varias siegas y se podía ensilar la hierba cortada para abastecerse en verano. Ahora no llueve, la hierba no crece y los silos están vacíos. La pérdida económica es ruinosa. Podría citar casos similares hasta agotar la paciencia de quien me lea. 

FONDO DE EMBALSE 

Es curioso, en todos los casos que cito termino hablando del desastre económico. Al planeta Tierra no le ocurre absolutamente nada. Está pasando una mala racha por causa de una especie alocada, la nuestra, pero ya se volverá a equilibrar, tal vez cuando no estemos aquí. Hace años, el químico James Lovelock formuló la hipótesis Gaia, según la cual nuestro planeta es capaz de autorregularse e ir cambiando lentamente. En verdad nada hay totalmente estable a lo largo de los tiempos geológicos, según los cuales un millón de años es como un suspiro nuestro. Estamos, los humanos, muy acostumbrados a utilizar nuestras medidas como pautas de todo cuando estudiamos magnitudes más grandes, por eso los tiempos geológicos nos suenan a inexistentes o de ciencia ficción. Pero son muy reales. 

PANGEA, HACE 250 MILLONES DE AÑOS 

Según la hipótesis Gaia, la Tierra siempre ha estado regulada por sus propias posibilidades, generando toda la diversidad que conocemos, tanto biológica como geológica. El antiguo continente Pangea (de hace 250 millones de anos), ha derivado en la configuración actual de tierras emergidas, lo mismo que los primitivos seres vivos han dado lugar a la gran diversidad que vemos hoy, evolución mediante. 

Siempre la Tierra ha estado sometida a modificaciones generadas por su mismo proceder, pero fueron cambios lentos, pequeños, que no llegaron a situaciones extremas y siempre regulados por el planeta. Por ejemplo, el CO2 atmosférico procedió de la propia actividad terrestre, como erupciones volcánicas, respiración de seres vivos, etc., que se recicló mediante la función clorofílica de los vegetales que cubrían la superficie del planeta. Todo compensado y armónico. Los grandes, e insólitos, acúmulos actuales de CO2 en la atmósfera, proceden de actividades humanas, industrial, transportes, etc. La Tierra no está preparada para reciclar esa gran cantidad de gas que se lanza a su atmósfera y como respuesta comienza a calentarse, acarreando todos los efectos derivados, indeseables y que vamos conociendo. Mucho menos preparada está si tenemos en cuenta la tremenda deforestación que se ha generado debido, también, a obras humanas. Los bosques perdidos serían los encargados de reciclar algo del CO2 atmosférico producido, pero ya no hay esos bosques. 
DINOSAURIOS, UNA EXTINCIÓN NATURAL

Tal vez, y sin tal vez, estamos cometiendo un fallo tremendo que tiene su origen en creernos propietarios del Planeta para hacer en él, y con él, todo cuanto nos place, desde bombas aterradoras capaces de emular a movimientos sísmicos, hasta propiciar extinciones salvajes o vertidos a la atmósfera o a las aguas de substancias contaminantes capaces de destruir en poco tiempo lo que, de modo natural, se ha tardado miles y miles de años en construir. 

Porque pensamos que la Tierra está quieta, que no evoluciona, que siempre ha estado tal como la vemos hoy. Y eso a pesar de que los datos científicos de diversa índole indican la contrario. Los continentes se desplazan lentamente y emergen nuevas tierras a la vez que otras se hunden. La historia de la vida es una sucesión de generaciones con apariciones de nuevos grupos y desapariciones de otros. Parece que nadie tiene esto en cuenta y se planifican actuaciones de diverso tipo, que son auténticas agresiones al entorno. 

Hay especies integradas en los ecosistemas con funciones concretas, como polinizar o dispersar semillas, por ejemplo. Nosotros, desde que comenzamos a utilizar nuestra inteligencia, hemos explotado el entorno de modo salvaje, sin mayor miramiento ni respeto hacia él. Ahora comenzamos a sufrir sus consecuencias, al constatar por parte de algunos la sobreexplotación de los recursos naturales. También es ahora cuando algunos ponen el grito en el cielo. 

En los ejemplos que enuncié al principio de este artículo, comentaba los efectos económicos de las catástrofes. No mencioné ningún efecto geológico, porque no lo hay. Así de simple. Hay especies que sufren las consecuencias de los cambios, pero no parece importar mucho a quienes tienen capacidad para atajar ese desastre. Sólo las economías se resienten. Unos poderosos e incontestables productos monetarios y de poder originados por una inteligencia que es posible que estemos desaprovechando o utilizando con fines retorcidos.

Digo esto porque a veces me pregunto si esta inteligencia nuestra ha sido o no ha sido, a grandes líneas, beneficiosa para la historia de la Humanidad y del planeta Tierra. 





















domingo, 18 de diciembre de 2016

El concepto de naturaleza en nuestro pensamiento.

Los historiadores de la Biología coinciden al pensar que las primitivas civilizaciones tenían un fuerte sentido de solidaridad por parte de los humanos cara el resto de seres presentes en el planeta: con las rocas, con los animales, con los vegetales y, en general, con todo aquello que hoy conocemos bajo el calificativo de "entorno".

En aquellas épocas, la expectativa de vida era muy baja, pues la humanidad estaba en sus comienzos y, por tanto, el desarrollo de la medicina se reducía al conocimiento de unas pocas hierbas beneficiosas (como ocurre con cualquier otro mamífero). Nuestros antepasados formaban una especie cazadora sometida a todas las dinámicas biológicas propias de las especies con este tipo de vida. Es posible que, con el desarrollo de la agricultura y el nacimiento de una cierta tecnología agrícola, con su consiguiente paso a la vida sedentaria, la humanidad se fuese distanciando más y más del inicial concepto de unidad con el resto del mundo vivo.

Las religiones también influyeron en la visión que la humanidad tuvo acerca de su entorno. Pero conviene considerar dos tipos de religiones: las orientales, politeístas y las bíblicas, monoteístas. En las orientales, los dioses aparecían como seres bondadosos, aunque fuertes de carácter, hondamente comprensivos con las debilidades de los humanos y que orientaban a sus seguidores en la búsqueda de la paz interior, fin último que convenía perseguir y alcanzar. Según el pensamiento de esas religiones, nada competitivas y, por tanto, primitivas según el criterio del mundo occidental, la humanidad también representaba una comunidad de seres solidaria con el resto del mundo vivo. Este pensamiento se mantiene en las actuales religiones del este asiático y de las montañas del Tibet.

Por su parte, la cultura occidental cristalizó a partir de religiones monoteístas derivadas de diferentes interpretaciones de la Biblia. Independientemente del hecho de que el Dios bíblico se nos presenta como un ser guerrero y justiciero, el hombre aparece en los comienzos del Génesis como el ser principal de la creación, el más perfecto, hecho a imagen y semejanza de Dios y, por tanto, su preferido. Por eso, es el mismo Dios quien le impone, a modo de programa de actuación en este mundo: "Creced y multiplicaos, llenad la tierra: sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la superficie da tierra” (Gen 1:28). El mismo Génesis nos dice cómo Adán da nombre a todos los animales del campo y a todas las aves del cielo (Gen.2:20) Resulta conveniente no olvidar aquí que la potestad de dar nombre, aún hoy representa en nuestras culturas, un fuerte indicativo de propiedad.


REY DE LA CREACION


Durante mucho tiempo, y en el mundo occidental, fue este mandato divino la justificación última de cualquier modo de actuación humana. Siempre que se incidía sobre especies vivientes, siempre que se intentaba dominar o modificar la tierra, fuese como fuese el modo como se hiciese, no se estaba haciendo otra cosa más que cumplir la recomendación del Creador expuesta claramente en el Génesis. Y en este caso, no había que hacer ninguna interpretación: había sido el mismo Dios quien había mandado con toda claridad y de manera inapelable "dominad la tierra".

Fue ésta una arrogancia temeraria que llevó al hombre a autoproclamarse "Rey de la Creación". Rey en el sentido medieval, de indiscutible propiedad sobre la Tierra, basada en el derecho divino expresado en la Biblia. Sabemos perfectamente todo cuanto destrozo se hizo al amparo de esta impunidad que siempre llevó consigo el beneficio de no tener que dar cuenta de nada a nadie, sin otras miras que el beneficio inmediato y sin tener en cuenta para nada la situación en que pudiese quedar el medio natural. En este sentido, conforme la humanidad fue incrementando sus conocimientos y, a cuenta de eso, se fue independizando más y más del medio. Mucho del desarrollo alcanzado, se realizó gracias a una fuerte, e irreversible, agresión al entorno. Esto lo sabemos todos.

HERMANO LOBO

En el siglo XIII, en los albores del Renacimiento, por parte de algunas personas se dio una vuelta al pensamiento inicial de solidaridad con el resto de seres vivos, es decir, con parte del entorno. Por ejemplo, San Francisco de Asís fue un joven que, abandonando todo cuanto tenía, se adentró por los caminos de la religión queriendo iniciar una nueva manera de interpretar el mundo vivo desde una visión alternativa de la Biblia. Su razonamiento se basaba en el hecho de que, al compartir nuestro origen en Dios, éramos hermanos no habiendo, por tanto, diferencias entre unas especies y otras. Esta es la base conceptual de su poema famoso en que apela al hermano lobo, a la hermana luna o al hermano sol. Pero no es mucha la gente que sabe de los problemas que tuvo el Santo de Asís con la Inquisición, de modo que tuvo que callar. Muchos de esos problemas le vinieron de esta idea de la naturaleza, idea que, siendo nueva en la civilización europea, venía de antiguo en las orientales.

En la era de los descubrimientos europeos, allá por el siglo XVI, la idea de la propiedad de la tierra por parte del hombre volvió a tomar fuerza. Nuevamente, la arrogancia del hombre europeo le permitió cometer todo cuanto destrozo se le ocurrió cometer en nombre de una civilización que premiaba y animaba toda esa arrogancia.
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En este tiempo en que estamos ahora, algunas personas del mundo occidental y con grandes preocupaciones espirituales, se acercaron a las religiones tibetanas en búsqueda del sosiego que no encontraban en las religiones nacidas de la Biblia. Fue cuando el hombre occidental volvió a tomar contacto con las ideas de solidaridad con el medio en que vivimos, ideas que difundieron por todas partes al volver a sus países de origen. Eran personas influyentes en los ambientes culturales occidentales de los que procedían. Todo cuanto dijeron a su regreso tuvo gran eco en la gente, de modo que, entre los jóvenes cultos del mundo occidental, apareció un nuevo sentimiento de preocupación por el entorno. Fue entonces cuando, a nivel mundial, florecieron movimientos ecologistas preocupados por la situación del planeta, unas preocupaciones que antes no habían existido con tales magnitudes ni planteamientos.

Por otra parte y desde el mundo científico, en 1969 el investigador británico J. Lovelock presentó al mundo científico una desconcertante hipótesis: La tierra es un ser vivo creador de su propio hábitat. Hablaba de la evolución conjunta de la Tierra como un todo. Su teoría ha dado lugar a un conjunto coherente de teorías, muchas de ellas comprobadas, conocidas bajo el nombre genérico de Hipótesis Gaia.

Ojalá que en adelante no nos separemos de esta idea de unidad biológica de todo el Planeta, ni del concepto de que todos andamos involucrados en la misma dinámica. Nos conviene mucho  tenerlo en mente de manera constante, antes de que nos metamos por vericuetos irreversibles o de los que resulte difícil salir.







domingo, 3 de julio de 2016

Hermano lobo...

Conocí al lobo a través de Caperucita, la niña redicha que contaba a todos lo que era propio de la intimidad familiar. Luego, me llegó otra imagen del lobo al ver a San Froilán y conocer su historia. Según ésta, siendo obispo caminaba por el monte con su burro y un lobo se lo comió (al burro). El santo puso al lobo los aparejos del burro y desde entonces le sirvió con docilidad. Nadie resolvió mi duda acerca de los tamaños relativos, pues para compartir aparejos o el lobo debería ser muy grande o el burro, diminuto. Fue más tarde cuando me enteré de su encarnizada persecución.

En nuestra cultura popular, el lobo sufre de muy mala prensa. Cuando digo “nuestra”, lamentablemente me refiero a la española. En este año, 2016, alguna diputación provincial ha declarado libre de lobos a su provincia, y en algunas autonomías se autorizan batidas contra los lobos con un ciego afán de exterminarlos. Empeño en el que son secundados por gente que no tiene inconveniente en degollar lobos y colgar sus cabezas en lugares emblemáticos, como el puente de Cangas de Onís, o en cualquier otro lugar, como trofeos de caza o exponente de una crueldad desmadrada y un espíritu sanguinario, que yo creía erradicados de nuestro suelo.

BELLO, FIERO Y NOBLE

Ignoro qué se pretende conseguir matando lobos, la verdad. Si se piensa que así se protegen los ganados, quienes eso hacen deberían enterarse, y quedar bien enterados para siempre, del desastroso camino que emprenden con sus batidas. Al eliminar a esos carnívoros, dejan vía libre a los jabalíes, que campan a sus anchas por sembrados, sin predador alguno que limite sus poblaciones. 

CABEZA DE LOBO,
COBARDE TROFEO DE ESTOS DIAS

Son muchas las voces, todas ellas ponderadas, que claman ante estas batidas feroces y sin descanso contra el lobo, sin considerar para nada los efectos negativos que tendría en nuestros montes su desaparición a medio y corto plazo. Quienes quieren exterminar al lobo no consideran estos efectos, ni los conocen ni los quieren conocer. Simplemente, los desprecian.

Desde la irrupción de nuestra especie en el mundo de los seres vivos, hemos sido exterminadores. Creyéndonos propietarios del planeta, hemos hecho en él lo que nos ha parecido bien, sin tener en cuenta sus consecuencias biológicas. Hemos sido causantes de muchas extinciones por una u otra causa. Pero estas extinciones se han incrementado notablemente en los últimos ciento cincuenta años. Desconozco qué repercusiones tengan en un futuro, pero la tendrán. También hemos incidido de modo negativo en la superficie del planeta. Por citar un caso, diré que la presa de Aswan, en el río Nilo, no ha significado lo que se esperaba de ella, pues tiene mucha pérdida de agua por evaporación y, además, se ha modificado negativamente la biología del mar Mediterráneo, al perderse el aporte de agua que traía este caudaloso río en su extremo oriental. En España, todo nuestro litoral ha sido agredido por una construcción desmedida que sólo buscaba enriquecimiento a corto plazo, sin importar para nada un mínimo de respeto al entorno y a su historia, también la biológica. Tratando de promocionar paisaje, se destruyó en muchos casos de modo irreversible.

LO HAN HECHO UNOS VALIENTES

Ahora se permite la desaparición de lobos, tal vez para que los ganaderos duerman tranquilos. Serán los agricultores los que a partir de ahora sufran insomnio por temor al jabalí y a sus destrozos. Pues qué les vamos a hacer, no todos pueden dormir contentos en estas tierras. 

No creo que nuestro planeta esté para fiestas con tanta agresión de toda índole. Convendrá enseñar que su conservación equilibrada nos compete a todos, con diferentes grados de implicación según el lugar en que nos encontremos. Me duelen profundamente estas batidas contra lobos y jabalíes. Tal vez no haya maldad en quienes las organizan o las secundan. Sólo ignorancia y un legítimo deseo de defender lo propio. Pero están huérfanos de información. Tal vez entre ellos se hayan propagado bulos, a ver cuáles. Recuerdo cuando por los años cincuenta, en plena plaga del escarabajo de la patata, se decía que por las noches los tiraban desde avionetas pagadas por los fabricantes de insecticidas, para fomentar su consumo entre los campesinos. No faltaban los que lo creían, pues es muy sencillo engañar a ignorantes. Y si el engañador está bien vestido y habla fino, más sencillo todavía. Por eso añoro honrados programas educativos que indique que en este planeta no sólo hay sitio para todos, sino que, además, todos somo necesarios en él.



Mucho me temo que esta dinámica seguirá hasta que campañas educativas, seriamente educativas, orienten a la gente del campo acerca de lo que es conveniente hacer y pongan fin a esta locura criminal.Tal vez faltan unas buenas sesiones educativas por parte de personas competentes, que las hay, que sepan generarse la confianza de aquellos a quienes se quieren educar.


lunes, 29 de febrero de 2016

Extraterrestres

Las ideas son recurrentes, algunas de ellas nunca dejan de andar por medio, como un ruido de fondo. Raro es el momento en que, con ocasión de hablar de seres vivos en algún encuentro cultural, no me pregunta alguien acerca de la posibilidad de existencia de tales seres en otros lugares del universo. La pregunta no es de índole científica, pues se ajusta más a los sentimientos que a las razones científicas. Hoy por hoy, no podemos buscarle respuesta desde la ciencia, pues no disponemos de medios para hacerlo.

Hablo de ciencia basada en métodos experimentales, claro. Otra cosa es hablar de que se han mandado sondas al espacio y no se han obtenido respuestas. O sí, pero son alto secreto. También, de vez en cuando nos hablan de ovnis por los cielos, incluso incluyendo fotos. No sé qué decir, pero soy escéptico ante eso. Siempre que veo la figura de un supuesto ser vivo habitante en algún lugar del espacio, fuera de nuestro planeta, lo encuentro con una morfología similar a la nuestra: cuerpo dividido en cabeza, tronco y extremidades, siendo la cabeza el lugar en que aparecen los órganos externos de los sentidos. En verdad, lo considero un producto de ciencia ficción para película candidata a taquillera, incluso a Oscar.


Tal vez, para muchos sea difícil imaginar el larguísimo camino evolutivo que conduce a una situación morfológica y estructural como la nuestra actual, partiendo de prototipos primitivos que también fueron los iniciales para otros grupos animales, como pueden ser babosas o arañas, por citar algunos que se me ocurren. 

La historia de los seres vivos, en su conjunto, ha sido un camino tan enrevesado, con múltiples mutaciones aleatorias, ocurridas en una secuencia concreta, seleccionadas en su mayor parte por ambientes cambiantes, ocurridos en un orden también concreto, que sinceramente considero irrepetible. Es posible que secuencias diferentes de mutaciones o ambientes, hubiesen conducido a resultados también diferentes. Creo que tales secuencias, por complejas, son irrepetibles.


Por eso no creo que, en caso de haber seres vivos en otros planetas, sean similares a nosotros. Cuando digo “a nosotros” quiero decir eso, similares a los humanos. A los creadores de historias de ficción no les preocupa cómo serían las ratas, por ejemplo, de esos otros mundos. Solo se preocupan de humanos, pues a nosotros, también humanos, es a quienes van dirigidas sus historias.

Nunca he rechazado la idea de que existan otros seres vivos en otros lugares del universo. Pero, vamos a ver, ¿a qué llamamos “ser vivo”? Porque conviene aclarar eso para no meternos en situaciones equívocas. Un ser vivo posee unas características concretas que lo diferencian de un ser inanimado, por ejemplo, una roca. ¿Qué características son esas? Un ser vivo está sujeto a unos procesos que comentaré con detalle en próximas entradas: nace, crece, se reproduce y muere. Pero qué tiene, ¿qué hace un ser vivo para poseer esa peculiaridad, que puede compartir con otros seres, también vivos?

Ha de tener información propia acerca de su estructura y funcionalidad. Y esa información debe de estar cifrada de algún modo en moléculas que se transmiten a lo largo de las generaciones, después de una minuciosa replicación. En los seres vivos de este planeta, la molécula de la que hablo es el ADN, (en algunos virus es ARN), y aunque su modo de replicación es muy estricto, existe la posibilidad de que ocurran pequeños errores hereditarios, que conocemos con el nombre de mutaciones. 


Los seres vivos han de ser capaces de reproducirse, es decir originar seres iguales a ellos. Lo han de hacer sin necesidad de ayudas externas, como algo propio que realizan de por sí. Esta función garantiza la permanencia del grupo. En caso de no poderse realizar, se produce una extinción.

Pero, además, cada grupo de seres vivos posee una historia evolutiva concreta que les hace singulares en su propia historia. Las actividades biológicas son complejas y muchas veces vienen orientadas por un indeterminismo total. Las mutaciones, base de la variabilidad, son indeterminadas, lo mismo que los cambios ambientales, en los que se basa gran parte de la selección natural.

Toda esa serie de sucesos mutacionales y ambientales, ocurridos a lo largo del tiempo, hace que en, en este aspecto, esta rama de la Biología  (la Biología Evolutiva), pueda ser considerada como una ciencia histórica, con los mismos métodos investigadores que la Historiay los mismos mecanismos de comprobación de hipótesis.

Pero no nos sustraemos a lo que nos indica nuestro subconsciente. Nos creemos el centro del mundo y pensamos en que un “ser vivo de otro mundo” es similar a un humano, nunca a un musgo, por ejemplo. Y si los extraterrestres hablan, lo hacen en nuestra lengua madre, con nuestra gramática y nuestro vocabulario, nunca se nos ocurre que puedan hacerlo de otro modo, a pesar de que conocemos la existencia de muchas formas, todas válidas para sus usuarios.



A veces he pensado que al hablar de extraterrestres, fijamos en tiempos actuales las pautas de invasiones históricas, y pensamos que si nos llegan a invadir, lo harán con los criterios que se utilizaron en invasiones pasadas que hemos estudiado. Por eso, según ese imaginario, serán crueles, querrán arrebatarnos nuestras riquezas, se llevarán a la gente joven esclavizada. En suma, aprovecharán todo lo bueno que tengamos y nos dejarán sumidos en la miseria. Tal vez estamos dando un reflejo de lo que consideramos que fueron las anteriores invasiones. Las que, en suma, han dejado el mundo tal como es en la actualidad, del que somos beneficiarios.



Espero que los seres vivos extraterrestres, en los que creo, se comporten de otro modo al nuestro. Estoy convencido de que son diferentes a nosotros, pero que cumplen los requisitos de poseer un tipo de "actividad vital" propio, el suyo. 

Las demás suposiciones que tengo sobre este tema, pasan al campo de mis sueños.



domingo, 10 de enero de 2016

La Tierra que nos mantiene

Hablando de evolución, se hace preciso definir tal proceso, sus fines, sus orígenes. Si nos imaginamos la historia de la vida como una obra de teatro, tenemos muchos factores que es preciso tener en consideración. Por ejemplo, se me ocurren el escenario, la obra y los actores.

CONFIGURACIÓN DE OCÉANOS Y CONTINENTES
HACE 225 MILLONES DE AÑOS
a
El primero de ellos, el escenario en el que se desarrolla la acción, es este planeta al que llamamos Tierra. ¿Qué sabemos de él, en pocas palabras? Si es el escenario en el que los seres vivos evolucionan, ¿cómo ha sido su incidencia en el proceso, si es que la ha tenido? Por otra parte, ¿ha sido siempre el mismo escenario o, por el contrario, ha cambiado a lo largo de su historia?

En relación a esta pregunta, veamos tres posturas conceptuales diferentes, que han afectado nuestra idea sobre el mismo.

- Para Aristóteles, el mundo siempre había sido igual. Es decir, no había tenido principio ni tendría fin y, sobre todo, no sufría cambios. Tal vez ni siquiera se planteó esto en profundidad.

- Según la Biblia, otra fuente de opinión, el mundo ha tenido un principio, tendrá un final y, entre ambos hechos, no sufrirá ningún tipo de modificación. Esta idea pasó a ser muy importante, pues a partir del Concilio de Trento, lo dicho por la Biblia adquirió la categoría de verdad incuestionable. Las dudas sobre cuanto apareciese en sus páginas, podrían ser consideradas heréticas.

- Hoy sabemos que el planeta Tierra ha tenido un origen, con una datación incierta, pero conocida por aproximación; tendrá un final, y en ese lapso de tiempo se modifica constantemente. Recordemos el modelo de la deriva continental propuesto por Wegener a principios del s.XX, que luego dio lugar a la hipótesis de la Tectónica de Placas, formulada a mediados del mismo siglo por científicos de muy diversas áreas de conocimiento.

LA MISMA DISTRIBUCIÓN HACE
200 MILLONES DE AÑOS
Todos recordamos haber estudiado aquellas placas de silicatos alumínicos, formando un conjunto llamado sial por las primeras sílabas de sus componentes principales, flotando sobre una masa compacta de silicatos magnésicos conocidos como sima. Los de “cierta” edad, sabemos por el bachillerato de entonces que las placas de sial se desplazan sobre las de sima, generando una configuración cambiante de mares y continentes. Este proceso, aunque a velocidades inapreciables por nosotros, continúa hoy en día de modo constante.

En esta tierra cambiante se desarrolla la historia de los seres vivos. Una historia en la que algunos datos fueron de difícil interpretación, como la naturaleza de los fósiles. Los había de dos tipos según el ser vivo fosilizado. Los que correspondían a seres aún presentes en la tierra y aquellos que representaban seres extinguidos.

Las extinciones siempre representaron un reto interpretativo, si bien afamados científicos, como Cuvier en el siglo XVIII propusieron la existencia de “grandes cataclismos” para explicarlos. El último cataclismo de esa magnitud habría sido el Diluvio Universal. (Vemos en este detalle la necesidad de referirse a la Biblia como soporte de cuanto se dijese de la Tierra y los seres vivos con tonos científicos). No obstante, un recuento de las extinciones ocurridas en la historia del planeta, indicaban que debían haber ocurrido más de treinta cataclismos, y no se disponía de datos geológicos de tal cantidad de desastres.

El siglo XIX representa un alto desarrollo de las ciencias naturales: biología y geología. Grandes geólogos pusieron las bases de una geología moderna, sobre la cual se asientan los actuales conocimientos que poseemos sobre nuestro planeta. Dejando de lado las ideas de grandes cataclismos, se propuso la teoría de las “causas actuales” que viene a decir que sobre la Tierra siempre han actuado las mismas fuerzas que actúan hoy, a saber, erosión, transporte y sedimentación. Todas las demás fuerzas son derivadas de éstas.

HACE 135  Y 65 MILLONES DE AÑOS
Sobre este planeta de superficie cambiante se ha ido desarrollando el mundo de los seres vivos. Cambios geológicos que han ocurrido, han podido tener efecto sobre los seres vivos que habitaban las zonas afectadas, como pudo haber sido la separación de la actual Oceanía o la escisión de América del Sur y África. Las poblaciones que habitaban esos territorios se vieron escindidas y, desde entonces, comenzaron una evolución independiente. Esa puede ser la base de floras y faunas singulares o diferenciadas.

Hoy día, si se quieren realizar trabajos de campo en temas evolutivos, es conveniente conocer la historia geológica de los terrenos en los que se van a centrar los estudios. Estos datos ayudan mucho a la comprensión de los datos biológicos que se vayan obteniendo. Nunca podemos desechar la historia geológica de un terreno cuando queremos reconstruir la historia de los seres vivos asentados en él.
DISPOSICION ACTUAL
En esta disposición variable, sólo pido fijarse en la posición, también variable, del ecuador y se deducirán los diferentes climas a los que ha sido sometido cata territorio concreto. Esto nos lleva a pensar en los diferentes tipos de selección que debieron sufrir los seres asentados en esas zonas y explica, también, las grandes migraciones que se produjeron en eaquellas especies que podían afrontar tales retos.

AÑADIDO
Los procesos de erosión - transporte - sedimentación, se realizan en la superficie de las placas continentales y creo ("creo", ¿eh?) que son independientes de los específicos de la tectónica de placas.

Por otra parte, a través de este escrito parece que incido en la evolución de los seres vivos situados en tierra firme y olvido a los seres de vida acuática. También los mares, como lugares en que viven los seres vivos, han sufrido modificaciones por causa de la tectónica de placas. También han ocurrido extinciones, migraciones y demás procesos similares a los que ocurren en tierras firmes.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Conservación de variedades

La agricultura ha permitido a muchas especies vivir fuera del ambiente adverso de la selección natural, pero tiene sus inconvenientes. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), define como erosión genética a la pérdida de variabilidad (genética) en esas especies cultivadas.

Durante centurias, y más en estos últimos decenios, se ha llevado a cabo una globalización de cultivos basados en criterios de productividad, eliminando las variedades que pudiesen ser pobres en ese valor. Esa eliminación ha sido sistemática y continuada, haciendo que muchas especies cultivadas hayan perdido la variabilidad genética que les costó tantas generaciones adquirir, además de haber perdido las singularidades geográficas, consiguiéndose, a veces, que haya una sola variedad en todo el planeta.
Una de las especies que han sufrido, o que más están sufriendo, este tipo de
erosión es la manzana. De unas treinta variedades que se cultivaban en nuestro país, dedicadas en especial al consumo doméstico y a la fabricación de sidra, se ha pasado en poco tiempo a menos de diez. ¿Las causas? Parece que una empresa de alimentación, uno de cuyos postres estrellas consiste en la tarta de manzana, ha definido las razas que utilizará para fabricarla. Una vez determinado el tipo que se utilizará, los campesinos lo han plantado de modo masivo, sabiendo que tenían asegurada la venta de las manzanas cosechadas. Pero desecharon las que habían cultivado anteriormente, que han ido perdiendo terreno de cultivo, tamaño de población y, por tanto, variabilidad, quedando en razas residuales.
Una situación similar se ha producido en viñedos españoles. De lo que ocurre en otros países no sé nada.
Hoy no parece preocupar a muchos esta situación, pues el consumo está asegurado. Pero con esta medida se hace que la manzana, que aún crece silvestre en muchos lugares de España, pase a depender de la tecnología humana para su subsistencia, lo cual desde un punto de vista biológico es un desastre para ella. Todo esto se aceleró a partir de mediados del siglo XX, con la llamada revolución verde, cuando un alto número de variedades locales fueron desplazadas por otras variedades que eran producto de mejoras genéticas de diverso tipo.
En estos casos, los cultivos resultan ser muy uniformes en cuanto a criterios diversos de productividad, lo cual puede ser una ventaja empresarial a corto plazo, pero un desastre biológico, pues las especies han perdido su capacidad de adaptarse a posibles cambios ambientales que se puedan presentar. Nadie es capaz de garantizar la uniformidad ambiental ni su duración.
Mientras esas especies están sujetas a criterios actuales de consumo, que los podemos considerar como un valor ambiental, o un componente de la selección natural, y estén favorecidas por el cuidado humano, no tendrán peligro de supervivencia. Pero las circunstancias no son constantes. Los valores ambientales pueden cambiar en muchas de sus variables, así como los gustos de los consumidores. En esos casos, podemos preguntarnos hasta qué punto esas especies, que han sido capaces de mantenerse a lo largo del tiempo, tienen el potencial genético necesario para afrontar esos cambios, manteniéndose como especies autónomas. O si, por el contrario, se extinguirán como consecuencia de la pérdida de variabilidad genética a la que las hemos llevado los humanos en un loco afán de productividad.
Desde hace un tiempo, esto está en vías de solución. En las empresas correspondientes se han integrado científicos de diversa titulación, pero conocedores de las dinámicas de las poblaciones naturales. Saben lo que es la diversidad genética, sus causas y sus consecuencias. Mediante proyectos privados, o semiprivados, desarrollan medidas para potenciar y conservar la variabilidad que aún se puede recuperar. Se recogen cepas casi perdidas, se buscan variedades silvestres, y se cultivan para mantenerlas. No se pretende hacer un banco de semillas, más bien uno de razas cultivadas. A cuantas más cepas posibles, mejor, pues se supone que en ellas está la variabilidad genética suficiente para afrontar posibles cambios ambientales. 
Son proyectos caros, que requieren de fuerte financiación y de una política agraria continuada y decidida a conservar una riqueza biológica que, de no ser de este modo, desaparecería en pocas generaciones. Pero los gobiernos deben saber lo que quieren.

domingo, 18 de octubre de 2015

Por el bosque...

Siempre he considerado que el olvido es una de las mayores formas de marginación, si no la mayor. Mientras se hable de algo, aunque sea mal, ese algo está presente en el pensamiento de la gente. Lo malo es cuando ni se habla de eso, pues pronto cae en el olvido. Y de ahí al menosprecio hay un camino fácil, pero de difícil retorno. ¿Porqué digo esto? Porque dentro del mundo de muchos poderosos, ocurre que nunca se olvidan de lo que consideran importante. Si han olvidado algo, es por no serlo. Olvido justificado.

Me apenan muchas cosas actuales relativas al mundo de los seres vivos. Una de ellas es la capacidad de dogmatizar sobre temas que se desconocen. Lo observé con motivo del 150 aniversario de la publicación de El origen de las especies, de Darwin. Muchos hablaban del libro, pero me di cuenta de que pocos lo habían leído. Al menos, en este caso, nadie menospreció ni al libro ni su contenido. Hoy se dogmatiza sobre medicina, ecología, genética, lo que sea. Todos son doctores en el tema de que se trate. Como buena tropa de ignorantes, nadie pregunta nada a quien le podría responder.
A propósito de esto, recuerdo cuando en nuestro país aparecieron las primeras posturas ecologistas. Al principio, se tomó a sus defensores como unos chicos simpáticos, que decían cosas igualmente ingeniosas. Cuando las reivindicaciones subieron de tono, aquellos que antes les habían tomado como algo agradable, pasaron a compararlos a las sandías: “verdes por fuera, rojos por dentro”. En aquella época, llamar rojo a alguien era algo muy fuerte, pues cualquier rojo era considerado “enemigo de España”. Así se plantearon las cosas, con la incomprensión y la injuria. Tampoco es que las cosas hayan cambiado mucho desde entonces.
Para muchos mandamases de hoy, ser ecologista consiste en poner unas cuantas jardineras en los rincones de las calles. De ese modo, nadie orinará allí. El ecologismo es algo mucho más serio que, hay que aclararlo, poco tiene que ver con la ecología.
La ecología es ciencia, el ecologismo, actitud. Para mí es una forma de enjuiciar el entorno con criterios que pretenden protegerlo y conservarlo. En la mayoría de las ocasiones, son acertados. Creo que a veces esos criterios son inamovibles, y tal vez estaría bien que estuviesen más adaptados a una realidad cambiante.
Estamos abocados a una globalización. Pero ésta llega a diferentes velocidades. Por ejemplo, en temas relativos a Internet, la velocidad con que avanza es rápida. En sanidad y educación, no tanto. Incluso se retrocede.
Hablando de globalización, tenemos que hoy en día, en muchas partes del planeta, se abren vías de comunicación roturando selvas importantes y necesarias para el equilibrio biológico global. Ecológicamente, esas obras como otras muchas, son un desastre a medio y largo plazo, pero pueden contribuir al progreso humano y al incremento de la calidad de vida de muchos pueblos. La pregunta que yo me hago es si la ciencia puede negar su ayuda a quienes más necesitan de ella. Creo que no.
En ese caso, convendría formular procedimientos que garantizasen un progreso que fuera coherente con la conservación del planeta. Porque ambas cosas no son contrapuestas, aunque la economía hace que muchas veces  lo parezcan.

Las fotos de esta entrada son de mi amigo Guillermo Díaz Aira, a quien agradezco su disponibilidad. Corresponden a fotos hechas en la Serra do Caurel, Lugo.


sábado, 4 de enero de 2014

CARACTERÍSTICAS DE LOS SERES VIVOS: GENERALIDADES

Con frecuencia, los medios nos hablan acerca de la posibilidad de vida en otros planetas. Las noticias aparecen como dosificadas, pero vienen a ser como un ruido de fondo entre todas las noticias que se nos transmiten. ¿hay algo en contra de tal posibilidad? Podríamos decir que, conceptualmente, no existe ningún argumento contrario a tal existencia, si bien hoy por hoy tal idea no puede ser presentada como hipótesis científica, pues no disponemos de posibilidad de comprobarla.


Sería muy arrogante por nuestra parte suponer que, dentro de la inmensidad universal, considerada infinita, somos los únicos habitantes vivos presentes en él. Ciertamente, es muy posible que existan múltiples planetas (o cuerpos celestes similares) en los que haya condiciones ambientales compatibles con actividad biológica. 
La literatura de ficción, y más los géneros de ficción que se expresan en pantallas, nos han acostumbrado a ver supuestos seres procedentes de otros planetas que son muy semejantes a nosotros, tanto en morfología como en comportamiento, con inteligencia similar, tecnología más avanzada a la nuestra y no digamos en cuanto el modo de expresarla y utilizarla.
ENTRAÑABLE  E.T.
Las historias en las que intervienen extraterrestres, nos los presentan como invasores de nuestro planeta y, salvo el entrañable E.T. de Steven Spielberg, todos ellos son malos y persiguen nuestra destrucción si bien, fieles al mito del triunfo del bien sobre el mal, siempre ganamos y vencemos a los extraterrestres invasores.
Esto es ficción, pero ¿Hay vida en otros lugares del Universo? Es ésta una pregunta que todos los humanos nos hemos formulado en más de una ocasión ante la inmensidad de un cielo estrellado. En el silencio de una noche estrellada, ese silencio relativo, nos parece imposible estar solos en esa infinidad de astros. No obstante todo queda en una pregunta sin respuesta, pero eso no impide que hablemos de ese tema, siempre interesante para todos.
¿DE VERDAD ESTAMOS SOLOS?
Con frecuencia, los poderosos telescopios actuales nos ofrecen datos que permiten suponer (digo suponer con intención) la existencia de agua en otros mundos. De comprobarse esa existencia, sería un dato muy importante en nuestra búsqueda de vida fuera del Sistema Solar. El agua, como medio físico-químico, es sustancial para el desarrollo de la vida. Por eso, dicha existencia no indica necesariamente la presencia de vida, pero sí que existen las condiciones necesarias para que se desarrolle.
Siempre es necesaria una definición de vida. Tal vez, un explicable antropocentrismo cultural haría que muchos definiesen la vida en términos adecuados a nuestra especie humana. Pero es preciso pensar que la humana es una más entre los cientos de miles de especies para las que debe ser de aplicación esa definición de vida de la que hablo. No obstante, para expresarnos con rigor y antes de seguir, deberíamos saber qué queremos significar cando utilizamos la palabra “vida”, pues tras esta palabra hay varias y muy diversas acepciones.
También será preciso comentar qué entendemos por “seres vivos” antes de hablar de las características que comparten, pues a lo largo de unos cuantos artículos volveré a mi aspecto de biólogo, lo que soy, para hablar de "mis cosas", la biología y los seres vivos. Espero decir algo que resulte de interés para alguno. 
¿UNA INMENSA SOLEDAD?



lunes, 31 de diciembre de 2012

GENES Y DESTINO ¿QUÉ HEREDAMOS? (I) HORÓSCOPOS Y SIMILARES

Después del descifrado de la secuencia de nucleótidos que constituyen nuestro genoma, han salido a la luz diversos comentarios más o menos gratuitos, muchos de los cuales nos quieren hacer creer que en los genes de cada uno está escrita nuestra vida. Se nos viene a decir que, estudiando el ADN de un recién nacido, se podrá saber cómo será, cuándo enfermará e, incluso, cuándo y cómo morirá. Es decir, en el ADN vendría fijada la historia particular de ese bebé del que, en consecuencia, podríamos pensar que ha nacido predeterminado.
 ANTECEDENTES
Tengo entendido que fueron los caldeos los primeros que atribuyeron a los astros poderes especiales sobre nosotros, de modo que determinaban nuestro comportamiento. Otros dicen que esta creencia procede de Babilonia, aunque tampoco falta quien sitúe su origen en Egipto. Para el caso, nos resulta indiferente el lugar de origen, y la cultura, en la que apareció esa manera de pensar que, adornada de atributos, símbolos y métodos de estudio, más tarde daría lugar a la astrología. Los astrólogos daban, y dan, por establecido como principio fundamental de su saber, que las pasiones, virtudes, malas costumbres, capacidades y cualidades morales y físicas que pueda tener una persona, vienen influidas y determinadas por la situación de los astros en el momento de su nacimiento. Ya que conocer y estudiar esa situación permitiría predecir con detalle el futuro de un niño acabado de nacer, los astrólogos hacían sus correspondientes Cartas Astrales, que más tarde sus titulares consultarían con toda fe.
En la época romana esta creencia en el condicionamiento de las conductas a causas externas, siempre misteriosas, adquirió un aspecto que todavía persiste entre nosotros. Se creía que cada persona estaba acompañada por un fado, un fatum. He aquí el origen del fatalismo y sus palabras derivadas, siempre relativas a hechos adversos contra los que resulta imposible prepararse. También para los griegos existía un ser con la misma función, el daimón, nombre que luego fue utilizado por los cristianos para denominar al "demonio". El ángel de la guarda cristiano sería un descendiente conceptual del fatum, sólo que en este caso su labor estaría limitada a aconsejar, teniendo en cuenta la libertad que el cristianismo atribuye a cada uno.
Creer en estas influencias externas, implicaba creer que el futuro de las personas estaba fijado desde siempre, que era un destino inexorable y, por tanto, ni la voluntad ni la inteligencia humanas serían capaces de dirigir los acontecimientos vitales de los individuos. No hace falta decir que, según esta idea, el ser humano no solo sería incapaz de luchar contra su fatum, tampoco podría cuestionarlo: era una fuerza ciega, impuesta, que lo llevaba a su destino implacable. (En la cultura española hay abundantes pruebas de esta idea, dende la pieza teatral "Don Alvaro o la fuerza del sino" del Duque de Rivas a canciones populares: "el día que nací yo/qué planeta reinaría… Estrella de plata/déjame ser buena…"). De acuerdo con estas ideas, la libertad de actuación, y de elección, está negada al ser humano. Por tanto, también lo estará la responsabilidad que se pueda derivar de sus actos pues, al no tener libertad de opción, tampoco será sujeto de un premio o un castigo por la acción realizada.
Tal vez, ideológicamente el fatum se iguala con Dios. En ese caso aparece la predestinación, que viene a decir que Dios tiene, desde siempre, determinado quién se salvará y quién se condenará. Este desvío doctrinal, que negaba el libre albedrío, estuvo muy en boga entre los cristianos del tiempo de la Reforma y no fueron pocos los esfuerzos intelectuales realizados para luchar contra él, como sería el caso de la obra teatral llamada "El condenado por desconfiado", de Tirso de Molina, o de varias obras de Teresa de Jesús. En nuestros días, esta idea aún permanece en el sentimiento de mucha gente, como lo indican frases del estilo de "Estaba de Dios" o "Lo tenía allí escrito", que se acostumbran utilizar como razón última para explicar, y aceptar, algún suceso nefasto.
Encuentro que tanto la astrología como el fatalismo consideran al hombre como un ser inmaduro, incapaz de considerar ni de decidir entre opciones contrapuestas. Más bien aparece como un ser manipulado desde fuera, con una conducta prefijada contra la que, por más que quiera, no puede luchar. Sus actos están previstos desde siempre por determinantes externos a él. Según esta idea, poco, o nada quedaría restringido al campo de la libertad individual, una característica propia de los humanos, como se queja Segismundo en "La vida es sueño": "…y yo con más albedrío/tengo menos libertad…".
A lo largo de la historia del pensamiento, esta dualidad entre determinismo e indeterminación en relación con la conducta humana no dejó de presentarse como un tema recurrente cada vez que aparecían nuevos argumentos a favor de una u otra postura conceptual. En los tiempos actuales, las posturas deterministas vuelven a aparecer con una supuesta base científica y, por tanto, pretendidamente indiscutible. Según estas opiniones actualizadas, la conducta humana estaría diseñada por los genes de cada individuo. De nuevo se recurre a causas contra las que la persona no puede luchar y que le eximen de ser responsable de sus actos. Si bien los genes son algo "interno" de cada individuo, vuelven a aparecer los agentes exteriores como responsables de su conducta, pues estos genes fueron heredados, es decir, le han venido de "fuera". Cada vez con más frecuencia vemos que personas procedentes de los más diversos campos del saber, esgrimen los conceptos de gen o de genotipo, como eximente de cualquier tipo de actuación de los individuos.
Ante estas situaciones de confusión, es necesario ver de modo pormenorizado qué entendemos por genotipo y qué función le atribuimos en la dinámica biológica de cada individuo.
Desde hace poco un nuevo concepto ha aparecido en la genética, el de genoma. Entendemos como tal al conjunto de genes de una especie, que está contenido en cada uno de los gametos que un individuo hereda de sus progenitores, cuando se trata de seres con reproducción sexual. En el genoma están representados todos y cada uno de los genes que configuran las funciones biológicas de una especie. Por eso todos los humanos compartimos el mismo genoma. Hablo de genes, por ejemplo, el correspondiente a los grupos sanguíneos. Hay tres formas hereditarias de determinar diferentes tipos de grupos sanguíneos. Estas formas reciben el nombre de alelos. Aunque todos los humanos tenemos el mismo genoma, diferimos en la constitución alélica que poseemos, como podemos constatar al comprobar el grupo sanguíneo de nuestros amigos u otras características hereditarias, como el color y la textura del pelo, por ejemplo. A esa constitución alélica es a lo que llamamos genotipo y es propia de cada individuo. Teniendo en cuenta que tenemos unos 25.000 genes, la mayor parte de ellos con varios alelos, podemos pensar que salvo casos de gemelos univitelinos, no hay dos individuos iguales, como dijo Aristóteles basándose en criterios filosóficos.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, ¿es riguroso el genotipo en su modo de determinar la historia biológica del individuo cuya existencia origina? ¿Cómo, de qué modo, es la relación con su individuo portador al que ha dado forma?
Lo veremos con mas detalle en los dos próximos artículos  que escribiré sobre este mismo tema.


martes, 18 de diciembre de 2012

FRANCIS CRICK EN LA HISTORIA DE LA BIOLOGÍA

Algunas reflexiones acerca de la Ciencia


A veces nos llegan noticias completamente intrascendentes. En otras ocasiones, las novedades vienen llenas de un cierto contenido. Pero hay veces en que son tan rotundas, que nos obligan a analizar muchas cosas a la luz de la nueva situación generada por el acontecimiento que acabamos de conocer.
Cuando este verano pasado conocí la muerte de Francis Crick, se me acumularon en la mente una gran cantidad de datos, de detalles y de perspectivas históricas que me obligaron a reflexionar sobre su actuación dentro de la biología. Un papel que va más allá de lo realizado por él y que nos obliga a contemplarlo desde la óptica de lo que representa a partir de sus descubrimientos, reflexiones y planteamientos.
Más tarde, y ya comenzado el curso, el Sr. Decano de la Facultad me encomendó impartir la conferencia correspondiente al Acto Académico con que conmemoramos la festividad de S. Alberto Magno. Los dos pensamos en la posibilidad de presentar una semblanza personal sobre esta figura de la biología del siglo XX. Desde aquí quiero agradecerle la posibilidad que me brindó de presentar ante ustedes estas reflexiones mías.
El pasado día 28 de julio nos enterábamos de la muerte de Francis Crick. Tenía 88 años. La noticia no dejó indiferentes a las múltiples personas que, de un modo u otro, conocen su actividad científica ejercida a lo largo de una vida fecunda en trabajos y logros. También yo reflexioné sobre su figura y su legado. Me gustó pensar en cómo, pasado el tiempo, se enjuiciará su trayectoria desde una óptica histórica, enlazando la figura de Crick con la de los grandes de la biología, como pudieron ser Pasteur, Mendel, Darwin o Cajal, por citar unos pocos. Todos ellos contribuyeron y consolidaron nuestros conocimientos acerca de nosotros mismos. Crick también lo hizo y por eso su nombre irá ligado a esa estela de sabios que, desde antiguo, vienen planteándose preguntas sobre nuestra reflexionar ahora en voz alta acerca de este hombre que contribuyó de modo determinante a nuestro conocimiento, respondió a dudas que venían planteadas desde el tiempo de los filósofos jónicos y planteó nuevas preguntas que están en los límites de nuestros conocimientos actuales acerca de la naturaleza de la vida.

Permítanme reflexionar ahora en voz alta acerca de este hombre que contribuyó de modo determinante a nuestro conocimiento, respondió a dudas que venían planteadas desde el tiempo de los filósofos jónicos y planteó nuevas preguntas que están en los límites de nuestros conocimientos actuales acerca de la naturaleza de la vida.
Desde la época más antigua, el ser humano ha formulado preguntas sobre el origen del mundo, sobre la propia naturaleza y, a veces, sobre su propia finalidad. En tiempos pretéritos las respuestas llegaron bajo la forma de mito. Más allá de este estado, los sistemas explicativos se organizaron según dos tendencias divergentes.
Una de estas tendencias dio origen a las religiones, todas ellas consistentes en un conjunto de dogmas basados en algún modo de revelación. Así, el mundo occidental hasta el fin de la Edad Media estuvo dominado por una confianza implícita en los escritos de la Bibliay, por tanto, por una creencia general en lo sobrenatural.
El otro modo de tratar los misterios del mundo fue, y sigue siendo, por medio de la filosofía y más tarde de la ciencia, si bien en el principio de su historia la ciencia no estuvo totalmente separada de la religión. La ciencia se dirige a los misterios con sus preguntas, dudas, curiosidad, etc., esforzándose en encontrar explicaciones, actitud muy diferente de aquella otra en la que se basan las religiones. Los filósofos presocráticos (jónicos) fueron los primeros en transitar estas vías en su búsqueda de explicaciones “naturales”, es decir, explicaciones basadas en las formas observables de la naturaleza tales como el fuego, el agua o el aire. Esta tentativa de los jónicos para comprender las causas de los fenómenos naturales representa el principio de la ciencia.
Una diferencia fundamental entre ciencia y religión es que, en general, la religión consiste en un conjunto de dogmas revelados a los que no hay alternativa ninguna ni posible desviación conceptual por pequeña que sea. En ciencia, por el contrario, se insiste en la formulación de respuestas alternativas y en la paulatina substitución de unas teorías por otras. En general, la bondad de una idea científica sólo se puede evaluar por completo en función de su eficacia explicativa e, incluso, predictiva. Han sido pocos los científicos que han dicho esto, que a veces es considerado como la esencia de la ciencia. En tiempos del empirismo y del induccionismo, se dijo que la función de la ciencia era acumular conocimiento. Muchas veces se perdió de vista lo que es el verdadero objeto de la ciencia: una comprensión cada vez mayor de nuestra propia naturaleza y del mundo en que vivimos.
La ciencia tiene numerosos objetivos. En 1968, Ayala los describe así:
- busca organizar los conocimientos de modo sistemático, esforzándose por descubrir las relaciones entre fenómenos y procesos.
- se esfuerza por ofrecer explicaciones a las condiciones en que ocurren ciertos sucesos.
- propone hipótesis explicativas que pueden ser probadas y, por tanto, rechazadas.
Más en general, la ciencia intenta encontrar un pequeño número de principios explicativos con los que interpretar la inmensa diversidad de los fenómenos y procesos que ocurren en la naturaleza.
En las ciencias biológicas, la mayoría de los grandes progresos se hicieron a partir de la aparición de conceptos nuevos o de la mejora y redefinición de los preexistentes. No están muy equivocados quienes afirman que el progreso de la ciencia consiste principalmente en el progreso de los conocimientos científicos. En este plan, una de las grandes preguntas que siempre se planteó el hombre es aquella que se refiere a la herencia biológica y a la diversidad.
En la época jónica Platón había hablado de las esencias, inmutables en el tiempo, y esto, que aplicado al campo conceptual de otras ciencias como pueden ser la física o la química, puede ser muy explicativo y operativo, fue un auténtico desastre cuando se aplicó a la biología. Platón tuvo una influencia muy negativa en diversos campos biológicos. Fueron necesarios mas de dos mil años para que la biología, gracias a Darwin en gran medida, escapase del efecto paralizante del esencialismo auspiciado por Platón El pensamiento platónico sobre los seres, abrigados en las esencias, no fue operativo a la hora de enjuiciar la variabilidad de los seres naturales y muchas veces constituyó más bien un freno ideológico cuando se hizo necesario enjuiciar la naturaleza de esa misma variabilidad. Pero toda la importancia que le concedió al gran arquitecto cósmico, permitió vincular su filosofía con el dogma cristiano, que dominó el pensamiento occidental hasta el siglo XVII. La emergencia de las modernas teorías biológicas sólo fue posible, en gran parte, después de que la ciencia se emancipase de las ideas platónicas.
Aristóteles es un pensador muy diferente. Antes que Darwin, nadie como Aristóteles contribuyó tanto a nuestra comprensión del mundo. Sus conocimientos biológicos eran inmensos y procedían de anteriores fuentes diversas. Podemos decir que cada capítulo de la biología clásica tiene sus comienzos en la obra de Aristóteles. Fue el primero en distinguir diferentes ramas en la biología y en dedicarles tratamiento monográfico separado. Fue el primero en descubrir el gran valor explicativo de la comparación y es reconocido, justamente, como el fundador del método comparativo. Fue el primero en establecer detalladamente la historia natural de un gran número de especies animales. Consagró una obra entera a la biología de la reproducción. Se interesó por la diversidad orgánica así como por el significado de las diferencias entre los reinos animal y vegetal. Incluso sin proponer una sistemática formal, realizó una clasificación de los animales según ciertos criterios, y su clasificación de los invertebrados fue superior a la que, dos mil años mas tarde, haría Linneo. En fisiología no tuvo tanta notabilidad debido a que se inspiró en doctrinas anteriores. Fue un empirista y sus especulaciones siempre estuvieron precedidas por observaciones pertinentes. En una obra suya dice taxativamente que la información que nos llega por los sentidos debe ser más valorada que la que nos indica la razón. En ese aspecto andaba a años luz por delante de los que, entre los escolásticos, más tarde serían llamados aristotélicos, y que no analizaban los problemas más que por las vías de la razón.
Lo más notable en él es que siempre anduvo a la búsqueda de las causas y sus preguntas más importantes no fueron tanto buscar el “¿cómo?”: ¿Cómo es tal estructura? ¿Cómo funciona tal mecanismo, sino el “¿por qué?” ¿Por qué un organismo crece desde la forma de huevo fecundado hasta la de adulto? ¿Por qué la naturaleza está llena de procesos finales? Vio claramente que la materia inorgánica está desprovista de capacidad para desarrollar las formas complejas de los organismos, en este plan, hoy diríamos que no creía en la generación espontánea. Según él, en la materia viva debía haber algo más, y para nominarla empleó la palabra eidos, que venía a ser un principio intrínseco de los seres y que tendría unas funciones exactamente similares a las que, en biología moderna, se atribuye al genotipo cuando se considera como un programa genético de desarrollo. Decía que todas las substancias naturales intervienen de acuerdo con sus propiedades intrínsecas y que todos los fenómenos de la naturaleza son procesos o intervienen en procesos y, puesto que todos ellos tienen un fin último, consideraba que el estudio de esos fines también contribuye de modo esencial al estudio de la naturaleza. Para Aristóteles todas las estructuras y las actividades biológicas tenían su significación en términos biológicos o, como diríamos con términos actuales, un significado adaptativo. Posiblemente éste fue el mayor éxito de Aristóteles, haber comprendido esto. Las preguntas tipo “¿por qué?” que formuló Aristóteles jugaron un papel muy importante en la biología de los siglos posteriores y en la misma historia de esta ciencia.
Sólo en estos últimos años, los trabajos de Aristóteles han sido valorados en su justa medida. En épocas pasadas no disfrutó de ese merecido reconocimiento debido a muchas razones. Una de ellas fue que los tomistas hicieron de él la suprema autoridad filosófica y al caer la escolástica arrastró con ella a Aristóteles. Por otra parte, el renacimiento científico se realizó fundamentalmente en el campo de las ciencias físicas y químicas, áreas que encajaban bien dentro de la filosofía platónica y para las cuales la filosofía aristotélica no ofrecía marcos adecuados. Esto fue advertido por Bacon, Descartes y otros, que no dejaron de menospreciar las doctrinas aristotélicas.
Conforme la biología se fue apartando de la física, se le fue concediendo mayor importancia a Aristóteles. Cuando en nuestra época se comprendió que los seres vivos tienen una doble naturaleza, la actual y otra que es la consecuente de una historia evolutiva, se comprendió también que el “plan” que dirige su desarrollo y sus actividades -es decir, su programa genético- representa el eidos, el ”principio formativo” que ya había formulado Aristóteles. Ya no hacía falta mucho para que todos los biólogos comprendiesen que convenía algo más que un soplo vital para que un huevo de rana produjese una rana y una bellota diese lugar a una encina. Solamente era preciso reconocer que los sistemas biológicos complejos son el producto de programas genéticos con una historia evolutiva de mas de tres mil millones de años.
Pero para que eso ocurriese, sería preciso llegar a las épocas actuales, pues cuando el Cristianismo conquistó Occidente, la teología cristiana llenó el conocimiento con su interpretación del mundo. La teología cristiana estaba dominada por la idea de la creación. Según la Biblia, el mundo había sido creado hacía poco, no cambiaba y toda su comprensión estaba contenida en la “palabra revelada”. El dogma impidió considerar cualquier cuestión relativa al porqué de las cosas o esbozar la más pequeña idea evolutiva. Y puesto que el mundo había sido creado por Dios, era, tal como siglos mas tarde diría Leibniz, “el mejor de todos los mundos posibles”. Cualquier cambio evolutivo, por tanto, sería para peor.
El suceso que, acontecido en el seno de la cristiandad, afectó mas a la historia de la biología fue el desarrollo de una visión del mundo conocida como “teología natural”. En los escritos de los Padres de la Iglesia, la naturaleza aparecía como si fuese un libro, el análogo natural del libro revelado, la Biblia. Hacerequivalentes los dos libros sugería que el estudio del libro de la naturaleza, la creación realizada por Dios, autorizaba el desarrollo de una teología natural, pareja a la teología revelada surgida del estudio de la Biblia.
Este concepto de la teología natural no era un concepto nuevo. La armonía del mundo y la aparente perfección de las adaptaciones manifestadas por los animales y las plantas, ya había sido señalada por muchos autores bastante antes de la aparición del cristianismo. Ya en el antiguo reino de Egipto, en Menfis, dos mil años antes de la civilización griega, había sido postulado que una inteligencia superior creadora había organizado los fenómenos de la naturaleza. Posturas tan claramente teológicas pueden ser encontradas también en Jenofonte o en Herodoto. Platón pensaba que el mundo había sido creado por un artesano bueno, inteligente y racional. Galeno defendió la idea de un mundo querido, la obra de un creador bueno y todopoderoso. Pero el autor más influyente para el desarrollo de la teología natural fue santo Tomás de Aquino. Su obra dominó el pensamiento científico europeo y en su Summa Theologica, el quinto argumento para probar la existencia de Dios está basado en el orden y la armonía del mundo, que requieren que un ser inteligente y trascendente dirija todo hacia una finalidad.
Pero seguían pendientes, aún sin resolver, las preguntas planteadas por Aristóteles acerca del eidos, el principio formativo de todos y cada uno de los seres vivos. Su diversidad según las diferentes áreas geográficas, puesta de manifiesto por los viajes de exploradores y estudiosos, era una cuestión intrigante que contrastaba con los valores de las constantes físico-químicas en todo el globo terrestre. La especie como entidad biológica seguía siendo algo inexplicable. La vida era considerada como una actividad que se podía crear bajo ciertas condiciones y, por tanto, se creía en la generación espontánea.
Fue preciso llegar a un mundo de madurez de ideas para que esas cuestiones volviesen a ser planteadas con cierta precisión. Después del siglo XVIII, y los trabajos de los grandes estudiosos de la naturaleza, como es el caso de Bufón y su Historia Natural, donde ya apunta la posibilidad del origen de las especies a través de procesos evolutivos, el siglo XIX se va a caracterizar por el rigor en los planteamientos y la emergencia de una serie de conocimientos que son aplicables a todos los seres vivos. Comienza la existencia de la biología como hoy la conocemos. Las preguntas de siempre, las que han acompañado al hombre desde Aristóteles y han servido de estímulo a la mayoría de los estudios de fondo, comienzan a ser respondidas, se asientan los fundamentos de lo que empieza a ser una biología moderna, cada vez más y más alejada de los antiguos mitos explicativos.
Del Siglo XIX es la teoría celular, la comprensión de los procesos hereditarios y los de división celular, el conocimiento de los principios inmediatos, la síntesis de la urea y, por tanto, el comienzo de la desaparición del vitalismo como supuesta doctrina, el destierro de las ideas acerca de la generación espontánea, el aforismo onmis vivo ex vivo (la vida no se crea, simplemente se transmite), la idea de la evolución causada por selección natural y, en suma, la misma palabra biología. También es en este siglo cuando los científicos dejan de hablar de Dios en sus escritos, de modo que ya no es posible deducir, a través de ellos, el credo de sus autores.
El nacimiento de la biología molecular coincidió con el momento en que los científicos relacionaron enzimas con genes y se comenzaron e estudiar los procesos biológicos bajo este punto de vista. Esto ya no era química orgánica, ni bioquímica. Era la implicación de las moléculas en los procesos biológicos y apareció el concepto de biología molecular, muchos de cuyos logros ha sido elucidar la estructura tridimensional de las moléculas y, a partir de ellas, comprender sus funciones.
Es en esta época cuando renace el interés acerca del material hereditario y al imaginar que el mensaje genético debe estar encerrado en diferentes secuencias moleculares, se piensa que sean las proteínas las encargadas de esta función, puesto que al ser polímeros de 20 diferentes monómeros, las posibles combinaciones diferentes llegan a ser casi incalculables. No obstante, los trabajos de Avery y colaboradores con Pneumococcus, abren la puerta a la investigación en la dirección correcta, y son los experimentos de Hershey y Chase los que determinan de modo concluyente que son los ácidos nucleicos los encargados de transportar la información genética a lo largo de las generaciones.
A este momento le siguió uno, intenso, de estudios acerca del ADN y de su presencia en la célula. En consecuencia se ganó en conocimiento acerca de su naturaleza y de su comportamiento. Algunas de las deducciones a las que se llegó no dejaron de ser proféticas: La inercia metabólica del ADN parecía confirmar una especulación común entre los teóricos del gen, según la cual el gen funcionaría como “matriz”: “La implicación lógica es que el gen no necesita hacer nada (en el metabolismo de la célula) sino que simplemente aporta un plan de realización de las síntesis” (Mazia, 1952). La cantidad absolutamente constante de ADN por núcleo diploide de cada especie, estaba perfectamente de acuerdo con este postulado.
El ambiente intelectual era el apropiado, las ideas estaban perfectamente perfiladas, las técnicas a punto y la pregunta adecuada, siempre estímulo de la investigación, formulada: ¿cómo es la estructura de los ácidos nucleicos? Porque únicamente conociendo la estructura del ADN se podría comprender cómo era capaz de llevar a cabo su función.
A principios de los años 50 del pasado siglo, varios laboratorios se pusieron a trabajar para resolver la duda y dos de ellos fueron los de Linus Pauling, en Pasadena, que estudiaba estructuras moleculares y el de Maurice Wilkins, de Londres, que era especialista en rayos X. Perteneciente a este equipo, Rosalind Franklin tuvo el éxito de conseguir excelentes fotografías de la difracción de estos rayos causada por el ADN. En función de estas fotografías se plantearon muchas preguntas acerca de la estructura del ADN, cuando un tercer grupo comenzó a trabajar, en Cambridge, con el mismo tema: era el formado por Francis Crick y James Watson.
No es cuestión de comentar la historia del descubrimiento, pero sí es importante señalar que fueron estos dos últimos quienes se dieron cuenta de la importancia biológica del ADN y eso fue lo que les permitió aclarar este problema a pesar de sus no muy amplios conocimientos de biología. Wilkins, por ejemplo, en esos mismos años se preguntaba “qué podían hacer los ácidos nucleicos en las células”.
Mientras, tanto Crick como Watson hablaron con biólogos, visitaron centros de investigación, se ayudaron de modelos de los diferentes componentes de los ácidos nucleicos y, entre febrero y marzo de 1953, llegaron a una solución satisfactoria a aquella pregunta que se venía formulando la ciencia desde Aristóteles. ¿Cómo es el material hereditario?
De pronto se comprendió mucho de aquello que hasta entonces había constituido un misterio. Allí estaba, encerrada en una sencilla estructura molecular, la clave de la historia evolutiva de los seres vivos.
Se dijo, y se sigue diciendo, de la molécula de ADN que era elegante ¿qué entendemos por elegante en este caso? A veces es preciso detenerse en el significado que pueda tener un adjetivo porque nos puede aclarar más de un concepto. Al ver la estructura molecular de otros compuestos y evocar sus propiedades bioquímicas, muchas veces no nos resulta posible deducir éstas a partir de aquella. Todo queda como encerrado en un misterio funcional cuyo desciframiento será base de futuros estudios. No conozco una estructura molecular tan transparente como la del ácido nucleico. Al verla es sencillo intuir su funcionamiento, pues todo en ella tiene una finalidad que nos es posible comprender. No encontramos nada que nos parezca superfluo y todo cuanto sabemos acerca del ácido nucleico lo podemos comprender viendo su estructura. Todo está allí para quien quiera interpretarlo. Para mí, ahí es donde radica el calificativo de elegante cuando se aplica a esta estructura molecular, su transparencia.
El descubrimiento de la doble hélice del ADN y de su código representó un paso científico de primera magnitud. Simultáneamente clarificó algunas de las zonas más oscuras de la biología y permitió formular preguntas bien definidas: algunas de ellas representan hoy en día las mismas fronteras de la biología. Demostró hasta qué punto los organismos son fundamentalmente diferentes a cualquier otro tipo de material inerte. No hay nada en el mundo inanimado que esté dotado de un programa genético que sea capaz de almacenar la información a lo largo de una historia que, globalmente y para el mundo vivo, se remonta a tres mil millones de años. Al mismo tiempo esta explicación puramente mecanicista explica fenómenos que los vitalistas decían no poder clarificar física o químicamente.

Pero fijémonos en la figura de Francis Crick, pues me gustaría reflexionar sobre su papel en la historia del pensamiento biológico. Procedente del campo de la física, se dedicó a desentrañar lo que él llamó “el secreto de la vida”, la naturaleza del ADN. Perteneciente a una familia de artesanos y amantes de la naturaleza, (su abuelo se había carteado con Darwin y publicado un pequeño artículo con él), estudió en el University College London. Después de la segunda guerra mundial, se preocupó por temas biológicos y a ellos se dedicó desde entonces hasta su muerte, acaecida en julio del presente año.
Posiblemente ha sido el biólogo y el pensador de la biología más influyente del siglo XX. Tal vez, como antes decía refiriéndome a Aristóteles, que todos los campos de la biología comenzaban en él, algún día se llegue a decir que todos los campos de la biología molecular comienzan en Crick. Es asombroso cómo llegó a intuir el comportamiento del ADN y su biología, para, desde ese planteamiento, poder predecir correctamente su funcionamiento y su comportamiento. Jacques Monod escribió “Nadie descubrió o creó la biología molecular. Pero un hombre domina intelectualmente la totalidad de su campo, debido a que conoce y comprende lo más importante de su contenido, ese hombre es Francis Crik”. Para muchos, junto con Darwin y Mendel, forma un trío de sabios que han sido capaces de establecer el conocimiento de la perpetuación, y diversificación, de los seres vivos.
Describiendo la estructura del ADN, encontró la base molecular de la identidad estructural de todos los seres vivos, aquella identidad que había sido buscada desde el Renacimiento y prevista e insinuada por Darwin con un enfoque más científico y menos romántico.
Definió lo que ha sido llamado Dogma Central de la Biología Molecular, que nos indica que la información biológica sigue un camino que va desde el ADN hasta las proteínas, pasando por el ARN como intermediario. Si bien existe un posible, y restringido, retorno desde el ARN al ADN, no se conoce ningún mecanismo molecular que haga un viaje inverso que, teniendo como origen la proteína, sea capaz de incidir en el ADN. De este modo sencillo, sin mayores complicaciones, desbarata definitivamente la antigua creencia sobre la herencia de los caracteres adquiridos, pues molecularmente, dice, no hay ningún camino conocido, ningún proceso bioquímico, que nos pueda explicar su base estructural.
Francis Crick se embebió de la estructura del ADN e intelectualmente se metió en ella; aplicó sus conocimientos para estudiarla, conocerla e interpretarla y demostró, con atinadas predicciones acerca de su comportamiento, estar al tanto de muchos de los problemas fundamentales de la biología, muchos de los cuales sólo se podían explicar a partir de un profundo conocimiento de la estructura del ADN. Dedujo su replicación semiconservativa, ya insinuada en el último párrafo del trabajo en que se propone su modelo estructural.
Crick predijo la existencia de un código genético y mediante sencillos experimentos, demostró que la unidad de cifrado debía ser el triplete de nucleótidos. Predijo la existencia de moléculas de doble especificidad que sirvieran de adaptadores entre los tripletes del ácido nucleico y los aminoácidos. Y existían y hoy los conocemos como los ARN transferentes. Una vez descifrado el código, y descubierta su universalidad, fue Crick quien propuso la hipótesis del tambaleo para explicar de modo operativo la degeneración encontrada en él.
Basándose en esa degeneración, en la abundancia entre los seres vivos de los aminoácidos más degenerados y relacionando este dato con el hecho de que éstos son precisamente los aminoácidos que se pueden sintetizar de modo abiótico, propuso una teoría acerca de la evolución del código genético, la única teoría explicativa de que disponemos acerca de este proceso.
Como un modo de adentrarse en el funcionamiento del programa genético, estudió procesos de desarrollo y últimamente trabajaba en problemas acerca de la consciencia.
Su autoridad científica llega a ser tal, que cuando comenta la posibilidad de que la vida en nuestro planeta proceda de otro, la llamada teoría de la panspermia, nadie la ataca debido a venir amparada por el prestigio intelectual de quien la propone.
Crick fue más un teórico que un experimentador y defendió ardientemente que teorizar es una actividad necesaria en biología, no solo para sistematizar y explicar los fenómenos, sino también para estructurar bien las preguntas científicas que, actuando como motores del saber, deben ser planteadas y, posteriormente, respondidas. Una vez definidas correctamente esas preguntas, es cuando se puede comenzar a buscar las respuestas apropiadas. Amante de la abstracción, muchas veces encontró las respuestas concretas después de haberse abstraído con ellas durante un tiempo más o menos largo.

Existe un tema que creo oportuno recordar ahora, o al menos indicar como punto de reflexión entre nosotros. Recuerdo haber oído comentar, cuando se les concedió el Premio Nobel a Watson y a Crick, que se había premiado un trabajo de investigación básica y que, de seguir por ese camino, pronto se premiarían trabajos carentes de utilidad. Pasados mas de cincuenta años del descubrimiento de la doble hélice, a nadie se le escapa lo fuera de lugar del comentario. Mucho del desarrollo de la biología molecular y de la biotecnología, se debe al conocimiento que poseemos de esa estructura. Lo que en aquel momento pudo haber parecido un estudio sin mayor trascendencia que el incremento del conocimiento, con el paso de los años ha pasado a ser la base de múltiples y sólidas aplicaciones en los más diversos campos del conocimiento. No es mi deseo polemizar sobre este tema aquí, en este momento, pero sí deseo recordar el calificativo de “investigación básica”, con un cierto tono peyorativo, que algunos aplicaron al trabajo realizado por estos dos investigadores.

Ateo beligerante, y no deja de ser extraño que lo confesase en una época en que estas actitudes han pasado al campo de lo personal, deseaba sustituir las explicaciones religiosas acerca de la vida por explicaciones científicas. Hoy no es precisa la idea de un Dios todopoderoso para explicar el universo, ni para llegar a sus últimas causas o consecuencias. A veces parece que las vías de Santo Tomás servían para explicar lo inexplicable. Allá donde era incapaz de llegar la ciencia con sus explicaciones, la idea de un Dios llenaba el vacío conceptual que se generaba. Hoy no se necesita esa idea de Dios, pues casi todo dispone de explicación y sabemos que aquello que hoy carece de ella, un día u otro la tendrá. La idea de Dios no es precisa para explicar nada. Pero esto mismo no elimina su idea, pues si bien no es científicamente preciso creer en él, eso mismo hace que la fe en un ser supremo sea un acto de suprema libertad. Se cree porque se quiere creer, no porque se necesite.
Esa voluntariedad en la fe es también una contribución más de Francis Crick al mundo de las ideas, a nuestro mundo.

Se ha dicho, tal vez con cierta insistencia, que Francis Crick no ha dirigido muchas tesis doctorales, no ha hecho un equipo investigador ni deja escuela, sino que más bien siempre le ha gustado trabajar con un solo colaborador. Algunos lo dicen, incluso, como lamentando una supuesta esterilidad de un trabajo que, en otras circunstancias, habría sido tremendamente fecundo. Yo miro a mi alrededor, a los biólogos moleculares, a quienes trabajan con los ácidos nucleicos, veo lo que piensan, cómo programan los estudios, cómo hacen investigación, cómo se interpretan y plantean los experimentos y veo que todos ellos están inspirados de uno u otro modo en los trabajos y conceptos de Crick. Entonces comprendo que todos, todos los que más o menos directamente trabajamos con los ácidos nucleicos formamos parte de esa gran escuela fundada por Francis Crick.


Hasta aquí, he presentado ante ustedes mis reflexiones personales sobre la figura de Francis Crick. Permítanme ahora que comente un dato y un sueño, también personales.
El dato es que estoy muy orgulloso de formar parte de una Facultad Universitaria que, en un momento concreto, decidió por unanimidad dar el nombre de Francis Crick a una de sus aulas. Este dato fue conocido por él y lo agradeció mediante una carta autógrafa que está en el Decanato.
El sueño se refiere a una época pasada, incluso diría que lejana. Cuando yo fui Secretario General de esta Universidad, el Prof. Enrique Vidal Abascal venía con cierta frecuencia a visitarme y charlábamos de mil cosas a la vez que paseábamos por la Plazadel Obradoiro. Recuerdo que un día, en mitad del paseo se detuvo, me cogió del brazo y mirándome a los ojos me dijo que la vida era corta, pero que si estaba bien aprovechada, podía ser muy fecunda.
Ahora mi sueño consiste en imaginar que, en caso de estar presente Francis Crick con nosotros, le habría dicho al Prof. Vidal:
- Enrique: me has quitado la frase de la boca...
Señoras y señores, compañeros todos, Muchas gracias


 El texto de esta publicación corresponde a la conferencia que pronuncié en la Facultadde Bioloxía de la Universidad de Santiago de Compostela, con motivo de la festividad de San Alberto Magno, patrono de las Facultades de Bioloxía, Física, Matemáticas, Química y Ciencias, el día 15 de noviembre de 2004.