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martes, 29 de enero de 2013

PREGÓN DE SEMANA SANTA – SANTIAGO DE COMPOSTELA, 1998



Con ciudades monumentales ocurre lo mismo que con algunas personas singulares, que sobrecogen a quien se les acerca por primera vez. Luego, es el roce el que va haciendo que sea llevadero el trato con esa singularidad.
Grandiosa y entrañable parecerían dos calificativos que no podrían coincidir si se quisiesen aplicar a algo o a alguien, aunque todos sabemos que aquí, en Compostela, podemos utilizarlos sin miedo alguno para definir a esta ciudad en la que transcurre nuestro paso por la vida.
Pero si bien creo conocer a la ciudad, si bien la quiero y cada recodo suyo me evoca hechos de mi vida, si bien estoy acostumbrado a sus dimensiones humanas, también es cierto que nunca me acostumbro a ella, como si siempre estuviese sorprendiéndome en su grandiosidad. Aún hoy siento un cierto respeto cuando tengo que enfrentarme a comentar parte de su ser, el mismo que siento ahora cuando pretendo pronunciar el pregón de unas celebraciones que ya están en puertas y de las que ustedes conocen más que yo. Por eso, y avisando de la trampa, escaparé de las anécdotas, de los comentarios circunstanciales y me detendré en lo intemporal, en lo que ocurre en el interior de cada uno de nosotros al reclamo de unos estímulos externos.
Hecha esta salvedad, no tendré reparos en adentrarme en ese aspecto del patrimonio nuestro que es la Semana Santa. Porque, para mí, patrimonio son los monumentos, las calles, el entorno. También es patrimonio la historia y todo cuanto ella abarca. Y patrimonio son las costumbres y los modos y las maneras. Por eso, considero un bien patrimonial nuestro la manera de mecer el botafumeiro, el modo de bailar el Coco y la Coca, los fuegos del Apóstol, la Quema de la Fachada y, cómo no, la Semana Santa. Pero no un patrimonio declarado de interés por algún organismo internacional, ni para el que haya que pedir subvenciones con miras a su restauración, adecuación y conservación. No, es más bien un patrimonio inmaterial que califica a nuestra ciudad y de cuyo mantenimiento y conservación estamos encargados los mismos ciudadanos. Es ese conjunto de ritos y costumbres que todos aprendimos una vez y que ahora transmitimos a quienes vienen detrás para que, en su momento, ellos hagan otro tanto. Son unos usos y modos ciudadanos que nos configuran como comunidad, de cuya conservación todos somos responsables y de cuyo deterioro a todos nos pedirán cuentas.
Patrimonio nuestro y para los de dentro. Como en las antiguas casas en las que, mientras existía un recibidor para las visitas, también había una sala para los amigos y una salita para los de casa en las que transcurría lo cotidiano, no por ello menos importante, en Santiago tenemos lugares y fiestas para los invitados y otras, más íntimas, que son para nosotros. Casi nadie foráneo sabe de ellas. El Obradoiro es para los de fuera, la Quintana para nosotros. El Apóstol es una fiesta anunciada a los cuatro vientos, la Ascensión es para los de casa. Del Año Santo se manda recado a donde no seamos capaces de llegar, de la Semana Santa no se comenta. Y no por ningún tipo de secreteo o de ocultismo, ni porque la consideremos como algo secundario. Nada más lejos de la realidad. No se habla de ella, en todo caso se hace con recogimiento, simplemente porque la queremos salvaguardar de esas visitas tumultuarias a las que tan acostumbrados estamos cuando se trata de peregrinos jubilosos. No, la Semana Santa la queremos nuestra, recogida, íntima, muy de cada uno, para vivir en soledad o con la más entrañable compañía sin que los amigos foráneos la vengan a compartir con nosotros tal vez porque temamos que pierda su aspecto y cariz de intimidad.

Pero déjenme echar un poco la mirada atrás y hacer algo de historia. Según tengo entendido, fue San Francisco de Asís quien, allá por los albores del siglo XIII, construyó el primer Nacimiento en una Navidad. Eran épocas en que se configuraba un nuevo modelo social, los monasterios habían dejado paso a los conventos, los monjes a los frailes y éstos se echaran a los caminos a predicar a gentes sencillas pero deseosas de verdades trascendentes. Los romeros iban a Roma, los palmeros a Jerusalén y los Peregrinos venían a Compostela. Los caminos eran ríos humanos de gente que iba y venía sin mayores conocimientos pero con grandes afanes. A éstos había que evangelizar, era preciso inculcarles las verdades de la fe. Los frailes incorporaron las artes plásticas como auxiliares de sus labores de catequesis. Y mientras los dominicos erigieron en sus iglesias los grandes retablos en los que, como en carteles de ciego, se relatan episodios de las vidas de Santos o del Señor, quiero creer que los franciscanos tuvieron la idea de representar mediante grupos escultóricos algunos episodios de la vida de Jesucristo. Llamaron "misterios" a esos grupos, y todavía hoy, en Navidad llamamos "misterio" al grupo de figuras que representa el portal de Belén y en Semana Santa un paso de "misterio" es aquel que, mediante más de una figura, representa algún aspecto de la Pasión del Señor.
He observado que, en todas las localidades que conozco, las cofradías más antiguas tienen sus sedes en conventos de Franciscanos o en antiguas sedes suyas y esto es válido, por citar algunos casos, tanto en Viveiro, Santiago, Lugo, Córdoba o Sevilla cuya cofradía más antigua, la del Silencio, tiene como escudo precisamente el de la Orden Franciscana.
Luego Europa se partió en dos a causa de diferentes maneras de entender la religión y ya nada fue igual. Hubo guerras de religión, los peregrinos dejaron de venir a nuestra catedral y en toda la cristiandad un Concilio, el de Trento, recondujo las creencias y se hizo intérprete de todo cuanto era preciso interpretar. As¡ nació todo ese movimiento religioso que conocemos con el nombre de Contrarreforma. Era necesario, por otra parte, que las gentes conociesen las verdades de la fe, y más aquellas dañadas por la herejía. De ah¡ surgieron muchos aspectos de nuestra cultura, como podrían ser las procesiones de Corpus, los villancicos navideños y, como es el caso que nos tiene aquí congregados, las celebraciones de la Semana Santa. Por eso muchas de las cofradías de penitencia que existen por toda nuestra geografía nacen en los siglos XVI y XVII, por eso los grandes imagineros y los grandes pintores de esa época tratan temas religiosos y también debido a la misma causa tenemos los autos sacramentales, todo un género literario de nuestro Siglo de Oro, que no hacen más que dar vueltas alrededor de eternas preguntas que se hace el hombre y que trascienden lo cotidiano. En pintura y escultura se pactan formas de representar a los personajes de un misterio: los buenos están adornados por la belleza mientras que los malos siempre son feos. Todo ello amparado por un espíritu concreto y expresado mediante un estilo artístico que hizo suya la exageración, la riqueza y el realismo efectista: el barroco, un estilo del que podemos hablar los compostelanos por ser, casi, de la familia. Barroca es la Virgen al llorar, barrocos son los bordados de su manto, la forma de enjoyarse una enlutada o la sangre que corre por la frente de su Hijo. Barroca en sí es la misma celebración callejera de la Semana Santa, y ah¡ la tenemos y aquí estamos como muestra de que es algo que sigue vivo.
En aquella ‚poca de Contrarreforma, y mientras en la Catedral seguían las celebraciones en honor del Apóstol si bien con menos peregrinos europeos, me gusta imaginar que en las parroquias hubo deseos, incluso puede ser que apareciese la necesidad, de hacer profesión de fe mediante celebraciones concretas y propias de ellas mismas. Fue entonces cuando las cofradías se fueron configurando tal como las conocemos hoy. Y sin embargo, yo no quedo tranquilo si digo "tal como las conocemos hoy" y no matizo nada más. Me gustaría saber qué pensaban, cuáles eran las preocupaciones de los menos de siete mil habitantes que tenía Santiago en el siglo XVII, cuando se fundó la Cofradía de la Soledad, o las de los ocho mil y pico compostelanos del siglo XVI, cuando de San Francisco comenzó a salir la cofradía de la Vera Cruz.
Nuestra Semana Santa no es catedralicia, más bien es algo nacido fundamentalmente en las comunidades parroquiales y conventuales. Frente al esplendor de las manifestaciones organizadas alrededor del Apóstol, ante esas grandiosas liturgias cuyo reclamo se expande por el mundo entero, las parroquias y conventos supieron organizar actividades de dimensiones más cotidianas, más a la escala del tamaño de la población, pero con un gran sentido de dignidad. Aquí estamos, parecen decir, ni enfrentadas ni queriendo insinuar comparaciones. Cada uno en su sitio derrochando buen hacer y dignidad... Es lo de siempre en las historias urbanas, el centro y la periferia. El centro creyéndoselo desde el principio y la periferia, destino de emigrantes, que llama a la puerta de la historia ciudadana aportando la savia nueva que significan los aluviones culturales humanos aportados por ellos. Desde San Miguel dos Agros, desde San Bieito do Campo, desde San Agustín o desde San Francisco, o sea, desde las afueras de antaño, vuelven los nazarenos a las rúas con sus túnicas multicolores y dando guardia a sus titulares, para decir en el centro que allí, en sus barrios de la periferia, también tienen sus modos y maneras de sentir y venerar las verdades de todos. Para ello se vestirán adecuadamente, llenarán sus pasos de flores y no escatimarán nada para mostrar a propios y extraños que, puestos a ensalzar lo propio, nadie tiene que darles lecciones de buen hacer.

Muy bien podría haber comenzado este pregón con un anuncio gozoso que, correspondiendo a una festividad religiosa, incluso podría haber sido pronunciado en latín: Nuntio vobis gaudium magnum... Os anuncio una gran alegría, la Semana Santa está en puertas... Yo no sé si comenzar este mío con ese anuncio de alegría o si comenzar de otra manera. Porque para mí, la Semana Santa representa uno de esos hitos anuales en los que hay que meterse de lleno para vivirlo del modo más intenso posible, con la seguridad de que, siendo rica como lo es en aspectos y facetas, cada uno encontrará en ella claves personales que le sirvan, que le ayuden en su transcurrir por la vida. Hay citas a las que no podemos faltar a no ser que exista un impedimento extraordinario. Siempre estaremos en el Obradoiro la noche del 24 de julio pensando que un año m s en el mismo sitio. También la noche del cinco de enero nos cogerá en la calle viendo la cabalgata de Reyes y pensando que un año más. Y en el atardecer del viernes de Dolores estaremos por las rúas para ver pasar a la Señora un año más. Siempre un año más y siempre nosotros viendo transcurrir nuestra historia personal a los pies, o junto, a los mismos hitos. Luego, a lo largo del año, cada uno por sus derroteros, cada uno a sus afanes, cada uno con su brega personal a vivir esa historia nuestra de cada día. Pero en determinadas ocasiones cada uno en su sitio como acudiendo a una cita personal que hicimos con nosotros mismos. Entonces, mientras suenan los cohetes, mientras arde la fachada o mientras pasan los nazarenos y al fondo ya se ve a la Virgen y ya se siente la música, evocaremos este año que ha pasado desde la última vez que estuvimos en el mismo sitio.
Y as¡, estas celebraciones, en el fondo, son momentos de reencuentro, ojalá que honrado, Dios quiera que enriquecedor, con nosotros mismos. Por eso no son pocos los que reniegan de este tipo de actos, tal vez porque se han metido o se han dejado ir hacia un vértigo de actuaciones sin sentido y tienen miedo a ese encuentro consigo mismo, a ese íntimo mirarse cara a cara sin necesidad siquiera de formularnos ningún tipo de pregunta porque las conocemos de antemano, aunque no queramos darles respuestas, porque puede que las temamos.
Nuestras vidas han sido comparadas con los ríos, pero yo diría ahora que también lo pueden ser con vueltas de noria que vamos dando, siempre rodeando los mismos temas, pero enriqueciéndonos en experiencias en cada una de ellas. Nunca somos los de antes aunque estemos en el mismo lugar que el año anterior esperando otra vez a la Santa Cena cuando dobla la esquina aquella de la rúa para enfilar hacia la Conga. Allí estamos, todo parece igual, incluso, lo pensamos y lo creemos, pero sabemos que no, que nada es repetible, que a lo largo del año hemos hecho, hemos desecho, hemos aprovechado, hemos desperdiciado, hemos vivido. Conviene recapacitarlo y estos son momentos apropiados porque nosotros, perecederos y carentes de importancia, estamos enmarcados por la trascendencia histórica y esto, en Compostela, lo sabemos muy bien porque nos sabemos el Pórtico de la Gloria con los ojos cerrados.
Es el momento de aceptar lo relativo de nuestros problemas, la nimiedad de nuestras preocupaciones y la intranscendencia de todo cuanto nos parece importante. Es preciso para nosotros, nos conviene desde muchos puntos de vista. Entre casas centenarias, celebrando unos hechos casi bimilenarios, no vendrá mal que pensemos qué será dentro de un año de los problemas que hoy nos preocupan. Tal vez la Semana Santa sea un buen momento para adentrarnos por los senderos, siempre personales, de la reflexión en busca de posibles ajustes en m s de un aspecto de nuestra conducta.
 
Las cofradías por las calles compostelanas desde el tiempo de la contrarreforma... A veces, parece que queramos indicar inmovilismo al hablar de costumbres que vienen de lejos y nada más lejos de lo cierto. Muchos de los presentes hemos visto cómo nacieron un montón de costumbres y modos que hoy consideramos completamente normales y que ya están enraizados en nuestras costumbres. Las misas vespertinas, la matinal procesión del patronato o la inclusión de los rayos láser en los fuegos del Apóstol podrían ser algunos ejemplos de cómo lo duradero ha de saber acomodarse a los tiempos. Hay que buscar la esencia de las costumbres para custodiarla sabiendo transcender todo cuanto es accesorio. Lo esencial de la Semana Santa es que, en determinados días, las cofradías salen y discurren por las calles compostelanas como un acto de fe de sus cofrades. El resto es accesorio, el resto es modificable, el resto es lo que, a veces, conviene cambiar y adaptar a los tiempos para que lo esencial permanezca.
De este modo, cada época va teniendo sus protagonistas que hacen y acomodan. Sus responsables que, sin más bagaje que la propia intuición, lo que han visto hacer y su deseo de eficacia, reciben, administran y transmiten en su momento. Transmiten después de acomodar lo acomodable y de no tocar lo intocable. Las sucesivas Juntas de Cofradías dictarán normas, interpretarán sentimientos, indicarán cambios que serán o no serán tenidos en cuenta, pero que tendrán la cualidad de hacer que todo se vaya adecuando a las novedades, que todo siga estando acorde con los tiempos de cada tiempo. La gente también dirá lo que le gusta y lo que no, lo que sobra y lo que añora, también desde fuera de las cofradías surgirán comentarios que convendrá tener en cuenta, y as¡ la Semana Santa seguirá siendo algo vivo, algo que un día concreto se echa a la calle para seguir diciendo que, desde hace siglos y siglos, aquí estamos un año más.
Un año m s. Para mí es una frase que repito muchas veces en esas citas que cada uno tiene consigo mismo al amparo, o al abrigo, de celebraciones anuales, un año más con las doce uvas, un año más en las cacharelas de San Juan, un año más en la Virgen de Acá de Córdoba, un año más en el Domingo das Mozas en el San Froilán lucense, un año más en la apertura de curso académico, un año más con mi Cofradía Servita sevillana. Pero siempre es lo mismo, un año más agradeciéndole a la vida que siga contando conmigo y dándome la oportunidad de ser consciente del tremendo regalo que es vivir.
Porque, al amparo de estos días, volveré‚ a pensar y a preguntarme si la Semana Santa es un canto a la vida o a la muerte. No faltan quienes hablan de imágenes tétricas, de que sobra sangre en muchos Cristos, de que ya está bien de tantas cadenas y flagelaciones... Yo, sin embargo, pienso que es una celebración que tiene lugar en primavera, cuando la naturaleza renace y cuando las primeras flores se van a los pies de nuestros Cristos y de nuestras Vírgenes. Y pienso, también, que todo viene a estar trucado, porque, en el fondo, sabemos que en la noche del sábado el Señor resucitará y se formulará la gran pregunta: Ubi est, morte, victoriam tuam? ¨Dónde está, muerte, tu victoria? Para mí es una celebración de la vida, del esplendor de la vida que brota por los cuatro costados del mundo, incluso desde nuestro interior. Al día siguiente, Domingo de Pascua, y después de una Semana intensa nos iremos de fiesta a Padrón porque la vida, por suerte, sigue y estamos subidos a su carro. Pero antes de las celebraciones pascuales, hemos de ver al Nazareno casi caído, ayudado por el Cirineo y mirando hacia los lados, como buscando a alguien, mientras avanza por la Algalia o atraviesa la Plaza de san Roque. Antes, las mujeres compostelanas, pensando en esa madre que ha perdido a su Hijo ese mismo Viernes por la mañana, habrán acompañado a la Virgen de la Soledad en su primera noche sin El. Antes del Domingo triunfal, del día en que se cumplirá todo cuanto estaba escrito, es preciso que transcurran esos otros días de dolor en los que, también, se tienen que cumplir las escrituras.
Fiesta de la muerte, fiesta de la vida, fiesta religiosa, fiesta familiar, fiesta íntima... Cuántas cosas nos pueden traer estos días. Porque todo eso, y más, puede representar para nosotros la Semana Santa. También, cómo no, momento para el recuerdo. Recuerdo de quienes estuvieron y no están, recuerdo para quienes querían tanto a la virgen de la Quinta Angustia y ya no la volverán a ver, recuerdo de quienes no podían faltar en la salida, o en la entrada, del Flagelado y ya nunca los encontraremos allí. Recuerdo, en suma de quienes vivieron y ya sólo habitan en nuestros recuerdos. Sí, también momentos para volverlos a traer al primer plano de nuestros afectos y de irnos acostumbrando a sus ausencias, que todos estos lastres tenemos que tener.
Y cuando en cualquier momento, no sabemos aún cuándo, no sabemos aún dónde ni sabemos aún al reclamo de qué, se nos abra el corazón y la emoción nos apriete la garganta, seamos generosos con nosotros mismos, dejemos que lo más íntimo sea protagonista de nuestros sentimientos durante el tiempo que sea, porque también para eso estamos aquí, para vivir de mil maneras, incluso para no poder ver porque las lágrimas nos han empañado los ojos, para no poder hablar porque la garganta se acongoja, y casi ni podamos sentir pues los sentimientos se entorpecen unos a otros por salir todos a la vez. Porque esto ocurrirá, que en estos días, en cualquier sitio, por cualquier motivo nos encontraremos con nosotros mismos. Ojalá nos sea provechoso ese encuentro que todos sabemos que estamos necesitando.

Y todo irá  llegando poco a poco, como sin avisar aunque a gritos, que conocemos muy bien las pautas. Cuando no esté nublado, comprobaremos que los días han crecido mucho. Más tarde, por Calderería, Huérfanas o el Toral aparecerán palmas en los escaparates o en los portales de las tiendas y veremos que en la prensa se anuncia un acto penitencial. Luego todo sucede sin tregua. La fiesta en San Lázaro viene seguida del Viernes de Dolores y ya estamos. Y eso que ahora no se tapan las imágenes de los Santos como se hacía antaño. Es lo mismo, aunque estaba muy anunciado, casi sin pensarlo estamos en el Domingo de Ramos. Y el rito se desencadena si no está desencadenado. Una vez metidos en ella, la Semana irá pasando sin darnos cuenta, pues los afanes cotidianos han de complementarse con estos otros, pero viviremos un año más esta Semana que desde hace milenios es el centro de nuestro ciclo anual. Antes, desde Moisés, prefigurando lo que ocurriría. Ahora, después de Cristo, evocando lo que ocurrió.
Y la viviremos recordando nuestras diferentes edades, pues si bien durante la infancia nos hizo ilusión nuestro ramo, o nuestra palma, y nos apeteció salir vestido de romano, luego fueron otras las cosas que nos atrajeron, otros los detalles que nos llamaron la atención, pero siempre al final de la semana, fuese como fuese la manera en que la habíamos vivido, nos encontramos con la noticia ante la que sigue siendo preciso tomar una actitud personal. Al amanecer el domingo, el ángel anuncia a Mar¡a Magdalena, y a nosotros de modo intemporal, que el Señor resucitó, "non est hic, sed surrexit..." Ya el anciano Simeón había profetizado al tener al niño en brazos que "Ecce positus est hic in ruinam, et in resurrectionem multorum in Israel: et in signum, cui contradicetur" Ayer como hoy, Jesús sigue siendo signo de contradicción y piedra angular de muchas posturas. ¨Resucitó? ¨No resucitó? Ante estas preguntas, la ciencia no puede decir nada y nos metemos en el terreno de lo inefable. Que cada uno conteste honradamente a estas cuestiones y, luego, que adecúe sus actuaciones a la repuesta que llegue a dar.
Hemos empezado la semana como con cosas de niños, evocando nuestra infancia, y la terminamos buscando nuestra respuesta personal a una pregunta propia de la madurez, la nuestra.
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Mañana, Domingo de Ramos, espero estar a estas horas en Sevilla. A eso de la medianoche me acercaré‚ a la Capilla donde tiene su sede mi Hermandad Servita y esperaré la visita de otra Hermandad querida, la de la Virgen de la Hiniesta. Cuando pase por nuestra puerta, la Virgen nos saludará y allí procuraremos estar todos los Servitas a recibirla. Siempre es algo muy emotivo.
Pero tengan muy claro que en Sevilla y en cualquier momento, yo estaré orgulloso, muy orgulloso, de haber sido este año el pregonero de la Semana Santa de Santiago de Compostela. Sí, muy orgulloso y muy agradecido a la Junta de Cofradías por haberme invitado a hacerlo, pues para mí, que quiero a la Semana Santa y que creo conocerla, siquiera de modo superficial, el poder pronunciar su pregón en la ciudad en que habito es algo que, sin merecerlo, ha sido de lo más hermoso que me ha tocado vivir.
Señoras y Señores, Muchas gracias.


Santiago de Compostela, 4 de abril de 1998

miércoles, 15 de junio de 2016

Radiaciones adaptativas y homologías

A veces, la adquisición de alguna peculiaridad  en seres vivos, permite a sus poseedores invadir hábitats nuevos para ellos. Tal cosa ocurrió cuando algunos ancestrales animales marinos pudieron desarrollar respiración aérea. Se cree que ese paso lo realizaron diversos grupos zoológicos y en distintos momentos de la historia. Al pasar a tierra firme, muchos encontraron un hábitat ocupado por vegetales, con ausencia de predadores y, por tanto, una selección natural muy tenue, si acaso existía selección en aquel momento. Esto propició que apareciesen unas altas tasas de reproducción, incremento de tamaños de población y, en general, aparición de condiciones apropiadas para la diversificación de seres vivos.

Evolutivamente, el resultado de esta fase es lo que conocemos como “radiación adaptativa”, en la que a partir de pocas formas iniciales, aparecen muchas formas descendientes, gracias a la relajación de la actividad por parte de la selección natural, y a la oportunidad de colonizar nuevos hábitats. Son fases en las que, en poco tiempo, hablando en tiempos evolutivos, se genera una gran diversidad a partir de pocas, o muy pocas, formas iniciales.

Extremidades superiores de hombre,
ave y murciélago

Si el hábitat recién colonizado es diverso en ambientes, puede ocurrir que no todos los componentes del grupo sean igualmente aptos para colonizar cada uno de ellos, pudiéndose acomodar los diferentes individuos a aquellos sitios que mejor les convenga. Si ocurre de este modo, comienza a actuar la selección natural, modelando a los nuevos habitantes para que cada vez estén más y más adaptados a sus nuevos hábitats. Esta selección se hace a partir de los órganos que en un inicio compartían todos, y que poco a poco se irán adaptando a sus nuevas utilidades. No obstante, siempre mantendrán una estructura peculiar que recordará a la ancestral, de la que derivan. A estas estructuras nuevas, derivadas de las ancestrales, es a las que conocemos como homologías.
La interpretación actual sobre su origen se basa en suponer que los órganos que consideramos homólogos han aparecido como consecuencia de un proceso evolutivo que, en general, se conoce como “evolución divergente”, que no se refiere a grupos completos, sino a órganos o funciones, que con el fin de adecuarse más y más a los nuevos hábitats, se han ido diferenciando para mejor acomodarse a los tipos de vida requeridos en ellos. En estos casos, la evolución divergente es un proceso muy frecuente y, como consecuencia, se favorece la aparición de formas homólogas entre los grupos taxonómicos próximos que se han ido diferenciando.


En síntesis, llamamos órganos homólogos a aquellos que teniendo similar origen filogenético, desempañan una función diferente en los individuos que los poseen. Tal vez esta definición pueda parecer engorrosa, pero es posible que todo radique en eso del “origen filogenético” y voy a intentar explicarlo.
Debemos saber que, entre otras características, los vertebrados compartimos la de poseer dos pares de extremidades, que por su posición con relación a la cabeza, llamamos anteriores y posteriores, o también, debido a la postura vertical de muchos de sus componentes, conocemos como extremidades superiores e inferiores. Siempre nombrando a partir de la cabeza.
Si tenemos en cuenta esto, veremos que nuestros brazos son nuestras extremidades superiores, lo mismo que las alas lo son en las aves. También el primer par de patas de los cocodrilos son para ellos su primer par de extremidades anteriores, así como en ranas o sapos. Culebras, peces y otros vertebrados las tienen atrofiadas, pero todos estos órganos que comento tienen el mismo significado estructural. Dentro de su morfología, son el primer par de extremidades, sean anteriores o superiores, propias de los vertebrados. No hay duda de que cada grupo de ellos utiliza estas extremidades para mejor adecuarse a su modo de vida. Las aves suelen volar gracias a ellas, los peces, nadar, nosotros y primates, para manipular y así podríamos seguir indicando diferentes grupos de animales y sus, también peculiares, usos que les damos cada uno.
ESQUELETOS DE EXTREMIDADES ANTERIORES
DE MAMIFEROS. lOS COLORES INDICAN LOS HUESOS HOMÓLOGOS

En cuanto a la morfología, a nadie se le ocurre buscar parecido entre nuestros brazos y las alas de un ave o el primer par de patas de una rana. Pero si diseccionamos esas extremidades y observamos atentamente sus respectivos esqueletos, vemos que todos ellos están estructurados de la misma manera. Un hueso largo, llamado húmero, que mediante una articulación (que en nuestro caso llamamos codo), une y articula a dos huesos, el cúbito y el radio y que, en nuestro caso, pueden girar uno sobre el otro confiriéndole a la mano esa misma capacidad giratoria.
Desde el punto de vista embrionario, así como del estructural, esos órganos son semejantes, aunque debido a procesos evolutivos divergentes, hoy tengan morfología y uso diferente. Por eso decimos de ellos que son homólogos.
Para muchos, radiación adaptativa y evolución divergente (como origen de homologías) es la misma cosa, el mismo proceso con diferentes nombres. Yo creo que uno es consecuencia del otro, pero es una opinión personal. La radiación adaptativa se produce cuando un grupo biológico invade un nuevo hábitat y lo coloniza sin efecto adverso sobre él por parte de la selección natural. El tamaño de población se incrementa de modo notable y si el hábitat es homogéneo, no hay mayores efectos derivados, si bien para que exista “radiación adaptativa” es preciso que se produzca la aparición de numerosos grupos taxonómicos derivados de los pocos iniciales. Si no aparecen grupos taxonómicos nuevos, todo se resume en un gran incremento poblacional. La evolución divergente se produce cuando el hábitat no es homogéneo, existe selección para ocupar diferentes sectores de ese hábitat y esa misma selección va modificando los órganos iniciales a los hábitats que se van colonizando, de modo que sean más eficaces. Decimos de estos órganos que se adecuan a los diferentes hábitats, que sufren evolución divergente.
Tenemos múltiples ejemplos de homologías en vegetales. Tantos, que mejor dedico a ellas la próxima entrada.


viernes, 13 de abril de 2018

Eficacia y selección

Hace poco, en este blog presenté un concepto nuevo del que nunca había hablado, la eficacia biológica. Se trata de la capacidad de un individuo para contribuir a la formación de la generación siguiente y, por tanto, al mantenimiento de la especie. Una población debe mantenerse, así como la especie de la que forma parte. Lo contrario es la extinción, que hay que interpretar como un fracaso evolutivo debido a múltiples causas.



He hablado muchas veces de la selección natural, una fuerza que premia a los más adaptados en detrimento de aquellos individuos que lo están en un grado menor. ¿Es posible medir estos grados de, digamos, adaptación? Comenzando con un pacto básico, sí es posible y lo comentaré. Pero quiero también traer aquí la relación entre selección y eficacia biológica. Es lícito decir que son dos fuerzas contrapuestas que giran alrededor del individuo, considerado como la manifestación externa de su genotipo. 

La selección natural actúa contra el individuo reduciendo su valor adaptativo, mermando su capacidad de participar en la formación de la siguiente generación. Es una fuerza con muchos componentes conocidos (y muchos más desconocidos) que los individuos han de superar en mayor o menor medida. Para afrontarla, cada individuo cuenta con las posibilidades biológicas que ha heredado, unas le ayudarán a superarla, pero otras características frenarán su eficacia, siendo aliadas de la selección adversa. 

La eficacia biológica, al contrario, es una fuerza que posee cada individuo de modo innato, gracias a su genotipo, que le lleva a superar los efectos perniciosos de la selección natural. Gracias a ella, le será posible reproducirse mejor en comparación con otros individuos, que en diversos aspectos son diferentes aunque de su misma población. Si esa mejor tasa reproductiva es debida a genes, éstos pasarán en mayor frecuencia a la generación siguiente.

También, hay que decirlo, hay caracteres sobre los que parece que la selección no actúa. Decimos de ellos que son caracteres neutros, (indiferentes a la selección). Pero el resto de caracteres poseen su valor selectivo, que es el valor con el que medimos la actuación de la selección sobre ellos. En plan teórico se puede calcular, si bien partiendo de supuestos pactados. En principio, en un ambiente concreto, los fenotipos salvajes, o silvestres, son los mejor adaptados a él. Por ejemplo, hablando de fenotipos, no podemos decir que el color blanco en un animal, sea bueno o malo para su portador, pues éste podrá nacer en un ambiente nevado, que lo mantendrá disimulado, o en un bosque de otoño que hará que sea claramente manifiesto y pronto sucumba como presa de un predador. Por eso, no podemos hablar en términos absolutos de fenotipos buenos o malos, siendo mejor y más adecuado, referirlos a ambientes concretos.

Pero, ¿de qué modo podemos medir el valor selectivo de un fenotipo? Podemos hacerlo, medirlo, de modo general o bien descomponiendo el fenotipo en varios de sus componentes. 

Por ejemplo, vamos a calcular el valor selectivo de una coloración concreta  en una especie animal, que es debida a un carácter hereditario. Calculamos, para que sea el valor de referencia, el número medio de descendientes que alcanzan el estado reproductor a partir de un buen número de parejas de fenotipo salvaje. A ese tamaño le asignamos el valor 1. Repetimos el cálculo en las mismas condiciones que las utilizadas antes. La única variación que existirá entre una y otra prueba será la presencia o ausencia del carácter hereditario que estudiamos en los individuos. Las diferencias que encontremos, podremos atribuirlas a la única variación que existe entre un grupo y otro. Si relacionamos ambos valores, el obtenido a partir de las parejas salvajes y de las parejas mutantes, tendremos un coeficiente al que llamamos coeficiente de selección, que nos relaciona el valor reproductivo de los portadores de la mutación estudiada. Nos indicará la variación de capacidad reproductora debida a portar ese mutante.

El coeficiente de selección es un valor opuesto a la eficacia biológica. En el individuo se desarrollan dos confrontaciones de cuyo resultado el  fenotipo es responsable. Pero recordemos que éste, el fenotipo, no es una respuesta inexorable de su genotipo a un ambiente determinado. Recordemos la norma de reacción, de la que he hablado y, además, que no todo el genotipo llega a expresarse en un individuo. Esto en cuanto a lo que conocemos. De lo desconocido no puedo hablar por eso, por desconocido pero que existe.

Hechas estas salvedades, en un individuo cualquiera se enfrentan dos fuerzas contrapuestas. Por una parte hay una, interna, fomentada por su genotipo con sus potencialidades plasmadas en su eficacia biológica, su posibilidad de tener hijos capaces de reproducirse y, por tanto, dar lugar a la generación siguiente. Este genotipo, a través del fenotipo, ha de superar a la selección, con un determinado valor adverso relativo, que viene a frenar su capacidad reproductora. Quiero recordar que la selección mas intensa que sufre un individuo viene de parte de sus mismos compañeros de población, los individuos de su misma especie. Una de ellas por ejemplo, la lucha por los recursos, incluido el territorio. Es la selección intraespecífica. 

Por otra parte, contra ese mismo individuo teóricamente supuesto, actúa una fuerza, externa, la selección, que le impide su total realización como individuo y posible productor de hijos reproductores. Dos fuerzas contrapuestas. Si los genes son los responsables de las diferentes respuestas individuales, decimos que actúa la selección natural. 

En un caso teórico, si la eficacia biológica de un fenotipo concreto es máxima, decimos que su valor es 1. En este caso, suponemos que no ha actuado la selección. Todos los nacidos alcanzan la edad reproductora y dan lugar a hijos fértiles. Por tanto, la selección es nula, y representamos su valor como 0. Si, por el contrario, todos los individuos han muerto en fase juvenil debido a poseer ese carácter, y ninguno de ellos alcanzó la edad reproductora, la eficacia biológica ha sido 0 y la selección ha sido total, es decir, 1.

Pero puede ser que la selección actúe sobre variaciones normales de los fenotipos, que los genotipos no se vean afectados por estos efectos y no haya modificación genética ninguna. Porque  puede ser que la selección actúe contra formas extremas de una determinada norma de reacción.






lunes, 2 de enero de 2017

El olivo, regalo celestial.

Me gustan los mitos. Para mí, son el ejemplo de un intento sagaz de encontrar explicación a todo, a partir de los pocos conocimientos de los que se disponía en la época. Se echó manos de dioses, seres superiores con un poder también superior, para explicar todo cuanto requiriese de explicación. Porqué llueve, porqué hace viento, porqué los ciclos de estaciones y así hasta responder a la mayoría de dudas que se podía plantear la mente humana. Que eran las mismas de hoy, aunque ahora disponemos de mayor cantidad de recursos para responderlas.
Muchos de los mitos nos relatan actuaciones más o menos acertadas por parte de sus protagonistas, y servían a los niños de entonces como pautas educativas. Lo que se posía hacer y lo que no. En otros casos se nos presenta a los dioses con los mismos defectos que los humanos, pero con actuaciones que repercuten en la vida cotidiana. Hubo dioses envidiosos, perezosos, lascivos, etc. Pero el comportamiento de estos dioses tenía trascendencia en la vida cotidiana de los humanos.


ATENEA

Hoy, todas las localidades, sea cual sea su tamaño de población, poseen en el cielo a alguien que vela por el buen vivir de quienes lo habitan. Son los patronos y esto no es de ahora, ya en la Grecia clásica, y antes, existían valedores celestiales de las poblaciones. Eso ocurrió con quienes habitaban un lugar sin nombre, que querían tener patrono e hicieron algo así como un concuerdo celestial.


EL PARTENÓN, TEMPLO EN HONOR A ATENEA

Se presentaron dos candidatos, Un dios, Poseidón, y una diosa, Atenea. Poseidón era un dios extraño, nunca lo he llegado a comprender. Con frecuencia las cosas le salían mal, en otras ocasiones era falso, mentiroso. Ya digo, nunca lo he comprendido por su falta de coherencia. Al menos, si medimos su conducta conforme a nuestras reglas.
Atenea era diferente. Diosa de la sabiduría, era poseedora de las cualidades que le faltaban a Poseidón.


EL REGALO DE ATENEA

Para decidir sobre su patronazgo, los ciudadanos decidieron realizar un concurso entre los dos aspirantes. Para empezar les pidieron un regalo para la ciudad. Poseidón, como sabía de las carencias de agua que sufrían los ciudadanos, clavó su tridente en las rocas y de allí nació una fuente. Hasta ahí, todo bien, pero resultó que manaba agua salada, lo cual no requiere comentario alguno. Los atenienses protestaron, pues dijeron que el agua aquella estropearía sus cosechas, rechazaron el regalo y pidieron a Atenea algo que les resultase de mayor provecho. La diosa les regaló un olivo. En cuanto lo vieron, los ciudadanos comprendieron la grandeza del regalo, la aclamaron como diosa protectora, y pusieron su nombre a la ciudad, que todavía hoy se llama Atenas.


FRUTO DEL OLIVO

Con el tiempo, se erigió un templo en su honor, que sigue siendo el paradigma de la armonía arquitectónica: el Partenón.


UNO DE LOS BENEFICIOS DEL ACEITE


A través del aceite producido por su fruto, el olivo trajo a los atenienses, y a los humanos todos, varios beneficios, plenamente vigentes en la actualidad, como son:

- Es útil en la cocina, en la elaboración de alimentos, tanto crudos como cocidos.

- En beneficioso en medicina, sirviendo en tratamientos externos para aplicar sobre heridas de piel (quemaduras, roces, llagas y similares), así como para ingerir en purgas.
- Es el conservante natural de alimentos.
- Con su fuego se puede iluminar en la noche.
- También es un componente importante en la elaboración de jabones y otros productos higiénicos.
Como se le suponía portador de las virtudes de Atenea, y por extensión de los dioses, también el aceite de oliva fue símbolo , hasta época muy reciente, material del favor divino. De este modo, se utilizó en ceremonias de consagración de personas (reyes o dignidades) o cosas. También en este aspecto, es utilizado para ungir a los enfermos en el sacramento correspondiente. Es estos casos recibe el nombre de Santos Óleos, que son bendecidos en los oficios del Sábado Santo.















martes, 2 de septiembre de 2014

SOBRE BIOLOGIA: SELECCIÓN, ESTRUCTURAS y REFLEXIONES

Entre los seres vivos, una adaptación es cualquier tipo de estructura hereditaria que hace que sus poseedores, en comparación con los que carecen de ella, tengan más hijos fértiles.

Cuando hablo de estructura, no sólo me refiero a morfologías especiales, también a cadenas bioquímicas de síntesis o de degradación. Tras una coloración, que suele ser adaptativa, siempre hay una reacción bioquímica.
LA PILOSIDAD DISUADE A LOS HERVÍBOROS
La necesidad de ser hereditaria está muy relacionada con el concepto de adaptación que vengo comentando en estos últimos artículos. Existen genes responsables del carácter y, al conferir mayor éxito biológico a sus poseedores, pasarán a la generación siguiente con mayor frecuencia que los genes responsables de su ausencia. En este sentido, éxito biológico se entiende como capacidad (comparativa) de tener mayor número de hijos o, dicho de otro modo, capacidad de dejar más copias de los propios genes en la generación siguiente.
ESTA RAYA DE PROTEGE CON SU COLOR,
SIMILAR AL DE SU SOPORTE
Si hablamos, por ejemplo, de una población limitada por sus recursos a 1000 individuos, este tamaño fluctuará poco a lo largo de las generaciones. Si en la generación siguiente hay algunos más, será debido a que unos progenitores tuvieron más hijos y, por tanto, dejaron más copias de sus genes que los individuos que tuvieron menos hijos. Puede ocurrir que en la generación siguiente haya menos de mil, será porque algunos se han reproducido menos, pero ¿qué ha ocurrido ahora con aquellos que antes lo habían hecho con mayor éxito? Tal vez siga ocurriendo de ese modo en términos de descendencias individuales. Ese mayor número de hijos puede ser debido a algo, que además es hereditario. En caso de ser así, los genes responsables de la estructura que contribuye al incremento de hijos irán aumentando de frecuencia en la población a lo largo de las generaciones. Esas estructuras, tal como lo estoy comentando, están favorecidas por la selección natural y, por tanto de acuerdo con Darwin, son adaptaciones.
¿Podemos reconocerlas? Algunas sí, pues es sencillo deducir su contribución al
EN AVES, CADA TIPO DE PICO
REFLEJA UN MODO DE ALIMENTACIÓN
éxito reproductivo de sus portadores. Por ejemplo, las que incrementan su viabilidad, sus mecanismos de defensa en fases juveniles, las que los defienden mediante diversas estructuras y mecanismos. Y un sinfín más de ellas. En otros casos no es tan sencillo reconocerlas y, en la mayoría de las veces, nos resultan completamente desconocidas.
¿Qué “ve” la Selección Natural? Es decir, ¿cuál es la unidad sobre la que actúa? Parece no haber duda de que es el individuo, aunque hay veces en que tal vez sea la población la seleccionada, pero mediante una actuación sobre los individuos que forman parte de ella. Hay casos en que está claro que la Selección Natural actúa sobre genes concretos (En casos de letalidad, el individuo muere debido a la sola presencia de un alelo concreto).
EL INSECTO ESTÁ MUY PROTEGIDO
GRACIAS A SU MORFOLOGÍA
En cada generación, la Selección Natural actúa favoreciendo a los reproductores que darán lugar a la generación siguiente, no tiene visión ni tendencia a largo plazo. No obstante, podemos ver tendencias evolutivas en el registro fósil. ¿Es esto un contrasentido? Para nada. Los ambientes cambian muy lentamente. En estos casos, la selección puede ir favoreciendo los mismos rasgos en cada generación, de modo que el carácter seleccionado podrá irse acentuando. Puede parecer que existió una tendencia evolutiva cuando, en realidad, lo que hubo fue una constante acción selectiva ciega en una misma dirección a lo largo del tiempo.


martes, 31 de mayo de 2016

La adaptación como estructura

Entre los seres vivos, una adaptación es cualquier tipo de estructura hereditaria que hace que sus poseedores, en comparación con los que carecen de ella, tengan más hijos. Cuando hablo de estructura, no sólo me refiero a morfologías especiales, también a cadenas bioquímicas de síntesis o de degradación. Tras una coloración, que suele ser adaptativa, hay una reacción bioquímica.



PICOS ADECUADOS PERMITEN
COMER DETERMINADAS PRESAS

La condición de ser hereditaria está muy relacionado con el concepto de adaptación que vengo comentando en estos últimos artículos. Existen genes responsables de ella y, al conferir mayor éxito biológico a sus poseedores, esos genes pasarán a la generación siguiente con mayor frecuencia que los responsables de la ausencia del carácter. En este sentido, éxito biológico se entiende como capacidad (comparativa) de tener mayor número de hijos fértiles o, dicho de otro modo, capacidad de dejar más copias de los propios genes en las generaciones siguientes.

lAS PLANTAS CON ESPINAS SE DEFIENDEN
DE PREDADORES

Si hablamos de una población limitada por sus recursos a 1000 individuos, este tamaño fluctuará poco a lo largo de las generaciones. Si en la generación siguiente hay algunos más, será debido a que unos progenitores tuvieron más hijos y, por tanto, dejaron más copias de sus genes que los individuos que tuvieron menos hijos. Puede ocurrir que en la generación siguiente haya menos de mil, será porque algunos se han reproducido menos, pero ¿qué ha ocurrido ahora con aquellos que antes lo habían hecho con mayor éxito? Tal vez siga ocurriendo de ese modo en términos de descendencias individuales. Ese mayor número de hijos puede ser debido a algo, que además es hereditario. En caso de ser así, los genes responsables de la estructura que contribuye al incremento de hijos irán aumentando de frecuencia en la población. Esas estructuras, tal como lo estoy comentando, están favorecidas por la selección natural y por tanto, y de acuerdo con Darwin, son adaptaciones.

¿Podemos conocerlas? Algunas sí, pues es sencillo deducir su contribución al éxito reproductivo de sus portadores. Por ejemplo, las que incrementan su viabilidad, sus mecanismos de defensa en fases juveniles, las que los defienden mediante diversas estructuras y mecanismos. Y un sinfín más de ellas. En otros casos no es tan sencillo reconocerlas y, en la mayoría de los casos, nos resultan completamente desconocidas.

ESTA RAYA QUEDA CAMUFLADA
GRACIAS A SU COLORACIÓN

¿Qué “ve” la Selección Natural cuando actúa?? Es decir, ¿cuál es la unidad sobre la que actúa? Parece no haber duda de que es el individuo, aunque hay veces en que parece que sea la población la seleccionada, pero en este caso, mediante una actuación sobre los individuos que forman parte de ella. Hay situaciones en las que está claro que la Selección Natural actúa sobre genes concretos (En casos de letalidad, el individuo muere debido a la presencia de un solo gen).

En cada generación, la Selección Natural actúa favoreciendo a los reproductores que darán lugar a la generación siguiente, no tiene visión ni tendencia a largo plazo. No obstante, podemos ver tendencias evolutivas en el registro fósil. ¿Es esto un contrasentido? Para nada. Los ambientes cambian muy lentamente. En estos casos, la selección puede ir favoreciendo los mismos rasgos en cada generación, de modo que el carácter seleccionado podrá irse acentuando. Puede parecer que existió una tendencia evolutiva cuando, en realidad, lo que hubo fue una constante acción selectiva ciega en una misma dirección a lo largo del tiempo.

Resumiento, consideramos adaptaciones a aquellos caracteres hereditarios que confieren a sus poseedores la capacidad de tener más hijos fértiles en relación con los que tienen los individuos carentes de tales caracteres. En este sentido, la adaptación se define como un concepto comparativo y estadístico.