sábado, 30 de enero de 2016

Con un cariño especial

Pienso que si me preguntasen que a qué monumento lucense le tengo más cariño, qué reliquia del pasado es capaz de evocar en mí mayores ensoñaciones o ante qué exponentes de una historia peculiar siento especial agrado, sé que no diría la muralla (que los ostentosos de hoy llaman “las murallas”), no, ni tampoco mencionaría las termas romanas, ni el mitreo, a pesar de que me asombra tanto como la primera vez que lo vi. No hablaría del techo (¿los techos?) del ábside de la catedral. No mencionaría ninguna de esas joyas, que como tal las considero.


                                               

TORRE DE SAN PEDRO.
PIZARRA Y GRANITO

Sin dudarlo mencionaría la torre de la iglesia de San Pedro, antiguo convento de S. Francisco, de los Padres Franciscanos. Tan rural y tan barroca es esa torre, tan hermosamente conjuntada, que por todo eso me llama la atención. Está arrinconada, olvidada, como sin hacerse valer, siendo preciso más bien que la vayamos descubriendo poco a poco, apreciando sus detalles en sus diferentes dimensiones para, entonces, darnos cuenta, como yo me percaté hace tiempo, de que estamos ante algo singular. Pero no es más que una sencilla torre parroquial. A las personas valiosas también hay que descubrirlas, no están en escaparates.

De planta cuadrada, sobrepasa ligeramente la altura de la fachada de la iglesia, en la que está como incrustada por una arista, pero formando parte de obra diferente. Su forma es prismática coronada por un campanario con balcones y rematada por un pináculo, o un tejado a cuatro aguas, como se prefiera decir. A media altura , la torre presenta unas rozas inclinadas que inducen a pensar que hubo algún pórtico con su tejadillo apoyado en la torre. No lo sé ni lo he preguntado.

DETALLE DEL MONASTERIO DE SAMOS
MUROS DE PIZARRA. ARISTAS Y MARCOS DE GRANITO

Las paredes de la torre son de pizarra con sillares de granito en sus aristas, así como en los marcos de las ventanucas que asoman al exterior. Siempre me ha gustado esta estructura, propia del rural lucense, hoy algo perdida por ideas que intentaron modernizar, y ocultar, las raíces de las formas. No obstante, nuestro monumento más rural y grandioso, el Monasterio de Samos, muestra este mismo tipo de construcción: pizarra y granito en aristas y marcos.

Me dicen, siempre hay quien dice, que las construcciones del Lugo de entonces, siglo XIV, se realizaron en pizarra aprovechando los desechos de la muralla. Es posible. Fueron muchas las torres de defensa que se derribaron, mucha la piedra sobrante que presentaba fácil disponibilidad de uso para quien se quisiese aprovechar. Buenos eran los frailes para sacar partido de lo que fuese.

LA TORRE DESDE EL CLAUSTRO
La torre luce más cuando se le ve desde el claustro del antiguo convento, hoy perteneciente al Museo Provincial de Lugo. Es posible que su presencia, airosa, resulte tan inesperada, que agrada sobremanera encontrarla en el paseo que se puede hacer recorriendo el claustro. Tal vez sea desde allí desde donde más se fotografía la torre, pues junto con la columnata, confiere un hermoso contraste vertical a la horizontalidad definida en el recinto claustral. Otro claustro, famoso, tiene un ciprés. Aquí, tenemos una torre.

BARANDILLA BARROCA
PINACULO DE REMATE
La parte superior de la torre está rematada por un campanario. Diría que es barroco. Las barandas y los soportes de los balcones me lo permiten decir. Tal vez corresponde a la época en la que se rehizo la parte superior del claustro, también barroca. Pero en el claustro me ocurre una cosa. Si bien me encuentro con el barroco en placas adornando las ventanas, propio del estilo santiagués, echo en falta las guirnaldas de frutas cayendo a lo largo de columnas, tan propio del barroco compostelano. Tal vez estemos ante una obra de transición, en la que las señales de identidad no están muy definidas, o aún no habían llegado al convento de Lugo. El barroco de esta torre aún no sigue las pautas compostelanas, propias de casi todas las torres gallegas, que las hacen terminar en estructuras esféricas. La torre de la iglesia de S. Pedro está rematada por una pirámide de base cuadrada, un tejado a cuatro aguas. Me recuerda los remates de la fachada de la catedral de Astorga, las del monasterio de El Escorial o las de la iglesia abacial del Monasterio de San Estebo de Ribas de Sil. Más cerca, está el campanario del antiguo convento de dominicos, hoy de madres agustinas, también en Lugo y coetáneo del de san Francisco. Los obeliscos que adornan nuestra torre, además de prestarle esbeltez, defienden su cubierta del empuje del viento, como otros hacen en Mondoñedo.

Cuántas cosas me evoca, o es capaz de hacerlo, una torre que pasa desapercibida… Lo mismo que muchas personas de auténtica valía.


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