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viernes, 13 de marzo de 2020

Las cadenas del Mariscal

Paseo por el claustro del Museo Provincial de Lugo. Camino despacio, dejando a mi derecha el centro del patio, con su pozo y su nogal. A mi izquierda, las paredes presentan piezas de la colección. Relato lo que nos contó, en este mismo lugar, un profesor de bachillerato en una visita que hicimos los niños del colegio. 

sábado, 30 de enero de 2016

Con un cariño especial

Pienso que si me preguntasen que a qué monumento lucense le tengo más cariño, qué reliquia del pasado es capaz de evocar en mí mayores ensoñaciones o ante qué exponentes de una historia peculiar siento especial agrado, sé que no diría la muralla (que los ostentosos de hoy llaman “las murallas”), no, ni tampoco mencionaría las termas romanas, ni el mitreo, a pesar de que me asombra tanto como la primera vez que lo vi. No hablaría del techo (¿los techos?) del ábside de la catedral. No mencionaría ninguna de esas joyas, que como tal las considero.


                                               

TORRE DE SAN PEDRO.
PIZARRA Y GRANITO

Sin dudarlo mencionaría la torre de la iglesia de San Pedro, antiguo convento de S. Francisco, de los Padres Franciscanos. Tan rural y tan barroca es esa torre, tan hermosamente conjuntada, que por todo eso me llama la atención. Está arrinconada, olvidada, como sin hacerse valer, siendo preciso más bien que la vayamos descubriendo poco a poco, apreciando sus detalles en sus diferentes dimensiones para, entonces, darnos cuenta, como yo me percaté hace tiempo, de que estamos ante algo singular. Pero no es más que una sencilla torre parroquial. A las personas valiosas también hay que descubrirlas, no están en escaparates.

De planta cuadrada, sobrepasa ligeramente la altura de la fachada de la iglesia, en la que está como incrustada por una arista, pero formando parte de obra diferente. Su forma es prismática coronada por un campanario con balcones y rematada por un pináculo, o un tejado a cuatro aguas, como se prefiera decir. A media altura , la torre presenta unas rozas inclinadas que inducen a pensar que hubo algún pórtico con su tejadillo apoyado en la torre. No lo sé ni lo he preguntado.

DETALLE DEL MONASTERIO DE SAMOS
MUROS DE PIZARRA. ARISTAS Y MARCOS DE GRANITO

Las paredes de la torre son de pizarra con sillares de granito en sus aristas, así como en los marcos de las ventanucas que asoman al exterior. Siempre me ha gustado esta estructura, propia del rural lucense, hoy algo perdida por ideas que intentaron modernizar, y ocultar, las raíces de las formas. No obstante, nuestro monumento más rural y grandioso, el Monasterio de Samos, muestra este mismo tipo de construcción: pizarra y granito en aristas y marcos.

Me dicen, siempre hay quien dice, que las construcciones del Lugo de entonces, siglo XIV, se realizaron en pizarra aprovechando los desechos de la muralla. Es posible. Fueron muchas las torres de defensa que se derribaron, mucha la piedra sobrante que presentaba fácil disponibilidad de uso para quien se quisiese aprovechar. Buenos eran los frailes para sacar partido de lo que fuese.

LA TORRE DESDE EL CLAUSTRO
La torre luce más cuando se le ve desde el claustro del antiguo convento, hoy perteneciente al Museo Provincial de Lugo. Es posible que su presencia, airosa, resulte tan inesperada, que agrada sobremanera encontrarla en el paseo que se puede hacer recorriendo el claustro. Tal vez sea desde allí desde donde más se fotografía la torre, pues junto con la columnata, confiere un hermoso contraste vertical a la horizontalidad definida en el recinto claustral. Otro claustro, famoso, tiene un ciprés. Aquí, tenemos una torre.

BARANDILLA BARROCA
PINACULO DE REMATE
La parte superior de la torre está rematada por un campanario. Diría que es barroco. Las barandas y los soportes de los balcones me lo permiten decir. Tal vez corresponde a la época en la que se rehizo la parte superior del claustro, también barroca. Pero en el claustro me ocurre una cosa. Si bien me encuentro con el barroco en placas adornando las ventanas, propio del estilo santiagués, echo en falta las guirnaldas de frutas cayendo a lo largo de columnas, tan propio del barroco compostelano. Tal vez estemos ante una obra de transición, en la que las señales de identidad no están muy definidas, o aún no habían llegado al convento de Lugo. El barroco de esta torre aún no sigue las pautas compostelanas, propias de casi todas las torres gallegas, que las hacen terminar en estructuras esféricas. La torre de la iglesia de S. Pedro está rematada por una pirámide de base cuadrada, un tejado a cuatro aguas. Me recuerda los remates de la fachada de la catedral de Astorga, las del monasterio de El Escorial o las de la iglesia abacial del Monasterio de San Estebo de Ribas de Sil. Más cerca, está el campanario del antiguo convento de dominicos, hoy de madres agustinas, también en Lugo y coetáneo del de san Francisco. Los obeliscos que adornan nuestra torre, además de prestarle esbeltez, defienden su cubierta del empuje del viento, como otros hacen en Mondoñedo.

Cuántas cosas me evoca, o es capaz de hacerlo, una torre que pasa desapercibida… Lo mismo que muchas personas de auténtica valía.


miércoles, 30 de septiembre de 2015

Un Salvador intrigante

El SALVADOR
A veces, cuando nos encontramos ante una escultura no figurativa, se nos ocurre pensar que qué habrá querido decir su autor con ella. En el Museo Provincial de Lugo, al pie de la escalinata que da acceso al primer piso, hay una obra figurativa que, sin embargo, también me suscita grandes interrogantes y voy a comentarla.

La obra procede de Muxa, una aldea situada en zona periurbana lucense, y fue regalada al Museo Provincial de Lugo por un vecino, que la tenía en un desván de su casa. Su origen es incierto. Se quiso representar un Salvador sentado, en postura previa a juzgar. Pero cuando se esculpe ya no es la época del románico, era finales del Siglo XII. Los tiempos del gótico llegaban, aunque de modo rudimentario y se notan sus aires, toscos también. Tal vez no se disponía de una piedra de mayor tamaño (88cm de altura), y hubo que ceñirse a sus escuetas dimensiones. Pero salió una obra bonita. De todos modos, no sé si la pieza fue esculpida por una sola persona o si intervinieron más en su ejecución. Para mí, es la obra más extraña del Museo.

PLIEGUES DEL MANTO Y
LATERAL DEL TRONO
Parece que el Cristo está a punto de juzgar, pues lo vemos representado como juez. Sentado, esgrime en su mano izquierda un libro con sellos para ir abriendo según lo pautado en el Apocalipsis. Pero a diferencia del Pantocrátor del Pórtico Norte de la catedral lucense, cuyo libro presenta los siete sellos apocalípticos, éste, el de Muxa, sólo tiene uno. Tal vez nadie dijo al escultor que debían ser siete y, cuando alguien se dio cuenta de lo hecho, ya no tenía arreglo. Eso lo digo yo ahora, también puede ser que nadie reparara en el detalle.

Por otra parte, el Salvador es completamente asimétrico en las dimensiones de sus brazos. El izquierdo, el que sostiene el libro, es un brazo corto. Aunque el derecho está roto, pues le falta una mano con la que posiblemente esbozase el gesto de bendecir, debió ser un brazo muy largo. Curioso esto de que ambos brazos sean diferentes en su longitud.

Quien esculpió la figura no tuvo mucha suerte al repartir y asignar proporciones y volúmenes. O tal vez sí. Si miramos al Salvador con los criterios de la época en que fue esculpido, siglo, XII, la verdad es que se quedó muy desproporcionado. Los brazos asimétricos, los muslos grandes, las piernas casi esbozadas, todo parece un contrasentido si se  tiene en cuenta que se quiso representar una figura sagrada.

Sin embargo, si lo miramos con criterios del siglo XXI, pero con ojos de gente nacida en el XX, el siglo de Picasso, Miró, Chillida, y nuestros Díaz-Pardo o Paco Pestana, esta figura no nos desconcierta en absoluto. Al menos, a mi me gusta mucho y no hay nada en ella que repugne a mi gusto estético.

Podría interpretar estos desajustes de tamaños de dos modos, y los dos me gustan. Por una parte, la falta de proporciones anatómicas en el cuerpo del Salvador, tal vez sean debidas a que el escultor realizó una obra que estaría colocada sobre algo alto y, por tanto, se contemplaría desde un plano inferior. Las irregularidades en las proporciones podrían estar causadas a que quiso corregir los desajustes de perspectiva en la visión de los devotos, como siglos más tarde haría Mantegna con su Cristo muerto, o como procedió nuestro marmolista D.Severo Lois, con las esculturas funerarias que esculpió para el cementerio de S.Froilán, de Lugo. Esta explicación, posible, sólo me resulta extraña porque habría que admitir un escultor adelantado en el tiempo y en los modos de creación, y esta manera de actuar se contradice con la rusticidad de su obra.

COLUMNAS DEL RESPALDO
Pero también podemos recordar a los primeros impresionistas franceses. Aquí traigo mi segunda interpretación de los fallos en las proporciones. Pienso que es posible que el escultor representase al Salvador como él lo quería ver. O como él quisiese que fuera. Una mano, la de juzgar, corta, la que tiene el libro que servirá de guía en el juicio. Otra mano, la benevolente, la que bendice y perdona, larga. Aquella que por su longitud se ha roto y no ha llegado a nosotros.

El Salvador, sea asimétrico por los motivos que sean, está sentado sobre una pequeña silla con bonitos laterales y un respaldo que, otra vez, resulta extraño. Tiene como dos torres, una de las cuales podría representar un obelisco con ventanas o perforaciones y la otra recuerda las columnas salomónicas. Las dos están rotas no pudiendo, por tanto, deducir su altura.

Ante toda esta intriga escultórica, el maestro esculpió un rostro hermoso, sereno, que recuerda otros de la misma época. Concretamente, el del Pantocrátor del Pórtico Norte de la catedral de Lugo podría haber salido de las mismas manos. Peinado con raya al medio, tiene un rostro muy expresivo con grandes ojos almendrados y una barba recortada, aspecto de limpia, como algo más tarde tendrán las figuras del Pórtico de la Gloria y muchas más figuras masculinas en el arte, hasta llegar a nuestras calles de hoy. Si reparamos en la tosquedad de la mano izquierda y la finura de este rostro, podríamos pensar que fueron dos escultores los que dieron forma a esta pieza. Quién sabe. 

Por otra parte, debo admitir que el escultor se recreó en su trabajo, como nos lo muestran las hojas esculpidas en los bordes del código. No me encaja todo esto, por eso digo que me resulta una figura extraña. Un 
ROSTRO DEL SALVADOR
Cristo hermoso en una figura de difícil interpretación. Sobre todas esas desproporciones, destacaría en su obra el rostro, atractivo, sereno, acogedor. Esta obra, como la dama de Elche en otro Museo, es capaz de sembrar enigmas en mi ánimo, formularme preguntas que yo mismo me debo responder y, en general, hace que me desasosiegue al contemplarla.

Por eso recomiendo verla, contemplarla, recrearse ante ella, como hago yo siempre que visito el Museo Provincial de Lugo.

Las fotos utilizadas en esta entrada proceden del fondo fotográfico del Museo Provincial de Lugo.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Escultura popular en el Museo

LAS TRES IMÁGENES QUE COMENTO
En el Museo Provincial de Lugo, quiero decir y supongo que como tal se entiende el título. En su claustro, hermoso, estilizado, apuntando en él el nacimiento del gótico, encuentro múltiples motivos para echar mi pensamiento a volar, a divagar sobre las mil cosas que son capaces de evocarme todo cuanto hay en él expuesto.


A veces son obras cargadas de historia, de historia nuestra, como las lápidas, aras y estelas funerarias. Otras veces los relojes de sol me hacen pensar en tiempos palaciegos de hidalgos locales. También hay figuras, esculturas, en las que encuentro un entrañable aire popular, ese adjetivo tan vidrioso cuando se aplica a este tipo de obras.

¿Qué qué entiendo yo por arte popular? A diferencia de un arte que pudiéramos llamar ·académico”, al arte popular lo podríamos considerar como el hecho para el pueblo o por el pueblo. En ambos casos, pensamos en gente de gustos más sencillos, puede que con criterios menos especializados ni impregnados de esas consideraciones que se suelen tener en cuenta en el momento de enjuiciar una obra.

Tal vez, lejos de parámetros clásicos, el arte popular busque simplemente transmitir una idea, una emoción, un sentimiento. En este plan, se busca, pienso yo, un recuerdo o una evocación sin mayor pretensión. Solo se quiere eso, inspirar, recordar.

ANGUSTIA
El artista popular, cuando hablamos de arte realizado para o por el pueblo, tiene claro lo que debe representar. Creo que sabe captar los rasgos esenciales de esos hechos. Una vez captados, los plasma con pocos trazos, pero con tal fidelidad que todos sabemos interpretar lo que se ha querido representar. Normalmente se trata de figuras simples, en actitudes concretas y fácilmente reconocibles por esas mismas actitudes. El estilo, ya no sé qué decir de su estilo. Algún historiar ilustre dijo que en Galicia vivimos un románico permanente y no voy a ser yo quien le contradiga. Eso en cuanto al estilo en general, si bien hay detalles impregnados del sentir gótico y del barroco.

Voy a imaginar un taller con un maestro afamado en el trabajo clásico y con honorarios también clásicos. Es posible que, sin tanto presupuesto, hubiese quienes querrían una talla de la virgen o de un santo. Puestos a buscar quién se la pudiese esculpir, pensaron en un muchacho joven, del taller del maestro, afamado por sus buenas maneras pero con mucho por madurar, y le encargaran la obra a realizar en sus ratos libres. Que ¿por qué imagino esto? Porque muchas veces los autores de piezas populares nos muestran, casi sin pretenderlo, estar cerca de fuentes clásicas de inspiración. Por eso. Porque a veces se me hace difícil imaginar cómo pudieron llegar detalles concretos de corte académico a los autores populares. Esta puede ser una explicación. También se puede tratar del artesano que formó parte de un taller, pero que tuvo que regresar a su lugar de origen, donde se estableció sin mayores pretensiones. Incluso ese aire de la inspiración, que sopla donde quiere, pudo posarse sobre alguien a quien ahora calificamos de autodidacta. Y mil posibilidades alternativas.

ROSTRO DE LA ANGUSTIA
Con estas reflexiones, estoy en el claustro de Museo, frente a tres imágenes de la Virgen con su niño. O con su hijo adulto, pues una de ellas representa una Angustia, en granito policromado. Realizada en el siglo XIX por canteiros de Román,(Vilalba), representa a una mujer con manto y zapatos de color negro, que tiene en sus rodillas a su hijo muerto, con melena y barba también negras. Es una figura esbelta, tal vez hecha para estar situada en el reverso de un cruceiro. Su aspecto es triste, tal vez porque así es la cara de la Virgen. Pero nadie dice que tenga que ser alegre la imagen de una madre con su hijo muerto en su regazo. Ayudándose con la policromía, el escultor nos ha dejado una imagen desgarradora de la Virgen.

Otro aspecto, también porque es otro momento de la vida en este caso alegre, es el de una Virxe do Leite. Vamos, una Virgen dando el pecho a su hijo. Esta imagen es una preciosidad. La madre, modosa, tiene la cabeza inclinada porque el escultor intuía que tal gesto representa humildad. Gruesa, con amplias caderas, como cualquier madre que amamanta a su hijo, está apoyada en un


VIRXE DO LEITE
asiento bajo. Desde sus rodillas vemos que caen varias prendas del vestuario femenino, que a ras de suelo, se alzan algo para dejar que asomen los pies. Nada de primores palaciegos ni de representar a la madre como a una princesa en la que todo fuese lujo y glamur. Con manto y joya al cuello, modosa, da el pecho a su hijo. Efectivamente, tenemos una bonita representación del gesto maternal de una mujer con su hijo al que, a decir verdad, tiene muy desabrigado en aquella Galicia fría, como debió de ser cuando se esculpió la imagen. Tal vez esa desnudez no sea más que una concesión a la libertad del artista, no obligado a una estricta representación. Imagino a la modelo. ¿Cuál sería su nombre? Tal vez Lola, Manola o Pepita. Vaya uno a saber cómo se llamaría esta moza campesina que sirvió de modelo al escultor. Allí sigue en el claustro, dando de mamar a su hijo. Una preciosidad de figura. Y alegre, como cualquier madre que alimenta a su hijo.

Hay otra Virgen, que parece sentada, pues así se explica la postura del niño. Encuentro rasgos góticos en la composición y me explico. En la época del gótico, las Vírgenes se representan manteniendo relaciones maternales con sus hijos. Para quien contemple la
VIRGEN CON NIÑO
escultura queda claro que se trata de una maternidad. En este caso, el niño, vestido con túnica de manga corta, mantiene cerrado el manto de su madre. Una relación que también encontramos en la Virgen del Pilar. Me gusta esta imagen del Museo Provincial de Lugo. Una Virgen majestuosa, serena, con la mirada al frente y con un hijo al que sostiene de modo teatral (en la realidad, ese niño se caería al suelo). Mantos con pliegues bien dibujados. Y un detalle, para mí entrañable: el escultor dejó entrever los pies del niño, descalzos. Y mas que los pies, lo que nos deja ver son diez deditos muy juntos, en fila, de la misma longitud, que parecen las púas de un único peine.

Pero estamos ante esculturas populares, conviene que no lo olvidemos. Y los escultores tienen su ética y su estética. ¿Qué es más importante para aplicarla a una obra? ¿La ética? ¿La estética? Vaya uno a saber.

 
LOS PIES DEL NIÑO

jueves, 27 de agosto de 2015

Y fuego en el corazón

ESCUDO DEL OBISPO ARMAÑÁ
Paseando por el claustro del Museo Provincial de Lugo, me encuentro con el escudo del obispo Armañá, un gran constructor lucense de la segunda mitad del siglo XVIII. Reparo en un detalle que hasta hoy me había pasado desapercibido, y es que en su parte superior presenta un corazón, lo cual debe ser exponente heráldico del amor episcopal.

Esto de relacionar al corazón con el amor viene de lejos en nuestra cultura, y aún está muy presente en comentarios cotidianos. Queremos de todo corazón, se nos parte el corazón de dolor, los buenos lo son por tener buen corazón y los malos no lo tienen. Sin discusión, el corazón es el símbolo del amor y como tal es promocionado en múltiples reclamos de la sociedad de consumo, con prensa específica incluida y programas de tv. 

El corazón ha estado presente en nuestros cuentos de infancia, y cuando el soldado tiene que matar a Blancanieves, ha de llevar el corazón de la niña a la madrastra como prueba de su muerte. El soldado, que algo sabe de anatomía comparada, lo substituye por uno de ciervo, esperando que la madrastra no lo note. Y acierta, pues además de mala, la bruja es ignorante, o por eso. En tiempos más recientes, y con hechos no legendarios, ocurrió a mediados de la década de 1950 que un obispo pasionista anduvo por España llevando el corazón de santa Gema Galgani, para que se venerase por los fieles, quienes podrían aprovechar la ocasión para comprar reliquias de la santa. En Lugo estuvo en la Catedral.
I LOVE (YO AMO)

El corazón, el corazón, como órgano fundamental nuestro, tanto en la fantasía como en la realidad. Pero esto no es de ahora, aunque sí su mercadeo. Voy a intentar resumir lo que yo sé acerca del tema.

En la Edad Media se consideraba que los seres vivos estábamos formados por proporciones determinadas de los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego. Si nosotros éramos capaces de nadar, era gracias al agua que nos formaba, lo mismo que los felinos debían al aire que los componía la elegancia de sus saltos. Cada grupo de seres estaban compuestos por proporciones concretas de cada uno de los elementos. Y los estudiosos notaban su presencia por datos, digamos, indirectos.

Al morir, y más concretamente, en la posterior descomposición de los cuerpos, esos componentes se iban separando con cierto orden. En nosotros, los humanos, lo primero que desaparecía era el aire al exhalar el último suspiro. Luego desaparecía el fuego, y los cuerpos se enfriaban. El agua se iba separando poco a poco y, al final, solamente quedaba
AMO NUEVA YORK
tierra donde antes había habido un cuerpo.

Esta era una explicación de la Ciencia de entonces, que debemos de mirar con mucho respeto. He dicho aquí en diversas ocasiones que entendemos por Ciencia el intento de explicar los fenómenos del entorno teniendo en cuenta los conocimientos de los que se dispone en cada momento. Cuando los conocimientos de incrementan, las explicaciones se perfeccionan y la Ciencia avanza.

En todo cuanto he dicho había coherencia. Pero también había una pregunta para la que no se tenía respuesta. El calor interior presente en aves y mamíferos, ¿de dónde procedía?

El calor es característica de estos dos grupos taxonómicos, y hoy sabemos que es consecuencia de complejas y múltiples reacciones bioquímicas, sin embargo entonces no se conocían esos procesos ni mucho menos sus consecuencias. Pero algo tenían claro los de entonces: la sangre derramada de un ser vivo echaba humo, estaba caliente. Cundo se descubrió la circulación sanguínea, se pensó que mediante ella, la sangre llevaba calor a todo el cuerpo. 

SAGRADO CORAZÓN
DE MARIA
Claro que no se sabía nada del origen de tal fuego. Uniendo causas y consecuencias, se comprobó que todas las actividades que requerían aporte de calor, el amor incluido, llevaban consigo una aceleración del ritmo cardíaco. De ahí se llegó a postular que debería ser el corazón el órgano responsable del amor. (Una vez oí decir que en algunos países del este asiático se quiere con todo el hígado, pero nunca he podido constatar tal atribución).

La idea de querer con el corazón, ya vemos, viene de lejos y a nadie importa que sea errónea. Nadie quiere saber que más bien se trata de un impulso psicológico, pues en el sentir cotidiano, queda más bonito querer con el corazón que con las neuronas. Lo del cerebro tiene un tinte calculado y calificamos como “cerebral” a algo premeditado con sus resabios de frialdad no carente de crueldad. Por la contra, el corazón actúa por impulsos no calculados. Es impetuoso e, incluso, esos impulsos, que llamamos corazonadas, nos resultan simpáticos y suelen generar nuestra comprensión hacia quienes se mueven por corazonadas, a veces compañeras de buenos augurios.

Cómo nos gustan esas falsas, y poéticas, explicaciones frente a las frías y asépticas que nos ofrece la Ciencia. Tambiénhe dicho aquí que la Cienciano pretende ni distraernos ni tranquilizarnos. Simplemente pretende decirnos las cosas tal como son o como se cree que son en cada momento.
SAGRADO CORAZÓN
DE JESÚS

En la Religión Católica hay dos advocaciones que se refieren al tremendo cariño de Jesús y de María hacia los mortales. Basándose en esta idea que acabo de exponer, tales advocaciones reciben el nombre de Sagrados Corazones. El de Jesús está rodeado por una corona de espinas a la altura de sus ventrículos, y el de María por una de rosas, pero ambos, a la altura de la salida de las arterias tienen una fuente de fuego, como muestra de su amor.

En la segunda mitad del siglo XVIII, el obispo Armañá debió de sentir su corazón inundado de cariño, por eso lo puso en la parte superior de su escudo. A principio del siglo XXI, comprobamos de qué modo quiso hacer público su afán.



jueves, 20 de agosto de 2015

Paseando por el Museo

Me gusta, no puedo ni quiero negarlo, visitar el Museo Provincial de Lugo. Mis primeras visitas ocurrieron a final de la década de
PUERTA DEL S.XVIII
GRANITO POLICROMADO
1950. Iba los jueves, pues en aquel tiempo, en esos días la visita era gratuita. Recuerdo la antigua disposición de muchos de los objetos entonces expuestos, como el mosaico de Batitales, las planchas de los aguafuertes de Castro Gil o las maquetas de barcos. Éstas, las maquetas de barcos, llamaban mucho la atención del niño que yo era entonces, pero también había muchos otras cosas que eran capaces de llamármela.


El tiempo fue pasando y el Museo ganó en espacio que al poco se fue llenando. Como todo lo que crece, si crece bien, pronto no cabe en el espacio que se le destina. Siempre sus responsables se quejan de esa carencia, está bien que lo hagan, pero la inversa sería tristísima, que pasasen los años y no necesitasen sitios en los que poner cuanto van acumulando, por no ser nada lo acumulado. Con el tiempo, este Museo ha dado lugar a otros, más especializados, que conforman la actual Rede Museística. Espero que siga este crecimiento en obras depositadas y, por tanto, en espacios en los que presentar las diversas colecciones.

Vaya a donde vaya en el Museo, siempre me encuentro muy a gusto. Miro con atención aquello que veo y dejo que mi imaginación vuele al reclamo de lo que cada objeto me inspira en su momento.

COMPARACIÓN DE LAS PROPORCIONES
CORPORALES DE UN NIÑO Y UN ADULTO
En el claustro, en una de sus paredes hay una hermosa puerta de granito policromado. Realizada en el S. XVIII (1758), tiene en su dintel el escudo del obispo D. Francisco Izquierdo y Tavira y, según indica la información que aparece a su lado, proviene del antiguo convento de dominicas, que estaba en la actual calle de la Reina de Lugo. De aquel convento hoy queda el  edificio de Hacienda, con su claustro barroco. La iglesia conventual es hoy la parroquia conocida como A Nova. Eso explica que en el retablo de esa parroquia haya tantos santos dominicos. Supongo que tras la desamortización no se tocaron para nada, por eso siguen allí. No parecen ser imágenes de valía.

Pero volviendo a la puerta que hay en el claustro del Museo, diré que siempre me ha llamado la atención su pequeñez, sus exiguas dimensiones, en contradicción con el lujo de su ornamentación. Hoy encontramos contraste, pues miramos la puerta con la idea de nuestras dimensiones actuales, pues la verdad es que hemos aumentado, crecido, y lo que entonces era apropiado para el paso cotidiano de personas, hoy resulta escaso. Me lo recuerda el biólogo que soy.

DIFERENTES PROPORCIONES CORPORALES EN
HUMANOS, SEGÚN LA EDAD.
Me gusta ver las Vírgenes con el Niño en brazos. ¿El Niño? Para nada, más bien el hombrecito. Si miramos atentamente lo que tiene la Virgen en su regazo es un hombre chiquito. En la época en que se esculpieron, o se pintaron, esas imágenes, se creía que los niños eran hombres diminutos y que su crecimiento consistía en un aumento armónico en todas sus dimensiones. Más tarde, se descubrió que en nosotros los humanos, el crecimiento es por alometría, un fenómeno que consiste en los cambios de proporción de las partes corporales en relación al tamaño total durante el crecimiento. Por ejemplo, en nosotros, cuando niños, la cabeza representa una cuarta parte de la dimensión total. En adultos, es un noveno. Pero este crecimiento desarmónico, es un decir, tardó en ser descubierto. 

Sigo con el biólogo que soy, o mirando todo con mis ojos de tal. Todo es según el color… el cristal con el que miro todo es color biólogo, si es que existe tal color. Lógico, y me recreo de esta visión mía. La profesión a la que he dedicado mi tiempo, ha marcado mis formas de ver las cosas, de enjuiciarlas.

Paseo por el Museo Provincial de Lugo. Me gusta mucho su claustro, de un gótico temprano y, dicen, el único completo que de esa época se conserva en Galicia. Un claustro amplio que me hace pensar en una comunidad numerosa. La iglesia conventual, hoy parroquia de S. Pedro es grandiosa con detalles que comentaré aquí mismo en otra ocasión. Me siento muy bien en este claustro. Parece mentira estar a pocos metros del exterior con su actividad ciudadana. Aquí, como en todo buen claustro que se precie, se respira bonanza, tranquilidad, esa sensación inefable de estar en otro mundo. En estas galerías, lo de fuera y lo de dentro tiene unas dimensiones diferentes y llega un momento en que no sé cuáles son las reales y cuáles las ficticias. De momento, vamos a seguir mirando y disfrutando.
CLAUSTRO DEL MUSEO PROVINCIAL
DE LUGO- GOTICO TEMPRANO

Muchas veces me he preguntado que qué es lo que encuentro en los museos, a qué voy a ellos. Indudablemente, voy a ver, a conocer las obras de arte guardadas en ellos, pero también voy a soñar a partir de todo cuanto encuentro, pues lo depositado en esos recintos y expuesto a nuestra vista, representa para mi una oportunidad de sacar de mi interior un montón de recuerdos, de vivencias, de cosas sabidas, que afloran como a borbotones en mi mente como al conjuro de tal diversidad de cosas como encuentro. Hoy son unas las que estimulan mi imaginación, mañana serán otras. Siempre habrá algunas.

Como tantas otras veces, en el mismo claustro se me hace tarde y debo marchar dejando sin visitar salas muy apetecibles.

-          Mañana empiezo por ellas, me digo…
-          Para lo mismo responder mañana…



miércoles, 12 de agosto de 2015

Recuerdos en la Cocina del Museo

LAREIRA DEL CONVENTO
Siempre he escuchado el calificativo “desertor del arado” como algo despectivo relativo a alguien que, precedente de antepasados labriegos, reniega de esa procedencia haciendo gala de un supuesto origen urbano. No obstante, esas deserciones del arado se huelen en cuanto los desertores abren la boca para decir dos palabras seguidas.


Pero voy a lo mío. En la antigua cocina del convento que hoy ha dado lugar a la sede del Museo Provincial de Lugo, hay una amplia, bonita e interesante colección de utensilios antiguos de cocina. Bien dispuestos, yo diría que casi con mimo, se han ido situando casi en los lugares en los que, antaño, habrían desempeñado la función para la que estuvieron diseñados.

La lareira, el lugar en que se hacía el fuego, está preparada como para acarrear leña y encenderla ahora mismo. Todas las piezas en sus sitios, parecen esperar una palabra mágica que las despertase de un sueño que viene desde vaya uno a saber cuándo. Jarras de barro colocadas en repisas, parecen hoy formar hermosos bodegones en los que el negro de las piezas de Gundivós juega felizmente con el encalado de las paredes. Lo mismo ocurre con las múltiples sartenes de mango largo, tan largo que permite acercarlas al fuego sin quemarse, que forman elegantes conjuntos en sus repisas y alzaderos.

MOLINO DE CAFÉ, JARROS, CERNIDOR
CESTO DE HUEVOS
Bajo un banco situado al lado del fuego, hay barrotes verticales que configuran una jaula. Sirvió para encerrar en ella gallinas o conejos. Calentitos, pasaron allí sus tiempos de productores domésticos antes de terminar en potes, cazos o sartenes.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en que tras esos barrotes se colocaron gallinas disecadas para dar efecto de realidad, pero el efecto que daban no era el que se pretendía. Entonces, había también dos maniquíes en otro banco, vestidos de viejos (no de ancianos, de viejos). Su efecto no era el costumbrista pretendido y recuerdo más de un grito de sobresalto sorprendido por parte de algún visitante no avisado. Hoy todo aquello se ha retirado y la cocina luce limpia, sin esos pretendidos recuerdos ambientadores.

La visita a la cocina suele gustar mucho. Además, hay paneles que indican los nombres de los diferentes utensilios expuestos. Hay útiles diversos en estantes, repisas, sobre la mesas. Todos con su utilidad específica: transportar agua, hacer manteca, enjuagar platos, hacer filloas (nuestras crepes), hacer “flores”, que eran postres carnavalescos. Incluso hay una especie de jaula colgada de la pared, para tener en ella los quesos y protegerlos de indeseadas visitas de ratones. Hay, también, una jarra de Bonxe para vino, con tres pitorros: dos de broma y uno de verdad, con los que se pretendían ratos de juerga.

A veces, los visitantes llegan a la cocina, ven lo que hay en ella, en
SARTENES, CAZOS PARA PROBAR
GUISOS, APARATOS PARA HACER
FLORES
todo caso fotografían algo que les llama la atención y siguen su visita, parece que indiferente. Pero hace unos días vino alguien singular. Se trataba de una elegante mujer, vestida al modo veraniego, que enseñaba aquello a una pareja amiga. Era la primera visita que hacían al Museo, por tanto, ninguno sabía lo que encontrarían al entrar en la cocina. Desde el mismo umbral, la mujer de la que hablo se emocionó y lo manifestó a sus acompañantes.

Poco a poco reconstruyó para quienes estábamos allí el nombre y la utilidad de cada una de las piezas allí expuestas. No sólo eso, evocó su uso en una casa que fue de sus abuelos y a donde ella fue en más de una ocasión, quedando su memoria vinculada a aquel sitio y a aquel tiempo. Nos contó usos, trucos, mañas, y más detalles de su infancia que estaban despertando al conjuro de la visión de tantas cosas, para ella, hermosas. También, para quienes estábamos en la cocina, todo lo expuesto cobró nuevo significado, más vivo y profundo.

Pienso en esta mujer, elegante ella, que para nada ha renunciado a sus orígenes aldeanos y que es feliz al ver muchos objetos que se los recuerdan, ahora elevados a la dignidad de objetos de museo. Seguro que al verlos revivirá muchas escenas queridas de su infancia y agradecerá que en ese lugar se mantengan, con la dignidad que ella cree que merecen, esos exponentes de un tiempo pasado, superado, querido y, en muchos aspectos, añorado. No se deben, ni pueden, añorar los aspectos negativos de aquel modo de vida, pero sí otros, positivos, que se han ido abandonando con un necio afán de falsa modernidad.

Estaba feliz rememorando todo aquello y transmitiéndonos aquella
COLGADO DEL TECHO, DEFENDÍA
DE LOS ROEDORES
sana felicidad de quien nunca ha renegado de unos orígenes que, vaya uno a saber qué causas, se fueron quedando atrás en su vida, pero que estaban en su memoria como cimiento de su manera de ser, de su vida. Sus acompañantes la escuchaban embelesados ante tanto relato y yo también, pues al poco me sumé a la conversación.


Pienso en muchos desertores del arado que, sin ellos saberlo, nos dan un pésimo espectáculo de su modo de hacer las cosas. Me duele por ellos ese desarraigo cruel de sus esencias familiares y locales. ¿Qué recuerdos de su infancia serán los que evoquen con cariño? Me resulta muy doloroso, incluso por ellos mismos, constatar como esas personas pretenden vivir de espaldas a sus orígenes. Lo considero como una deserción en toda regla. Conocí a un personaje, supuesta y oficialmente culto, cuyos padres eran de una aldea de Ourense y no quería que viniesen a Santiago a visitarle, pues al verlos se comprobaría su origen aldeano.

Creo que esta cocina del Museo Provincial de Lugo, con sus enseres adecuados y sus casi seis siglos de funcionamiento, debería ser considerada como un santuario de las raíces de la gente de aquí, de la nuestra. Hay mucha vida alrededor de esta lareira. En muchas cocinas como ésta se fraguó la mayoría de la actual población de Galicia. En cocinas como ésta se consolidaron muchos noviazgos con sus posteriores casamientos. Aquí se cocinaron muchos platos que hoy seguimos consumiendo; se contaron muchas historias que hoy siguen vivas en nuestra tradición; se vivieron momentos históricos determinados. En esta cocina se cocinaban los alimentos de los frailes de entonces cuando, fuera, se desarrollaba la guerra de los Irmandiños. Seguro que en esta cocina se comentaron las novedades de un mundo nuevo descubierto más allá de Finisterre… por esta cocina pasó la vida en boca de unos frailes jóvenes, ilusionados y ansiosos de hacer y servir bien al mundo. Todo eso hasta que la desamortización de Mendizábal cortó la actividad haciendo que se apagase para siempre el fuego de la lareira.


Es el lugar que más respeto me inspira en el Museo Provincial de Lugo, el que visito con mayor recogimiento y en el que, por lo que cuento aquí, he vivido horas de alegre emoción. Porque sí, también el Museo es un lugar que sirve, que debe servir, para dignificar los recuerdos.

jueves, 6 de agosto de 2015

Sin agua en el Museo

EL POZO DEL CLAUSTRO
Originalmente, el edificio que alberga el Museo Provincial de Lugo fue un convento franciscano. Dicen que lo fundó San Francisco cuando iba de camino a Compostela. Puede ser cierto. El convento debió de tener muchos frailes, lo deduzco a partir de las dimensiones del claustro, pero todo terminó con la desamortización de Mendizábal. La iglesia conventual pasó a ser la actual parroquia de San pedro, y el edificio al principio albergó a militares y hoy es sede del Museo.


Su pasado conventual se puede rastrear en múltiples detalles. El antiguo refectorio hoy es sala de exposiciones itinerantes y salón de actos. El claustro acoge múltiples colecciones valiosas relativas a historia local. Además, está la antigua cocina, donde se expone una amplia colección de utensilios propios de su pasada actividad, pero también encuentro en ella indicios de otro tiempo que, a veces, me ofrece la opción de reflexionar.

EN VASIJAS COMO ESTA, LLAMADA SELLA,
SE TRAIA EL AGUA DESDE EL POZO
Aunque hay fregaderos, vertederos se llaman por aquí, no hay grifos ni tuberías. En un vertedero sí hay uno con su base removida que nos hace pensar en un depósito que, mediante artilugios concretos, descargaría agua. El agua provendría del pozo central del claustro, que se traería hasta aquí en sellas. Un agua utilizada para cocer, beber, lavar y, una ver realizada estas funciones, se echaría a la huerta para regar.

Muchas veces he pensado en ese ciclo del agua del pozo y en su actuación sobre la salud de la gente de aquella época, cuando tener pozo era un bien preciado pues, en caso de carecer de él, era conveniente proveerse del agua o bien en las fuentes públicas, o comprarla a quienes  lo tuviesen.

Me entra cierta tristeza respetuosa viendo esta cocina y pensando en las condiciones sanitarias de entonces. Me duelo que haya quienes nos hagan creer que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, sin tener en cuenta la expectativa de vida de los que vivieron en aquellos tiempos, los que ahora se añoran. Muchos ignoran las causas de muerte de entonces, la mayoría de ellas superadas en la actualidad. No pocas mujeres murieron de infección contraída tras su primer parto.

En las ciudades, el acceso a los bienes sanitarios ha sido rápido. La limpieza se ha
vuelto casi un patrimonio de todos. Recuerdo, cuando yo era niño,
UN FREGADERO
un dicho que tal vez hoy se ha olvidado. “agua corriente, no mata a la gente…” Detrás de esta frase siempre creí ver un deseo de tener salud y disponer de sus medios. Este sueño de limpieza, este afán, nos viene de lejos. La limpieza como un bien a alcanzar, con su contrario como algo a erradicar: “Concebida sin mancha…” “Pobres, pero limpios…” “Limpieza de sangre…” “El honor mancillado…” Frases e ideas presentes en nuestro hablar cotidiano, llenas de sentido.


La limpieza, un bien preciado que se consigue gracias al agua y al jabón y cuya costumbre nos viene de los árabes. Dicen que los españoles somos muy dados a lavarnos, creo que es una herencia de ocho siglos conviviendo con ellos. En este plan, una de las denuncias admitidas por la Inquisición era que alguien “se lavaba mucho”, pues ese afán por el agua podía ser considerado signo de herejía. Los cristianos se lavaban poco, por eso olían mal. Cuando Isabel, reina de Castilla, decide no bañarse hasta estar en Granada, sólo está aplazando su baño inmediato para un mes o dos meses más tarde, que podría ser la frecuencia con que lo hacía.
OTRO FREGADERO

Mucha gente sólo se lavaba antes de ir al médico. Por eso, hacia mediados del siglo pasado, cuando alguien se cambiaba de domicilio y comentaba las excelencias del nuevo, al indicar que tenía baño, bajando la voz, añadía “Dios quiera que no se tenga que usar…”

Todo esto cambió a partir de mediados del siglo XX, que representó una gran revolución en el mundo de la higiene, personal y colectiva. El uso del agua se popularizó y muchos vieron sus propiedades benefactoras.


CON GRIFO RUDIMENTARIO
Recuerdo todo esto en la cocina del Museo Provincial de Lugo. Un exponente de un modo de vida, de cocinar en este caso, que ya es tiempo pasado. Hoy se tienen muy en cuenta las condiciones higiénicas en las que se desarrolla nuestra vida. Incluso hay leyes que lo previenen. Las cosas han mejorado y, la verdad, no todo tiempo pasado fue mejor. 

Por otra parte, sabemos que esa agua corriente, la que no mata a la gente, sigue siendo un bien escaso en muchos países del mundo, y se transige con que se la comercialice con precios abusivos.

jueves, 23 de julio de 2015

Geometría como base

MOSAICO DE BATITALES
MUSEO PROVINCIAL DE LUGO
A lo largo de las generaciones,los humanos hemos recurrido a varios símbolos que nos han servido como pauta de nuestras vidas. Pautas culturales quiero decir. Hace días hablaba del Espinario, pero hay más personajes cuya historia particular nos enseña lo que debemos o no debemos hacer. Por ejemplo, Caperucita sin ir más lejos..

En mi entrada anterior, hablaba de los torques y puse la foto del de Burela. Desde la primera vez que lo vi, y ya hace años de esto, me impresionó el trabajo de orfebrería que presenta su superficie. Una joya, podríamos decir. Sí, no solo por la cantidad de oro que la constituye, que también, pero con más razón por todo cuanto significa y nos dice de una civilización que entonces empezaba y muchas de cuyas características nos han llegado hasta hoy.


PORCION SUPERIOR DEL TORQUES DE BURELA


Los antropólogos culturales nos hablan de las primitivas tribus humanas nómadas, de costumbres ganaderas y con su ganado trashumante. Con la adquisición de modos agrícolas apareció, como consecuencia, la vida sedentaria. Estos ancestros nuestros, castreños, eran agricultores sin abandonar por eso sus modos ganaderos. Todo eso lo podemos ver con la imaginación ante los torques del Museo Provincial de Lugo, que nos hablan de una incipiente civilización asentada aquí, justo donde nosotros seguimos viviendo y casi en los mismos parajes.
DIDEÑOS GEOMÉTRICOS EN EL SUELO
DEL CLAUSTRO

Otra cosa que me sorprende es la ornamentación que posee el torques de Burela. La barra de oro aparece cuidadosamente enrollada en espiral, perece que diseñada al milímetro. Y más asombrosa es, según mi modo de verla, la parte correspondiente a las vértebras de quien lo portase, donde una zona sin espiral se adorna con dibujos formados por una delgada fibra, también de oro, que recorre el tramo y se vuelve formando un bonito dibujo geométrico. Un diseño ornamental muy de hoy. Más bien de entonces, que aún perdura.

Ahí es a donde yo quería llegar. Los dibujos geométricos. Me gustaría leer en algún libro de historia del arte, del dibujo, del diseño o de lo que sea, cómo los dibujos geométricos nos vienen acompañando desde hace milenios.

Podría hablar aquí de dibujos esculpidos en pirámides egipcias, o del ajedrezado en templos románicos, pero no quiero salirme del ámbito del entrañable Museo Provincial de Lugo. También aquí, en el Museo, es posible ver cómo este tipo de dibujo nos acompaña a lo largo del tiempo. A veces en solitario, como es el caso del dibujo plasmado en el torques, otras veces de modo repetitivo, que yo llamaría modular.

Ya en cierto modo es repetitivo, o modular, la repetición de columnas con arcos en el claustro, pero prefiero llamar la atención en su suelo, diseñado en adornos de cuadrados hechos con guijarros, trozos de pizarra y cantos rodados, definiendo múltiples formas geométricas, nunca repetidas, y formando un conjunto de gran serenidad.
CENEFA GEOMÉTRICA EN EL MOSAICO 
DE DEDALO Y PARSIFAE
DE LA CALLE ARMAÑÁ  (MPL)

Antes de estos suelos conventuales, de época medieval, tenemos los mosaicos romanos. En ellos, independiente de la figura central, casi siempre de tema mitológico, hay una gran borde con figuras geométricas de múltiples diseños y colores, pero donde siempre la geometría aporta la base ornamental.

Yo no sé si los dibujos geométricos significan algo para nosotros, algo como seguridad o serenidad. No lo sé. Pero sí recuerdo los suelos antiguos, de antes de 1960 más o menos, (cuando aparecieron los terrazos), que eran pródigos en colores y, cómo no, en diseños siempre geométricos. Me gusta creer que esos dibujos geométricos nos inspiran un cierto aire de seguridad íntima, Propicia para adornar nuestros lugares vivenciales. También puede ocurrir que nos transmitan esa serenidad los dibujos geométricos tomados como módulos que se repiten tantas veces como sea conveniente. No lo sé, pero lo constato en múltiples ejemplos, también presentes en el Museo Provincial de Lugo.

Incluso hoy, vemos que en superficies algo amplias, los suelos se acotan con cenefas alrededor, llamadas grecas, que son diseños geométricos. En el Museo Provincial de Lugo tenemos algunos ejemplos antiguos de esta costumbre ornamental, que tiene centenares de años de edad.

N.B. La foto de utilizo del torques de Burela, procede del fondo fotográfico del Museo Provincial de Lugo.