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viernes, 16 de febrero de 2018

Estos cambios que observamos


Cuando al final del verano vemos el campo como en reposo, o en invierno se nos presenta frío y aparentemente dormido, se nos puede hacer difícil imaginar la cantidad de vida que allí se esconde. Hay vida latente y, cómo no, vida manifiesta. Semillas dormidas, como esperando turno y huevos aguardando las condiciones apropiadas para eclosionar.
Pero en el monte todo llega siempre. Llegará esa conjunción de luz, humedad y temperatura que será una señal con la que muchos seres comenzarán su andadura por este mundo. Cada uno, sin más armas que su genotipo, a enfrentarse a la selección natural. ¿El premio?, dejar descendencia, es decir contribuir a que se forme la generación siguiente contribuyendo, de modo individual, al mantenimiento de la población de la que forma parte y, por tanto, de la especie.

La selección natural espera

Esos componentes, los biológicos, forman la materia prima del posible cambio que puede ocurrir y ante el que todas las poblaciones deben estar preparadas, son los componente intrínsecos de los cambios biológicos. También es lícito preguntarnos quiénes regulan esos cambios: son agentes externos a cada ser vivo, de los que podemos decir que forman las causas extrínsecas de los cambios. Aunque varíen de unos lugares a otros, esos factores exteriores son los componentes ambientales, precisamente aquellos en los que se desarrolla la vida de las poblaciones. Por lo general, suelen presentar ciclos bastante regulares de frío-calor y sequedad-humedad, de modo que los seres vivos se acomodan con normalidad a los pequeños cambios que puedan ocurrir de un año para otro. Porque, normalmente, los grandes cambios ambientales suelen ser muy lentos.
Este tiempo que estamos viviendo en la actualidad aparece como anormalmente alejado de las fluctuaciones que se podrían esperar. Nunca hemos visto modificaciones de la magnitud que encontramos y que se producen con una velocidad inusitada. Cada año se rebasan las temperaturas medias del año anterior y de este modo tenemos que cada vez los veranos son más y más cálidos y duraderos. Con la sequía llevamos años, de modo que cuanto pueda llover en invierno, siempre poco, es incapaz de ponernos en los niveles hídricos de antaño.

La selección natural permitirá o no
que alcance el estado adulto

Creo que, de modo inexorable, estos cambios inciden de manera negativa en las poblaciones de seres vivos, que se ven fuertemente presionadas para resistir a ellos. Pero no olvidemos que la resistencia solo se produce si ya hay individuos preadaptados a estos cambios. Vamos a comentarlo.
Dentro de la variabilidad de las poblaciones, han de existir alelos que permitan vivir en situaciones diferentes, ligeramente diferentes, a aquellas en las que vive la población en momentos determinados. Normalmente, las mutaciones son así, que permiten a los genes realizar las mismas funciones pero con pequeños cambios ambientales: de temperatura, de humedad, de recursos. En una población dada, con tamaño suficiente, ha de haber la suficiente variabilidad que asegure hacer frente a los cambios que se puedan ir produciendo. A eso le llamamos preadaptación. Deben existir en la población individuos adaptados a posibles cambios en las condiciones ambientales, más o menos temperatura, mayor o menos humedar, presencia o ausencia de determinados recursos. Puesto que los cambios se producen poco a poco y las poblaciones van siendo seleccionadas también poco a poco a lo largo de las generaciones, con el tiempo, pasadas muchas generaciones, se verán los cambios producidos por las variaciones ambientales.


La preadaptación requiere tamaños de población grandes, no unos números exiguos de individuos, que difícilmente pueden tener variabilidad suficiente. Por ejemplo, si disponemos de una población natural de 20 mamíferos, puesto que cada uno de ellos tiene dos copias de cada gen, uno heredado de su madre y el otro de su padre, habrá 40 copias de cada gen en la población (quito los situados en los cromosomas sexuales para hacer más sencillo el cálculo). En 40 copias de un gen, poca variabilidad cabe esperar si las tasas de mutación son del orden de uno por millón. Ahí tenemos uno de los puntos vulnerables de las poblaciones pequeñas, su poca variabilidad.
A veces, paseando por el monte en estos días, con los tonos verdes recuperados de nuevo por estas lluvias  venidas después del verano tan seco como hemos padecido, me pregunto que qué habrá ocurrido en las poblaciones naturales. De qué modo las altas temperaturas o la prolongada sequía ha afectado a su estructura natural. Porque no es lo mismo la acción de estos cambios en individuos de vida larga, por ejemplo un bosque de pinos, que sobre seres que viven un solo año, plantas o animales. En éstos, en los anuales, la intensidad de la selección ha debido de ser mayor.


Pienso, por ejemplo, en las plantas herbáceas que debieron germinar en septiembre y no pudieron generar un nuevo ser, pues el campo seco y caliente no presentaba las condiciones apropiadas para que una planta incipiente, débil y vulnerable, creciera y estuviera preparada para afrontar las condiciones del otoño y del invierno. Lo mismo lo aplico a los animales de ciclo anual. Porque no hay duda de que nacieron, pero me temo que las condiciones ambientales fueron adversas y la selección natural les impidió seguir adelante en su andadura vital.
¿Se habrán extinguido? No lo creo. Las poblaciones naturales son muy numerosas y suelen tener suficiente preadaptación como para hacer frente a estos cambios. Sí es posible que haya ocurrido una intensa acción de la selección natural. Pero todo eso entra en el “juego” evolutivo de las poblaciones preadaptadas: sus grandes tamaños de población, su variabilidad encubierta.
Variabilidad ocurrida a ciegas, sin prever ante qué cambios deberían resistir, pero así es la evolución. Desconoce el futuro y sus condiciones ambientales. Por eso, a v eces, ante condiciones extremas, las poblaciones son incapaces de adaptarse, carecen de recursos genéticos para hacerlo, y se extinguen.

viernes, 16 de octubre de 2020

Renovación genética

Cuando hablo de poblaciones con pequeño tamaño, siempre aviso del riesgo de consanguinidad en ellas. No es lo mismo cuando una población de 20 individuos (es un decir) está formada por 10 machos y 10 hembras, o bien por 1 macho y 19 hembras. En este segundo caso, los primeros descendientes serían todos medio hermanos, lo cual podría llevar a un desastre en pocas generaciones debido a su consanguinidad. 

viernes, 19 de julio de 2019

Consanguinidad

En situaciones de reproducción sexual, consideramos que existe consanguinidad cuando los individuos que se cruzan son parientes por poseer un antepasado común. Un caso frecuente de consanguinidad es el cruzamiento entre primos hermanos, pero el cruzamiento más consanguíneo es el representado por la autofecundación. En la naturaleza la consanguinidad está muy presente en abundantes especies.

viernes, 2 de octubre de 2020

Consanguinidad

En situaciones de reproducción sexual, consideramos que existe consanguinidad cuando los individuos que se cruzan son parientes por poseer un antepasado común. Un caso frecuente de consanguinidad es el cruzamiento entre primos hermanos, pero la consanguinidad más intensa se da en los casos de autofecundación. En la naturaleza hay muchas especies con esta estrategia reproductiva.

viernes, 2 de marzo de 2018

Primavera en puertas

En estos días pasados, he visitado el monte y he podido comprobar cómo la Naturaleza es fiel en sus citas. Las cigüeñas estaban en sus nidos y las mimosas lucían espléndidas con su amarillo inconfundible y ese olor que en el campo es dulce y agresivo en las casas. Todo llega en su momento y como podríamos haber esperado. Igual a sí misma, pero nunca monótona, Démeter está en puertas, como nos dirían los griegos. 


Y eso que el invierno no ha estado muy sujeto a unas reglas preestablecidas. Hemos tenido de todo, desde sequía preocupante a lluvias también preocupantes por su intensidad. Cuando allá por noviembre, otoño bien avanzado, veíamos que la sequía no tenía aspecto de dejarnos, yo pensaba en su incidencia sobre los seres vivos y, en especial, sobre los de vida corta, aquellas semillas que deberían estar germinando en aquel momento, pero los campos se veían resecos. Me preguntaba entonces hasta qué punto esa falta de humedad en el suelo incidiría de modo negativo sobre tales especies, provocando incluso extinciones.

Pero empezó a llover, y de qué modo. Torrentes de agua inundaron campos y llevaron por delante lo que encontraron, arrastrando tierras y cenizas procedentes de incendios forestales más o menos recientes. Más tarde vinieron nieves y qué nevadas, también hemos tenido calor propio de final de invierno, ahora volvemos a tener nieves, y quién sabe cómo terminaremos con todo esto. 

Realmente, creo que éste es un año más dentro del amplio ciclo de la Naturaleza, ni mejor ni peor. Uno más. Otra cosa es cómo afecte a los seres vivos que estamos en ella. Hay quien dice que el cambio climático afecta a la salud de las personas, porque el calor no deja dormir, lo cual me parece algo aventurado y falto de análisis riguroso. Más bien, un hablar por hablar, pero ya sabemos que puestos a eso, todos quieren decir esta boca es mía. En serio, ¿estos cambios nos afectan? Y cuando digo “nos” no me refiero a los humanos, hablo de todos los seres vivos, animales y vegetales de ciclos biológicos de diferente duración. Estaremos de acuerdo que un año más o menos fuera de lo normal, a ver a qué llamo “normal”, afectará poco a una sequoia, capaz de vivir algunos miles de años, pero incidirá negativamente en las poblaciones de Drosophila, que en la naturaleza viven tres meses. 


Es preciso hacer aquí muchas salvedades. Por una parte, ya está dicho, la duración de los ciclos biológicos, pero también los respectivos tamaños de población de las especies potencialmente afectadas. Recuerdo en años pasados haber encontrado alguna especie vegetal en algún lugar desacostumbrado y, al volverla a buscar en años posteriores, ya no encontrarla. ¿Qué había ocurrido? Simplemente, que aquellas plantas no generaron semillas que pudiesen germinar allí y, al no dejar descendencia, desapareció su presencia en el sitio concreto. Las poblaciones pequeñas tienen eso, su mayor riesgo de extinción debido a su menor variabilidad. Son poblaciones muy efímeras en cuanto a su presencia. 


Vamos a ver, si un gen tiene dos alelos (A y a) en una población dada, habrá dos posibles genotipos en relación a dicho gen: los portadores del alelo A y los del a. Si, además, el gen B tiene otros dos alelos, habrá otros dos genotipos en relación a ese gen : los portadores de B y los de b. Si consideramos la combinación de los dos alelos, habrá cuatro posibles genotipos AB, Ab, aB y ab. Así de simple. Si consideramos un tercer gen, D, también con dos alelos, los genotipos posibles teniendo en cuenta los tres genes, será ocho: ABD, ABd, AbD, Abd, aBD, aBd, abD y abd. Cada vez que consideramos un nuevo gen con dos alelos, multiplicamos por dos el número de gametos diferentes teóricamente esperados en relación a los genes que consideramos. 


En el fondo, para calcular el número posible de gametos diferentes formados por un heterocigoto, basta con elevar 2 a una potencia igual al número de genes heterocigotos que consideramos. Ej 2 elevado a 3 (dos al cubo)  en el caso que hemos considerado de tres genes. Si imaginamos un cuarto gen (E y e), los gametos posibles serían 2 elevado a 4 , pues cada gameto de los ocho anteriores se diferenciarían según fuesen portadores de uno u otro alelo E ó e. En las poblaciones naturales, si un individuo es heterocigoto para 40 genes, y me quedo corto en cálculo, el número teórico de gametos diferentes será de 2 elevado a 40, un número muy elevado, para el que se precisa un alto tamaño de población si es que se pretende que todos los gametos lleguen a formar un individuo. Fijaos que sólo hablo de genes con dos alelos. Nosotros tenemos varios genes con más de dos alelos cada uno. 


Aquí tenemos dos tipos diferentes de variabilidad, o dos grados suyos. La fundamental es la variabilidad génica, consistente en que haya genes con alelos diferentes que realizan sus funciones con ligeras variaciones, siempre compatibles con la vida de su portador. En caso contrario, hablaría de genes letales. Sobre esta variabilidad génica se sobrepone otro tipo de variabilidad, la variabilidad genotípica, que nos habla de los diferentes genotipos que se pueden formar a partir de las posibles combinaciones de los diferentes alelos. 


Esta variabilidad genotípica es la que, mediante sus individuos portadores, se presenta ante la selección natural, que favorecerá a los mejor adaptados para que originen la generación siguiente. Muchos de sus hermanos morirán a causa de esa misma selección, aunque por lo general esas muertes no significan pérdidas de alelos. 

Pero, siempre ha de haber un pero, para que todo esto ocurra, de modo que la extinción no sea un peligro inminente, las poblaciones han de tener amplios tamaños para, de ese modo, permitir la expresión del mayor número posible de genotipos. Aristóteles lo dijo y hoy lo repetimos con base genética: salvo casos de reproducción asexual, no hay dos individuos iguales. Es decir, cada genotipo es irrepetible y tiene su respuesta propia ante la selección natural. 

En una población amplia, es de esperar con fundamento biológico, que haya individuos preadaptados a condiciones extremas que puedan aparecer. Pero, insisto, la población debe ser amplia.

jueves, 10 de abril de 2014

SOBRE SERES VIVOS: CONSANGUINIDAD (1)

SE AUTOFECUNDAN
Conviene que veamos la Naturaleza como algo muy complejo, de la que se nos escapan múltiples variables. Aún así, la ciencia intenta explicar sus procesos, a sabiendas que serán mejor interpretados según vayamos conociendo más entresijos que influyen en su dinámica.

Hay quien piensa que la vida en la Naturaleza viene a ser algo así como un vodevil de sainete. Para esos, mi artículo anterior sobre tamaños de población, con sus dudas acerca de los tamaños eficaces, se resuelve al momento. Según ellos, el tamaño eficaz ideal, sin necesidad de aplicar fórmula ninguna, es el formado por un macho y múltiples hembras. Al fin y al cabo, esa estructura se llama harén cuando se aplica a mamíferos, gallinero, en caso de gallinas y otras aves, y en vegetales no sé si existe algún nombre específico, pero es la técnica empleada cuando se trata de explotar los productos de plantas dioicas, como el kiwi, en cuyas plantaciones se coloca una planta masculina en posición central, rodeada de varias plantas femeninas. En todos estos casos, el individuo masculino fecundará a las múltiples hembras y la producción estará asegurada.
AUTOESTÉRILES
Pero en esta situación hablamos de estrategias propias de explotaciones, granjeras u hortícolas, donde la finalidad es la producción ayudada siempre por tecnología humana. Otra cosa es cuando se habla de poblaciones naturales, cuando entendemos unas estructuras de individuos que, sin necesidad de ayudas externas, son capaces de perpetuarse a lo largo generaciones.
¿Son capaces de perpetuarse los harenes o los gallineros, sin ayuda tecnológica humana? Yo diría que puede ocurrir, pero creo que no, y me explico. Hablemos de pequeños tamaños, por ejemplo, 30 individuos y ninguno más debido a múltiples razones que no vamos a especificar, por ejemplo, límites de espacio o de recursos. Si la generación inicial la formamos con 29 hembras y un macho, los 30 individuos descendientes que lleguen al estado adulto, posiblemente se distribuirán en una proporción de mitad hembras y mitad machos, pero todos serán medio hermanos, pues son hijos del mismo padre. Esto vale también para los kiwis de antes. Con ese pequeño tamaño de población y el grado de parentesco de los componentes, la población tiene malas perspectivas de supervivencia a largo plazo.
RAZA PURA
¿Es malo ese parentesco entre los reproductores? Pues depende. Hay especies vegetales que son de consanguinidad obligada, pues se reproducen por autofecundación. Es el caso de guisantes, judías, garbanzos, lentejas, tojos, robinias y un largo etcétera. Especies tanto cultivadas como silvestres, y en ellas la consanguinidad no parece representar un peligro.
También en animales existen casos de seres excelentes con un alto grado de consanguinidad, como son los animales (perros, caballos, toros, etc.) de raza en cuyos árboles genealógicos aparecen progenitores que son parientes (Aunque en este caso son consanguíneos conseguidos de modo artificial). En humanos, una mujer altamente consanguínea fue Cleopatra, y no ha pasado a la historia por poseer ningún tipo de tara biológica, mas bien se habla de ella como una mujer inteligente y hermosa.
RAZA PURA
Por otra parte, también en animales y vegetales existen mecanismos para impedir la consanguinidad. Son otras especies que tienen como estrategia la fecundación cruzada. Los cerezos son autoestériles, lo mismo que las prímulas y hay múltiples mecanismos en plantas con flores masculinas y femeninas para que la maduración de los diferentes órganos no sea simultánea, de modo que cada flor o es masculina o femenina, nunca presenta los dos sexos a la vez no pudiendo, por tanto, autofecundarse.
¿Es mala la consanguinidad? No, no lo es. Ocurre que puede ocasionar la aparición de taras genéticas poco frecuentes en las poblaciones pero que,
en descendencias de cruzamientos consanguíneos, pueden aparecen con mayor frecuencia, si acaso los progenitores son portadores de estos caracteres.

AUTOESTÉRILES
Hablaré de este tema con mayor detalle en futuros artículos.

sábado, 2 de abril de 2016

Renovación genética

Cuando hablo de poblaciones con pequeño tamaño, siempre advierto del riesgo de consanguinidad en ellas. No es lo mismo cuando una población de 20 individuos (es un decir) está formada por 10 machos y 10 hembras, que cuando cuenta con 1 macho y 19 hembras. En este segundo caso, los primeros descendientes serían todos hermanos, lo cual podría llevar a un desastre en pocas generaciones debido a consanguinidad.

¿Es mala la consanguinidad? Yo suelo contestar que depende de la estrategia biológica de la especie. No hay reglas generales para indicarnos su bondad o maldad intrínseca.

ENEMIGO DECLARADO 
Pero antes, mejor defino qué entiendo por consanguinidad en genética. Decimos que se produce consanguinidad en una pareja procreadora cuando ambos miembros son parientes por poseer un antepasado común. Hay diferentes grados de consanguinidad, dependiendo del grado de parentesco que une a ambos progenitores o, lo que es lo mismo, de la lejanía, en el árbol genealógico, del antepasado común. En la práctica, puede ocurrir que un individuo determinado herede de ese antepasado un gen malo, que le llega tanto por vía paterna, como por vía materna.

VISTO Y NO VISTO
La consanguinidad no tiene porqué ser mala de por sí. Realmente, en la escala de seres vivos, vegetales y animales, hay muchas especies que son obligadamente consanguíneas, pues se reproducen por autofecundación. Lo malo de esta situación ocurre cuando está asociada a la presencia en las familias de alelos malos, de esos que generan situaciones perniciosas. Es entonces cuando se llegan a cotas peligrosas de supervivencia para las poblaciones, y tal situación es más fácil que ocurra en poblaciones pequeñas.

AJENO A SU DESTINO
Muchas especies han visto reducida su presencia en sus áreas de distribución. Hoy en día, en muchos parques zoológicos existen programas de renovación de fondos genéticos de determinadas especies. Por ejemplo, vuelvo a la población de 20 urogallos en los Ancares, aquella de la que he hablado hace unas pocas entradas. Deducimos que esta población se ha formado por 40 gametos (20 óvulos y 20 espermatozoides). Si la tasa de mutación de cualquier gen es de un mutante nuevo por cada millón de gametos, está claro que poca variabilidad génica podrá aparecer en dicha población a lo largo de muchas generaciones. La variabilidad alélica es fundamental para que, basándose en ella, se generen otros tipos de variabilidad (génica, genotípica, individual) pero si no aparecen nuevos alelos, todo esto queda en nada.
En los parques zoológicos a los que me refría, hacen lo siguiente. Supongamos un parque situedo en los Cárpatos, montes donde también hay urogallos. Es muy posible que entre la población de Galicia y la de los Cárpatos existan diferencias genéticas. Es lo más normal, pues son poblaciones geográficamentes distanciadas y entre ellas podemos suponer que no existen lazos de migraciones en ninguno de los dos sentidos posibles. De modo artificial se pueden simular movimientos de individuos, mediante el intercambio de un determinado número de machos que, pasado un tiempo, son devueltos a sus poblaciones de origen. Cuando vuelven, ya han fecundado a hembras de las poblaciones receptoras, produciéndose de este modo una renovación de los fondos genéticos de ambas poblaciones.

LAURISILVA QUEMADA EN LA GOMERA
Los efectos genéticos de este tipo de programas son espectaculares y se notan de inmediato, en la generación siguiente a aquella en la que se realizó el programa de intercambio. En muchas centrales biológicas se está haciendo acopio de bancos de semillas, de semen y similares, no sólo para luchar contra las extinciones, también para renovar fondos genéticos de especies depauperadas por diversos motivos.
Y yo me pregunto… ¿y en España se hace algo de esto? Pues no lo sé, pero indudablemente estos programas requieren, en primer lugar, concienciación de la gente, que se comprenda su necesidad y su beneficio. Hoy hay una gran demanda de turismo de rutas naturales, queriendo ver fauna y flora en estado natural. Pero, mientras el mejor lobo sea el lobo muerto, como en algunos lugares de aquí, mientras no ocurra nada por matar un animal protegido, como conocemos todos, ¿quién va a propiciar programas de protección de fauna o flora? Hace pocos años, muy pocos, en la isla de La Gomera, un incendio intencionado quemó sus buenas hectáreas de laurisilva. Las visitas a la laurisilva representan una buena fuente de ingresos para las Islas.
No sé qué decir, pero la verdad es que soy pesimista en cuanto a vislumbrar algún tipo de arreglo a esto. Tal vez todo empezase, a largo plazo, por unos buenos planes de estudio. Pero, repito, soy pesimista. Por eso digo "tal vez", sin afirmaciones rotundas.


viernes, 8 de julio de 2016

Hermano lobo - 2 / Pirámides tróficas

Hay un importante concepto ecológico que nos auxilia en esto de comprender la armonía entre las poblaciones en los hábitats naturales. El concepto se centra allí, donde coexisten seres de diferentes especies coordinadas entre ellas, sin que para definirlas sea preciso recurrir a adjetivos lastimeros propios de otros modos, como la cruel culebra, el zorro astuto, el indefenso cervatillo o milongas de hadas entre nubes, geniecillos de monte o sapitos de la fuente cantarina que, al besarlos, se transforman en príncipes, siempre azules. La vida en la naturaleza es dura, muy dura para quienes habitan en esos territorios, y siempre muy alejada de tintes bucólicos, pero con un premio, dejar descendencia fértil.

Pero, a lo que voy. El concepto importante, como decía, es el de las pirámides tróficas, que nos indica las relaciones de los diferentes grupos de especies desde un punto de vista predador-presa y a través de las cuales se transmite la energía desde que los vegetales la captan del sol y la acumulan en la materia orgánica, a la vez que se va consumiendo.

PIRÁMIDE TRÓFICA

Los grandes grupos de seres vivos pueden clasificarse en autótrofos y heterótrofos. Los primeros son capaces de autoabastecerse de materia orgánica, gracias a la función clorofílica. Son los vegetales. Los heterótrofos, necesariamente han de tomar la materia orgánica en su dieta y según lo que coman los podemos clasificar en herbívoros, carnívoros y carroñeros. En una pirámide trófica, cada uno de estos grupos forma un estrato y se nutre del situado baje él. Además, los vegetales constituyen el único grupo de productores de materia orgánica y captadores de la energía que nos llega a partir del sol. Esta energía acumulada en los vegetales pasa a los restantes grupos conforme los van comiendo. Los carnívoros se nutren de herbívoros, obteniendo de ellos la correspondiente materia orgánica y energía. Cuando mueren los carnívoros, sus cadáveres son aprovechados por los carroñeros, que extraen de ellos la materia orgánica y la energía que aún mantienen de modo residual.

POR ELLAS ENTRA LA ENERGÍA
 EN LOS SERES VIVOS

Siempre ha sido así y sobre estas relaciones se construyen los equilibrios naturales. La verdad es que este esquema es simple, pero en general, el esquema es válido. Muchos vegetales sostienen una buena población de herbívoros, que a su vez sostienen algunos carnívoros. Los tamaños de las poblaciones van disminuyendo, de modo que el reflejo de las poblaciones en una pirámide es adecuado. La cúspide de la pirámide es pequeña (pocos carroñeros) y precisan de una buena base de vegetales. Por eso, en islas de tamaño mediano, no suele haber grandes carroñeros ni grandes carnívoros.

ASÍ PASA LA MATERIA ORGÁNICA DE UNOS GRUPOS A OTROS

Cualquier estrato necesita a los demás, y cualquier fallo en uno de ellos repercute en su conjunto. Cada especie de un ecosistema tiene su especie limitante, estableciéndose entre ellas las relaciones predador-presa, que mantiene equilibradas las cantidades relativas de ambas. Todas se necesitan a todas, todas equilibran a todas. Darwin, en el Origen de las especies, habla de las especies invasoras de un territorio. Dice de ellas que, al estar en hábitat nuevo y sin sus especies limitantes, se transforman en expansivas, peligrosas en esos nuevos hábitats por no tener especies que limiten su número. En nuestro país tenemos sobrados de ejemplos de especies invasoras. Tal vez hable de ellas en otra ocasión.

UN HECHO BIOLÓGICO

Hoy quiero hablar de un carnívoro que casi está en vías de extinción por causa de gente obcecada, que no sabe más que lo que le dictan los intereses inmediatos. Hablo del lobo, claro. En una pirámide trófica tiene un sitio concreto, pues es un carnívoro. Limita, con su actividad, las poblaciones de herbívoros y será alimento de los carroñeros. Su factor limitante lo constituye el tamaño de las poblaciones de herbívoros, ciervos y jabalíes entre otros. Pero en las poblaciones de lobos, el hombre se ha entrometido con fines no biológicos, siempre encaminados a diezmarlas sin ningún otro tipo de consideración. Hoy se matan lobos, sí. Tal vez en algunos territorios se hayan extinguido, no hay datos fehacientes, pero las poblaciones de herbívoros, sin su factor limitante natural, están adquiriendo dimensiones alarmantes. En toda España los jabalíes comienzan a incrementar su número de modo preocupante, lo mismo que los ciervos y otros herbívoros, dependiendo de las zonas. Ahora se pide remedio a esto.

NO HAY CRUELDAD: ES LA VIDA

Tal vez el remedio venga de retomar la situación natural, la de siempre, con salvedades. No se puede dejar desprotegido al ganadero que vive en zona de lobos, más bien es preciso protegerlo e indemnizarle adecuadamente cada vez que sus rebaños sufran ataques, pero hacerlo sin picarescas y con celeridad. No es plan recibir una indemnización por algún animal muerto cuando han pasado muchos meses desde el ataque de los lobos. No creo que sea difícil establecer un protocolo de actuaciones, incluso con calendarios que marquen plazos y generen confianza. Creo que hay perros que constituyen buenos cómplices en la lucha contra el lobo, pero hasta donde yo sé, no conozco ningún programa que subvencione la posesión de tales perros. Hace tiempo, en algunos lugares se depositaba carne con cierta periodicidad para alimento de lobos. Creo saber que esta práctica se ha abandonado. Tampoco conozco la existencia de medidas educativas que informen en los medios rurales de la necesidad del lobo y de sus efectos en las poblaciones naturales.

 EL VÉRTICE DE LA PIRÁMIDE

Podría citar más medidas efectivas para luchar contra lobos o para tratar de mitigar su acción agresiva. Pero curiosamente, nuestras medidas no se han incrementado, como sería de suponer, inspirándose en las actuaciones de otros países a los que les va bien en este tipo de política en medios rurales. Aquí no ha sido así. Aquí se han desechado todos esos programas y se ha preferido volver a matar lobos, tal vez por contentar al sector menos culto de la población y sin tratar de sacarlos de su incultura.

Mientras, seguiremos presenciando cómo se destruyen las poblaciones de lobos y de qué modo su ausencia incide negativamente en lo que queda de nuestros hábitats naturales. Y sí, seguro que siempre habrá quienes estén contentos de esas medidas, posiblemente el electorado de quienes tomaron tales decisiones.


viernes, 23 de febrero de 2018

Erosión genética


El cultivo artificial ha permitido a muchas especies vivir fuera del ambiente adverso de la selección natural. Pero, como método artificial, tiene sus inconvenientes. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), define como erosión genética a la pérdida de variabilidad (genética) que por ese motivo se produce en las especies cultivadas. 

Durante centurias, y más en estos últimos decenios, se ha llevado a cabo una globalización de cultivos basados en criterios de productividad, eliminando las variedades que pudiesen ser pobres en ese valor. Esa eliminación ha sido sistemática y continuada, haciendo que muchas especies cultivadas hayan perdido la variabilidad genética que les costó tantas generaciones adquirir, además de haber perdido las singularidades geográficas, consiguiéndose, a veces, que haya una sola variedad en todo el planeta. 

Originariamente muchas razas
Una de las especies que han sufrido, o que más han sufrido este tipo de daño genético, de erosión, es la manzana. De unas treinta variedades que se cultivaban en nuestro país dedicadas en especial al consumo doméstico y a la fabricación de sidra, se ha pasado en poco tiempo a menos de diez. ¿Las causas? Parece que una empresa de alimentación, uno de cuyos postres estrella consiste en la tarta de manzana, ha definido las razas que utilizará para fabricarla en cualquiera de las muchas instalaciones que tienen en nuestro país. De este modo, todas tendrán un sabor similar. Una vez determinado el tipo que se utilizará, los campesinos lo han plantado de modo masivo, sabiendo que tenían asegurada la venta de las manzanas cosechadas. Pero desecharon las que habían cultivado anteriormente, que han ido perdiendo terreno de cultivo, tamaño de población y, por tanto, variabilidad genética, quedando razas residuales. 
Una situación similar se ha producido en viñedos españoles. De lo que ocurre en otros países no sé nada. 

Dos especies con peligro de
erosión genética
Hoy no parece preocupar a muchos esta situación, pues el consumo está asegurado. Pero con esta medida se hace que la manzana, que aún crece silvestre en muchos lugares de España, pase a depender de la tecnología humana para su subsistencia, lo cual desde un punto de vista biológico es un desastre para ella. Todo esto se aceleró a partir de mediados del siglo XX, con la llamada revolución verde, cuando un alto número de variedades locales fueron desplazadas por otras variedades que eran producto de mejoras genéticas de diverso tipo. 

Genéticamente erosionadas
En estos casos, los cultivos resultan ser muy uniformes en cuanto a criterios diversos de productividad, lo cual puede ser una ventaja empresarial a corto plazo, pero un desastre biológico, pues las especies han perdido su capacidad de adaptarse a posibles cambios ambientales que se puedan presentar. Nadie es capaz de garantizar la uniformidad ambiental ni su duración. 

Mientras esas especies están sujetas a criterios actuales de consumo, que los podemos considerar como un valor ambiental, o un componente de la selección natural, y estén favorecidas por el cuidado humano, no tendrán peligro de supervivencia. Pero las circunstancias no son constantes. Los valores ambientales pueden cambiar en muchas de sus variables, así como los gustos de los consumidores. En esos casos, podemos preguntarnos hasta qué punto esas especies, que han sido capaces de mantenerse a lo largo del tiempo, tienen el potencial genético necesario para afrontar esos cambios, manteniéndose como especies autónomas. O si, por el contrario, se extinguirán como consecuencia de la pérdida de variabilidad genética a la que las hemos llevado los humanos en un loco afán de productividad. Al haber perdido esa variabilidad, han perdido la posibilidad de adaptarse a posibles modificaciones ambientales que se pudiesen producir. 

Desde hace un tiempo, en países avanzados esto está en vías de solución. En las empresas correspondientes se han integrado científicos de diversa titulación, pero conocedores de las dinámicas biológicas de las poblaciones naturales. Saben lo que es la diversidad genética, sus causas y sus consecuencias. Mediante proyectos privados, o semiprivados, desarrollan medidas para potenciar y conservar la variabilidad que aún es posible recuperar. Se recogen cepas casi perdidas, se buscan variedades silvestres y se cultivan para mantenerlas. No se pretende hacer un banco de semillas, más bien uno de razas cultivadas. A cuantas más cepas posibles, mejor, pues se supone que en ellas está la variabilidad genética suficiente para afrontar posibles cambios ambientales. 

Son proyectos caros, que requieren de fuerte financiación y de una política agraria continuada y decidida a conservar una riqueza biológica que, de no ser de este modo, desaparecería en pocas generaciones. Pero los gobiernos deben saber lo que quieren.


viernes, 27 de noviembre de 2015

Conservación de variedades

La agricultura ha permitido a muchas especies vivir fuera del ambiente adverso de la selección natural, pero tiene sus inconvenientes. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), define como erosión genética a la pérdida de variabilidad (genética) en esas especies cultivadas.

Durante centurias, y más en estos últimos decenios, se ha llevado a cabo una globalización de cultivos basados en criterios de productividad, eliminando las variedades que pudiesen ser pobres en ese valor. Esa eliminación ha sido sistemática y continuada, haciendo que muchas especies cultivadas hayan perdido la variabilidad genética que les costó tantas generaciones adquirir, además de haber perdido las singularidades geográficas, consiguiéndose, a veces, que haya una sola variedad en todo el planeta.
Una de las especies que han sufrido, o que más están sufriendo, este tipo de
erosión es la manzana. De unas treinta variedades que se cultivaban en nuestro país, dedicadas en especial al consumo doméstico y a la fabricación de sidra, se ha pasado en poco tiempo a menos de diez. ¿Las causas? Parece que una empresa de alimentación, uno de cuyos postres estrellas consiste en la tarta de manzana, ha definido las razas que utilizará para fabricarla. Una vez determinado el tipo que se utilizará, los campesinos lo han plantado de modo masivo, sabiendo que tenían asegurada la venta de las manzanas cosechadas. Pero desecharon las que habían cultivado anteriormente, que han ido perdiendo terreno de cultivo, tamaño de población y, por tanto, variabilidad, quedando en razas residuales.
Una situación similar se ha producido en viñedos españoles. De lo que ocurre en otros países no sé nada.
Hoy no parece preocupar a muchos esta situación, pues el consumo está asegurado. Pero con esta medida se hace que la manzana, que aún crece silvestre en muchos lugares de España, pase a depender de la tecnología humana para su subsistencia, lo cual desde un punto de vista biológico es un desastre para ella. Todo esto se aceleró a partir de mediados del siglo XX, con la llamada revolución verde, cuando un alto número de variedades locales fueron desplazadas por otras variedades que eran producto de mejoras genéticas de diverso tipo.
En estos casos, los cultivos resultan ser muy uniformes en cuanto a criterios diversos de productividad, lo cual puede ser una ventaja empresarial a corto plazo, pero un desastre biológico, pues las especies han perdido su capacidad de adaptarse a posibles cambios ambientales que se puedan presentar. Nadie es capaz de garantizar la uniformidad ambiental ni su duración.
Mientras esas especies están sujetas a criterios actuales de consumo, que los podemos considerar como un valor ambiental, o un componente de la selección natural, y estén favorecidas por el cuidado humano, no tendrán peligro de supervivencia. Pero las circunstancias no son constantes. Los valores ambientales pueden cambiar en muchas de sus variables, así como los gustos de los consumidores. En esos casos, podemos preguntarnos hasta qué punto esas especies, que han sido capaces de mantenerse a lo largo del tiempo, tienen el potencial genético necesario para afrontar esos cambios, manteniéndose como especies autónomas. O si, por el contrario, se extinguirán como consecuencia de la pérdida de variabilidad genética a la que las hemos llevado los humanos en un loco afán de productividad.
Desde hace un tiempo, esto está en vías de solución. En las empresas correspondientes se han integrado científicos de diversa titulación, pero conocedores de las dinámicas de las poblaciones naturales. Saben lo que es la diversidad genética, sus causas y sus consecuencias. Mediante proyectos privados, o semiprivados, desarrollan medidas para potenciar y conservar la variabilidad que aún se puede recuperar. Se recogen cepas casi perdidas, se buscan variedades silvestres, y se cultivan para mantenerlas. No se pretende hacer un banco de semillas, más bien uno de razas cultivadas. A cuantas más cepas posibles, mejor, pues se supone que en ellas está la variabilidad genética suficiente para afrontar posibles cambios ambientales. 
Son proyectos caros, que requieren de fuerte financiación y de una política agraria continuada y decidida a conservar una riqueza biológica que, de no ser de este modo, desaparecería en pocas generaciones. Pero los gobiernos deben saber lo que quieren.

viernes, 10 de julio de 2020

Conservación de variedades


La agricultura ha permitido a muchas especies vivir fuera del ambiente adverso de la selección natural. Para hacerlo, utiliza medios artificiales, pero a nivel biológico esas técnicas tienen sus inconvenientes. La FAO, (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), define como erosión genética a la pérdida de variabilidad (genética) en esas especies cultivadas. 

jueves, 21 de agosto de 2014

SOBRE BIOLOGÍA: LOS ADAPTADOS DE DARWIN

EL ORIGEN DE  LAS
ESPECIES. VERSIÓN
GALLEGA
Me encuentro de nuevo con el sonsonete aquel de “la supervivencia del más fuerte” atribuido a Darwin. No creo que quienes eso dicen, sean conscientes de estar propagando una falsedad teñida de propaganda, tal vez, ideológica. Es posible, incluso, que crean que esta frase resume la teoría de la evolución.

La verdad es que Darwin nunca dijo tal cosa, ni habló del más fuerte en ningún momento. Por otra parte, eso del más fuerte se toma en el sentido del matón más contundente, lo cual viene muy bien a los matones que, de este modo, creen ver justificada su conducta. Como llevo años estudiando biología evolutiva, y creo conocer algo "El origen de las especies", voy a intentar explicar aquí lo que Darwin quiso decir al hablar de los más adaptados, que son aquellos que según él, sobreviven. Expongo una opinión mía, claro está.
DENTADURA DE ANIMAL CARNÍVORO

El capítulo IV de "El origen de las especies", se titula “La Selección Natural y la supervivencia de los más aptos”.  En él, el autor nos explica lo que él entiende por aptos. Para Darwin, el éxito biológico de una especie consiste en permanecer viva a lo largo de generaciones, no extinguirse. La extinción es un fracaso biológico.

Para permanecer viva, una especie ha de recurrir a diversas estrategias, que son componentes de su adaptación. Quiero hacer notar que para que una especie permanezca presente en el mundo de los seres vivos, necesariamente ha de cumplir un requisito biológico imprescindible: reproducirse. 

Pero son los individuos, los componentes de la especies, quienes se reproducen, contribuyendo de este modo a la perpetuación de la especie a la que pertenecen. O dicho de otro modo, la especie se reproduce a través de sus individuos componentes. Darwin constató que las especies son muy prolíficas. Y esto ocurre tanto en animales como en vegetales. No obstante, las poblaciones adultas de cada especie (animal o vegetal) suelen estar formadas por un
LAS ORTIGAS POSEEN CÁPSULAS
QUE GENERAN IRRITACIONES
A QUIENES LAS ROZAN
número similar de individuos a lo largo de las generaciones (por ejemplo una población de 50 miembros, mantendrá su tamaño a lo largo de generaciones de modo casi constante). Es lógico deducir que desde las fases iniciales de la vida de los individuos, hasta alcanzar el estado reproductor, se produce una gran mortandad. ¿Quiénes sobreviven a lo largo de esta fase? Darwin es taxativo en la respuesta a esta pregunta: los más adaptados. En cada generación, estos adultos supervivientes serán los encargados de originar la generación siguiente. Y ocurrirá de este modo, hasta que fallos de diversa condición determinen la extinción. Llamó Selección Natural a los mecanismos que favorecen a algunos individuos para llegar al estado reproductor. Y por ser los favorecidos por la Selección Natural, dijo de ellos que eran los más adaptados.

El éxito de una población es dar origen a la siguiente, y sus descendientes también han de cumplir con esta función. Para eso, los descendientes deberán ser fértiles. La fertilidad de sus miembros es una condición fundamental para el mantenimiento de las poblaciones y, por tanto, de las especies. 

TAMBIEN LAS MEDUSAS TIENEN
CÁPSULAS URTICANTES
No todos los individuos adultos tienen la misma fertilidad. Algunos debido a causas exteriores, otros por circunstancias hereditarias, son más fértiles que otros. Las hereditarias son importantes, pues sus genes causantes se irán transmitiendo a los descendientes y, por tanto, deberán ir aumentando en frecuencia entre los miembros de la población. A la larga, los caracteres hereditarios que contribuyen a una mayor fertilidad por parte de sus poseedores, serán caracteres que posean todos los miembros de una especie y diremos de ellos que son caracteres fijados.

A estos caracteres les llamamos adaptaciones. Son hereditarios y hacen que sus poseedores, en comparación con los individuos que carecen de ellos, tengan más hijos fértiles.

Seguiré hablando de adaptación y de individuos adaptados.

martes, 29 de enero de 2013

PREGÓN DE SEMANA SANTA – SANTIAGO DE COMPOSTELA, 1998



Con ciudades monumentales ocurre lo mismo que con algunas personas singulares, que sobrecogen a quien se les acerca por primera vez. Luego, es el roce el que va haciendo que sea llevadero el trato con esa singularidad.
Grandiosa y entrañable parecerían dos calificativos que no podrían coincidir si se quisiesen aplicar a algo o a alguien, aunque todos sabemos que aquí, en Compostela, podemos utilizarlos sin miedo alguno para definir a esta ciudad en la que transcurre nuestro paso por la vida.
Pero si bien creo conocer a la ciudad, si bien la quiero y cada recodo suyo me evoca hechos de mi vida, si bien estoy acostumbrado a sus dimensiones humanas, también es cierto que nunca me acostumbro a ella, como si siempre estuviese sorprendiéndome en su grandiosidad. Aún hoy siento un cierto respeto cuando tengo que enfrentarme a comentar parte de su ser, el mismo que siento ahora cuando pretendo pronunciar el pregón de unas celebraciones que ya están en puertas y de las que ustedes conocen más que yo. Por eso, y avisando de la trampa, escaparé de las anécdotas, de los comentarios circunstanciales y me detendré en lo intemporal, en lo que ocurre en el interior de cada uno de nosotros al reclamo de unos estímulos externos.
Hecha esta salvedad, no tendré reparos en adentrarme en ese aspecto del patrimonio nuestro que es la Semana Santa. Porque, para mí, patrimonio son los monumentos, las calles, el entorno. También es patrimonio la historia y todo cuanto ella abarca. Y patrimonio son las costumbres y los modos y las maneras. Por eso, considero un bien patrimonial nuestro la manera de mecer el botafumeiro, el modo de bailar el Coco y la Coca, los fuegos del Apóstol, la Quema de la Fachada y, cómo no, la Semana Santa. Pero no un patrimonio declarado de interés por algún organismo internacional, ni para el que haya que pedir subvenciones con miras a su restauración, adecuación y conservación. No, es más bien un patrimonio inmaterial que califica a nuestra ciudad y de cuyo mantenimiento y conservación estamos encargados los mismos ciudadanos. Es ese conjunto de ritos y costumbres que todos aprendimos una vez y que ahora transmitimos a quienes vienen detrás para que, en su momento, ellos hagan otro tanto. Son unos usos y modos ciudadanos que nos configuran como comunidad, de cuya conservación todos somos responsables y de cuyo deterioro a todos nos pedirán cuentas.
Patrimonio nuestro y para los de dentro. Como en las antiguas casas en las que, mientras existía un recibidor para las visitas, también había una sala para los amigos y una salita para los de casa en las que transcurría lo cotidiano, no por ello menos importante, en Santiago tenemos lugares y fiestas para los invitados y otras, más íntimas, que son para nosotros. Casi nadie foráneo sabe de ellas. El Obradoiro es para los de fuera, la Quintana para nosotros. El Apóstol es una fiesta anunciada a los cuatro vientos, la Ascensión es para los de casa. Del Año Santo se manda recado a donde no seamos capaces de llegar, de la Semana Santa no se comenta. Y no por ningún tipo de secreteo o de ocultismo, ni porque la consideremos como algo secundario. Nada más lejos de la realidad. No se habla de ella, en todo caso se hace con recogimiento, simplemente porque la queremos salvaguardar de esas visitas tumultuarias a las que tan acostumbrados estamos cuando se trata de peregrinos jubilosos. No, la Semana Santa la queremos nuestra, recogida, íntima, muy de cada uno, para vivir en soledad o con la más entrañable compañía sin que los amigos foráneos la vengan a compartir con nosotros tal vez porque temamos que pierda su aspecto y cariz de intimidad.

Pero déjenme echar un poco la mirada atrás y hacer algo de historia. Según tengo entendido, fue San Francisco de Asís quien, allá por los albores del siglo XIII, construyó el primer Nacimiento en una Navidad. Eran épocas en que se configuraba un nuevo modelo social, los monasterios habían dejado paso a los conventos, los monjes a los frailes y éstos se echaran a los caminos a predicar a gentes sencillas pero deseosas de verdades trascendentes. Los romeros iban a Roma, los palmeros a Jerusalén y los Peregrinos venían a Compostela. Los caminos eran ríos humanos de gente que iba y venía sin mayores conocimientos pero con grandes afanes. A éstos había que evangelizar, era preciso inculcarles las verdades de la fe. Los frailes incorporaron las artes plásticas como auxiliares de sus labores de catequesis. Y mientras los dominicos erigieron en sus iglesias los grandes retablos en los que, como en carteles de ciego, se relatan episodios de las vidas de Santos o del Señor, quiero creer que los franciscanos tuvieron la idea de representar mediante grupos escultóricos algunos episodios de la vida de Jesucristo. Llamaron "misterios" a esos grupos, y todavía hoy, en Navidad llamamos "misterio" al grupo de figuras que representa el portal de Belén y en Semana Santa un paso de "misterio" es aquel que, mediante más de una figura, representa algún aspecto de la Pasión del Señor.
He observado que, en todas las localidades que conozco, las cofradías más antiguas tienen sus sedes en conventos de Franciscanos o en antiguas sedes suyas y esto es válido, por citar algunos casos, tanto en Viveiro, Santiago, Lugo, Córdoba o Sevilla cuya cofradía más antigua, la del Silencio, tiene como escudo precisamente el de la Orden Franciscana.
Luego Europa se partió en dos a causa de diferentes maneras de entender la religión y ya nada fue igual. Hubo guerras de religión, los peregrinos dejaron de venir a nuestra catedral y en toda la cristiandad un Concilio, el de Trento, recondujo las creencias y se hizo intérprete de todo cuanto era preciso interpretar. As¡ nació todo ese movimiento religioso que conocemos con el nombre de Contrarreforma. Era necesario, por otra parte, que las gentes conociesen las verdades de la fe, y más aquellas dañadas por la herejía. De ah¡ surgieron muchos aspectos de nuestra cultura, como podrían ser las procesiones de Corpus, los villancicos navideños y, como es el caso que nos tiene aquí congregados, las celebraciones de la Semana Santa. Por eso muchas de las cofradías de penitencia que existen por toda nuestra geografía nacen en los siglos XVI y XVII, por eso los grandes imagineros y los grandes pintores de esa época tratan temas religiosos y también debido a la misma causa tenemos los autos sacramentales, todo un género literario de nuestro Siglo de Oro, que no hacen más que dar vueltas alrededor de eternas preguntas que se hace el hombre y que trascienden lo cotidiano. En pintura y escultura se pactan formas de representar a los personajes de un misterio: los buenos están adornados por la belleza mientras que los malos siempre son feos. Todo ello amparado por un espíritu concreto y expresado mediante un estilo artístico que hizo suya la exageración, la riqueza y el realismo efectista: el barroco, un estilo del que podemos hablar los compostelanos por ser, casi, de la familia. Barroca es la Virgen al llorar, barrocos son los bordados de su manto, la forma de enjoyarse una enlutada o la sangre que corre por la frente de su Hijo. Barroca en sí es la misma celebración callejera de la Semana Santa, y ah¡ la tenemos y aquí estamos como muestra de que es algo que sigue vivo.
En aquella ‚poca de Contrarreforma, y mientras en la Catedral seguían las celebraciones en honor del Apóstol si bien con menos peregrinos europeos, me gusta imaginar que en las parroquias hubo deseos, incluso puede ser que apareciese la necesidad, de hacer profesión de fe mediante celebraciones concretas y propias de ellas mismas. Fue entonces cuando las cofradías se fueron configurando tal como las conocemos hoy. Y sin embargo, yo no quedo tranquilo si digo "tal como las conocemos hoy" y no matizo nada más. Me gustaría saber qué pensaban, cuáles eran las preocupaciones de los menos de siete mil habitantes que tenía Santiago en el siglo XVII, cuando se fundó la Cofradía de la Soledad, o las de los ocho mil y pico compostelanos del siglo XVI, cuando de San Francisco comenzó a salir la cofradía de la Vera Cruz.
Nuestra Semana Santa no es catedralicia, más bien es algo nacido fundamentalmente en las comunidades parroquiales y conventuales. Frente al esplendor de las manifestaciones organizadas alrededor del Apóstol, ante esas grandiosas liturgias cuyo reclamo se expande por el mundo entero, las parroquias y conventos supieron organizar actividades de dimensiones más cotidianas, más a la escala del tamaño de la población, pero con un gran sentido de dignidad. Aquí estamos, parecen decir, ni enfrentadas ni queriendo insinuar comparaciones. Cada uno en su sitio derrochando buen hacer y dignidad... Es lo de siempre en las historias urbanas, el centro y la periferia. El centro creyéndoselo desde el principio y la periferia, destino de emigrantes, que llama a la puerta de la historia ciudadana aportando la savia nueva que significan los aluviones culturales humanos aportados por ellos. Desde San Miguel dos Agros, desde San Bieito do Campo, desde San Agustín o desde San Francisco, o sea, desde las afueras de antaño, vuelven los nazarenos a las rúas con sus túnicas multicolores y dando guardia a sus titulares, para decir en el centro que allí, en sus barrios de la periferia, también tienen sus modos y maneras de sentir y venerar las verdades de todos. Para ello se vestirán adecuadamente, llenarán sus pasos de flores y no escatimarán nada para mostrar a propios y extraños que, puestos a ensalzar lo propio, nadie tiene que darles lecciones de buen hacer.

Muy bien podría haber comenzado este pregón con un anuncio gozoso que, correspondiendo a una festividad religiosa, incluso podría haber sido pronunciado en latín: Nuntio vobis gaudium magnum... Os anuncio una gran alegría, la Semana Santa está en puertas... Yo no sé si comenzar este mío con ese anuncio de alegría o si comenzar de otra manera. Porque para mí, la Semana Santa representa uno de esos hitos anuales en los que hay que meterse de lleno para vivirlo del modo más intenso posible, con la seguridad de que, siendo rica como lo es en aspectos y facetas, cada uno encontrará en ella claves personales que le sirvan, que le ayuden en su transcurrir por la vida. Hay citas a las que no podemos faltar a no ser que exista un impedimento extraordinario. Siempre estaremos en el Obradoiro la noche del 24 de julio pensando que un año m s en el mismo sitio. También la noche del cinco de enero nos cogerá en la calle viendo la cabalgata de Reyes y pensando que un año más. Y en el atardecer del viernes de Dolores estaremos por las rúas para ver pasar a la Señora un año más. Siempre un año más y siempre nosotros viendo transcurrir nuestra historia personal a los pies, o junto, a los mismos hitos. Luego, a lo largo del año, cada uno por sus derroteros, cada uno a sus afanes, cada uno con su brega personal a vivir esa historia nuestra de cada día. Pero en determinadas ocasiones cada uno en su sitio como acudiendo a una cita personal que hicimos con nosotros mismos. Entonces, mientras suenan los cohetes, mientras arde la fachada o mientras pasan los nazarenos y al fondo ya se ve a la Virgen y ya se siente la música, evocaremos este año que ha pasado desde la última vez que estuvimos en el mismo sitio.
Y as¡, estas celebraciones, en el fondo, son momentos de reencuentro, ojalá que honrado, Dios quiera que enriquecedor, con nosotros mismos. Por eso no son pocos los que reniegan de este tipo de actos, tal vez porque se han metido o se han dejado ir hacia un vértigo de actuaciones sin sentido y tienen miedo a ese encuentro consigo mismo, a ese íntimo mirarse cara a cara sin necesidad siquiera de formularnos ningún tipo de pregunta porque las conocemos de antemano, aunque no queramos darles respuestas, porque puede que las temamos.
Nuestras vidas han sido comparadas con los ríos, pero yo diría ahora que también lo pueden ser con vueltas de noria que vamos dando, siempre rodeando los mismos temas, pero enriqueciéndonos en experiencias en cada una de ellas. Nunca somos los de antes aunque estemos en el mismo lugar que el año anterior esperando otra vez a la Santa Cena cuando dobla la esquina aquella de la rúa para enfilar hacia la Conga. Allí estamos, todo parece igual, incluso, lo pensamos y lo creemos, pero sabemos que no, que nada es repetible, que a lo largo del año hemos hecho, hemos desecho, hemos aprovechado, hemos desperdiciado, hemos vivido. Conviene recapacitarlo y estos son momentos apropiados porque nosotros, perecederos y carentes de importancia, estamos enmarcados por la trascendencia histórica y esto, en Compostela, lo sabemos muy bien porque nos sabemos el Pórtico de la Gloria con los ojos cerrados.
Es el momento de aceptar lo relativo de nuestros problemas, la nimiedad de nuestras preocupaciones y la intranscendencia de todo cuanto nos parece importante. Es preciso para nosotros, nos conviene desde muchos puntos de vista. Entre casas centenarias, celebrando unos hechos casi bimilenarios, no vendrá mal que pensemos qué será dentro de un año de los problemas que hoy nos preocupan. Tal vez la Semana Santa sea un buen momento para adentrarnos por los senderos, siempre personales, de la reflexión en busca de posibles ajustes en m s de un aspecto de nuestra conducta.
 
Las cofradías por las calles compostelanas desde el tiempo de la contrarreforma... A veces, parece que queramos indicar inmovilismo al hablar de costumbres que vienen de lejos y nada más lejos de lo cierto. Muchos de los presentes hemos visto cómo nacieron un montón de costumbres y modos que hoy consideramos completamente normales y que ya están enraizados en nuestras costumbres. Las misas vespertinas, la matinal procesión del patronato o la inclusión de los rayos láser en los fuegos del Apóstol podrían ser algunos ejemplos de cómo lo duradero ha de saber acomodarse a los tiempos. Hay que buscar la esencia de las costumbres para custodiarla sabiendo transcender todo cuanto es accesorio. Lo esencial de la Semana Santa es que, en determinados días, las cofradías salen y discurren por las calles compostelanas como un acto de fe de sus cofrades. El resto es accesorio, el resto es modificable, el resto es lo que, a veces, conviene cambiar y adaptar a los tiempos para que lo esencial permanezca.
De este modo, cada época va teniendo sus protagonistas que hacen y acomodan. Sus responsables que, sin más bagaje que la propia intuición, lo que han visto hacer y su deseo de eficacia, reciben, administran y transmiten en su momento. Transmiten después de acomodar lo acomodable y de no tocar lo intocable. Las sucesivas Juntas de Cofradías dictarán normas, interpretarán sentimientos, indicarán cambios que serán o no serán tenidos en cuenta, pero que tendrán la cualidad de hacer que todo se vaya adecuando a las novedades, que todo siga estando acorde con los tiempos de cada tiempo. La gente también dirá lo que le gusta y lo que no, lo que sobra y lo que añora, también desde fuera de las cofradías surgirán comentarios que convendrá tener en cuenta, y as¡ la Semana Santa seguirá siendo algo vivo, algo que un día concreto se echa a la calle para seguir diciendo que, desde hace siglos y siglos, aquí estamos un año más.
Un año m s. Para mí es una frase que repito muchas veces en esas citas que cada uno tiene consigo mismo al amparo, o al abrigo, de celebraciones anuales, un año más con las doce uvas, un año más en las cacharelas de San Juan, un año más en la Virgen de Acá de Córdoba, un año más en el Domingo das Mozas en el San Froilán lucense, un año más en la apertura de curso académico, un año más con mi Cofradía Servita sevillana. Pero siempre es lo mismo, un año más agradeciéndole a la vida que siga contando conmigo y dándome la oportunidad de ser consciente del tremendo regalo que es vivir.
Porque, al amparo de estos días, volveré‚ a pensar y a preguntarme si la Semana Santa es un canto a la vida o a la muerte. No faltan quienes hablan de imágenes tétricas, de que sobra sangre en muchos Cristos, de que ya está bien de tantas cadenas y flagelaciones... Yo, sin embargo, pienso que es una celebración que tiene lugar en primavera, cuando la naturaleza renace y cuando las primeras flores se van a los pies de nuestros Cristos y de nuestras Vírgenes. Y pienso, también, que todo viene a estar trucado, porque, en el fondo, sabemos que en la noche del sábado el Señor resucitará y se formulará la gran pregunta: Ubi est, morte, victoriam tuam? ¨Dónde está, muerte, tu victoria? Para mí es una celebración de la vida, del esplendor de la vida que brota por los cuatro costados del mundo, incluso desde nuestro interior. Al día siguiente, Domingo de Pascua, y después de una Semana intensa nos iremos de fiesta a Padrón porque la vida, por suerte, sigue y estamos subidos a su carro. Pero antes de las celebraciones pascuales, hemos de ver al Nazareno casi caído, ayudado por el Cirineo y mirando hacia los lados, como buscando a alguien, mientras avanza por la Algalia o atraviesa la Plaza de san Roque. Antes, las mujeres compostelanas, pensando en esa madre que ha perdido a su Hijo ese mismo Viernes por la mañana, habrán acompañado a la Virgen de la Soledad en su primera noche sin El. Antes del Domingo triunfal, del día en que se cumplirá todo cuanto estaba escrito, es preciso que transcurran esos otros días de dolor en los que, también, se tienen que cumplir las escrituras.
Fiesta de la muerte, fiesta de la vida, fiesta religiosa, fiesta familiar, fiesta íntima... Cuántas cosas nos pueden traer estos días. Porque todo eso, y más, puede representar para nosotros la Semana Santa. También, cómo no, momento para el recuerdo. Recuerdo de quienes estuvieron y no están, recuerdo para quienes querían tanto a la virgen de la Quinta Angustia y ya no la volverán a ver, recuerdo de quienes no podían faltar en la salida, o en la entrada, del Flagelado y ya nunca los encontraremos allí. Recuerdo, en suma de quienes vivieron y ya sólo habitan en nuestros recuerdos. Sí, también momentos para volverlos a traer al primer plano de nuestros afectos y de irnos acostumbrando a sus ausencias, que todos estos lastres tenemos que tener.
Y cuando en cualquier momento, no sabemos aún cuándo, no sabemos aún dónde ni sabemos aún al reclamo de qué, se nos abra el corazón y la emoción nos apriete la garganta, seamos generosos con nosotros mismos, dejemos que lo más íntimo sea protagonista de nuestros sentimientos durante el tiempo que sea, porque también para eso estamos aquí, para vivir de mil maneras, incluso para no poder ver porque las lágrimas nos han empañado los ojos, para no poder hablar porque la garganta se acongoja, y casi ni podamos sentir pues los sentimientos se entorpecen unos a otros por salir todos a la vez. Porque esto ocurrirá, que en estos días, en cualquier sitio, por cualquier motivo nos encontraremos con nosotros mismos. Ojalá nos sea provechoso ese encuentro que todos sabemos que estamos necesitando.

Y todo irá  llegando poco a poco, como sin avisar aunque a gritos, que conocemos muy bien las pautas. Cuando no esté nublado, comprobaremos que los días han crecido mucho. Más tarde, por Calderería, Huérfanas o el Toral aparecerán palmas en los escaparates o en los portales de las tiendas y veremos que en la prensa se anuncia un acto penitencial. Luego todo sucede sin tregua. La fiesta en San Lázaro viene seguida del Viernes de Dolores y ya estamos. Y eso que ahora no se tapan las imágenes de los Santos como se hacía antaño. Es lo mismo, aunque estaba muy anunciado, casi sin pensarlo estamos en el Domingo de Ramos. Y el rito se desencadena si no está desencadenado. Una vez metidos en ella, la Semana irá pasando sin darnos cuenta, pues los afanes cotidianos han de complementarse con estos otros, pero viviremos un año más esta Semana que desde hace milenios es el centro de nuestro ciclo anual. Antes, desde Moisés, prefigurando lo que ocurriría. Ahora, después de Cristo, evocando lo que ocurrió.
Y la viviremos recordando nuestras diferentes edades, pues si bien durante la infancia nos hizo ilusión nuestro ramo, o nuestra palma, y nos apeteció salir vestido de romano, luego fueron otras las cosas que nos atrajeron, otros los detalles que nos llamaron la atención, pero siempre al final de la semana, fuese como fuese la manera en que la habíamos vivido, nos encontramos con la noticia ante la que sigue siendo preciso tomar una actitud personal. Al amanecer el domingo, el ángel anuncia a Mar¡a Magdalena, y a nosotros de modo intemporal, que el Señor resucitó, "non est hic, sed surrexit..." Ya el anciano Simeón había profetizado al tener al niño en brazos que "Ecce positus est hic in ruinam, et in resurrectionem multorum in Israel: et in signum, cui contradicetur" Ayer como hoy, Jesús sigue siendo signo de contradicción y piedra angular de muchas posturas. ¨Resucitó? ¨No resucitó? Ante estas preguntas, la ciencia no puede decir nada y nos metemos en el terreno de lo inefable. Que cada uno conteste honradamente a estas cuestiones y, luego, que adecúe sus actuaciones a la repuesta que llegue a dar.
Hemos empezado la semana como con cosas de niños, evocando nuestra infancia, y la terminamos buscando nuestra respuesta personal a una pregunta propia de la madurez, la nuestra.
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Mañana, Domingo de Ramos, espero estar a estas horas en Sevilla. A eso de la medianoche me acercaré‚ a la Capilla donde tiene su sede mi Hermandad Servita y esperaré la visita de otra Hermandad querida, la de la Virgen de la Hiniesta. Cuando pase por nuestra puerta, la Virgen nos saludará y allí procuraremos estar todos los Servitas a recibirla. Siempre es algo muy emotivo.
Pero tengan muy claro que en Sevilla y en cualquier momento, yo estaré orgulloso, muy orgulloso, de haber sido este año el pregonero de la Semana Santa de Santiago de Compostela. Sí, muy orgulloso y muy agradecido a la Junta de Cofradías por haberme invitado a hacerlo, pues para mí, que quiero a la Semana Santa y que creo conocerla, siquiera de modo superficial, el poder pronunciar su pregón en la ciudad en que habito es algo que, sin merecerlo, ha sido de lo más hermoso que me ha tocado vivir.
Señoras y Señores, Muchas gracias.


Santiago de Compostela, 4 de abril de 1998