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sábado, 7 de marzo de 2015

SINCRONÍA NATURAL

TIEMPO DE CEREZAS
Cuando yo era niño, antes de esta era de globalización, teníamos o vivíamos diferentes temporadas. Estaba el tiempo de las uvas, el de las castañas, o el de las naranjas, las mandarinas, las ciruelas y así hasta un largo etcétera. También el tiempo de los grelos, de las acelgas, los repollos, con su correspondiente etcétera. Toda esta temporalidad incidía en las cocinas y sus productos, los menús.

Dependíamos más de la naturaleza y sus ciclos. Luego vinieron los invernaderos. Comimos plátanos en todo momento, pero se perdió aquel entrañable olor que despedían y que impregnaba la casa toda. Yo, amante de las uvas, las he comido todo el año, cada vez de un sitio diferente, incluso de Perú. Muy sabrosas, eso sí, pero cada vez ingiero más alimentos naturales a destiempo, es decir, fuera de “su” tiempo.
CAMPO DE AMAPOLAS
Lo mismo ocurre con las flores, pues podemos comprar lo que queramos en la época que lo deseemos. Por ejemplo, claveles a mitad del más riguroso invierno. Claveles que vienen del invernadero de cualquier parte del mundo a través de Holanda, que en eso también hay que saber comerciar y distribuir.
Cada vez estamos más alejados de los ritmos naturales, de los de la naturaleza. Ahora, marzo de 2015, estamos en un estallido vital en todas partes. La naturaleza revienta de fuerza, pero nosotros casi, casi, ni nos enteramos, pues nos nutrimos de invernaderos.
Lejos de ellos, la naturaleza vive un equilibrio sostenido de simultaneidades asombrosas. Todos los seres de la misma especie están en fases similares, por eso se habla del tiempo de las cerezas, cuando todos los cerezos tienen sus ramas atestadas de frutos, o del tiempo de las castañas, o de las manzanas o de los granados. Todos los individuos de cada una de esas especies alcanzaron su fase de fructificación, o de floración, al mismo tiempo, a eso es a lo que llamo sincronía. También las amapolas florecen juntas, o las margaritas. El trigo maduró al mismo tiempo. Los gusanos de seda forman el capullo al mismo tiempo.
A veces parece como si el campo viviese un concierto general en el que cada 
FLORECEN JUNTAS
instrumento estuviese representado por una especie. Lo mismo que en una obra musical cada instrumento entra en momentos concretos, haciendo sonar su melodía concreta, también en la naturaleza cada especie aparece en un momento y cumple su cometido biológico dentro del ecosistema en que está.
Por ejemplo, poliniza flores. A veces, cuando vemos una abeja sobre una flor pensamos en lo que hace, en servir para fecundar una planta y dar lugar a la generación siguiente. Cierto, muy cierto, pero son muchas las variables que han incidido en lo que vemos. Todo nuestro entorno está finamente ajustado por la selección natural. Seguramente hubo variabilidad en las épocas de floración, días arriba, días abajo, pero la selección favoreció a aquellas plantas que, por causas genéticas, florecían a la vez que andaban las abejas libando. Lo mismo debió de ocurrir con las abejas. Unas aparecieron cuando aún el polen no había madurado, o bien nacieron después de que lo hubiese hecho. Únicamente sobrevivieron aquellas que, por causas genéticas, nacieron justo cuando las flores estaban maduras. Alimentaron, pero dieron polen y fueron polinizadas.
MUCHA SELECCIÓN TRAS ESTA FLOR Y ESTA ABEJA
El equilibrio y la sincronía de la que hablo… Todos sabemos que las abejas van “de flor en flor”. Lo dice la copla, la poesía, el refrán. Es algo constatado por todos. Y tal vez no hayamos reparado en que si es así es porque, en un momento dado, todas las flores se encuentran en el mismo estado reproductor y se está llevando a cabo la polinización cruzada sin que la abeja sea consciente de hacerlo.
Alguien puede decirme que hay muchas especies animales y vegetales que son hermafroditas. Eso es totalmente cierto, pero muchas especies no son hermafroditas simultáneos, sino que al principio son machos y, después de cambios fisiológicos, pasan a ser hembras, como los caracoles (hermafroditismo proterándrico se llama). Por otra parte, salvo algunas excepciones (endoparásitos y plantas de ciclos complicados), los seres vivos son autoestériles por causas estructurales o genéticas. Sabemos que un cerezo solitario no produce fruto, a pesar de tener flores hermafroditas.
EL VIENTO TAMBIEN JUEGA SU ROL.
FLORES MASCULINAS DE CASTAÑO 
En el monte, que es donde se desarrolla la vida, todo está muy programado para la fertilización cruzada, para la sincronía y para que los seres vivos en general, den origen a la siguiente generación, contribuyendo de este modo al mantenimiento de la especie a la que pertenecen.

Mientras, como en un cuento o en una leyenda, hay flores que se dejan polinizar por el viento, como seres de las mil y una noches.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

PREGÓN DE NAVIDAD - BEGONTE (LUGO) 2002

El presente Pregón de Navidad lo pronuncié en Begonte (Lugo), el día 14 de diciembre de 2002, con motivo de la inauguración de su Belén Electrónico.

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Un pregón es un discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se invita a participar en ella.

Me corresponde pronunciar el de Navidad con motivo de la inauguración del Belén de Begonte. Para mí constituye una gran responsabilidad, pues sé bien que hay muchas personas que lo harían mucho mejor que yo. También, porqué no decirlo, es una gran ilusión y un honor que no creo merecer.

Pronunciaré el pregón de una Navidad que para muchos paisanos nuestros, en especial los de la Galicia costera, viene sembrada de profunda tristeza y preocupación debido a desastres que todos tenemos presentes. Me dispongo a pronunciarlo comentando qué es para mí la Navidad, lejos del loco consumismo al que nos quieren llevar y de esos aspectos sensibleros a los que quieren reducirla. Para mí, la Navidad es otra cosa y es lo que deseo presentar ahora ante todos ustedes.

Pero, como siempre me gusta hacer, comentando la celebración desde su inicio, aunque éste se pierda en la noche de los tiempos…


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Durante el año se suceden diversas festividades que nos marcan el paso del tiempo. Los historiadores de las religiones nos dicen que tales celebraciones vienen de lejos, de muy lejos, de cuando fundamentalmente el hombre era agricultor y que le relacionaban con la divinidad. Más tarde, el cristianismo asumió dichos hitos y les dio nueva dimensión, pero en el subconsciente colectivo esas fiestas siguieron teniendo unos significados que iban más allá de los propios de la religión cristiana. 

Hablo de fiestas que bien podemos relacionar con el ciclo del sol y su influencia en la agricultura. Así, en el comienzo de cada primavera, cuando los días ya son más largos que las noches, celebramos la Pascua, la plenitud de la promesa divina y la Resurrección de Aquel que se definió como la Luz.

Más tarde, y cuando las cosechas ya son algo más que promesa, celebramos el Corpus Christi, la fiesta del pan y del vino convertidos en Cuerpo y Sangre de Cristo, del alimento corporal transformado en espiritual. Luego, cuando llegamos a la plenitud de los días y entramos en el verano, celebramos el triunfo de la luz, del sol que está en su esplendor y de la vida que revienta por todas partes. En esos días el triunfo del sol se recuerda mediante las hogueras de San Juan. Las cosechas están granadas, la comida del invierno asegurada y la alegría de vivir desborda en todos.

Conforme avance el verano, los días comenzarán a acortarse a la vez que las noches se irán alargando. Parece como si las tinieblas venciesen a la luz. En noviembre llegarán los días de recordar la santa compaña, fantasmas, aparecidos, brujas, difuntos y demás hasta que, al comenzar el invierno, el sol, la luz, que hasta entonces pareció ir a menos, volverá a renacer haciendo que los días comiencen de nuevo a alargarse. 

Antes de nuestra era, en este tiempo del renacer de la vida se celebraba el nacimiento de Mitra, el dios de la luz. Fue una celebración muy arraigada en el imperio romano. Cuando, en el siglo IV, la Iglesia Cristiana quiso celebrar el nacimiento de Jesús lo hizo coincidir en la misma época, tiendo en cuenta, además, que en el evangelio de San Juan muchas veces se le equipara con la Luz y Él mismo, en más de una ocasión, también lo hace. Celebramos, en el sentido más amplio, el nacimiento de la luz. Pero también el anuncio del triunfo de la luz sobre las tinieblas que, hasta entonces, estuvieron presentes de modo amenazante en el horizonte espiritual humano.

Es la vida que hierve lo que celebramos. Es la seguridad del bien y su promesa. La luz de nuevo venciendo a las tinieblas, al mal como símbolo de Dios venciendo al demonio. Ésta es la razón de que sea entonces cuando conmemoramos el nacimiento de Jesús como principio de la redención y del cumplimiento de la promesa divina. 

Fiesta de la vida. Es eso lo que nos reúne aprovechando el nacimiento del Señor. Fiesta de la vida, de la luz, de la promesa, del futuro. La promesa se hizo realidad, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Las promesas no eran vanas, la esperanza va a ser premiada. La luz iba a menos pero a partir de ahora renace. A Jesús se le pondrá de nombre Enmanuel, Dios con nosotros.

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Indudablemente, es ésta la alegría que impregna de modo subconsciente las celebraciones que tenemos en puertas. Cristo nace y comienza el final de un largo período durante el cual el hombre ha ido como peregrinando por un mundo obscuro (Jesús es la Luz que ha llegado), guiado por símbolos y mensajes traídos de modo más o menos encubierto por los profetas. Isaac representó a Jesús, a Abrahán se le dijo que su descendencia sería más numerosa que las estrellas, Daniel predijo el momento en que llegaría el Mesías, el maná cayó del cielo como alimento corporal representando el futuro alimento espiritual de peregrinos atravesando el desierto. Pero todo eso termina con este nacimiento y con él comienza la plenitud de los tiempos. Eso es motivo suficiente para llenar de alegría los ánimos de los hombres de buena voluntad, esos hombres a quienes, en esa noche, los ángeles felicitarán la primera Navidad de la historia. Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Pero junto a la celebración puramente religiosa, mezclándose con su misma naturaleza, siempre ha permanecido latente la otra, la que basada en una religiosidad inherente al ser humano, viene hasta nosotros desde los tiempos oscuros en que nuestra civilización balbuceaba sus primeras expresiones. Las celebraciones propias del nacimiento de la Luz se han mezclado de tal modo con las cristianas, que hoy sería difícil discernir cuáles son de un tipo y cuáles de otro. Sabemos que en civilizaciones remotas estas celebraciones consistieron fundamentalmente en reuniones familiares, en concreto alrededor de la mesa, donde comidas ricas en energía ayudaban a luchar contra los fíos imperantes. La gente se intercambiaba regalos y la vida misma era celebraba. En este sentido, niños y ancianos eran los seres mimados de los festejos familiares: unos por tener la vida por delante y otros por casi haber completado ese mismo ciclo. En algunos lugares del norte de Europa se veneraba a los abetos y se les adornaba, como los seres vivos más longevos conocidos. Más tarde, en algún momento de la historia, se hizo coincidir con este tiempo el inicio del año.

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Ya tenemos definidas las pautas de nuestra fiesta y de sus momentos claves. Nace el Hijo de María, y en él celebramos a todos los niños. Comienza la época en que las promesas se harán realidad, y con motivo de esa visión de futuro, celebramos la continuidad de la vida. Navidad, fiesta del nacimiento de Cristo y fiesta de la vida celebrada en el entorno más íntimo, en el familiar. Fiesta de la familia. Por eso, a lo largo de la Navidad, también se celebrará a la Sagrada Familia como símbolo de las demás. Asistimos a la celebración de un conjunto de sucesos que, refiriéndose a la infancia de Jesús, nos sirven de pauta para nuestra misma vida. Pero cada uno lo hará a su manera.

Nos vamos acercando de modo inexorable a la Navidad, pues aunque no queramos, o queriéndolo, las Navidades vienen y se van. Recordemos aquel villancico "La Nochebuena se viene, la nochebuena se va. Y nosotros nos iremos y no volveremos más". Este es uno de los sentidos de la Navidad. Su perennidad cíclica frente a nuestra transitoriedad. Hay cosas de siempre, la Navidad es una de ellas, mantenidas por seres perecederos: nosotros. Y somos quienes ahora estamos aquí los que celebraremos la Navidad un año y otro y otro, hasta que venga una Navidad en la que ya, definitivamente, no estaremos. Pero la Navidad seguirá viniendo y comenzaremos a estar en los recuerdos, ojalá que de muchos y durante mucho tiempo. No obstante aquí estamos, dispuestos a celebrarla de nuevo, como una vez más de las muchas que se celebrarán hasta el final de los tiempos. En esta ocasión nos corresponde ser los depositarios de una tradición que viene desde quién sabe cuándo y que se proyecta hacia un futuro también muy remoto. 


La vida sigue, sigue y sigue y celebramos que siga contando con nosotros. Porque la vida es un regalo que se nos ha dado sin mérito alguno por nuestra parte. Porque todos los beneficios verdaderos que disfrutamos nos han venido así, por regalo: la vida es el mayor de ellos. Y eso celebramos, junto a los que vienen, los niños y junto a quienes nos la transmitieron, los mayores. Entre esos extremos estamos nosotros, que hemos recibido unos modos, que los ejercemos y que los transmitimos. Tradición pura, así funciona y así es como conviene entender muchas de las cosas que vamos a vivir dentro de unos días, o que comenzamos a vivir hoy, aquí, en Begonte, cuando estamos inaugurando el Belén correspondiente a este año.

Porque la Navidad, como celebración antigua que es, está cargada de tradiciones, muchas de las cuales vienen ni se sabe desde cuándo. Tradicional el turrón, las doce uvas, el árbol, el belén. Hoy es un conjunto de costumbres adoptadas a nivel mundial que configuran un modo universal de celebrar la Navidad. Pero cada una de estas cosas tuvo su origen y fuimos nosotros quienes las aceptamos y elevamos al rango de símbolos por tener un significado especial, como Noche de Paz, o como el Belén de Begonte que se inició tímidamente hace treinta y un años y hoy forma parte substancial de la Navidad de todos nosotros.

Cada cosa que hagamos en Navidad vendrá cargado de una doble vertiente: lo hacemos para nosotros mismos y, también, para que a nuestro lado vayan aprendiendo los niños, sin que nadie les tenga que decir nada. A veces pensaremos en las muchas Navidades que hemos vivido y posiblemente las recordaremos habiendo sido nosotros protagonistas diferentes de ellas, según nuestras edades. Las más remotas en nuestros recuerdos las vemos a través de los ojos del niño que fuimos, con unos hermanos también niños, temerosos ante la visita de los reyes o ilusionados ante el nacimiento que para nosotros habían hecho nuestros padres o nuestros hermanos mayores. Luego, con el tiempo, fuimos nosotros los que hicimos los belenes y quienes adornamos las casas. Más tarde hubo niños a nuestro lado que aprendieron de nosotros y, ahora, ya casi son ellos los que hacen las cosas y a nosotros nos corresponde ayudar, opinar y orientar. ¿Es la vida la que está pasando? ¿Acaso somos nosotros los que pasamos a lo largo de estas celebraciones anuales? "La nochebuena se viene… y nosotros nos iremos…" Es la vida que fluye y, mientras, nosotros que la disfrutamos casi sin darnos cuenta del enorme beneficio que representa. 

Tradiciones y tradiciones navideñas: villancicos cantados con ritmos populares pero rebosando dogmas como aquel que dice que "San Gabriel bajó del cielo para anunciar a María el misterio y la grandeza de ser madre del Mesías", o con alusiones a la Eucaristía "y si quieres tomar pan más blanco que la azucena, en el portal de Belén la Virgen es panadera". Ángeles que tocan campanas "Belén, campanas de Belén que los ángeles tocan…" Villancicos que nos definen muy bien, como aquel que habla de la muertre a un Niño recién nacido "pastor, ¿dónde quieres ir? Voy a Belén por si el Niño con Él me deja morir…" Villancicos que non llevan a ambientes de las mil y una noches: "La Virgen se está peinando entre cortina y cortina, los cabellos son de oro, los peines de plata de plata fina". Villancicos que derrochan ternura con el Niño: "El Niño se duerme con dulce acunar. Cantar pastores que se duerma el Angelito, cantar pastores a este Niño tan bonito. Cantar pastores, pero fuera del portal, que está dormido y se puede despertar…"

Ternura, también es cierto, con un Niño que, por muy Dios que sea, ahora está encarnado en el ser más indefenso que pueda haber. Ese Niño ha nacido indefenso y morirá quejándose a Dios del abandono en que se encuentra. Entre uno y otro hito, pasará haciendo el bien, como dirá San Pedro en su alocución a los gentiles el día de Pentecostés, y hablará de soledad y solidaridad: "bienaventurados los pobres, los tristes, los que lloran" "venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre, porque tuve sed, porque estuve triste…" "cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, conmigo lo hicisteis". 

Solidaridad o caridad, es bueno actualizarla en estos días, cuando encontramos tantos necesitados a nuestro lado. Necesitados de nuestro cariño, de nuestra ayuda, de nuestro dinero. Cuántos y cuántos que están llamando a las puertas de esta prosperidad nuestra y muchos olvidando que no hace mucho tiempo éramos nosotros quienes íbamos a los cuatro puntos del mundo para conseguir lo que ahora ellos buscan en nuestro entorno. 


Solidaridad con los nuestros, con los marineros gallegos que han visto cómo en un instante se les vino abajo toda una historia hecha con trabajo, ilusión y empeño. Una negra sombra, siempre cruel, les ha dejado sumidos en la desesperanza y con una tremenda sensación de orfandad. También ellos vivirán una Navidad diferente, ojalá que pronto dispongan de los medios necesarios para que desastres como el que se ha vivido no pasen de ser meros contratiempos.
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Y después, cuando estemos tranquilos con nosotros mismos, con quienes nos quieren y con aquellos a quienes queremos, vivamos con avidez estos días que son un regalo más que nos hace la vida sin nosotros merecerlo. Vivamos la alegría de volver a ver ese Niño indefenso colocado sobre pajas "le llevaré el corazón que le sirva de pañales" hemos cantado más de una vez en un villancico. Estemos más atentos que nunca con los nuestros y dejemos que la alegría llene nuestros corazones mientras contemplamos a los que hoy estamos y recordamos de modo entrañable a quienes estuvieron en otro tiempo y que no volverán a estar. 

Pues éstas son unas fiestas que, aunque siempre fueron las mismas, constantemente nos obligan a replantear el modo de vivirlas. Porque hubo años en que se iniciaron ausencias, y qué ausencias, y hubo también años en que se estrenaron presencias. Faltó alguien, apareció alguien. Y siempre se trató de personas importantes en la historia familiar, la nuestra. Con todos ellos acerquémonos a lo más nuestro, lo más íntimo. Dejemos que aflore ese montón de agradecimiento que debemos de sentir hacia quienes nos pusieron en esta vida y con quienes hacen que nuestro transcurrir por este mundo sea más sencillo. Con ellos celebramos estas fiestas del modo más íntimo posible, de manera sencilla pero colmada de momentos que llenarán nuestros días de un significado diferente. Charlaremos con los parientes que están lejos, visitaremos a los amigos de siempre para pasar un rato sosegado con ellos y compartir las alegrías y las penas, que de todo hay y, en algún momento, desearemos estar solos para encontrarnos con nosotros mismos. Porque la Navidad también es un buen momento para hacer balance personal. Termina el año y no viene mal mirar cómo van nuestras cosas, las personales. Qué conviene mejorar, que hay que modificar, qué cuestión es mejor dejarla zanjada.

Durante esos días, dejemos que vuelva a salir a la luz el niño aquel que fuimos y que llevamos dentro como adormecido. Dejemos que se asombre ante el belén, que se maraville ante el árbol o que se ilusione ante el paquete que encierra un regalo. Vengamos a Begonte para encandilarnos con el Belén más bonito que hayamos podido ver, ese Belén que ya forma parte de nuestra Navidad, pues hemos venido tantas veces a verlo que ya no sabríamos qué hacer si no fuese una referencia más en nuestra navidad.

Navidad del año 2002, ésta que está en puertas y a la que nos vamos acercando casi sin notarlo. El espíritu de la Navidad ya casi ha florecido en las calles, en las casas y en los corazones. Cada día encontramos más detalles que nos van metiendo en ella y cuando menos lo pensemos estaremos celebrando la Nochebuena. La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va… Pero es posible que ésta de 2002 siga siendo nuestra. Una Navidad más, ojalá que nos llene de vivencias para recordar más tarde, ojalá que sea la Navidad más importante de nuestra vida. Y ahora, a punto de terminar este pregón, quiero expresar mi profundo agradecimiento a quienes me dieron la oportunidad de ser de los primeros que les felicite la de este año:


Señoras y Señores, Feliz Navidad.
Felices Pascuas, amigos.


























sábado, 2 de noviembre de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO: (XXXII) VILAR DE DONAS, LUGAR DE CAMBIOS

Hace muchos años que voy con frecuencia a Vilar de Donas. Allí me siento como en casa, con la tranquilidad que confiere el saberse en un lugar conocido. No obstante, cada vez me encuentro con sorpresas. Cosas, detalles, capiteles que me indican que estuvieron alli antes y que yo nunca había visto, o de los que no me había percatado hasta ese momento concreto. Es lo de siempre en los factores del conocimiento, el hecho (el objeto, en este caso), en sí y nuestro estado de ánimo para verlo y asimilarlo en nuestra mente. Los factores objetivos y subjetivos, que dicen los que saben.
SEÑORÍO RURAL
Por eso me gusta volver a los sitios, para ver todo cuanto me perdí las veces anteriores que estuve en aquellos mismos lugares. Y siempre encuentro cosas nuevas y me asombro de mí mismo por no haberlas sabido detectar con anterioridad.
Vilar de Donas… qué grandiosidad tan solitaria. El camino rural que nos lleva desde la carretera asciende poco a poco y vamos atravesando un paisaje que no nos hace esperar la monumentalidad que encontraremos. La que fue iglesia monacal, hoy es sede de una parroquia que, con suerte, estará abierta y podremos visitar su interior sin prisas ni agobios de ningún tipo.

ACCESO A LA IGLESIA
La iglesia tiene una hermosa portada atribuida al maestro Mateo o a gente de su taller. Siempre encontré muy esbelta esa puerta, tomando como esbeltez la relación entre su anchura y su altura. Me parecen unas proporciones en cierto modo portuguesas. Está flanqueada por columnas que sostienen arquivoltas. Éstas, cinco en total, aparecen decoradas con motivos vegetales, ajedrezado y un zig-zag poco frecuente en el románico de Lugo (Recuerdo los de Incio y Taboada). Los capiteles tienen motivos vegetales, figuras antropomórficas o monstruosas.
Se accede el interior después de bajar varios peldaños, lo cual nos da la impresión de una grandiosidad inesperada. La iglesia, de una sola nave y planta de cruz latina, es luminosa, con techo de madera. A un lado de la nave principal están depositados diversos sepulcros y lápidas mortuorias de antiguos enterramientos, pero lo que más llama la atención nada mas entrar es el ábside.
RESTOS DE ENTERRAMIENTOS
Me gusta pensar que los frescos del ábside fueron pintados por gente de paso, procedentes de países nórdicos y que traían sus ideas acerca del modo de representar escenas religiosas y cómo representarlas. En otra entrada de este blog he comentado los ropajes que tienen los personajes allí representados. Hoy quiero comentar el tema fundamental de las pinturas del ábside. Es una Anunciación. El Arcángel Gabriel anuncia a una asustada María todo lo que va a ocurrir.
Pero este tema ya es propio del gótico. Y si en el Pórtico de la Gloria, la sonrisa de Daniel nos habla de nuevos modos de expresión, aquí, en Vilar de Donas, esta Anunciación nos habla de nuevos temas en el arte.
SEÑAL DEL CANTERO Y CAPITELES
HOMBRE CON LIBRO, UN MONSTRUO
Jesucristo deja de ser el juez del románico que incluso enseña sus llagas para indicar el modo en que ha conquistado ese papel. Ahora llegan nuevos aires en la vida espiritual de la cristiandad y Jesucristo será visto como un hombre, por eso se representa la Anunciación, el momento justo en que comenzó a serlo.
Todo esto se quedó en la iglesia de Vilar de Donas, como exponente de lo que pensaba la comunidad que entonces regía aquel monasterio. Si fue comprendido o no, eso es algo que yo no sé, tampoco si fue admitido, claro.
La virgen del tímpano de la próxima localidad de Leboreiro también esboza rasgos góticos, pero a su alrededor existe una leyenda acerca de su aparición, que nos evocan los primeros tiempos de la cristianización de Galicia. Si queremos adentrarnos en estos temas, vemos confusión y obscuridad, pero quedan esos hermosos vestigios de piedra, como éste de Vilar de Donas, o el tímpano de Leboreiro, que parecen permanecer para asombrarnos.



sábado, 5 de octubre de 2013

POR EL CAMINO DE SANTIAGO. (XXVIII) INFLUENCIAS QUE VIENEN Y VAN

Se dice del camino de Santiago que ha sido un camino de recíprocas
REY DAVID. FACHADA DE PLATERIAS.
CATEDRAL DE COMPOSTELA
influencias culturales entre 
España y el resto de Europa. A veces, me gustaría saber cuántos peregrinos vinieron a Compostela en el siglo XIV, por decir una fecha. Me impresionan los peldaños desgastados que conducen a la cripta de la catedral compostelana, o las huellas dejadas por los dedos de los peregrinos en el parteluz de jaspe del Pórtico. Ahora vienen cientos de miles y, que yo sepa, tales huellas no han incrementado su desgaste. Y casi me atrevo a decir que en un Año Santo actual vienen más peregrinos de los que vinieron en muchos años pasados.

Vinieron con culturas propias, que fueron desparramando a la largo del Camino, y se fueron también después de haber conocido peculiaridades nuestras, que llevaron consigo a todas partes. Menéndez Pidal rastreó vestigios de nuestro Romancero por países europeos, y se encontró lo que intuía que encontraría. Por muchos sitios había restos de nuestros héroes. Incluso en Dinamarca encontró una réplica de nuestro Gerineldo, con el noble que pone a su espada por testigo del deshonor de su hija

CABEZA QUE INDICA ORIGEN IRLANDES
VILAR DE DONAS
Más recientemente, los hermanos Grimm hicieron suyos varios cuentos extraídos de capítulos de nuestro Conde Lucanor, del Infante D. Juan Manuel. Los hacedores del paño que sólo verían aquellos que fuesen hijos de quienes creían ser, antes de ser centroeuropeos fueron castellanos.
Estos dos datos me sirven para indicar cómo los peregrinos se llevaban partes de nuestra cultura. No en bloque, cada uno llevaba aquello que más le había impresionado y luego lo adaptaba en su lugar de origen. Otros no se llevarían nada.
Es muy frecuente, entre los estudiosos del Camino, hablar de influencias. Sí, está muy bien eso, pero las influencias tuvieron que viajar, alguien las tuvo que traer e ir dejando acá o allá, tal vez sin siquiera darse cuenta. Supongamos que en el momento de la transición del románico al gótico, llegan comentarios de un nuevo estilo que aparece en otras tierras. Vienen gentes de allí y se les propone, en algún sitio, pintar o esculpir algo
ANGEL PESANDO ALMAS
VILAR DE DONAS
manifestándolo en el nuevo estilo. Bien pudo ser de este modo.
Alguien foráneo que pinta o esculpe de acuerdo con los estilos de otras tierras. Y lo hace vistiendo a los personajes con las ropas de sus países de origen. O bien toma su aspecto como indicativo del mismo. En Vilar de Donas, en la piedra clave de la arquivolta exterior de la fachada, una cabeza muestra su corte de pelo al estilo irlandés tal vez para indicarnos quiénes esculpieron la fachada.
Bien es cierto que en el interior de esta iglesia hay un ángel con una balanza pesando almas, idea que también procede de Irlanda del siglo XIII.
Me gusta pensar en artistas del tipo de Narciso y Goldmundo, el libro de Hermann Hesse, llevando el nuevo estilo de escultura de un monasterio a otro en pleno siglo XIII. Tal vez personas de este cariz vinieron a Compostela y se ganaron el sustento con sus habilidades, mientras jalonaban su Camino con trabajos suyos que hoy podemos contemplar.
HOLANDESES ELEGANTES
VILAR DE DONAR
En Vilar de Donas, también, algún pintor holandés debió pintar los frescos del ábside, dejando los tocados propios de los Países Bajos en los personajes allí representados.
En Compostela hay una bonita iglesia, Sta. María del Camino, que en su interior conserva el tímpano románico que tuvo en su día. Los pliegues de los personajes son centroeuropeos, así como los sombreros de S. José y el donante. Por estos ratros vamos sabiendo quiénes pudieron esculpir qué cosas.
TÍMPANO DE STA. MARÍA DEL CAMINO
SANTIAGO DE COMPOSTELA
La catedral que sirvió de modelo a la nuestra es Saint Sernin de Toulouse. Pero no sólo la inspiración está en el trazado de las naves. Muchas esculturas y relieves de nuestra catedral encuentran su fuente en Saint Sernin. ¿Copia? De ningún modo. Los artistas afamados eran llamados de un sitio para otro y es muy posible que sin siquiera quererlo ellos mismos, sus mismas obras sirviesen de inspiración para otras nuevas. La fachada de Platerías de nuestra catedral está llena de esculturas que evidencian su influencia de Toulouse, cuando no la misma mano escultora, que también.

A veces me gusta encontrar estas influencias y reflexionar sobre todo lo
que eso significó y significa.

martes, 29 de enero de 2013

PREGÓN DE SEMANA SANTA – SANTIAGO DE COMPOSTELA, 1998



Con ciudades monumentales ocurre lo mismo que con algunas personas singulares, que sobrecogen a quien se les acerca por primera vez. Luego, es el roce el que va haciendo que sea llevadero el trato con esa singularidad.
Grandiosa y entrañable parecerían dos calificativos que no podrían coincidir si se quisiesen aplicar a algo o a alguien, aunque todos sabemos que aquí, en Compostela, podemos utilizarlos sin miedo alguno para definir a esta ciudad en la que transcurre nuestro paso por la vida.
Pero si bien creo conocer a la ciudad, si bien la quiero y cada recodo suyo me evoca hechos de mi vida, si bien estoy acostumbrado a sus dimensiones humanas, también es cierto que nunca me acostumbro a ella, como si siempre estuviese sorprendiéndome en su grandiosidad. Aún hoy siento un cierto respeto cuando tengo que enfrentarme a comentar parte de su ser, el mismo que siento ahora cuando pretendo pronunciar el pregón de unas celebraciones que ya están en puertas y de las que ustedes conocen más que yo. Por eso, y avisando de la trampa, escaparé de las anécdotas, de los comentarios circunstanciales y me detendré en lo intemporal, en lo que ocurre en el interior de cada uno de nosotros al reclamo de unos estímulos externos.
Hecha esta salvedad, no tendré reparos en adentrarme en ese aspecto del patrimonio nuestro que es la Semana Santa. Porque, para mí, patrimonio son los monumentos, las calles, el entorno. También es patrimonio la historia y todo cuanto ella abarca. Y patrimonio son las costumbres y los modos y las maneras. Por eso, considero un bien patrimonial nuestro la manera de mecer el botafumeiro, el modo de bailar el Coco y la Coca, los fuegos del Apóstol, la Quema de la Fachada y, cómo no, la Semana Santa. Pero no un patrimonio declarado de interés por algún organismo internacional, ni para el que haya que pedir subvenciones con miras a su restauración, adecuación y conservación. No, es más bien un patrimonio inmaterial que califica a nuestra ciudad y de cuyo mantenimiento y conservación estamos encargados los mismos ciudadanos. Es ese conjunto de ritos y costumbres que todos aprendimos una vez y que ahora transmitimos a quienes vienen detrás para que, en su momento, ellos hagan otro tanto. Son unos usos y modos ciudadanos que nos configuran como comunidad, de cuya conservación todos somos responsables y de cuyo deterioro a todos nos pedirán cuentas.
Patrimonio nuestro y para los de dentro. Como en las antiguas casas en las que, mientras existía un recibidor para las visitas, también había una sala para los amigos y una salita para los de casa en las que transcurría lo cotidiano, no por ello menos importante, en Santiago tenemos lugares y fiestas para los invitados y otras, más íntimas, que son para nosotros. Casi nadie foráneo sabe de ellas. El Obradoiro es para los de fuera, la Quintana para nosotros. El Apóstol es una fiesta anunciada a los cuatro vientos, la Ascensión es para los de casa. Del Año Santo se manda recado a donde no seamos capaces de llegar, de la Semana Santa no se comenta. Y no por ningún tipo de secreteo o de ocultismo, ni porque la consideremos como algo secundario. Nada más lejos de la realidad. No se habla de ella, en todo caso se hace con recogimiento, simplemente porque la queremos salvaguardar de esas visitas tumultuarias a las que tan acostumbrados estamos cuando se trata de peregrinos jubilosos. No, la Semana Santa la queremos nuestra, recogida, íntima, muy de cada uno, para vivir en soledad o con la más entrañable compañía sin que los amigos foráneos la vengan a compartir con nosotros tal vez porque temamos que pierda su aspecto y cariz de intimidad.

Pero déjenme echar un poco la mirada atrás y hacer algo de historia. Según tengo entendido, fue San Francisco de Asís quien, allá por los albores del siglo XIII, construyó el primer Nacimiento en una Navidad. Eran épocas en que se configuraba un nuevo modelo social, los monasterios habían dejado paso a los conventos, los monjes a los frailes y éstos se echaran a los caminos a predicar a gentes sencillas pero deseosas de verdades trascendentes. Los romeros iban a Roma, los palmeros a Jerusalén y los Peregrinos venían a Compostela. Los caminos eran ríos humanos de gente que iba y venía sin mayores conocimientos pero con grandes afanes. A éstos había que evangelizar, era preciso inculcarles las verdades de la fe. Los frailes incorporaron las artes plásticas como auxiliares de sus labores de catequesis. Y mientras los dominicos erigieron en sus iglesias los grandes retablos en los que, como en carteles de ciego, se relatan episodios de las vidas de Santos o del Señor, quiero creer que los franciscanos tuvieron la idea de representar mediante grupos escultóricos algunos episodios de la vida de Jesucristo. Llamaron "misterios" a esos grupos, y todavía hoy, en Navidad llamamos "misterio" al grupo de figuras que representa el portal de Belén y en Semana Santa un paso de "misterio" es aquel que, mediante más de una figura, representa algún aspecto de la Pasión del Señor.
He observado que, en todas las localidades que conozco, las cofradías más antiguas tienen sus sedes en conventos de Franciscanos o en antiguas sedes suyas y esto es válido, por citar algunos casos, tanto en Viveiro, Santiago, Lugo, Córdoba o Sevilla cuya cofradía más antigua, la del Silencio, tiene como escudo precisamente el de la Orden Franciscana.
Luego Europa se partió en dos a causa de diferentes maneras de entender la religión y ya nada fue igual. Hubo guerras de religión, los peregrinos dejaron de venir a nuestra catedral y en toda la cristiandad un Concilio, el de Trento, recondujo las creencias y se hizo intérprete de todo cuanto era preciso interpretar. As¡ nació todo ese movimiento religioso que conocemos con el nombre de Contrarreforma. Era necesario, por otra parte, que las gentes conociesen las verdades de la fe, y más aquellas dañadas por la herejía. De ah¡ surgieron muchos aspectos de nuestra cultura, como podrían ser las procesiones de Corpus, los villancicos navideños y, como es el caso que nos tiene aquí congregados, las celebraciones de la Semana Santa. Por eso muchas de las cofradías de penitencia que existen por toda nuestra geografía nacen en los siglos XVI y XVII, por eso los grandes imagineros y los grandes pintores de esa época tratan temas religiosos y también debido a la misma causa tenemos los autos sacramentales, todo un género literario de nuestro Siglo de Oro, que no hacen más que dar vueltas alrededor de eternas preguntas que se hace el hombre y que trascienden lo cotidiano. En pintura y escultura se pactan formas de representar a los personajes de un misterio: los buenos están adornados por la belleza mientras que los malos siempre son feos. Todo ello amparado por un espíritu concreto y expresado mediante un estilo artístico que hizo suya la exageración, la riqueza y el realismo efectista: el barroco, un estilo del que podemos hablar los compostelanos por ser, casi, de la familia. Barroca es la Virgen al llorar, barrocos son los bordados de su manto, la forma de enjoyarse una enlutada o la sangre que corre por la frente de su Hijo. Barroca en sí es la misma celebración callejera de la Semana Santa, y ah¡ la tenemos y aquí estamos como muestra de que es algo que sigue vivo.
En aquella ‚poca de Contrarreforma, y mientras en la Catedral seguían las celebraciones en honor del Apóstol si bien con menos peregrinos europeos, me gusta imaginar que en las parroquias hubo deseos, incluso puede ser que apareciese la necesidad, de hacer profesión de fe mediante celebraciones concretas y propias de ellas mismas. Fue entonces cuando las cofradías se fueron configurando tal como las conocemos hoy. Y sin embargo, yo no quedo tranquilo si digo "tal como las conocemos hoy" y no matizo nada más. Me gustaría saber qué pensaban, cuáles eran las preocupaciones de los menos de siete mil habitantes que tenía Santiago en el siglo XVII, cuando se fundó la Cofradía de la Soledad, o las de los ocho mil y pico compostelanos del siglo XVI, cuando de San Francisco comenzó a salir la cofradía de la Vera Cruz.
Nuestra Semana Santa no es catedralicia, más bien es algo nacido fundamentalmente en las comunidades parroquiales y conventuales. Frente al esplendor de las manifestaciones organizadas alrededor del Apóstol, ante esas grandiosas liturgias cuyo reclamo se expande por el mundo entero, las parroquias y conventos supieron organizar actividades de dimensiones más cotidianas, más a la escala del tamaño de la población, pero con un gran sentido de dignidad. Aquí estamos, parecen decir, ni enfrentadas ni queriendo insinuar comparaciones. Cada uno en su sitio derrochando buen hacer y dignidad... Es lo de siempre en las historias urbanas, el centro y la periferia. El centro creyéndoselo desde el principio y la periferia, destino de emigrantes, que llama a la puerta de la historia ciudadana aportando la savia nueva que significan los aluviones culturales humanos aportados por ellos. Desde San Miguel dos Agros, desde San Bieito do Campo, desde San Agustín o desde San Francisco, o sea, desde las afueras de antaño, vuelven los nazarenos a las rúas con sus túnicas multicolores y dando guardia a sus titulares, para decir en el centro que allí, en sus barrios de la periferia, también tienen sus modos y maneras de sentir y venerar las verdades de todos. Para ello se vestirán adecuadamente, llenarán sus pasos de flores y no escatimarán nada para mostrar a propios y extraños que, puestos a ensalzar lo propio, nadie tiene que darles lecciones de buen hacer.

Muy bien podría haber comenzado este pregón con un anuncio gozoso que, correspondiendo a una festividad religiosa, incluso podría haber sido pronunciado en latín: Nuntio vobis gaudium magnum... Os anuncio una gran alegría, la Semana Santa está en puertas... Yo no sé si comenzar este mío con ese anuncio de alegría o si comenzar de otra manera. Porque para mí, la Semana Santa representa uno de esos hitos anuales en los que hay que meterse de lleno para vivirlo del modo más intenso posible, con la seguridad de que, siendo rica como lo es en aspectos y facetas, cada uno encontrará en ella claves personales que le sirvan, que le ayuden en su transcurrir por la vida. Hay citas a las que no podemos faltar a no ser que exista un impedimento extraordinario. Siempre estaremos en el Obradoiro la noche del 24 de julio pensando que un año m s en el mismo sitio. También la noche del cinco de enero nos cogerá en la calle viendo la cabalgata de Reyes y pensando que un año más. Y en el atardecer del viernes de Dolores estaremos por las rúas para ver pasar a la Señora un año más. Siempre un año más y siempre nosotros viendo transcurrir nuestra historia personal a los pies, o junto, a los mismos hitos. Luego, a lo largo del año, cada uno por sus derroteros, cada uno a sus afanes, cada uno con su brega personal a vivir esa historia nuestra de cada día. Pero en determinadas ocasiones cada uno en su sitio como acudiendo a una cita personal que hicimos con nosotros mismos. Entonces, mientras suenan los cohetes, mientras arde la fachada o mientras pasan los nazarenos y al fondo ya se ve a la Virgen y ya se siente la música, evocaremos este año que ha pasado desde la última vez que estuvimos en el mismo sitio.
Y as¡, estas celebraciones, en el fondo, son momentos de reencuentro, ojalá que honrado, Dios quiera que enriquecedor, con nosotros mismos. Por eso no son pocos los que reniegan de este tipo de actos, tal vez porque se han metido o se han dejado ir hacia un vértigo de actuaciones sin sentido y tienen miedo a ese encuentro consigo mismo, a ese íntimo mirarse cara a cara sin necesidad siquiera de formularnos ningún tipo de pregunta porque las conocemos de antemano, aunque no queramos darles respuestas, porque puede que las temamos.
Nuestras vidas han sido comparadas con los ríos, pero yo diría ahora que también lo pueden ser con vueltas de noria que vamos dando, siempre rodeando los mismos temas, pero enriqueciéndonos en experiencias en cada una de ellas. Nunca somos los de antes aunque estemos en el mismo lugar que el año anterior esperando otra vez a la Santa Cena cuando dobla la esquina aquella de la rúa para enfilar hacia la Conga. Allí estamos, todo parece igual, incluso, lo pensamos y lo creemos, pero sabemos que no, que nada es repetible, que a lo largo del año hemos hecho, hemos desecho, hemos aprovechado, hemos desperdiciado, hemos vivido. Conviene recapacitarlo y estos son momentos apropiados porque nosotros, perecederos y carentes de importancia, estamos enmarcados por la trascendencia histórica y esto, en Compostela, lo sabemos muy bien porque nos sabemos el Pórtico de la Gloria con los ojos cerrados.
Es el momento de aceptar lo relativo de nuestros problemas, la nimiedad de nuestras preocupaciones y la intranscendencia de todo cuanto nos parece importante. Es preciso para nosotros, nos conviene desde muchos puntos de vista. Entre casas centenarias, celebrando unos hechos casi bimilenarios, no vendrá mal que pensemos qué será dentro de un año de los problemas que hoy nos preocupan. Tal vez la Semana Santa sea un buen momento para adentrarnos por los senderos, siempre personales, de la reflexión en busca de posibles ajustes en m s de un aspecto de nuestra conducta.
 
Las cofradías por las calles compostelanas desde el tiempo de la contrarreforma... A veces, parece que queramos indicar inmovilismo al hablar de costumbres que vienen de lejos y nada más lejos de lo cierto. Muchos de los presentes hemos visto cómo nacieron un montón de costumbres y modos que hoy consideramos completamente normales y que ya están enraizados en nuestras costumbres. Las misas vespertinas, la matinal procesión del patronato o la inclusión de los rayos láser en los fuegos del Apóstol podrían ser algunos ejemplos de cómo lo duradero ha de saber acomodarse a los tiempos. Hay que buscar la esencia de las costumbres para custodiarla sabiendo transcender todo cuanto es accesorio. Lo esencial de la Semana Santa es que, en determinados días, las cofradías salen y discurren por las calles compostelanas como un acto de fe de sus cofrades. El resto es accesorio, el resto es modificable, el resto es lo que, a veces, conviene cambiar y adaptar a los tiempos para que lo esencial permanezca.
De este modo, cada época va teniendo sus protagonistas que hacen y acomodan. Sus responsables que, sin más bagaje que la propia intuición, lo que han visto hacer y su deseo de eficacia, reciben, administran y transmiten en su momento. Transmiten después de acomodar lo acomodable y de no tocar lo intocable. Las sucesivas Juntas de Cofradías dictarán normas, interpretarán sentimientos, indicarán cambios que serán o no serán tenidos en cuenta, pero que tendrán la cualidad de hacer que todo se vaya adecuando a las novedades, que todo siga estando acorde con los tiempos de cada tiempo. La gente también dirá lo que le gusta y lo que no, lo que sobra y lo que añora, también desde fuera de las cofradías surgirán comentarios que convendrá tener en cuenta, y as¡ la Semana Santa seguirá siendo algo vivo, algo que un día concreto se echa a la calle para seguir diciendo que, desde hace siglos y siglos, aquí estamos un año más.
Un año m s. Para mí es una frase que repito muchas veces en esas citas que cada uno tiene consigo mismo al amparo, o al abrigo, de celebraciones anuales, un año más con las doce uvas, un año más en las cacharelas de San Juan, un año más en la Virgen de Acá de Córdoba, un año más en el Domingo das Mozas en el San Froilán lucense, un año más en la apertura de curso académico, un año más con mi Cofradía Servita sevillana. Pero siempre es lo mismo, un año más agradeciéndole a la vida que siga contando conmigo y dándome la oportunidad de ser consciente del tremendo regalo que es vivir.
Porque, al amparo de estos días, volveré‚ a pensar y a preguntarme si la Semana Santa es un canto a la vida o a la muerte. No faltan quienes hablan de imágenes tétricas, de que sobra sangre en muchos Cristos, de que ya está bien de tantas cadenas y flagelaciones... Yo, sin embargo, pienso que es una celebración que tiene lugar en primavera, cuando la naturaleza renace y cuando las primeras flores se van a los pies de nuestros Cristos y de nuestras Vírgenes. Y pienso, también, que todo viene a estar trucado, porque, en el fondo, sabemos que en la noche del sábado el Señor resucitará y se formulará la gran pregunta: Ubi est, morte, victoriam tuam? ¨Dónde está, muerte, tu victoria? Para mí es una celebración de la vida, del esplendor de la vida que brota por los cuatro costados del mundo, incluso desde nuestro interior. Al día siguiente, Domingo de Pascua, y después de una Semana intensa nos iremos de fiesta a Padrón porque la vida, por suerte, sigue y estamos subidos a su carro. Pero antes de las celebraciones pascuales, hemos de ver al Nazareno casi caído, ayudado por el Cirineo y mirando hacia los lados, como buscando a alguien, mientras avanza por la Algalia o atraviesa la Plaza de san Roque. Antes, las mujeres compostelanas, pensando en esa madre que ha perdido a su Hijo ese mismo Viernes por la mañana, habrán acompañado a la Virgen de la Soledad en su primera noche sin El. Antes del Domingo triunfal, del día en que se cumplirá todo cuanto estaba escrito, es preciso que transcurran esos otros días de dolor en los que, también, se tienen que cumplir las escrituras.
Fiesta de la muerte, fiesta de la vida, fiesta religiosa, fiesta familiar, fiesta íntima... Cuántas cosas nos pueden traer estos días. Porque todo eso, y más, puede representar para nosotros la Semana Santa. También, cómo no, momento para el recuerdo. Recuerdo de quienes estuvieron y no están, recuerdo para quienes querían tanto a la virgen de la Quinta Angustia y ya no la volverán a ver, recuerdo de quienes no podían faltar en la salida, o en la entrada, del Flagelado y ya nunca los encontraremos allí. Recuerdo, en suma de quienes vivieron y ya sólo habitan en nuestros recuerdos. Sí, también momentos para volverlos a traer al primer plano de nuestros afectos y de irnos acostumbrando a sus ausencias, que todos estos lastres tenemos que tener.
Y cuando en cualquier momento, no sabemos aún cuándo, no sabemos aún dónde ni sabemos aún al reclamo de qué, se nos abra el corazón y la emoción nos apriete la garganta, seamos generosos con nosotros mismos, dejemos que lo más íntimo sea protagonista de nuestros sentimientos durante el tiempo que sea, porque también para eso estamos aquí, para vivir de mil maneras, incluso para no poder ver porque las lágrimas nos han empañado los ojos, para no poder hablar porque la garganta se acongoja, y casi ni podamos sentir pues los sentimientos se entorpecen unos a otros por salir todos a la vez. Porque esto ocurrirá, que en estos días, en cualquier sitio, por cualquier motivo nos encontraremos con nosotros mismos. Ojalá nos sea provechoso ese encuentro que todos sabemos que estamos necesitando.

Y todo irá  llegando poco a poco, como sin avisar aunque a gritos, que conocemos muy bien las pautas. Cuando no esté nublado, comprobaremos que los días han crecido mucho. Más tarde, por Calderería, Huérfanas o el Toral aparecerán palmas en los escaparates o en los portales de las tiendas y veremos que en la prensa se anuncia un acto penitencial. Luego todo sucede sin tregua. La fiesta en San Lázaro viene seguida del Viernes de Dolores y ya estamos. Y eso que ahora no se tapan las imágenes de los Santos como se hacía antaño. Es lo mismo, aunque estaba muy anunciado, casi sin pensarlo estamos en el Domingo de Ramos. Y el rito se desencadena si no está desencadenado. Una vez metidos en ella, la Semana irá pasando sin darnos cuenta, pues los afanes cotidianos han de complementarse con estos otros, pero viviremos un año más esta Semana que desde hace milenios es el centro de nuestro ciclo anual. Antes, desde Moisés, prefigurando lo que ocurriría. Ahora, después de Cristo, evocando lo que ocurrió.
Y la viviremos recordando nuestras diferentes edades, pues si bien durante la infancia nos hizo ilusión nuestro ramo, o nuestra palma, y nos apeteció salir vestido de romano, luego fueron otras las cosas que nos atrajeron, otros los detalles que nos llamaron la atención, pero siempre al final de la semana, fuese como fuese la manera en que la habíamos vivido, nos encontramos con la noticia ante la que sigue siendo preciso tomar una actitud personal. Al amanecer el domingo, el ángel anuncia a Mar¡a Magdalena, y a nosotros de modo intemporal, que el Señor resucitó, "non est hic, sed surrexit..." Ya el anciano Simeón había profetizado al tener al niño en brazos que "Ecce positus est hic in ruinam, et in resurrectionem multorum in Israel: et in signum, cui contradicetur" Ayer como hoy, Jesús sigue siendo signo de contradicción y piedra angular de muchas posturas. ¨Resucitó? ¨No resucitó? Ante estas preguntas, la ciencia no puede decir nada y nos metemos en el terreno de lo inefable. Que cada uno conteste honradamente a estas cuestiones y, luego, que adecúe sus actuaciones a la repuesta que llegue a dar.
Hemos empezado la semana como con cosas de niños, evocando nuestra infancia, y la terminamos buscando nuestra respuesta personal a una pregunta propia de la madurez, la nuestra.
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Mañana, Domingo de Ramos, espero estar a estas horas en Sevilla. A eso de la medianoche me acercaré‚ a la Capilla donde tiene su sede mi Hermandad Servita y esperaré la visita de otra Hermandad querida, la de la Virgen de la Hiniesta. Cuando pase por nuestra puerta, la Virgen nos saludará y allí procuraremos estar todos los Servitas a recibirla. Siempre es algo muy emotivo.
Pero tengan muy claro que en Sevilla y en cualquier momento, yo estaré orgulloso, muy orgulloso, de haber sido este año el pregonero de la Semana Santa de Santiago de Compostela. Sí, muy orgulloso y muy agradecido a la Junta de Cofradías por haberme invitado a hacerlo, pues para mí, que quiero a la Semana Santa y que creo conocerla, siquiera de modo superficial, el poder pronunciar su pregón en la ciudad en que habito es algo que, sin merecerlo, ha sido de lo más hermoso que me ha tocado vivir.
Señoras y Señores, Muchas gracias.


Santiago de Compostela, 4 de abril de 1998